Ernesto Cardenal y el indigenismo

3 febrero, 2025

Hay dos momentos originarios en la relación de Ernesto Cardenal con las culturas indígenas. Uno se podría colocar en el ámbito de lo espeluznante y fantasmático: el niño sonámbulo a quien asustan los llamados “ídolos” de la isla Zapatera trasladados al Colegio Centroamérica (Los años de Granada 56). El otro se ubica en el lugar del creador o del estudioso, más exactamente del arqueólogo. El escolar que comanda una cuadrilla de compinches que se dedican a desenterrar, en la costa del Lago Cocibolca en que estaba ubicado el Colegio, “pedazos de cerámica indígena…hachas y flechas…tiestos” (ibid. 58). Por una parte, la distancia quizá insalvable con un otro ajeno, descontextualizado y fetichizado; el apelativo “patio de los ídolos” describe bien esa distancia y gesto colonial. Por otra parte, la cultura indígena como objeto de estudio, de apropiación y representación. No hay que descartar que el Cardenal autobiógrafo inspire o haga confluir su memoria con Rubén Darío. En “Tutecotzimí” (1892) el modernista cantaba su “piqueta de poeta”, aludiendo también a una postura arqueológica frente a lo indígena.

Sumergido en un ambiente en que predominaba la exaltación hispanista y el dogma del mestizaje, Cardenal parece olvidar por décadas estas instancias originarias que, sin embargo, parecen definir su actitud frente a las culturas indígenas. Intentará, en el futuro, comprender o “civilizar” lo que considera fuentes de la barbarie indígena: los sacrificios humanos, el autoritarismo, el militarismo (ver, por ejemplo, su poema “Mayapán”). Asimismo, se convertirá en estudioso indigenista: “me estuve yendo a Bogotá—cuenta en su autobiografía—a sumergirme en la biblioteca del Museo Etnográfico, riquísima en cuanto a indios” (Las ínsulas extrañas 40). Se sabe que este afán desemboca en la publicación del Homenaje a los indios americanos (1969) cuya versión definitiva tomará el título de Los ovnis de oro (1988). En las Poesías completas (2019), agregará todavía un poema más a la colección: “Tata Vasco”, escrito al parecer ya en este siglo.

Con cierto desparpajo declara Cardenal en sus memorias: “Ya he relatado que a mí, latinoamericano, quien me descubrió a los indios fue un gringo” (Las ínsulas extrañas 40). Por supuesto, se refiere a Thomas Merton. De manera mucho más específica y significativa dice: “Fue con los indios que Merton se me reveló a mí como profeta, en el sentido más pleno de la palabra.” (Vida perdida 191). Y, en efecto, a partir de Merton se carga de espiritualidad y sentido político, comunitario y religioso el acercamiento de Cardenal a los indígenas. Sin embargo, en el hiato entre el originario escolar arqueólogo y el poeta que encuentra una nueva espiritualidad “india” no hay un vacío improductivo, sino todo un proceso de aprendizaje que requiere todavía mucho estudio.

En los años cuarenta del siglo XX entran en crisis algunos de los principios ideológicos de la fundación vanguardista. El aislamiento y crisis del hispanismo y del franquismo en esa década y la guerra mundial indican la puesta en cuestión de varios elementos fundantes, principalmente el universalismo atado con fuerza al ideal imperial hispánico. Los poemas tipo “Cantos”—Canto Temporal de Pablo Antonio Cuadra (1943), Canto de Guerra de las Cosas de Joaquín Pasos (1944)—encarnan parte de esa crisis. Por otra parte, se extiende un arco más o menos amplio entre el indigenismo de Pasos, que poetiza el designio de desaparición de la raza indígena (ver, por ejemplo, su poema “Cementerio”) y la vivificación arqueológica que culmina en El jaguar y la luna (1959) de PAC. Hay, pues, en esos años un aparente giro indigenista entre los vanguardistas nicaragüenses.

En la Antología Nueva poesía nicaragüense (Madrid, 1949), Cardenal publica junto con otros dos poemas (expurgados los tres de sus Poesías completas) la “Proclama del Conquistador”. La visión sobre los indígenas en este largo poema es bien distante del posterior indigenismo cardenaleano. Es, por el contrario, un poema hispanista que exalta la Conquista y el Conquistador como designio imperial y cristiano. Su acercamiento a los indígenas es exotista e indianista (el indianismo es la versión romántica del indigenismo, según definición de Antonio Cornejo Polar). Un idealizado y aquiescente Cacique Nicarao acepta de buen grado la Conquista española, y autoriza a las huestes hispánicas apropiarse del cuerpo de las mujeres indígenas para fundar lo nacional desde el mestizaje. No se aparta en este caso Cardenal de la dominante hispanista expresada con frecuencia por Pablo Antonio Cuadra en esa época. En sus memorias, Cardenal “olvida” este poema y se concentra en comentar preferentemente su poema de trasfondo amoroso “La ciudad deshabitada” (Ver Los años de Granada, capítulo “Mi primer amor”, pp. 139-227).

Vemos, entonces, que el encuentro con Merton resitúa en realidad la concepción tradicional sobre los indígenas que ya poseía y había puesto en práctica Cardenal. La correspondencia con Merton, recogida por Santiago Daydí-Tolson, ilumina el significado profundo de ese giro. Por ejemplo, en septiembre de 1963 Cardenal comunica a Merton: “Estoy descubriendo cosas buenísimas en cuanto a la religión de los indios de América. El libro va a ser extenso y con material sorprendente. Me parece que el Espíritu Santo me asiste en estos descubrimientos” (157). La visita de Cardenal a los cunas (conocido actualmente como el pueblo guna) en el Archipiélago de San Blas (Panamá) en noviembre de 1963 es en cierto sentido el punto más radical de la conversión indigenista del poeta.

En efecto, en contraste con la poetización predominante cuando se trata de los pueblos indígenas mesoamericanos, el caso de los cunas deja de ser el de una mera referencia arqueológica o bibliográfica. En otras palabras, Cardenal pasa a una especie de práctica etnográfica orientada por la idealización política. Cuando le narra a Merton su visita a los cunas, se advierte esta interrelación entre etnografía y utopía política: “La organización social es como la había descrito en mis artículos: viven una especie de comunismo cristiano. Y todo el tiempo están hablando de Dios.” (165). El antropólogo James Howe (Chiefs, Scribes and Ethnographers: Kuna Culture from Inside and Out), nota un “implícita conspiración” (226) en que los cunas, en una suerte de pose etnográfica, ofrecen al poeta figuraciones que conllevan su propia idealización política.

Esto no impide afirmar que el modelo de comunidad indígena orienta a Cardenal en su búsqueda primitivista y de contemplación que desembocará en el experimento de Solentiname. Es decir que el indigenismo de Cardenal, abarcando por una parte componentes arqueológicos e históricos, deviene en un proyecto cultural, teológico y místico. En este punto es importante insistir en que se trata de un proyecto, y de una tendencia poética decisiva en la carrera de Cardenal, que debe ser considerada indigenista. Si bien Los ovnis de oro, lleva como subtítulo “Poemas indios”, no hay que suponer que la voz del poeta encarna la perspectiva poética, ética, cultural o política de los pueblos indígenas. Se trata, en cambio, de un poeta nacional quien, dentro de coordenadas del campo cultural nicaragüense e hispanoamericano, utiliza la historia indígena como parte de un proyecto poético y teológico propio, y sin abandonar las instituciones a las que se debe, entre ellas la Iglesia católica.

El debate entre indigenismo y literatura indígena se remonta, como se sabe, al menos a los años veinte del siglo XX, durante el auge de las vanguardias e indigenismos, ante todo, en el contexto peruano. Es bien conocida esta cita muy iluminadora de José Carlos Mariátegui: “La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena. Una literatura indígena, si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los propios indios estén en grado de producirla.” (7 ensayos 283). El auge reciente de literaturas indígenas en las Américas parece darle la razón a Mariátegui y reafirma de paso la naturaleza indigenista del experimento de Cardenal.

La utopía indigenista de Cardenal

¿Qué caracteriza, entonces, el indigenismo de Ernesto Cardenal? La respuesta está lejos de ser sencilla o monolítica. Sin embargo, se puede afirmar que el indigenismo es uno de los componentes esenciales de la poesía de Cardenal, junto al misticismo, la politicidad socialista y la preocupación científica-cósmica. De hecho si tomamos sus inicios indigenistas (fines de los años cincuenta del siglo XX), consideramos las ediciones del poemario indigenista (1969-1988), valoramos las inclusiones importantes de los años ochenta” y del presente siglo, sobre todo los poemas sobre los cunas y el largo poema “Quetzalcóatl, vemos que la preocupación indigenista abarca gran parte del desarrollo vital y bibliográfico del poeta.

Decía Roberto Bolaño que el Homenaje a los indios americanos era “muy superior en algunos aspectos al Canto general de Neruda, y un nuevo intento, probablemente fallido, de relectura whitmaniana” (Entre paréntesis 168). Veamos en qué tiene razón Bolaño y en qué no tanto. En efecto, se trata de una colección americanista del estilo del Canto general y la tradición que parte de Whitman. Sin embargo, lo que caracteriza el intento de Cardenal, y Bolaño no advierte, es la postura contrahistórica (es más un “contracanto” si es que deseamos seguir jugando frente a Neruda).

 ¿Qué indicamos al decir postura contrahistórica? El Homenaje (no sé si Bolaño alcanzó a conocer la versión titulada Los ovnis de oro) trata de contar la historia desde el ángulo de las culturas indígenas, en general destruidas, o degradadas a la pobreza, por la conquista española y la modernidad. Quizá más exactamente: el poemario de Cardenal trata de rescatar los símbolos de las culturas indígenas americanas prehispánicas y coloniales bajo el criterio de lo civilizatorio y cristiano. ¿Es un intento “probablemente fallido” como sugiere Bolaño? Por muchas causas se puede decir que sí, sobre todo por la ambición abarcadora del poemario que intenta poetizar toda la historia americana (incluidos los Estados Unidos) desde el punto de vista de los indígenas o, más bien, de sus reivindicadores vicarios, se trata de un poemario guiado en cierto sentido por el ánimo lascasiano. Que Cardenal haya agregado un poema sobre “Tata Vasco” (la figura mitificada de Vasco de Quiroga, jurista y obispo de Michoacán del siglo XVI) indica esa insistencia vicaria.

Por otra parte, la versión definitiva del poemario (Los ovnis de oro) resulta vital para redondear la postura indigenista y civilizatoria del texto. En efecto, los últimos poemas de la versión en libro (antes de las Poesías completas) son los dedicados a los pueblos cunas. En cierto sentido, esta perspectiva redondea el proyecto etnográfico del poemario, en el sentido que si los primeros poemas se basaban en la perspectiva arqueológica y bibliográfica, en este caso se trata de la utopía que Cardenal palpó (o creyó palpar) directamente. El que el poemario tome el título de uno de los poemas sobre los cunas indica esa preferencia y énfasis utópico del poemario.

Otra adición fundamental es la del largo poema “Quetzalcóatl” que exalta la naturaleza civilizatoria indígena e intenta ligar el proyecto sandinista con lo civilizatorio. En la perspectiva de Cardenal la lucha entre civilización y barbarie se desarrolló en el área mesoamericana desde los tiempos prehispánicos y su presencia repercute en el presente histórico. En ese sentido la revolución sandinista estaría inscrita en esa tradición enigmática iniciada por Quetzalcóatl. Al respecto, son indicadores estos versos: “Al llegar los españoles había sacrificios humanos, / hasta aquel 19 de julio / (de nuestra era actual que empezó en / Teotihuacán) / cuando aterrizó por primera vez en Managua / en el Aeropuerto Internacional Augusto C. Sandino / entre banderas roji-negras / el Avión Presidencial mexicano QUETZALCÓATL” (Los ovnis de oro 76). Resulta contradictorio, sin embargo, que en ese momento se desarrollaba una guerra civil étnica en que participaban el Estado nicaragüense y grupos indígenas como los misquitos. (Un tema pendiente es analizar el indigenismo literario en relación con el histórico colonialismo interno del Estado nicaragüense.)

Una descripción de Los ovnis de oro llevaría a la clasificación de los poemas por áreas culturales. A saber: Mesoamérica, Norteamérica, el Área andina, Paraguay y el área andina-caribeña (Colombia-Panamá). Sin embargo, el acercamiento no es historicista, es decir, que Cardenal no trata de restituir las cosas “tal y como fueron”. Más bien, el mapa del presente histórico guía sus acercamientos. Para poner un ejemplo, los poemas sobre el área andina, principalmente Perú, están motivados por el desarrollo en ese momento del proyecto progresista de los militares encabezados por Velasco. La conclusión de Cardenal es melancólica: “Fue una revolución sin osadía”, dice uno de sus versos (178).

Pero quizá el ejemplo fundamental de la tensión entre el pasado histórico y el presente político se dé en el caso de los poemas sobre América del Norte. Consciente del genocidio bajo el que se impuso la modernidad estadounidense, e incluso de las agresiones a la naturaleza que esto significó (se canta la desaparición de los búfalos), Cardenal quiere exaltar una herencia pacifista de los indígenas, proyectada en los movimientos en contra de la guerra de los años sesenta, incluidos los hippies. En estos casos, el poeta intenta la comprensión de la cultura material indígena (el wampum, por ejemplo, cinturón tejido adornado con conchas, de carácter ritual o sagrado), y, además, explora y se apropia de crónicas etnográficas como la de John G. Neihardt, Alce Negro habla (1932), e incluso incurre en una suerte de turismo indigenista cuando viaja a visitar a Merton y a “ver indios” (Los ovnis 149).

Se puede percibir en esos casos que Cardenal camina sobre un delgado hilo entre la apropiación y la exaltación, la intervención vicaria y la conversión de los indígenas en un objeto de deseo político. Son las contradicciones típicas de su indigenismo. Se pueden considerar también la serie de vacíos en el poemario (la insistencia en lo civilizatorio lleva a una jerarquización más o menos peyorativa de los pueblos indígenas), así como el sometimiento de la narrativa del poemario a la vida política y biográfica del poeta, todo bajo el amparo del providencialismo.

Aun así, Los ovnis de oro constituye una parte fundamental de la obra de Cardenal, quizá no muy leída y poco interpretada, en parte por lo intricado de sus planteamientos temáticos y formales, algo que ya había notado Beltrán Morales (Sin páginas amarillas 57). De hecho, el indigenismo termina de redondear el mundo poético de Cardenal y no puede estar ausente de una valoración ecuánime de su obra, tarea en la que ojalá nos acerquemos en ocasión del centenario del poeta.

Chacra Valparaíso, diciembre de 2024

Bibliografía

Bolaño, Roberto. Entre paréntesis: ensayos, artículos y discursos (1998-2003). Barcelona: Anagrama, 2004.

Cardenal, Ernesto. Los ovnis de oro: poemas indios. Madrid: Visor, 1992.

—. Las ínsulas extrañas. Managua: anamá, 2002.

—. Vida perdida. Managua: anamá, 1999.

 —. Los años de Granada. Managua: anamá, 2004.

—. Poesía completa. Madrid: Trotta, 2019.

Daydí-Tolson, Santiago, ed. Del monasterio al mundo: Correspondencia entre Ernesto Cardenal y Thomas Merton (1959-1968). Santiago: Cuarto Propio, 1998.

Howe, James. Chiefs, Scribes & Ethnographers: Kuna Culture from Inside and Out. Aus- tin: U of Texas P, 2009.

Mariátegui, José Carlos. 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Caracas: Ayacucho, 2007.

Morales, Beltrán. Sin páginas amarillas. Malas notas. Managua: Vanguardia, 1989.

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Nicaragüense, Profesor Asociado de la Facultad de Filosofía y Humanidades y del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Obtuvo un PhD por la Universidad de Pittsburgh (2005). Actualmente desarrolla el proyecto de investigación Fondecyt 1211041 sobre indigenismo en la poesía centroamericana. Publicó el libro Conversación e impureza: José Coronel Urtecho y las escrituras posvanguardistas (Santiago: Palabra Editorial, 2022).
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