Escrito en Tuxtla (Fragmentos)

1 febrero, 2023

VII

Voy a sobrevivir esta noche, voy a tratar de sobrevivir muchas noches.

Siento y oigo que el engranaje central se mueve al barrenar esta noche,
mi propia vida, dispuesto a enfrentarme a otras rivalidades, a otras posibilidades
de existir, en otro tiempo, sin ninguna autorización, sin ninguna credencial
que me identifique con otra obra en otros espacios oníricos, dispuesto a enfrentarme
a otros insectos, con toda la vehemencia de la que soy capaz, sin detenerme,
en otra obra en crecimiento, detenida a cada rato, por falta de visiones,
 —la vieja máquina del universo se detendrá por falta de gasolina—
toda desnivelada, abollada, esta obra que procuro a tres manos, o a cuatro,
al lanzarme a lo que sigue sin malla de protección,
sin medir los peligros
            con los que me puedo topar.

            Adelgazo mi presencia con la voz, copio los ardides de los peces
milenarios, —hábiles en mimetismos a medida que cambian de entorno— con la mente
fija en la cola retorcida del camaleón, imito el aleteo de insectos fastidiosos.     

 

…………….

 

No puedo predecir el futuro de estas líneas
peces violentamente amortajados por el agua
no puedo conducir nada con mi cayado de pastor,
atrás de manadas de focas, al cambiar con
frecuencia de opinión y preferencia con lo que
llevo escrito, de ahí querer ganar en astucia,
para mutar, y ya rehecho, lo que me corresponda
en el ámbito diurno, luego nocturno, sin tormento
alguno, nada más equilibrar espacios de fuerza,
a mí qué me corresponde de este pedazo de lecho,
principalmente entre el dormir y el desvelo,
en el espacio de nadie ser una avalancha de sueños
grabo, retrocedo, congelo, escucho, se vuelven más
intensos los vientos cuando detengo mis manos
en la madrugada, como lo hago ahora, le digo a mi amiga
que continúe dormida, con mi sombra de abejorro a su lado,
que se transforme en otra deidad, y yo en otro abejorro,
después de salir de ella y ella salir de mí, nada más el fluir
de nuestros cuerpos donde varios ríos fluyen dentro de ellos
y dentro de ellos anfibios con traqueteo convulso, iniciar
la vida semiterrestre, controlando la temperatura corporal.

 

Voy al baño, orino despaciosamente, pensando en lo que sigue,
no tengo la menor idea de cómo articular lo que sigue, me lavo
las manos, veo en el espejo al viejo pastor del océano, sin la manada
de focas, hago el cálculo de lo que puedo escribir mañana,
dos frases que no tengan nada que ver con el propósito de este trabajo,
“si seré imbécil escuché a Molloy parece que aquí nada se mueve,
ni se ha movido nunca, ni se moverá nunca, es un mundo acabado”.

Entro a terreno pantanoso, al cambiar frecuentemente de parecer,
es para hundirme entre nubes recanalizadas que se escapan
en direcciones ortogonales, recanalizado en ellas, en el cauce del olvido,
al perseguirlas hasta que se disuelvan, pues tan sólo duran un momento,
hasta despertar con el adiós todavía en la boca que nos implantaron,
decirnos que existieron, que no fueron el fantasma de una muchacha,
para que vuelva a imaginarlas en cualquier mesa puesta en cualquier cielo,
dalias, desnudarme como ellas, ya que no solamente son palabras efímeras,
cambian de forma a cada rato, dalias, abro y cierro el abanico de Zuang Tzi,
en otro país, ya transfigurada, impetuosa, con ataques epilépticos, brava,
de qué hablo, de la nube que se escapa, con anchas alas, en forma de cruz,
se precipita en la red de caza, extendida de horqueta a horqueta, muy tensa,
la anudo con mecates para que deje de patalear, para que el perro la juegue,
en qué se convertirá ahora, a qué dirección avanzará, a qué otra nube irá,
generando nuevas formas que aludan a vínculos con anfibios arborícolas.

 

………………….

 

                         Escribo lo más rápido que puedo,
                sin mirar las teclas,
cada uno de mis dedos tiene su propia área en el teclado,
ninguno desplaza a otro,
miro la pantalla con la cabeza ligeramente hacia adelante,
imprimo lo que escribo, acomodo las hojas,
luego las clavo con chinches metálicas en el piso de madera,
es mi otra manera de trabajar, imprimo más velocidad
a lo que escribo, sujeto a lo que dicte la escritura, renunciando
a las artes del decir, a las leyes del equilibrio, de un paso a otro,
de un cuerpo a otro, de una encarnación a otra, en estadio vibracional,
secretando sustancias altamente tóxicas, para defenderme de los depredadores,
a la espera de otros meteoros que se encarnen en otros cuerpos,
muy cerca, a mi izquierda, ladeándome, hago a un lado los momentos de profundo
escepticismo al escuchar a la chicharra que me dice: “Tienes que salir,
yo me ocuparé de los depredadores”. ¿Cómo no hacer a un lado
esos momentos al abrir las manos para que el paisaje regrese?

Oigo el zureo de la paloma, su perfume me pone un manto,
vuela a mi hombro, camina por mi brazo,
cada vez la escucho más lejana,
ya no la siento.

 

…………………..

 

¿Dónde estarán los asesinos esta noche?
¿Vendrán a sentarse en la orilla de mi cama?
¿Me darán de comer? ¿Sabrán lo que me gusta?

No puedo aceptar nada de esto, no puedo aceptar un segundo o tercer
nacimiento, en mi delirio puedo aceptar la multiplicidad de planetas,
la maternidad de las piedras, para mi entretenimiento, o para huir,
a toda prisa, desde la ventana, a otros espacios, deseo tan inútil,
deseo repentino de huir hacia el espacio con la mecedora
que veo volar, enorme deseo de querer volar con ese objeto y no otro,
todo está en cortocircuito, no hay escapatoria, de qué, no lo sé,
acepto lo inútil y lo simple, lo que se detiene, lo que no quiere volar,
por eso me entretengo con lo que sigue, cuando no acepto lo que me frena,
cuando todo está en cortocircuito, armarios vacíos, el peligro de ser
atropellado por un vehículo, existe, todos los escenarios catastróficos,
los edificios que me rodean, tremendos, escandalosos, el asesino serial
a la vuelta de la esquina, al disminuir mis niveles de energía y alerta,
los escenarios catastróficos se agigantan, tremendos, me aplastan,
a punto de ser atropellado por la velocidad de otros acontecimientos,
me entretengo con lo que sigue, con el mes más corto y hermoso del año,
con el deseo de encontrar un buen sitio para vivir, así nivelar mi energía,
monitorear mi estado de alerta, para que no estalle por cualquier cosa,
así poder analizar todos los escenarios posibles e imposibles, por más
catastróficos que sean, cambiando de sitio, redescubriendo, revisitando,
entrando a las partes escondidas de esta caja de sorpresas que trato
de controlar, dándole vuelta a la manivela para que suene la melodía
y brinque el payaso, entonces la vida puede ser más peligrosa, según utilice
expresiones exageradas, para que nada dure, ya que nada es controlable,
ni las casas coléricas, en el ayuno que dura más de un siglo, cuando alzo
los brazos y no tengo sino la debilidad de mi propio testimonio.

 

XX

 

No he podido trazar la curva del barco que viaja
desde el Ártico hasta la Antártida, manteniendo una misma pendiente infinita,
con los instrumentos que tengo a mano.
                                                               La noche no tiene fin: el sol decidirá.

Veo pasar el barco desde mi ventana, deslizándose
suavemente, como cisne monstruoso. Las 00:00 h
en punto. Debo hacer tiempo a que venga el técnico

a instalar las nuevas conexiones para que todas
las máquinas de mi casa sean capaces de construir a diario laberintos microscópicos
donde se deslicen, imperceptiblemente, barcos como cisnes monstruosos,

para que pueda construir el paraíso que necesito, que creía imposible. Se haga la luz
en las ruinas del tablero de ajedrez, con la mayoría de las piezas descabezadas

junto a la pecera vacía,
donde veo, de través, algunas gaviotas.

Ahí hay una.
Se detiene.
No.

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Poeta mexicano. Su obra abarca los títulos La voz desbocada en el libro colectivoLa Espiga Amotinada, 1960; Áspera Cicatriz enOcupación de la palabra, también colectivo, 1965; Estado de sitio, 1972; Trabajo ilegal, poesía 1960-1984, 1985; La realidad cruzada de rayos, 1988; Óscar Oliva. Voz viva de México, 1989; Antología poética, 1998; la antología bilingüe Ecouter le monde/ Escuchar el mundo, 1999; Lienzos transparentes, 2003, y en 2010, Estratos. En 2015, publicó Iniciamiento, poesía reunida, 1960-2014, en dos volúmenes, en 2017, el poemario titulado Lascas; y recientemente el poemario Escrito en Tuxtla, en 2022.

Entre sus reconocimientos destacan: Premio Enrique González Martínez, 1969; Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 1971; Premio de Poesía del ddf, 1981; Premio Chiapas de Literatura Rosario Castellanos, 1990; Premio Nezahualcóyotl de Literatura en Lenguas Mexicanas, 2000; el estado de Chiapas lo distinguió con la Medalla Rosario Castellanos, en 2012. En 2013, por auspicio de la Universidad Autónoma de Zacatecas, fue homenajeado en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde, en donde se le galardonó con la medalla Ramón López Velarde y el Premio Internacional de Poesía. En 2022 fue reconocido con el Premio Nacional de Artes y Literatura.