Portada El Porvenir

Eso que es un diario: El porvenir. Diarios 2015-2020, de Ricardo Ramírez Requena

1 agosto, 2023

Un diario es un sextante. Aunque, por definición, los diarios suelen dar cuenta del paso del tiempo, son también instrumentos de navegación de la propia vida. Funcionan para descubrir dónde estamos hoy respecto a ese otro lugar donde habita una versión diferente de nosotros y, en ese cálculo, preguntarnos quiénes somos ahora.

En El porvenir. Diarios 2015-2020 (Libros del Fuego, 2023) Ricardo Ramírez Requena (Ciudad Bolívar, Venezuela, 1976) logra trazar una línea que atraviesa los años más duros de la crisis económica y política venezolana de la última década con una apuesta refrescante, por honesta: la desnudez de quien no pretende quedar bien ante sí mismo ni ante los otros.

Organizadas bajo una estructura cronológica tradicional, las entradas del diario nos conducen por la memoria o, mejor dicho, el relato de la memoria de la cotidianeidad. Sí, asistimos al tedio de los días difíciles en un país donde todo lo que puede fallar, falla (el suministro de agua, la electricidad, el combustible, los derechos humanos), pero la vida sucede con fuerza sin pedir permiso:

“Miércoles, 27 de julio de 2016

Blanca está embarazada. Dos semanas. Cruzamos los dedos. Hay varias estaciones de Metro cerradas por marchas y manifestaciones.” (p.95). 

Un diario es un caleidoscopio. Allí, lo trágico, lo aparentemente banal y lo sublime se superponen en movimiento. Una pareja despierta escuchando a Fito Páez; su hijo ve por primera vez el mar; un familiar querido muere; los Cachorros de Chicago ganan la Serie Mundial; los amigos emigran; la salud se quiebra o se recupera.

¿Cuánto cabe en cinco años? ¿Es posible contarlo todo? La respuesta estética de Ramírez incluye contar el silencio y, de este modo, alterar el tiempo. En este diario los meses duran tres días, o treinta páginas, otros desaparecen: hiatos en los que el lector intuye una experiencia inabarcable.

“He pasado todo estos meses en silencio. Nació Tomás, nuestro hijo, para alegría de nuestros corazones. Ahora, vuelvo a hablar. A contar. A llevar registro.” (p.105).

Y en el medio, como siempre, la lectura: porque El porvenir, antes que cualquier otra cosa, es la bitácora de un lector. Agamben, los ensayos de Sarlo sobre Benjamin, Jabés, Finkielkraut, Calabrese, Heaney, Levinas, Girard, Borges, Castillo Zapata, Mutis, Zagaievsky, Blandiana y tantos otros, acompañan al autor en forma de citas y comentarios. Por eso leer a Ramírez es acceder a su mirada de lector. Entrar a su biblioteca. Leer lo que leyó.

La libertad de composición, propia de la literatura autobiográfica, le permite al autor dinamizar el fragmento: ahora apunta un poema ajeno; varias entradas adelante reproduce media página de un libro; meses después vuelve sobre una lectura anterior. También incorpora poemas propios, aforismos, reflexiones y una curiosidad: la continuación de un diario de viajes ficcional, el de Ismael Da Silva, un personaje que apareció en Constancia de la lluvia. Diario 2013-2014 (Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, 2015), libro con el que Ramírez ganó el XIV Concurso Anual Transgenérico en 2014. El texto se convierte entonces en una libreta de escritor donde hay borradores, retazos, apuntes, referencias al cine, a la música, a la televisión que aportan al tono de confidencialidad indispensable en este registro.

Cuando se menciona, por ejemplo, que “Caracas es el don Giovanni de Mozart” (p.83) el lector bien podría pausar la lectura, buscar en Internet una versión del montaje y pasar las tres horas siguientes experimentando esa metáfora en el cuerpo antes de volver al libro.

En este sentido, El porvenir es una casa con múltiples entradas y salidas. Una larga conversación donde cada referencia, libro o serie mencionada es, también, un punto de fuga, una posibilidad para el juego.

Quizá ese sea, en última instancia, el encanto de los diarios. Su vocación de obra inconclusa, de artefacto curioso e infinito. Sin trama ni argumento, apenas la inconmensurable sucesión de los días.

Si, como decía Ribeyro, un diario es una carta que el autor dirige a sí mismo, el de Ramírez incluye un mapa trazado in situ, sobre la proa, de cara a la tormenta. Para orientarse en aguas turbias como los fracasos para recuperar la democracia en Venezuela; un apagón nacional de varios días; la llegada de una pandemia; siempre acompañado de una prosa cuidada y contenida, que salva al texto del patetismo de la queja y de la amargura.

No puede dejar de señalarse la importancia del rol testimonial para el asiento de la memoria colectiva de un país que ha visto partir a siete millones de ciudadanos en el último lustro. Visto de ese modo, un diario es una prueba, una constatación, no tanto de los hechos, porque la verdad siempre es esquiva, sino de cómo fueron vividos.

“(…) Y dejaré en los cueros, en la página, arduo testimonio. Esa breve justicia, esa historia mínima” (p. 155).

Para que, en los años por venir, cuando toque reconstruir los pedazos, sepamos dónde buscarnos.

Comparte en:

Periodista y escritora venezolana radicada en Lima, Perú. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela. Estudiante de la Maestría en Escritura Creativa de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ganadora del I Concurso de Relato Breve «El Desafío» organizado por la Universidad Andrés Bello de Chile y la Cátedra Mario Vargas Llosa.