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“Este cascajo puro”. Notas para una poética de la ansiedad a partir de los “Nocturnos” de Idea Vilariño

1 abril, 2021

Es posible perfilar una poética de la ansiedad,1 útil para comprender nuestras actuales poéticas del desasosiego,2 partiendo de la lectura de los Nocturnos, de Idea Vilariño. En ellos podemos rastrear, no sólo temática, sino formalmente, elementos de lo que podríamos llamar una poesía de la ansiedad, en cuanto insatisfacción, negación del presente, obsesivo retorno al pasado y repetición. No es mi intención confrontar la biografía de la uruguaya con el volumen de poemas publicado en su primera versión en 1955,3 ni su poesía nocturna con sus Poemas de amor o sus pasiones personales;4 mucho menos se aborda el diagnóstico de una mente que traspasa sus ansiedades al poema.5 Parto, en todo caso, de una experiencia de lectura y la idea de una concordancia estética: la poesía de Vilariño respira con fresco aliento en nuestra época. Si antes fue el reflejo de un mundo inasible por la proximidad de su final inminente durante la tensa calma de la posguerra y las represiones dictatoriales latinoamericanas,6 de la espera angustiosa por el ser amado y la imposibilidad del amor y su consecuente confesión nocturna, ahora es una novedad que viene del pasado para iluminar nuestras muy contemporáneas inquietudes y soledades. Vilariño comparte con nuestras generaciones más jóvenes de poetas no sólo la desilusión y el filtro que hace ver todo horizonte terrible, sino también la rebeldía y la pulsión de una poesía que debe expresarse siendo joven: tiene treinta y cinco cuando se publica la primera edición de los Nocturnos y escribe ya con el desencanto y sabiduría de quien ha librado batallas insuperables. Juventud eterna.

La experiencia de la ansiedad en los Nocturnos de Idea Vilariño

[la vida]
No pudo consistir en corredores 
en madrugadas sórdidas
en asco
en tareas sin luz
en rutinas
en plazos.
No pudo ser
no pudo

La lectura de los Nocturnos resulta en una experiencia similar a la de la ansiedad,7 sintetizada en cuatro aspectos: la repetición obsesiva de una idea, la reducción del futuro a muerte y ceniza, la velocidad obsesiva del pensamiento, y la falta de aire, es decir, el sentimiento de ahogo. Estos cuatro aspectos se reflejarán en ocho rasgos de la poética de la ansiedad que propongo: sofoco; obsesiva observación de lo cotidiano; reiteración de una idea, palabra o forma para generar un vacío de significado; insatisfacción expresada mediante el desplazamiento o postergación del deseo a un lugar y un tiempo alejados del ahora; simultaneidad llevada al poema mediante la utilización de gerundios y abruptos cambios de tema (esto es, negación de la linealidad); repetición y velocidad –no poder estar en un solo lugar, pensar de más, hacer muchas cosas a la vez–, y negación del presente.

Una poesía que corta el aliento

El sentimiento de ahogo –de encierro y falta de aire– se manifiesta en la respiración insuficiente y entrecortada. Este rasgo, físico si se quiere, es producido mediante la ruptura del ritmo y un afán de detener el avance del verso. Los cortes versales en ideas inacabadas o en un lugar que entorpece el encabalgamiento pudieran parecer abruptos, pero intencionalmente contienen la respiración del poema. La aceleración de la respiración responde al rompimiento del verso largo en sus formas fragmentarias más diversas. Por ejemplo: lo que pudiera leerse como un alejandrino, se fragmenta en combinaciones tetra y trisilábicas, hepta y tretasilábicas, que admiten también endecasílabos:

Si yo digo / me temo / por espanto / si digo

y no podré esta tarde / por dejarme morir

y nunca puedo / no / no quiero no soporto

decir verdad decir / exactamente

dónde encontrarme y quién / soy de noche en mi casa

Los versos de Vilariño no son “libres” ni en esa concepción de franca combinación imparisílaba. En ellos, lo que pudiera leerse con aliento sostenido, se fragmenta, se vuelve poco aire, una manifestación física de la desesperación, lo cual representa el primer rasgo de la poética de la ansiedad: el sofoco mediante el verso fractal imparisílabo que entorpece, intencionalmente, la respiración, cortándola y acelerándola. 

Pero el ahogo no es sólo físico (una experiencia fisiológica, quiero decir), sino que tiene correspondencia en y se relaciona con la angustiosa incertidumbre que propone la poeta: aquí, en su poesía, la noche y la vida bastan para volverlo todo irrespirable, sofocante (y me quedo sin voz / enterrada en mi aire), por el encierro (solo como un muerto en su caja doble / golpeando y aullando), por el vacío y la soledad irremediables (sin nadie / ni esperanza de nada / en la vacía negra sola / cerrada noche).

Una poesía que vuelve insoportable lo cotidiano

La poesía de Vilariño vuelve insoportable la vida cotidiana. Recurre a un tono sincerista, mundano, pues ahí es donde se halla el desperfecto: no en lo extraordinario, sino en lo más simple que se vuelve impensable e insoportable a partir de la obsesiva contemplación, del ir y venir en la mente y la descontextualización imaginaria que vuelve monstruosa la cosa más insignificante y corriente: la cortina, la pared, la ventana, la mesa de bronce, la ropa, cualquier cosa: 

Quisiera estar en casa / entre mis libros / mi aire mis paredes mis ventanas / mis alfombras / raídas / mis cortinas caducas / comer en la mesa de bronce / oír mi radio / dormir entre mis sábanas

Este es el segundo aspecto de la poética de la ansiedad: la obsesiva contemplación de lo cotidiano, ya sea para encontrarle rasgos sublimes, ya para denunciarlo por su atrocidad. Todo se vuelve insoportable: lo que suena a reconforte hogareño se vuelve, sin razón aparente, una atrocidad insufrible: las cosas se bastan a sí mismas para ser terribles. Por eso se prefiere otra cosa que no está en la experiencia inmediata, sino en el futuro que jamás es condescendiente:

Quisiera estar dormida entre la tierra / no dormida / estar muerta y sin palabras / no estar muerta / no estar / eso quisiera / más que llegar a casa.

Si la muerte no es suficiente, ¿qué puede bastar? Vilariño propone una poesía de la desesperanza, de la certeza de un futuro en el que la satisfacción no existe nunca, donde un cierto límite es sólo la base de un escalón hacia abajo, siempre más abajo, más oscuro. Y esta reducción del futuro a cenizas y la certeza de que todo podría y estará peor, representa el tercer rasgo de la poética de la ansiedad.

Una poesía que está llena de vacío

La poesía de Vilariño no llena el vacío. No salva: no tiene esa función redentora que otras tradiciones le otorgaron a la poesía. Es reflejo del vacío, es su forma y contención. La palabra aquí no llena de sentido al poema; al contrario, lo vacía, lo aleja de un fin idílico y lo acerca a la experiencia de la nada, de la fútil esencia que encuentra desesperanzada que la oscuridad lo es todo y el vacío es inevitable e ineludible. 

Pero no hay que caer en la trampa: no se trata de una poética de la depresión. No apunta al vacío existencial que se satisface con la muerte meditada. No reflexiona la muerte porque hasta ella pierde sentido en la repetición:

De nuevo está la muerte / rondando y como antes / escrupulosamente / me roe todo apoyo / me quiere fiel y libre / me aparta de los otros / me marca / me precisa / para mejor borrarme.

En todo caso, es una poesía del abismo circular: de la repetición. Del laberinto cuya conquista es un círculo de arena que no significa nada más que un círculo de arena. He aquí el cuarto rasgo de la poética de la ansiedad: la perturbadora reiteración de una idea, una palabra o una forma, que termina, en la mayoría de los casos, vaciando su significado, reduciendo los significantes a un cascarón, a puro cascajo

Esta poesía es un espiral surgido de una palabra condenada a ser hermosa y atroz a la vez. Una palabra muerta que no resucita en el poema, porque la poesía ya no tiene esa función salvadora: nada puede ser bello en la repetición y la ruptura, nada puede vivir sólo por el peso de su belleza. Si la palabra es hermosa, está vacía, es oscura en cuanto no sirve ya de faro, no es ya el centro del verso ni del poema: no se encuentra ni a sí misma, ni encuentra el mundo ni funda otro nuevo: De nuevo está la muerte / para mejor borrarme.

Una poesía que no se satisface nunca

Vilariño evoca todo el vacío espantable de los cielos. La noche de sus nocturnos crece al vacío sideral, pero también se reduce al espacio personal: el cerco de la nada, el no poder estar allá ni aquí: la certera espera de lo que separa. La noche es un instante cualquiera, nombrarlo no es una evocación como fuera para los románticos del siglo XIX. Con ellos comparte la predilección por la confesión y la negación del llanto abierto, esto es: la brecha que separa al nocturno de la elegía. Pero, contraria a la noche de un siglo anterior, la de Vilariño no sirve para nada, no es propicia para nada: devora, cerca, rodea, escapa. La ansiedad –la mente enferma de movimiento– se alimenta de la noche y la noche, aquí, es vacío: por tanto, es una poesía insaciable, una poesía del hambriento, del que no se satisface y siempre pospone su deseo. Es este el quinto rasgo de la poética de la ansiedad: la insatisfacción expresada mediante el desplazamiento o postergación del deseo a un lugar y un tiempo alejados del ahora, el gozo que siempre está en otra parte; lo inalcanzable que, no obstante, se espera: quiero decir mi vida fugaz / mis pocos años. / Y nadie a quien poder / abrazarse llorando.

El deseo es desplazado a otro momento que no es tampoco idóneo ni óptimo para satisfacer lo que sea que tenga que satisfacerse, pues es la vida misma, enorme y abarcadora: un coito feroz, interminable, inclemente. La vida no se basta a sí misma: es un horror inefable, es incapaz de hallarse consigo misma, de ahí la condena del aislamiento. La soledad es, entonces, una consecuencia de la vida insatisfecha, y en Vilariño queda claro:

Solo como un perro / como un ciego un loco / como una veleta girando en su palo / solo solo solo / como un perro muerto / como un santo un casto / como una violeta / como una oficina de noche

Se trata de una soledad visible, evidente: el ciego, el loco, una veleta en lo más alto de un edificio. La soledad de la espera, del deslizamiento hacia el futuro: una oficina a la que no llegará nadie más; y la soledad de la imposibilidad, del deseo que se sabe insatisfecho desde el momento mismo en que se formula: un santo que ansía, un casto que toca sin tocar, que contempla lo que no debe mirar.

Una poesía de la imposibilidad

Vilariño también propone una estética del des-triunfo, que no es por descarte una alegoría o apología de la derrota: su poesía no se regodea en ella como sucede en otros ejercicios literarios donde triunfan el fracaso y la autoconmiseración, la reflexión y el levantamiento desde las cenizas. No es una reflexión desde el fracaso, su superación y su cualidad de maestro de vida. Es, simplemente, una visión del no-poder: es la imposibilidad de la felicidad misma, de la vida y la belleza y hasta de la muerte: mejor borrarme.

Quiero y no quiero / quiero / quiero sí y cómo quiero / dejarlo estar así / olvidar para siempre / darme vuelta / pasar / no sonreír / salirme / en una fiesta grave / en una dura luz / en un aire cerrado / en un hondo compás / en una invulnerable / terminada figura.

La imposibilidad es, pues, una barrera, pero no entendida como un obstáculo sorteable por la habilidad o el esfuerzo, sino una limitación producto de la consciente meditación del propio espíritu, destinado a algo innombrable y difuso, pero lejano siempre del día, de la vida plena, la idílica de otros tiempos que se recuerdan, pero no se experimentan ya:

Esta limitación esta barrera / esta separación / esta soledad esta soledad la conciencia / la efímera gratuita cerrada / ensimismada conciencia

Una poesía en la que pasan muchas cosas a la vez

La de la ansiedad también es una poesía que tiene preferencia por la simultaneidad. Vilariño plantea una mente ocupada que hace muchas cosas a la vez, que no puede quedarse quieta en un punto. Sexto rasgo de la poética de la ansiedad: la simultaneidad, llevada al poema mediante la utilización de gerundios o por el abrupto cambio de tema que rompe el orden lógico de las acciones y pensamientos en una negación de linealidad. La mente enferma –ansiosa– no puede concentrarse, se dispersa, está aquí y allá al mismo tiempo: aquí, en un presente insoportable; allá, en un futuro catastrófico y lóbrego. Aquí, la conciencia ensimismada; allá, la noche absoluta, la nada. El gerundio, desdeñado por otros, es aquí simultaneidad y velocidad: descripción y acción simultáneas (pues el verbo está elidido): se existe, se nombra y se fulgura a la vez, en un instante:

esta conciencia / existiéndose nombrándose / fulgurando un instante / en la nada absoluta / en la noche absoluta / en el vacío.

Aunque la simultaneidad pareciera oponerse al afán de fijación expresado por la repetición, es en realidad un síntoma de la misma obsesión, del todo abarcador que jamás alcanza a despegar, del ansia de todo desde una limitada conciencia que ni es desgana ni incapacidad, sino pura imposibilidad.

La mente enferma trabaja para nada;8 hace varias cosas a la vez, es incapaz de concentrarse, de poner atención más allá de la superficie: se desliza por esta acción, salta a esa otra, intenta y prueba de nuevo para siempre terminar en nada, frustrada, sintiéndose vana, inexistente. Falsa omnipotencia y omnipresencia. Pero también se obsesiona y hace un mundo de un detalle, repite hasta vaciar e inutilizarlo todo: nunca toca nada / nunca conoce nada / nunca posee nada.

Una poesía que es velocidad blanca

La simultaneidad en Vilariño es, también, velocidad. Lo que no sucede en un mismo tiempo, acontece vertiginosamente, y en el poema se expresa mediante la concatenación de ideas, eliminación de la puntuación y repeticiones. Polisíndeton, anáforas y epíforas que aceleran el poema, aunque infructuosamente: velocidad que no lleva a ninguna parte porque sólo es un síntoma más, una expresión otra del vacío, un medio para llegar a él y perderse. La aceleración, aquí, es vértigo:

y yo estoy sola sola / y estoy sola / y soy sola / aunque a veces / a veces / un sábado de noche / me invada a veces una / nostalgia de la vida.

Y, claro, también es muerte, velocidad que se vuelve luz que hiere. La velocidad, aquí, convierte todo en una experiencia cruel. Ni la luz, ni el aire, ni el mar, ni la vida escapan: 

y la luz ya no fuera un haz de espadas / y el aire ya no fuera un haz de espadas / y el dolor de los otros y el amor y vivir / y todo ya no fuera un haz de espadas / y acabara conmigo / para mí / para siempre / y que ya no doliera / y que ya no doliera

Repetición y velocidad son el séptimo rasgo de la poética de la ansiedad. Si bien la velocidad también se manifiesta en la aceleración de la respiración y en la simultaneidad, aquí se encuentra en el uso del polisíndeton y la puntuación inexistente. La repetición, que se presenta en la reiteración obsesiva de las ideas, aquí se reduce al uso obstinado de las figuras correspondientes.

Una poesía que es nostalgia de la vida: negación del presente

El no vivir: desplazar la vida hacia el recuerdo o el anhelo de lo inalcanzable. El octavo rasgo de la poética de la ansiedad es la negación del presente. Así es la ansiedad: nunca estar, vivir obsesionado con un pasado idealizado o previniendo un futuro cuya catástrofe es siempre posible y cercana. Sumergirse en un ayer insuperable o contemplar un mañana inalcanzable por terrible. El ahora es un lugar sin vida en el que sucede todo hasta vaciarse, en el que el tiempo y el sentido desaparecen:

Soy mi padre y mi madre / soy mis hijos / y soy el mundo / soy la vida / y no soy nada / nadie / un pedazo animado / una visita / que no estuvo / que no estará después.

Cierre

Así, podríamos conectar la poesía de Vilariño con una sensibilidad contemporánea surgida de la transformación de la experiencia del tiempo y el espacio gracias a las tecnologías que nos permiten y obligan a estar conectados siempre, negando la experiencia del presente para construir futuros catastróficos y añorar pasados inexistentes. Nuestro tiempo comparte con la poesía de Vilariño una predilección por la velocidad y lo inmediato, y podríamos decir que sus sensibilidades se construyen mediante abruptos cambios de tema, intereses múltiples y la reflexión en lo que, por inmediato, aparentemente resulta superficial. La sensibilidad de nuestra época, un tanto desencantada, concuerda con la obra de Vilariño en la ansiedad generada por la ilusión de un presente eternizado en el que hay que vaciarlo todo de significado y belleza para sobrevivir, en el que hay que enfrentarse a la vida, aunque se sepa que se trata de una batalla perdida desde el inicio. 


Notas

  • 1 No es la intención de este trabajo partir de una definición clínica de la ansiedad: se describe la experiencia ansiosa desde el terror de quien la experimenta. Me limito a aceptar la ansiedad como un estado de agitación, angustia que no permite sosiego. Para los apuntes científicos y mayor información, ver: Barlow, David, Anxiety and Its Disorders. Guilford Press, 2004; y Stossel, Scott, Ansiedad, Barcelona, Seix Barral, 2014.
  • 2 Me refiero a la poesía de internet: no-literatura, un-creative writing, alt-lit, no-lit, ego-lit, etc., y la propuesta estética de una generación que simula formas poéticas para hablar de un “espíritu de época” que, según su propia experiencia, es puro vacío, pura ausencia y trivialidad. Los pormenores de estas poéticas son motivo de un trabajo aparte, El régimen de simulación de las artes: introducciones intempestivas, de próxima publicación en Hernández Carballido, Elvira, y María Teresa Velázquez Navarrete, Fragmentario, Vol. 5, Tomo 2: “Arte y Comuniación/La experiencia estética”, México, Elementum, 2021.
  • 3 Utilizo la versión incluida en la Poesía completa, publicada en 2012 en Montevideo y prologada por Luis Gregorich.
  • 4 Para profundizar en las relaciones personales y la vida de Idea Vilariño, habrá que remitirse a su Diario, publicado el primer volumen en 2013. Refiero un trabajo centrado en la correspondencia Vilariño-Onetti: Larre Borges, Ana Inés. “Alimentando al fantasma”, en Memorias del III Coloquio Internacional Escrituras de yo, Universidad de Rosario, 2014.
  • 5 Quisiera decir: se trata de un análisis inmanente, ya que no me interesa más que “la obra en sí misma, despojada de toda consideración externa […], de las circunstancias, históricas o personales” (ver: traducción de Genete en: Mézaille, Thierry. Inmanencia literaria y temática, en Tópicos del seminario, núm. 23, jun. 2010), pero sería sólo una justificación para una inquietud personal.
  • 6 Ver, por ejemplo: Casales, Fernando. Idea Vilariño: eros y tanathos, en Espéculo, núm. 34, 2006.
  • 7 No me refiero, claro, a un diagnóstico psicológico, sino a una lectura específica de su obra.
  • 8 “Escribir poesía es el acto más privado de mi vida realizado siempre en el colmo de la soledad y del ensimismamiento, realizado para nadie, para nada”, dijo Idea Vilariño a Elena Poniatowska en una entrevista publicada en La Jornada Semanal, el 8 de agosto de 2004.

Referencias

  • Barlow, D. (2004). Anxiety and Its Disorders. Guilford Press.
  • Casales, F.(2014) Idea Vilariño: eros y tanathos, en Espéculo,
  •  núm. 34, 2006
  • Larre Borges, Ana Inés. Alimentando al fantasma, en Memorias del
  •  III Coloquio Internacional Escrituras de yo, Unviersidad de Rosario.
  • Mézaille, T.(2010). Inmanencia literaria y temática, en Tópicos del 
  • seminario, núm. 23, jun. 2010
  • Stossel, S.(2014). Ansiedad. Barcelona, Seix Barral.
  • Vilariño, I.(2012). Poesía completa, introducción de Luis Gregovich, 
  • Montevideo.

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(México, 1984)
Maestro en Literatura Mexicana. Doctorando en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Veracruzana. Autor de los poemarios El libro de las cosas que no sucedieron (Premio de Poesía Efrén Rebolledo 2008) y El grito circular de la gota que muere en la piel del estanque (FOECAH, 2015); de los volúmenes de cuento Teoría de la precipitación (Premio de Cuento Ricardo Garibay 2012) y Préndete fuego. Cuadernos y archivos inéditos de Dobais Villafana (Editora de Gobierno del Estado de Veracruz, 2018); y del libro de ensayos Ciencia y técnica de la derrota (Dubius, 2019). Profesor del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Coordinador del Área Académica de Literatura del Centro de las Artes de Hidalgo. Director editorial de Dubius ediciones.