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Estudios del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA-UCA). El bien y el mal: Textos teóricos y textos culturales.

1 octubre, 2014

La lectura de dos textos teóricos serios como el concepto de lo político de Carl Schmitt y la gran transformación de Karl Polanyi, me hicieron recordar cómo en la escuela primaria en Costa Rica yo no entendía la diferencia entre el bien y el mal.  De chico, mis maestos me enseñaban a admirar a los padres de la patria, ejemplo que debíamos seguir, porque ellos habían hecho el bien.  Mas, aún presentados en todo su esplendor, estos hombres habían cometido actos delictivos serios en nombre de un ideal. Yo me preguntaba entonces, como me pregunto todavía ahora como historiador, cómo era que hechos criminales eran celebrados por mis maestros; qué era lo que debíamos rechazar y qué lo que debíamos aceptar; cómo entender que muchas de las cosas que me enseñaban como buenas causaban tanto mal mientras otras tildadas de malas causaban el bien.  Las lecturas de los últimos meses del grupo de Estudios IHNCA, me ayudan a contestar estas preguntas parcialmente como también me ayuda la serie televisiva Breaking Bad.

En los primeros capítulos de Breaking Bad  (Vince Gilliani, 2008-2013), Walter White, el protagonista principal, asesina a dos narcotraficantes.  Como teme ser descubierto por la policía sumerge los cuerpos en soda cáustica para desbaratarlos y desaparecerlos.  En una primera impresión uno se siente sobrecogido por el mal, no obstante, sanciona el acto porque, como telepecador, quiere que el personaje triunfe. Aquí nos enfrentamos de nuevo a la tensión entre el bien y el mal experimentada por el pupilo escolar y el historiador y, como en ambos casos queremos que el personaje triunfe, en aras de este deseo, justificamos u obviamos el ejercicio del mal. Los textos de Carl Schmitt y Karl Polanyi nos ayudan a comprender el contexto en el cual un personaje como Walter White ejecuta sus acciones.  Estos dos estudiosos abordan los temas del bien y el mal en relación a lo político y lo económico y de manera atrevida leen la historia al revés y así desdicen lo que nos han enseñado como sentido común ético en la escuela. Al abordar sus concepciones y teorías, nos sorpende que juzguen la economía y la política como amoralidades, eventos carentes de toda ética—como en Breaking Bad. Sin embargo, a más de sorprendernos por contradecir lo que siempre hemos tenido si no como verdad, como sentido común, atacamos y contra-atacamos sus concepciones, tales como la de lo politico como el conflicto entre “amigo y enemigo” de Carl Schmitt, sin éxito.  Estas se nos imponen contundentemente.

Karl Polanyi propone, por su parte, que la gran transformación del capitalismo produjo una sociedad supeditada a la economía.  En vez de estar arraigada en la sociedad, la economía la sobrevuela y determina. Él sostiene que antes del capitalismo eso era diferente y él articula su reflexión sobre el bien y el mal al avance del capitalismo.  Bajo este sistema, el sujeto trabaja para enriquecer a unos cuantos bajo el pretexto de trabajar por el bien común. Polanyi nos dice al final de su texto que el capitalismo es la rebelión de los ricos contra los pobres y en eso constituye la expresión del mal.

Schmitt y Polanyi voltean el mundo al revés y excluyen la ética de su disciplina.  A partir de su lectura nos preguntamos: ¿Dónde existe y con quién convive la ética y la moral hoy en día?  Su respuesta, argumento yo, es que ambas yacen en lo que comúnmente nos advierten es ilegal.  Para ilustrar esta tesis voy a analizar Breaking Bad.

La serie Breaking Bad empieza cuando un doctor informa a Walter White que tiene cáncer pulmonar. Sabemos de inmediato que su seguro médico no le cubre el tratamiento; que su salario acumulado entre dos trabajos, profesor de química y lavador de automóviles, no le alcanzará para pagar los gastos médicos que su enfermedad requiere.  Y así nos enfrentamos a la historia del bien y el mal.  Durante 5 años vimos a White perder todos sus escrúpulos y valores a medida que se adentra en el mundo del narcotráfico y la metanfetamina. Lo acompañamos en su viaje hacia la muerte, matando y dejando morir, robando y torturando, mintiendo y engañando. Es en esta caída vertiginosa donde nos relacionamos con él. Walter White representa el producto del modo de vida noreteamericano y la problemática y ambigua relación entre el bien y el mal de la que venimos hablando.

Leer esta serie a través de los postulados de Schmitt y  Polanyi es vislumbrar las ficciones establecidas de nuestra sociedad política de mercado. Es un ejercicio que nos permite desenmascarar las mentiras comunes que repetimos diariamente sin darnos cuenta. Sus trabajos minuciosos nos introducen a la gran paradoja de la democracia y el liberalismo antes de la Segunda Guerra Mundial. Schmitt argumenta  que la diferenciación entre el liberalismo y lo político fue un intento banal por romantizar el origen de dicha teoría económica, en aras de humanizarla. No se tuvo en cuenta la gran carga política represiva que supuso su imposición por sobre otras teorías económicas alternas al liberalismo. Para él, esta disolución ficticia fue el intento del liberalismo por separarse de la concepción represiva del Estado, asumiendo como pathos la libertad del individuo en búsqueda de su propia realización a través de sus propios medios—idea ficticia y banal, debido a que el liberalismo es un modo de vida que conlleva nociones no sólo económicas, sino legales, morales y éticas.  Su imposición en la sociedad fue política, e impuesta a partir de la separación entre “ellos y nosotros” de “ellos y nosotros” entendido como “amigo y enemigo” .

Polanyi, por su parte, argumenta que la subordinación de la vida en función del mantenimiento del libre mercado capitalista de producción, fue posible únicamente mediante la intervención represiva del Estado en la sociedad inglesa y en el resto de Europa, durante la primera revolución industrial. Hasta ese momento, la economía de sociedades tradicionales había solo participado en igualdad de importancia junto a otras grandes esferas de la vida, como la religión, la ceremonia, el arte, el deporte, la supervivencia comunal. Ciertamente, hoy podemos asegurar, con Polanyi, que el mercado laissez faire fue impuesto por una revolución de los ricos contra los pobres, quienes, mediante una violencia cruel, se apoderaron de los bienes necesarios para impulsar la economía . Aquí validamos una y otra vez la aserción de Schmitt, que concuerda con la de Giovanni Arrighi, sobre las terribles repercusiones que podría traerle a un país salirse de la producción económica del liberalismo, sobre todo si no posee los recursos necesarios para mantener el modo de vida de las potencias económicas industriales.  Digo esto porque quien intenta salirse del modo de producción dominante es ipso facto considerado ‘enemigo’— ese es el estatuto de Cuba ayer y Venezuela hoy. 

Polanyi concluye que un mercado regulado por las mismas leyes inherentes al libre mercado solamente necesita la separación institucional de la sociedad en una esfera política y otra económica . Esta diferenciación requiere la implementación de tres valores considerados por él ficticios: el trabajo, la tierra y el dinero. Ni Polanyi ni Schmitt acreditan que tal separación sea posible; más bien, suponer que nuestras creencias o prácticas económicas no conllevan un alto margen de voluntad política, es una de las grandes confusiones de nuestra era. Es en esta área donde se traslapan los pensamientos de Polanyi y Schmitt, lo ficticio e inhumano de la economía liberal.

A partir de esta paradoja, vemos que el intento de la democracia y el capitalismo por aminorar sus discrepancias han realmente determinado la vida humana en función de la política y la economía. Ambas esferas no tienen lugar para el análisis moral o ético. En Polanyi, encontramos que el desarraigo de la sociedad en función de la economía, al ser la primera supeditada a la segunda, fue un plan llevado a cabo por la represión estatal . La economía capitalista de libre mercado es una ‘utopía’ planeada por el ente estatal que quiere erradicar el modo de vida de las sociedades tradicionales. Es una utopía que conlleva un costo social y medioambiental alto, al cual la población resiste.

Ante la resistencia a este modo de vida actúa paralelamente lo político, el cual, según Schmitt, es amoral. Su definición lee: “Lo político es el antagonismo más extremo, antagonismo que se acerca cada vez más a lo político cuando alcanza el punto de agruparnos como amigos y enemigos.” Para Schmitt, todo intento por apelar a valores humanitarios y derechos humanos son intentos para evitar enfrentar el hecho fundamental de nuestra separación de modos de vida entre amigos y enemigos. La política del futuro, él supuso, estaría determinada por aquellos con coraje suficiente para reconocer esta diferenciación fundamental, y actuar acorde a ella. Es difícil llegar a término con estas ideas y sus consecuencias; negarlas es ingenuo. Somos animales político-económicos, nuestra moral está dictada por los usos que estos dos dominios nos han impuesto; hemos arraigado nuestro modo de vida a ambas esferas. La moral es costumbre, y nuestra costumbre es la de una sociedad de mercado, con todas sus paradojas y ficciones que raras veces nos atrevemos a cuestionar.

En Centroamérica, instancias de estas prácticas se pueden encontrar en el pragmatismo liberal que significa solucionar las diferencias sin alterar o disminuir la producción económica—una solución que a largo plazo nos de mayores dividendos.  En Nicaragua, el pragmatismo determina que cualquier proyecto de cooperación humanitaria intente ayudar a las poblaciones desfavorecidas al insertarlas en el mercado nacional o internacional.  En Honduras, los ideales liberales de democracia y derechos humanos salieron a la luz en ocasión del golpe militar contra Manuel Zelaya.  Después del golpe imperó la idea de mantener el mercado centroamericano andando, porque el pragmático presidente del COSEP, calculó las pérdidas económicas diarias de reprimir con el bloqueo a la junta militar hondureña .  ¿No es esta acaso la historia de la relación entre el bien y el mal, entre buenos y malos con que se confunden a los niños de las escuelas primarias en Centroamérica? Pero, ¿quién es el bueno y quién el malo en el caso Hondureño? Ciertamente, de acuerdo a la lógica escolar establecida, alguien como el presidente del COSEP podría ser el héroe de la historia que le enseñan al niño en la escuela primaria. Estaría exactamente en la posición del doctor que en la ficción televisiva informó a Walter White que su seguro no le cubría la cura o el tratamiento de su enfermedad.  En el mundo de la imaginación, él sería el villano—así creo yo que argumentaría también Polanyi.  Y en esto, el relato histórico y el ficcional se contradicen en sus perspectivas del bien y del mal.

Los ejemplos anteriores obligan a enfrentarnos con aquellos elementos de nuestra forma de vida que a diario nos disgustan e incomodan.  Sin duda hay una dislocación del lugar del bien y del mal, un sesgo que hace que el sufrimiento que nos lastima empañe las noticias, las calles, las avenidas; algo que podemos ver y tocar, de difícil realidad.  ¿Es acaso monstruosa nuestra moral, inmersa en la obligatoriedad política y económica de la que hablan los dos teóricos europeos aquí en cuestión? Yo, como el niño de primaria que era, quisiera argumentar lo contario y creer que nuestra tradición comunal está alerta y sale a flote en el texto cultural, en los llamados anti-héroes.

Breaking Bad, por ejemplo muestra una sociedad que ha supeditado la salud a la economía; una en la que el aparato estatal mantiene la privatización de la salud y esta privatización va acorde con el modo de vida que defiende lo político en Estados Unidos. Para Polanyi esta sería la representación del mal.  Por eso nos encanta White, porque en su apresurado viaje narcótico, él construye comunidad con su compañero Jesse y su abogado Saul, y lucha contra un sistema despótico para heredarle dinero (cuyo valor es ficticio) a su esposa e hijos. Si bien lo que hace en el trayecto es terrible, esto es, el mal, este mal es relativo al mal que lo llevó a cometer esos actos, y ese mal mayor es esa forma de vida que le llevó a él a aceptarlo como normal. Nosotros queremos ver a White triunfar: robarle al gobierno, burlar las leyes, a la DEA y al resto de instituciones estatales corruptas que sirven para imponer el modo de vida del libre mercado que mantiene a la población enferma. Esto es, como tele-espectadores, estamos a favor del mal.  Eso es lo que la serie promueve, contra la enseñanza de la historia liberal de los Estados Unidos que aprenden los niños en la escuela como lo aprendí yo en Costa Rica.  Esta forma de heroísmo es muy común en la cultura popular, al punto de decir que la cultura popular promueve el mal. Mientras las nuevas generaciones esperan impacientes, llenos de tensión, ver a Walter White asaltar un tren del gobierno para robarle los ingredientes para hacer más droga en uno de los mejores episodios de la serie, cuarenta años antes los espectadores esperaban el éxito de Buch Cassidy and the Sundance Kid al asaltar los trenes del gobierno en el medio oeste norteamericano.

Muchos años antes que White, Buch y The Kid nos ponían frente a frente la relatividad de la relación entre legalidad y mal. Esta película de Roy Hill argumenta la ironía de lo legal y lo moral.  Buch The Kid ponen en entredicho el aspecto comúnmente aceptado del modo de vida capitalista y su supuesta legalidad benévola o ilegalidad maligna. Ellos asaltan los trenes cargados de dinero, propiedad de The Pacific Railway Company, en su paso por el Oeste Norteamericano, mientras la fiebre del oro se apodera de todo el territorio. Sin embargo, en sus aventuras supuestamente delictivas, los vemos recurrir a la amistad, al honor y un principio de no violencia, al menos que la situación lo amerite. Vemos a un ferrocarril que ha atropellado al Oeste norteamericano, y a sus pobladores resistiendo este avance. Su resistencia y forma de vida es considerada ilegal, a pesar de que se apega a valores comúnmente aceptados como el bien. Al intentar huir de la ley, los dos protagonistas viajan a Bolivia y se enlistan en su primer trabajo legal, que consiste en proteger el dinero de una compañía minera norteamericana asentada en ese país. Irónicamente, es en esta legalidad en que Butch y The Kid se ven forzados a asesinar por primera vez. En una escena magistral, Butch confiesa nunca haber disparado un arma en ningún robo, pero en ese momento, se ve obligado legalmente a matar.

Si bien Hollywood nos quiere vender la imagen de WalterBuch y The Sundance Kid como anti-héroes podemos afirmar que son los verdaderos héroes. Igualmente, el presidente del COSEP, quien es representado como héroe, es realmente el villano de una serie imaginaria sobre el COSEP. Considero que, debido a la necesidad de mantener las ficciones entre el liberalismo y la democracia expuestas por Schmitt y Polanyi, somos sometidos a  la confusión de brutalidad legal o ilegal constantemente. Desde la escuela en que nos enseñan a ser ciudadanos en semejanza a ladrones o asesinos venerados, hasta las noticias que insultan o condenan a otros ladrones y asesinos, para terminar con Hollywood que igual celebra a los mismo ladrones y asesinos que nos enseñaron a odiar. Vivimos en tiempos contradictorios. Nuestras expectativas de vida nos someten a abandonar todo lo que creemos correcto y puro.  No comprendemos porque el Estado y la economía nos exigen renunciar a cualquier principio noble al cual podemos apelar; más bien nos enlista en una carrera inescrupulosa por un desarrollo sin fin. Romper con estos parámetros requiere apelar a soluciones nacidas de comportamientos excepcionales, como sostiene Hanna Arendt, que atenten contra una moral arraigada en la política y la economía.

Aceptar tal misión es un reto.  Yo, al igual que el niño, pienso que el único regocijo que nos dejan Polanyi y Schmitt es la ilusión de que las cosas no siempre han sido así; que las podemos cambiar.  Es la ilusión que experimentamos en lo televisual, donde logramos reconocer ficciones y mentiras. ¿Será necesario robar, desobedecer, cuestionar, extorsionar y manipular, hasta que nuestra sociedad este regida menos por los presidentes de los consejos de empresarios y los padres de la patria, y más por los Walter WhitesButch Cassidies y Sundance Kids? Al parecer esos han sido los parámetros que hemos seguido hasta ahora; darles a elegir a los niños entre un hombre que destruye a la sociedad, por medio de drogas, en nombre de su familia, como Walter White, u hombres que roban en nombre de la amistad como Butch y The Kid, o un hombre dispuesto a destrozar a la sociedad hondureña en nombre de la economía nicaragüense. Bajo este contexto, romper esta tradición es un acto excepcional. Estamos todos llamados a ser malignamente excepcionales, protagonistas de una película, donde lo ilegal será el mal que todos querrán ver triunfar.


Carl Schmitt. The Concept of the Political. Chicago: Chicago University Press, 1932. 70-79.

Karl Polanyi. The great transformation: The Political and Economic Origins of our time.Boston: Beacon Press, 2001. 36-42.

Op. Cit. 37.

Op. Cit. 74.

Op. Cit. 42

Carl Schmitt. Op. Cit. 26.

Andrés Perez Baltodano. Entre el Estado Conquistador y el Estado Nación: providencialism, pensamiento político y estructuras de poder en el desarrollo histórico de Nicaragua. Managua: IHNCA-UCA, 2003.

COSEP Rechaza el cierre de fronteras con Honduras. 100 por ciento noticias. http://www.canal15.com.ni/videos/1484

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Investigador del Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA-UCA) y miembro del grupo de estudios IHNCA.

Nació en Santa Fe, Argentina, pero ha vivido la mayor y mejor parte de su vida en Nicaragua. Es Licenciado en Relaciones Internacionales y ha cursado posgrados en Ciencias Sociales y Pensamiento Centroamericano.

Actualmente desarrolla investigaciones sobre la dictadura somocista y la construcción del Estado en Nicaragua.