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Farmer stop. Juan Gómez Bárcena

1 abril, 2011

Me ha sorprendido más de una vez. La primera fue cuando su autor me dijo que la había escrito a los 17 años; la segunda, cuando ganó el premio de novela de la Universidad Complutense de Madrid, Ramón J. Sender, en 2009; la tercera, cuando la leí.

En esa época cualquier libro era aburrido. Leí Farmer Stop en menos de una hora y me sorprendieron su estilo narrativo, su trama, sus personajes y los guiños mesurados que evocaban el imaginario de escritores gringos que por aquel entonces eran mis santos patronos.

Podría asegurar que existen aquí tres claves: la poderosa firma —que bien pareciera de abogados— integrada por Capote, Carver y Salinger. Farmer Stop no solo es una joya literaria por el subtexto de su lenguaje, ni por los cortes sutiles, precisos y sugerentes que ofrece su historia, sino por lo que sus personajes comunican —técnicas que rigen la mayoría de las novelas de esta trinidad—, y sobre todo lo que ellos logran dejarnos de sí. Ese mensaje emocional que repetimos una y otra vez y reflexionamos luego de haber terminado la lectura.

Es difícil hallar este tipo de literatura, mucho más ahora que a escritores de mi generación les ha dado por confundir artificio con lenguaje fragmentario e hipertextual que ofrecen las nuevas tecnologías. Descuidan, casi siempre, un elemento fundamental que nos han heredado escritores de la buena literatura: el hacernos sentir familiarizados con un personaje y sus peripecias. El hacernos recordar que con la literatura no solo se experimenta, también se conmueve.

En Farmer Stop tenemos tres personajes que difícilmente olvidamos. Grace, chica pueblerina que sueña con conocer la catedrales españolas, que renuncia a su vida —su padre— para fugarse con la persona que ama, para afrontar y solucionar las idioteces que su chico cometió. Danny, el protagonista, pariente muy cercano de Holdem (El guardián entre el centeno), pues tiene la cualidad de complicarse la vida como un niño, involucrarse en problemas como un macarrilla y confundir lo bueno con lo malo, amigos con enemigos. En Danny y Grace existe un verbo motor, vivir las consecuencias de sus actos: la salida para ellos, más que mirar el desfiladero y caminar hacia atrás para salvarse, es brincar hacia sus mismas fauces, quizá allí encuentren el verdadero significado de lo que los une.

El móvil en apariencia es sencillo. Un crimen, un asesinato, visto por el mismo Danny como accidente, una deuda que él mismo tenía que saldar para aprender una lección: para nada es bueno prestarle dinero a alguien.

Otro de los personajes es el ciego, hombre viejo y siniestro que le da una maravillosa vuelta de tuerca a la novela. Ese hombre que vive completamente solo en las lindes del desierto de Texas, que da asilo a los fugitivos y los hace reflexionar en los propios actos de un par de adolescentes y en el amor mismo: ¿qué es mejor en una vida donde la inocencia se confunde con el amor y el amor con el odio?, ¿qué es mejor hacer cuando uno dice que ama a una persona y la quiere alejar del peligro, cuando el peligro es uno mismo?, ¿renunciar al enorme amor que uno le tiene?, ¿eso significa salvarla?

El ciego funge como un guiño muy velado del mismo personaje de Carver en “Catedral”. En la pieza del norteamericano y en Farmer Stop aprendemos que importa más el mensaje que ocultan las confesiones de los personajes, que no logran expresarnos porque sus mismas emociones los callan. Importa más cómo los símbolos están dispuestos en la misma trama.

Algo que yo siempre voy a desear escribir.

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Zacatecas, México, 1984.
Es pasante de la licenciatura en Letras, por la Universidad Autónoma de Zacatecas. Ha trabajado como corrector de estilo, docente para varias escuelas privadas y consejero editorial de varias revistas de circulación nacional. También ha impartido talleres literarios. Sus artículos, ensayos y cuentos se han publicado en distintos medios electrónicos e impresos, tanto de Brasil, España, Nicaragua y México.

Tres antologías han recogido su trabajo: Son de marzo (Universidad Autónoma de Guanajuato), Antología de Letras, Dramaturgia y guión cinematográfico, Jóvenes Creadores 2006-2007, (CONACULTA FONCA) y Sensational Gourmets, (Nostromo Editores).

Ha obtenido los reconocimientos: premio Estatal Artista Joven Nueva Generación 2004 y el Artista Joven 2010; las becas FECAZ 2004-2005 y 2009-2010, el FONCA para Jóvenes Creadores 2006-2007 y la residencia Antonio Gala para Jóvenes Artistas 2008-2009, en Córdoba, España; y el Premio Ensayo Científico XI Nacional y I Iberoamericano “Leamos la Ciencia para Todos 2006”.

Ha escrito dos libros, El amor nos dio cocodrilos (cuento), Plaza de Armas (relato). En la actualidad finaliza su primera novela y escribe en su blog Bunker84.blogspot.com