Ficción y verdad en América Latina. A propósito de Mario Vargas Llosa sobre Juan Carlos Onetti

1 junio, 2009

“Al iniciar el tema de la ficción y la verdad, en el capítulo: ‘Onetti, el Uruguay y América Latina’, Vargas Llosa inicia su pendular de crítico a político y se arriesga demasiado dejando de lado a Onetti para describir a los latinoamericanos y sus procesos, resquebrajando con ello la credibilidad critica que había venido sustentando en las páginas anteriores”.


No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente cierta o falsa. Creo que estas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican a la exploración de la realidad a través del arte. Así que, como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar:
¿qué es verdad? ¿qué es mentira?

Harold Pinter, Nóbel de Literatura 2006.

Mario Vargas Llosa ha publicado un nuevo libro: Un viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti. En el no sólo recorre la obra de Onetti a través de un único planteamiento unificador: la ficción como evasión; sino que en sus últimos capítulos trata un asunto muy controversial entre los escritores de América Latina: la relación entre la ficción y la verdad. Es en este último tema en donde se derrumba lo que se perfilaba como un excelente ensayo.

Para ser justos con el lector,  me voy a permitir iniciar a comentar el libro en la página 183, donde Juan Carlos Onetti es citado afirmando que Mario Vargas Llosa “tiene relaciones matrimoniales con la literatura y él adúlteras”.

Lo que me interesa plantear con ello va más allá de que Vargas Llosa escriba con horarios y que Onetti lo haga en papelitos y a ráfagas. Es que Mario Vargas Llosa y Juan Carlos Onetti son fundamentalmente distintos. El primero nace con el realismo mágico, el segundo es del período literario correspondiente al realismo crítico urbano en la época aún de la novela costumbrista, su obra es fundacional para la literatura moderna hispanoamericana. En las novelas del primero puede percibirse una cierta alegría por la vida, en las novelas del segundo lo que se percibe es una fe militante en la muerte y con ello la tristeza infinita del fracaso de la vida. El primero perteneció al boom, el segundo fue relegado por los editores del boom. (1)

Hay que tener presente que el libro se escribe cuando ya ha sido posible “… la recuperación de los maestros que la modistería del boom parecía condenar a la ladera descendente: el crecimiento en la estimación pública de la obra de Juan Rulfo o Juan Carlos Onetti ha sido tan sostenido (y quizás aun más firme) que el de la difusión universal de la obra de Jorge Luis Borges..” (2)

Por otro lado Vargas Llosa fue candidato presidencial en el Perú en 1990, perdiendo esa elección. Es partidario de la democracia liberal en un sentido político, pero también en un sentido económico (3).  Onetti en cambio desdeñaba la política, aunque admiraba al Ché Guevara (4) y no le gustaba la pobreza, además fue encarcelado por la dictadura en el Uruguay y se exilió en España.

A manera de introducción Vargas Llosa narra la aparición del primer contador de historias en el mundo y a su vez dialoga con una de sus propias novelas: El hablador. Escribe sobre el oficio de narrar y sobre la razón de ser de la literatura, pero no prologa a  Onetti. Adentrado ya en el desarrollo de sus capítulos, en la necesidad de ubicar a Onetti en un período literario, Vargas Llosa lo contrapone al regionalismo, catalogándolo certeramente como autor de vanguardia. Sin embargo para complementar esta afirmación se hace necesario recordar que:

“…existía, por otro lado, la prosa de vanguardia de Vicente Huidobro o de Macedonio Fernández, la de Martín Adán en el Perú, la de brasileños como Mario de Andrade. Desde sus primeros trabajos, Onetti evitó ambas alternativas, la del criollismo y la de la vanguardia pura…en otras palabras, la novedad de la prosa de Onetti residió en una paradoja: su visión de lo viejo, de lo erosionado por el paso del tiempo, tema urbano por excelencia y que ya se insinuaba en algunos poemas de Residencia en la tierra (por ejemplo, en «Walking around»). (5)

La columna vertebral del libro de Vargas Llosa la constituye la ficción como evasión y como producto de una realidad no deseada, tema en el que incursiona a lo largo de toda la obra de Onetti, desde El pozo (1930) hasta Cuando ya no importe (1993).

En el concepto de ficción reside el marco teórico de su investigación y este puede resumirse en tres postulados: 1. La ficción como elemento añadido. “Es un error creer que seamos y fantaseamos de la misma manera en que vivimos. Por el contrario, fantaseamos y soñamos lo que no vivimos, porque no lo vivimos y quisiéramos vivirlo.” (p 29) De esta manera la ficción completa las vidas de los seres humanos añadiendo lo que les falta para ser felices, o restando lo que los hace infelices. 2. La ficción como realidad. Pese a ser una mentira producto de la inconformidad, es una ficción real en el sentido que “expresa verdades profundas de la vida humana que solo de esta manera sinuosa e indirecta salen a la luz.” (p 101)  La ficción aparece como una forma solidaria de realidad, es el lugar donde se reflexiona sobre lo real. 3. La ficción como libertad: “La ficción nos hizo inconformes y ambiciosos y dio un sentido trascendente a nuestra libertad, al nacer en nosotros la voluntad de vivir de manera distinta a la que nuestra circunstancia nos obliga.” (p 31)  La ficción nos libera en el deseo, dibuja la realidad a la que aspiramos y no solo nuestra realidad interior.

Con La vida breve (1950) Onetti crea la cuidad imaginaria de Santa Maria e inaugura la saga que duraría casi toda su obra. Ya nuestro querido Mario Benedetti explicaba el salto de la primera novela El Pozo a La vida Breve por medio de los personajes, del soñador Lincero en la primera y al narrador Brausen en la segunda. (6) La fuga a Santa Maria ante una realidad que los harta, puede explicarse según Vargas Llosa “como la razón por la cual los seres humanos han buscado desde los albores de su historia, el tiempo de los habladores, inventarse, valiéndose de la fantasía y la palabra, otros mundos… ”(p 96)

Otros elementos fundamentales en las novelas de Onetti y descritos por la prosa de Vargas Llosa es su estilo “crapuloso”, ya que según Vargas Llosa este estilo parece la carta de presentación de un escritor que se comporta frente a sus lectores y sus personajes como un crápula, con insultos y metáforas sucias, relacionadas con las formas más vulgares de lo humano, el excremento, la menstruación, los humores viscerales, secreciones, deseos y apetitos deshonestos, asquerosos. Un estilo original, que va de acuerdo a sus temas y su problemática, la ciudad insoportable, la incapacidad del individuo de vivir en ella y realizarse, la neurosis y la desesperanza. Vargas Llosa lo define teóricamente al afirmar que: “Este elemento crapuloso es ingrediente principal del elemento añadido por la ficción al mundo real.” (p118)

Las influencias que Vargas Llosa define en Onetti, Arlt, Céline y Faulkner son muy poderosas. También lo relaciona con Kafka, Sartre, Maella y Borges. Jorge Ewards añadiría que “también es sorprendente en su obra narrativa la fuerza de lo popular de su tiempo: el cine de los años treinta y cuarenta, sobre todo en su vertiente policial y negra; la canción francesa, con Charles Trenet, Maurice Chevalier y Edith Piaf, el tango gardeliano, ¡desde luego!, y los ambientes del bajo fondo y de la hípica con toda su leyenda, su conocimiento menudo, su memoria y su drama.” (7)

Al iniciar el tema de la ficción y la verdad, en el capítulo: Onetti, el Uruguay y América Latina, Vargas Llosa inicia su pendular de crítico a político y se arriesga demasiado dejando de lado a Onetti para describir a los latinoamericanos y sus procesos, resquebrajando con ello la credibilidad critica que había venido sustentando en las páginas anteriores.

No sólo declara que Onetti es representativo de la América Latina, sino que la América Latina es el continente del fracaso y el subdesarrollo. El escritor peruano define la cultura de su continente de la siguiente manera: “los latinoamericanos acostumbran rechazar el mundo real y concreto y sustituirlo por espejismos y quimeras, distintas formas de irrealidad, desde las abstracciones y dogmas de la religión hasta las ideologías revolucionarias disfrazadas de leyes de la historia” (p166). Y va más allá, Vargas Llosa afirma que la causa del subdesarrollo en América Latina no es de origen económico sino que es cultural, una manera muy peculiar de análisis.

Al nombrar a Onetti representante de la América Latina del fracaso y del subdesarrollo, Vargas Llosa parte del análisis en inglés realizado por David Gallegher acerca de novela El Astillero (1961) donde Onetti es ubicado como autor de novela social. A esta crítica Onetti ya había respondido antes: “No me interesa ese tipo de novela (la social). No hay alegoría de ninguna decadencia (del Uruguay) hay una decadencia real, la del astillero, la de Larsen”. (p154) Onetti se rehúsa una y otra vez a lo largo de su vida a ser utilizado en ninguno de los bandos, se rehúsa a ser encasillado en alguna bandera o causa. Sin embargo Vargas Llosa decide forzarlo entre frases contradictorias, y afirma que: “las obras literarias son también aunque jamás únicamente testimonios históricos y sociales”. Vargas Llosa regresa al mismo análisis de la novela El Astillero independientemente de la intención y la voluntad de Onetti.

Con este argumento reconoce los presupuestos de la crítica marxista: que la literatura puede ser solamente entendida en su contexto total: histórico, económico, social y cultural. Vargas Llosa lo afirma a lo largo de todo su capítulo: “sería absurdo tratar de dar una lectura excluyentemente político-social de la obra de Onetti…” (p154) Aunque la premisa metodológica para esta afirmación deriva del marxismo, Vargas Llosa no sólo la utiliza para dar paso a un Onetti que refleje a su país: “ el Uruguay que pasa de una rara avis de democracia…a sufrir una crisis que lo empobrecería y lo hundiría el las revoluciones o la dictadura”. Sino para dar paso también al argumento de que la democracia no duró en el Uruguay en el período de Onetti por razones culturales. La premisa metodológica marxista entonces sirve de base para una teoría de argumento excluyente, esta vez tomada del libro de Lawrence E. Harrison: la cultura es la culpable de todos los males, incluyendo el subdesarrollo. Lo que nos lleva a pensar que algunas culturas son mejores que otras. Que algunas culturas como la latinoamericana, según el argumento de Vargas Llosa, son genéticamente incapaces.

La fuente inspiradora de esta idea está citada en Vargas Llosa con referencia al libro de Lawrence E. Harrison: El subdesarrollo es un estado mental. Harrison argumenta que el principio que explica la disparidad regional en el crecimiento económico no se encuentra en la explotación de los poderes imperiales a los países pobres, ni en la falta de recursos, ni en su geografía inhóspita, tampoco en un mundo donde el sistema económico se apila en contra de las naciones pobres. En lugar de ello, el subdesarrollo, según Harrison, debe de ser visto como producto de la tradicional cultura hispana. Es un libro raro que intenta sustentar su argumento comparando países a través de la historia. Es extraño que Vargas Llosa siga citando estos libros bastante en desuso ya que la tendencia intelectual en el mismo Estados Unidos y en el mismo departamento de Estado y su política exterior es vincular el éxito o el fracaso de la democracia a su índice de ingresos per cápita.

No hay que olvidar que Harrison es co-autor con Samuel Huntington de La cultura importa (Culture Matters). Y que para continuar esta saga Huntington escribe solo su famoso libro: Who we are? The Challenges to American’s Nacional Identity. Un libro que pretende explicar la identidad norteamericana y sus problemas. Este libro ha ofendido a la comunidad hispana, ya que en el libro pretende culpar a los hispanos y su cultura de haber descompuesto a los Estados Unidos. Este libro ha generado una gran protesta de parte de la comunidad hispana, quien ha calificado al autor de racista.

El capítulo de Vargas Llosa utiliza también un informe económico de Enrique Iglesias para demostrar que la descripción económica y social coincide con la novela de Onetti El Astillero, ya propuesto anteriormente por Gallehger A pesar de lo que declara Onetti sobre esta interpretación apela a la teoría del lector, aludiendo que su lectura puede tener esta interpretación a pesar de la intención del autor, todo esto para llegar a Harrison que se opone a que las causas del subdesarrollo sean económicas y las justifica como culturales, en contra de toda ética.

Las diferencias entre Vargas Llosa y Onetti que describí al principio no serían importantes de haber incursionado Varga Llosa en un ensayo crítico con el rigor académico apropiado, la intención del autor en las últimas páginas reconoce que su ensayo no es de erudición. Si nos referimos a la bibliografía consultada y la comparamos con lo se ha escrito sobre Onetti, el libro se queda muy pobre, eso le otorga el margen justo para el sesgo y quizás hasta para la intención misma de Vargas Llosa: Primero promover con la excusa de Onetti,  la democracia liberal no sólo en sus aspectos políticos y actualmente muy de moda, sino  que económicos, con toda su implicación para  el incremento de la pobreza. Segundo justificar que la utopía democrática aun no nos ha redimido en América Latina, según Vargas Llosa, debido a ese mal, llamado cultura hispana.

A Mario Vargas Llosa siempre lo he admirado como escritor y como crítico literario, por eso esperaba encontrar en este libro una crítica ‘a lo Ortega y Gasset’, dirigida más que a corregir al autor, a dotar al lector de un órgano visual más perfecto. Ya que la obra se completa contemplando su lectura. En cambio la impresión que prevalece es la de haber encontrado a un ‘Onetti a lo Vargas Llosa’, un Onetti amarrado al mapa de una América Latina condenada por el escritor peruano a la estupidez y a la pobreza o al harakiri. A Vargas Llosa no sólo no lo admiro como político, sino que su forma de anteponer la política ante la literatura y ante la verdad, hacen que se derrumbe también el escritor.


NOTAS

1. Véase Cuadernos hispanoamericanos No. 34-35  Onetti afirma en la página 34: El bum debe ser discriminatorio. Si partimos de la base de que es un fenómeno bien organizado por revistas y editoriales, creo que forzosamente se va a tender de prestigiar a determinados autores…Lo imponen, venden sus libros y luego lo dejan caer. La gente termina desilusionada, pero no saben si el tipo fue malo desde un principio.
2.  Ángel Rama: La novela en América latina. Panoramas 1920-1980. Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá 1982. p 502.
3. Véase confesiones de un liberal, Mario Vargas Llosa. http://www.letraslibres.com
4. Para la información sobre Onetti véase Maria Esther Gilio: “Onetti y otros demonios interiores” Marcha, Montevideo 1.7.1966
5. Jorge Edwards, El imposible Onetti http://www.onetti.net/es/descripciones/edwards
6. Véase Mario Benedetti, “Juan Carlos Onetti y la aventura del hombre.” En Helmy Giacoman (ed.) Homenaje p 56
7.  Jorge Edwards, op. cit.

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Docente, editora, traductora y poeta nicaragüense. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de las Américas, Puebla. En esa ciudad editó la sección internacional de un periódico local, Síntesis.

Ha realizado estudios sobre América Latina en la Universidad de Miami y actualmente trabaja en su disertación doctoral sobre literatura de vanguardia, en la Universidad de Salamanca, España. Ha publicado cuento y poesía en revistas inter-nacionales. Es fundadora y editora en jefe de THE LATIN REVIEW EDITORS en los Estados Unidos de Norteamérica, dónde radica actualmente.