Fugas

25 noviembre, 2023

Where is your suffering when you’re not paying
attention to it?

Gregg Krech. The Art of Taking Action: Lessons
from Japanese Psychology.

I

Dicen que, para la mente, un objeto imaginado es igual que uno real. Que la mente no distingue entre un objeto del presente o del pasado. Tampoco del futuro. Para ella, todo “existe”. La mente es susceptible al engaño. Cuando uno revive o imagina, el pasado o el futuro se vuelven presente, y experimentamos emociones fuera del tiempo que les corresponde. La única manera de estar con lo que nos toca vivir, es coincidir con el cuerpo. El presente puede definirse como el lugar y el instante donde se encuentra el cuerpo. En el cuerpo hay más verdad que en la mente.

2

La serie de televisión que he estado viendo trasmina —y contamina— mi vida. Confundo las cosas. Es a mí, no a Meredith Grey, a la que Patrick Dempsey (el Dr. Shepherd en la serie) contempla con su mirada dulce y seductora; y aunque sé que el hombre está actuando, que nada de lo que ahí pasa es verdad, que sólo es un programa, cuando veo sus ojos en la pantalla, la ficción no es ficción en mi espacio mental. Me vuelvo permeable, maleable, alterable, plástica. Duermo y despierto sintiéndome tocada por un sentimiento nuevo. ¿Enamorada de Patrick Dempsey? ¿Es o no es engaño?

Las experiencias nuevas (vividas o imaginadas) activan el centro de gratificación del cerebro, e inundan de dopamina y norepinefrina los mismos circuitos que se disparan cuando sentimos nacer un nuevo amor y no podemos dejar de pensar en el otro. Son los mismos químicos que causan la adicción, los mismos que provocan conductas obsesivas. Cada noche cedo al impulso de seguir viendo la serie, cedo a la obsesión de caer bajo el embrujo de los ojos azules de Patrick Dempsey. En ese momento ¿quién quiere acordarse del cuerpo?, ¿quién quiere la verdad? ¿Cuál verdad?

3

Frente a su iPad abierto, cabecea con los audífonos puestos —el color azul de las orillas del estuche se ha desgastado por el uso. Desde que se enfermó, duerme, despierta y vive pegado a él. A través de la sonda, el medicamento le entra gota a gota. La máquina que lo administra marca, como metrónomo, un ritmo lento. Dormita. A veces abre los ojos, me busca y los vuelve a cerrar. 

Me ha pedido que lo acompañe. Quiere ir a despedirse de su hijo y de sus cuatro niños. Enfermo, me parece que ir con él al Medio Oriente es como ir a la luna. Le digo, es mejor que ellos vengan y me responde que no.

Camina por el aeropuerto. Va tosiendo. Le digo que necesita una silla de ruedas y se niega. Al final soy yo la que se sienta en la silla. Amanecí con la rodilla hinchada. El que me lleva va sorteando con destreza lo que se nos pone enfrente. Cierro los ojos. Me concentro en el aire que roza mi cara al desplazarnos por los pasillos entre pasajeros y maletas. Imagino que el aire me levanta y me lleva en sentido contrario. Los abro. Alcanzo a leer en una de las salas de abordar el anuncio de un vuelo a Nashville, Tennessee. No sé nada de Nashville, Tennessee, no sabría localizarla en un mapa, pero quisiera que ese fuera mi destino. 

4

La miro. Ella carga una criatura, supongo que es una niña porque veo un par de botitas blancas con peluche y dos borlas que cuelgan por delante de cada una, botitas como de esquimal. Él se acerca, la mujer gira un poco, reacomoda en sus brazos a la criatura, y deja que se asome una pequeña cabeza peinada de colitas con moño. Él se recarga sobre ella para acercarse a la niña y sonríe. Quiero ser yo aquella sobre la que el hombre se inclina con ternura, sentir sobre mí la presión de su cuerpo joven, firme; que sean esos ojos los que miren a mi niña, que mis ojos redondos sean rasgados como los suyos. Que suceda cualquier cosa, para no ser yo en ese instante.

5

Teoría de la mente se le llama a la capacidad de darse cuenta de que el prójimo puede tener pensamientos y emociones distintos a los nuestros. Una teoría de la mente nos permite entender que las personas tienen metas, intenciones, creencias, diferentes a nosotros. Se desarrolla hacia los cuatro años de edad. Es el origen de la empatía. Reconocer e interpretar la actividad mental de los otros es la base para el desarrollo social. Ser autista es tener un déficit de esta capacidad. 

No es algo netamente humano, los perros, por ejemplo, pueden jugar a pelear. Son capaces de dar indicios y señales y también de leerlos en otros, para comprender si se trata de una simulación o de una lucha real.

6

Dotados de esa facultad, cuando en una filmación observamos cómo se despliegan en la cara de un personaje sus emociones o sus intenciones, podemos quedar magnetizados al grado de olvidar que existimos, de desaparecer de nuestro propio radar. Diferente a la vida real en que si observamos al otro, resulta difícil que no nos devuelva la mirada y con ello la conciencia de que ahí estamos, de que nos ha descubierto. El intercambio de miradas nos implica. El cine o el video, en cambio, ofrecen una extraña y novedosa posibilidad: la de “secuestrar” una psicología sin que nadie se de cuenta.

Entonces ¿es lo que hago últimamente por las noches? ¿secuestro ojos, gestos, caras, vidas, me los apropio sin que nadie sepa, y eso me resulta un vicio? 

Estar absortos en el otro es un descanso. Hay descanso en la fusión. Descanso en el olvido de nuestro sentido de ser, en el olvido de existir.

Hay descanso en la fuga.

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La autora ha vivido en el anonimato literario. Esta es su primera publicación.