jmejiaperalta

Galería fotográfica: Homenaje a los 90 Años de Ernesto Cardenal

29 enero, 2015

 

Jorge Mejía Peralta

– El pasado martes 27 de enero, se llevó a cabo un Concierto/Recital en homenaje a Ernesto Cardenal, con motivo de la celebración de sus noventa años. El evento tuvo lugar en la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío, con la participación de Sergio Ramírez, quien inició el Acto con un breve discurso. El programa incluyó la presentación de los cantautores Luis Enrique Mejía y Tierra Fértil , Carlos Mejía y los de Palacaguina con la participación especial del maestro Julio Cancino y Karla Matus; la lectura de un poema inédito de Gioconda Belli, dedicado a Cardenal y  concluyó con un recital del propio Cardenal. Carátula recoge algunos de esos momentos, publicando estas emotivas palabras de Jorge Mejía Peralta y presentando una muestra del excelente trabajo realizado por Fotografía Mejía+Bendaña.


  Fotografía: Jorge Mejía Peralta y Eva Bendaña

Después de ver las crónicas del homenaje que se le realizara en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México a Ernesto Cardenal,

Sacerdote
Poeta
Traductor
Pintor
Escultor
Ex Ministro
Revolucionario
Nicaragüense

…muchos nos preguntamos: ¿Por qué es casi imposible que hubiese un homenaje en su tierra, en nuestra tierra? Por cuestiones políticas, sabemos que el gobierno del Presidente Ortega nunca daría una palabra de orgullo ni felicitación por los 90 años de vida de Cardenal y mucho menos un acto, aunque también sabemos que la coherencia de Ernesto habría rechazado cualquier lisonja de parte de Rosario Murillo o Daniel Ortega. Pero sucedió y en poco tiempo se organizó un sencillo pero bello acto de música y poesía en la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío, gratuito, libre. Un teatro que es el espacio más importante de la vida cultural nicaragüense y que debe seguir manteniéndose abierto a toda la sociedad. Una noche de poesía, de revolución hecha poesía, de compromiso poético, de fe poética y de poesía convertida en música.

Sergio
Luis Enrique
Carlos
Karla
Gioconda
y Ernesto.

Un pequeño discurso de Sergio Ramírez, poemas de Cardenal cantados por Luis Enrique Mejía (Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido) otro par de Carlos Mejía (qué falta nos hizo escuchar Las campesinas del Cuá), y la musicalización de Oración por Marilyn Monroe, interpretada por Carlos y los de Palacagüina, el maestro Cansino y la tenor Karla Matus. (También nos hizo falta escuchar la musicalización de La hora 0 del Grupo Pancasán). Posteriormente, un bello poema lleno de celos por parte de Gioconda Belli, iniciando con la envidia de no ser ella “Claudia”, una de las musas de Cardenal, ni ninguno de sus amores juveniles. Y desde luego la acción de gracias que todos los amores no fueron correspondidos porque no hubiese sentido el amor a Dios.

El amor a Dios que lo llevó a
la Trapa,
a Merton,
a Solentiname,
a la lucha contra Somoza,
a la Revolución,
al Cántico Cósmico,
a la oposición,
a luchar contra el Canal en Nicaragua.

Y después Ernesto, el Padre, Cardenal, que así como oficios tiene formas en que la gente habla de él. Un sillón, unos libros, una escultura de su autoría y una planta. Luz blanca fuerte en un escenario oscuro y unas cuantas fotografías proyectándose al fondo. Una hora de lectura de sus poemas, con algunas introducciones en tono picaresco que nos divertió al narrar: “éste se lo dediqué a una muchacha”, “éste a otra muchacha que no es la misma”, “éste a otra muchacha diferente”. Los poemas antisomocistas, la Revolución. La modernidad. Causó gracia el poema El celular, mas éste era de un realismo aplastante y en sí mismo una fuerte crítica a la explotación moderna, lo que hace manifiesto que a pesar de su edad su compromiso es permanente. Su compromiso es permanente.

Mientras al fondo del escenario desfilaban fotos de su juventud, en Solentiname, con Fidel, Con Arafat, y de su participación en recientes eventos como el Premio Pablo Neruda entregado por la presidenta chilena Bachelet.

La voz clara de Cardenal, empezando por sus Epigramas, nos hizo un recorrido antológico sobre su obra durante una hora hasta terminar con el apoteósico poema hacia su hermano, hijo, compañero, Laureano Mairena, y su grito de vida y compromiso de 90 años en la tierra: “Me vale verga la muerte”.

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