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Gioconda Belli: El infinito en la palma de la mano. Sobre la recreación de los infinitos caminos de la libertad humana

1 diciembre, 2009

“El infinito en la palma de la mano” de Gioconda Belli se dio a conocer como el resultado de una audacia frente a la tradición cristiana occidental que ofrece un excelente texto literario, el cual puebla de pensamientos, emociones y acciones los espacios inhabitados de los textos y nuestras creencias alrededor del relato sobre Adán y Eva. Al tomar como referencia textos apócrifos del Antiguo Testamento y conjugarlos con la pureza e ingenuidad natural de los primeros seres humanos enfrentados a la trascendencia divina de sus vidas, Belli se coloca de hecho en una labor para-filosófica, para-teológica y de un corte socio-antropológica, con implicaciones que no deben pasar desapercibidas.

Debo iniciar destacando la fluidez y sugestividad permanente del vocabulario, las figuras e imágenes siempre vivas y poéticas que caracterizan la literatura a que nos tiene acostumbrados Gioconda Belli. Por su madurez conceptual y apertura a la imaginación espiritual, en esta novela la poesía brota natural desde la narración, resultándole inherente y necesaria.

Por ejemplo, el significado que tiene para el varón la experiencia del nacimiento de Eva es elevado de una simple figura mítica mediante la cual ella sale de uno de sus costados convirtiéndose de una costilla en mujer, en toda una vivencia de parto. De Adán dirá que “más tarde recordaría el cuerpo abriéndosele, el tajo dividiéndole el ser y extrayendo la criatura íntima que hasta entonces habitara su interior”, redimiendo en cierta forma la visión masculina separada del afecto por sus criaturas que más tarde impusiera el modelo patriarcal aún hasta nuestros días.

La imagen del desarraigo del paraíso resulta no solamente conmovedora, sino tremendamente bella, al punto que logra conjugar en ella la mano delicada; pero justiciera de un Elokim quien a pesar de separar del paraíso a la primera pareja, lo hace con el cuidado de no excederse en sus poderes. Nos muestra así cómo “…el majestuoso ramaje del Árbol de la Vida y el más oscuro del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, así como el follaje y el colorido de las copas más altas, se separaba de la superficie creando el efecto de una lluvia contraria que ascendía vibrante y temblorosa conteniendo en sí todos los tonos del verde; era como ver la imagen de un estanque que alguien desde el cielo estuviese arrancando dulce y pausadamente”.

Esta vez la poesía erótica tan fina y viva de Gioconda se remonta hacia esferas casi sublimes, abundando en muchas partes de cada uno de los treinta y un capítulos. Un ejemplo es sobre la primera intimidad sexual entre Adán y Eva. “Él la miró fascinado con su ocurrencia, percibiendo en sus dedos el calor suave y líquido de su boca como un molusco acuático. ¿Tendría Eva el mar dentro de ella? ¿Lo tendría él también?”. Y luego: “Por fin uno dentro del otro, experimentaron el deslumbre de retornar a ser un solo cuerpo. Supieron que mientras estuvieran así, nunca más existiría para ellos la soledad. Aunque les faltaran las palabras y se hiciera el silencio en sus mentes, podrían estar juntos y hablarse sin necesidad de decir nada”. Otro ejemplo de esta belleza ocurre cuando Eva medita sobre su primera menstruación y piensa “sé que dentro de mí hay un mar que la Luna llena y vacía”.

El doctor Alejandro Serrano Caldera, durante su exposición la noche del lanzamiento de este libro, establecía claramente una diferencia de enfoque filosófico del mismo con respecto a “El Paraíso perdido” de John Milton, señalando el énfasis de este último sobre la culpa del ser humano y la importancia y reflexión en torno a la libertad que ofrece el de Belli. Quisiera puntualizar aquellos aspectos relevantes en donde el tema de la libertad resulta no solo significativo, sino también trascendente.

Primero que nada, la escogencia de Elokim entre los muchos nombres con que las fuentes sagradas aluden a Dios, para referirse a Él en esta novela es en mi opinión acertada; puesto que en la Torá que representa al cuerpo de leyes y enseñanzas judías, significa el estricto juez. No podría haber sido de otra forma digamos la semblanza de Dios en aquel momento en que ocurrió la desobediencia. La reflexión sobre la libertad, por tanto, no puede estar desligada del sentido de obediencia o desobediencia, cualquiera que sea finalmente el sentido que le dieran ellos o nosotros, sea en torno a las leyes que nos ofrece Dios o cualquiera de las múltiples dimensiones del Universo.

Al conspirar la serpiente sobre las intenciones de Dios dice: “quiere tener sobre ustedes el poder de su eternidad”, surgiendo la pregunta de si realmente Dios habría de temer que Adán y Eva se hicieran eternos teniendo el conocimiento del bien y del mal. Es decir, realmente ¿el contar con conocimiento, libertad y eternidad los redimiría de toda culpa y podrían hacer o haber hecho cualquier proyecto sin coherencia con el pensamiento de Él, deslegitimando las bases filosóficas de la vida, la creación y la existencia; y, aún más, no habría habido consecuencias contrarias sobre ellos?

Es claro que el razonamiento de la serpiente está compuesto de argumentos que son a la vez juego y realidad; pero presentan retos a la mente humana. Es así que ya fuera del Paraíso, ante la realidad de que las aspiraciones de una vida eterna resultan dramática y ontológicamente frustradas para Adán y Eva, debe declinar y decir: “Ilusa eres si crees que Elokim lo habría permitido. Aún la libertad que les dio tiene sus límites”; asimismo, “…el conocimiento no es la solución de todo. Ya lo irás descubriendo”. En este sentido, una relectura de la expresión “no sea que vengan y sean inmortales como nosotros” del texto bíblico, nos dirá que más que un temor se trata de una ironía de Elokim dirigida a sus criaturas, ironía que es lógicamente también expresión de un inmenso poder y por la cual intuimos por qué la serpiente no indujo a la primera pareja a comer mejor del Árbol de la Vida.

No obstante, después de haber revisado varias versiones del Génesis, debo señalar la importancia que tiene el término Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, puesto que no es el conocimiento tal cual, sino el discernimiento entre dos tipos de conocimientos: uno constructivo y otro destructivo. Sin embargo, no se trata, por ejemplo, de que la ciencia y la tecnología que permean de secularidad nuestro tiempo sean malas en sí mismas, sino que dependen de la capacidad de quienes las utilizan para darles una buena aplicación en la investigación sobre problemas y desarrollo de soluciones para los grandes problemas de hoy.

Son precisamente los límites de la naturaleza humana los que hacen que Eva reflexione: “¡qué poco servían el conocimiento y la libertad para aquietar el hambre!”. Hoy podríamos decir que más que conocimiento se requiere de competencias para la vida, y que la libertad es un don preciado cuya concesión solamente en circunstancias difíciles podría justificarse por razones de sobrevivencia. La experiencia histórico-social ha demostrado cómo en sus luchas los pueblos continúan apreciándola, aún teniendo pan; puesto que ésta se percibe como un componente inherente de la dignidad humana. Sin embargo, desde la serpiente hasta nuestros días el concepto de libertad ha sido y es un bien social muy pocas veces bien administrado no sólo por las agendas políticas, sino también institucionales, familiares y comunitarias.

Las interrogantes y determinación de Eva sobre lo desconocido nos hacen reflexionar sobre si su libertad inicial era suficiente o sencillamente se trataba de una limitante, porque podríamos pensar en el hecho de que no se valora algo si no se cuenta con experiencias y referencias que permitan emitir un juicio, mayormente en una situación tan trascendental como la de asumir o confrontar los propósitos de Dios para su especial criatura llamada humanidad.

La decisión no era ni es simple, ya que en ambos casos implicaba e implica responsabilidad. Eva entonces considera que “El (Elokim) no quería hacerse responsable. Quería que fuese ella quien asumiera la responsabilidad”. Consumados los hechos y vistos ahora desde nuestro tiempo, crear la Historia y asumir la responsabilidad por los grandes acontecimientos del mundo, de las muchas generaciones y los vaivenes de la naturaleza, ¿eran entonces al fin de cuentas una ilusión de Eva?

No se trataba de una ilusión, sino que faltaba el sentido de proceso y aprendizaje permanente que casi siempre se olvida, por lo cual Gioconda Belli diría de Eva: “El conocimiento no era la luz que ella imaginó abriría de pronto su entendimiento, sino una lenta revelación, una sucesión de sueños e intuiciones acumulándose en un sitio anterior a las palabras”. Por ello es que finalmente Eva pensará quizá como lección aprendida que Elokim “quería verlos vivir por sí mismos”. Y Adán, después de haber sido expulsados del paraíso dirá: “es nuestra la decisión de cómo queremos vivir”.

Estas reflexiones podríamos pensar que también cabían antes de la caída; pero en realidad las reglas eran otras en aquel momento, o más bien en aquella dimensión intemporal o regida quizás por otro tipo de tiempos, si acaso era necesario llevar ese control del orden. Pero entonces no estaban entrenados en la toma de decisiones, lo aprendieron después y todavía lo estamos aprendiendo. ¿Fue acaso un error de diseño en la creación?

Aún más, estos episodios me hacen pensar si quizás el Otro también no estaba sufriendo su propia experiencia divina respecto al drama de su creación.  El Otro, aunque distante en un momento comprensible de disgusto, siempre tiene las respuestas, aún cuando pudiera pensarse en la posibilidad de que sus propósitos los va construyendo mediante ejercicios de ensayo-error. Ahora bien, nosotros al ser parte de ese ensayo-error en tanto criaturas con potencial creador, nos sitúa ante decisiones trascendentes cada vez: o nos disgustamos con el Creador o confiamos en sus provisiones de salvación, previstas desde antes de la creación del mundo en Jesucristo y otras expresiones auténticas del amor divino.

Por ello, a pesar de todo, Adán y Eva dirán de todas formas que “las respuestas las tiene el Otro”, recordándonos con este término no sólo el concepto tradicional de la separación entre Dios y la humanidad, quizás coherente con el significado que Sartre daba al otro como sinónimo de prójimo amenazante. Pienso en el Otro también como un referente de la separatidad que nos propuso Erich Fromm en “el miedo a la libertad”, “el arte de amar” y la mayoría de su amplia obra, la cual expresa nuestra íntima soledad que sólo puede superarse principalmente mediante una autoestima o amor a nosotros mismos auténtico y equilibrado, así como la extensión de puentes dialógicos inter-raciales, inter-generacionales, inter-géneros, inter-político-ideológicos, incluso inter-religiosos. El Otro nos recuerda entonces el sentido auténtico de que no podemos amar a Dios si no nos amamos a nosotros mismos y entre nosotros.

Otras implicaciones no menos importantes en “El infinito en la palma de la mano” son las siguientes:
Un enfoque educativo en la novela otorga un alto valor al asombro y al aprendizaje desde la novedad. De Adán refiere que “Despertó recordando su inconsciencia. Se entretuvo reconociendo las facultades de su memoria, jugando a olvidar y recordar, hasta que vio a la mujer a su lado….Imaginó lo que estaría ocurriéndole, el lento despertar de la nada al ser….Examinaron sus similitudes y diferencias. Él la llevó a recorrer el Jardín. Se sintió útil, responsable”. Este sentido de aprender a ser responsable es transversal en la novela y es realmente educativo.

Algunos aspectos que en mi opinión aportan a un enfoque de equidad de género es que mantiene todavía un fuerte peso sobre cualidades femeninas a destacar para equilibrar en la balanza social. Tal es la determinación de Eva, quien “Pensó que sin ver lo que a ella le había sido dado contemplar, Adán no comprendería ni los juegos del Otro ni la determinación de ella”. También Eva aparece como quien aún después de la expulsión del paraíso reflexiona y se cuestiona el ser simplemente bella y obediente, pregunta que sigue vigente respecto a la plena belleza femenina: “Se percató de la mansedumbre con la que entonces aceptaba todo cuanto existía, ella también parte de una belleza que no se interrogaba a sí misma”.

Al reflexionar ambos sobre la equivocación, Eva reflexiona que su visión todavía se podría alcanzar y que aún pueden contar con la sabiduría de Dios. Entonces Adán considera: “¿qué podría esperarse de ella sino curiosidad? Dichosa era que así respondía a la incertidumbre. Él, en cambio, se sentía paralizado, lleno de temor y arrepentimiento”.

No obstante, Gioconda rescata en su obra el sentimiento masculino por la unidad de la pareja, diríamos quasi natural y más bien como expresión auténtica de la huella divina más que religiosa, cuando Adán le dice a Eva con tanto cariño: “Si yo no hubiese comido de la fruta y el Otro te hubiese echado del Jardín, yo habría salido a buscarte”. Igualmente, rescata el sentido de cariño y solidaridad viril por el hecho de que la mujer es portadora de los seres semejantes: “No quería otro paraíso que estar así contra ella, escuchando aquel mar que crecía en su interior y donde a él le parecía escuchar el canto de los delfines”. O cuando pensaba en las futuras criaturas: “¿Qué sabrán que yo no sé?, pensó Adán. Sintió la misma reverencia que cuando vio por primera vez el Árbol de la Vida”.

No obstante, en la discusión sobre la crueldad para sobrevivir el enfoque de género aplasta al varón por su inclinación hacia la violencia, pues a pesar de la justificación de la lucha por la vida, la mujer asume cierta visión casi vegetariana y ambientalista desde sus primeros impulsos y cuestiona las soluciones violentas.

Esta lectura permite contar con un nuevo lente para releer “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Federico Engels, aquellos orígenes de la comunidad primitiva y del matriarcado investigados a fondo por muchos, resultan válidos para una aproximación antropológica del texto bíblico. Nos indican posibilidades de un proceso histórico de construcción de los valores familiares, amenazados por la traición, la carga moral y hasta la muerte entre sus miembros, drama protagonizado por Caín, Abel y Luluwa; diríamos más bien la reconstrucción desde la caída hacia la redención de la humanidad. Relectura que obliga a observar  las diversas expresiones culturales en que la familia se desarrolla en el mundo y en las cuales encontramos tan diversas normas de convivencia y aún regímenes matriarcales, patriarcales o comunales.

Finalmente, y en este contexto familiar, el sentido de la separatidad o de la otredad visto en la experiencia singular de las minorías se dramatiza con el destino de Aklia, una de las hijas de Adán y Eva con claras características de mutaciones genéticas que la hacían asemejarse a los monos, dejando insinuada la posibilidad de una interpretación evolutiva desde los primates para la raza humana, sin que ello resulte degradante en tanto también son criaturas de Dios que por su poder tienen su propio mundo y por su poder también sencillamente podríamos haber devenido en lo que hoy somos.

Aún en aquella precaria primitividad de conocimientos que no permiten comprender ni a sus hermanos ni a su padre la naturaleza de Aklia, las emociones y los sentimientos de Eva son profundamente tiernos y comprensivos, entendiendo a la vez que aquella emergente primitiva sociedad que era su familia, no sería capaz de asumirla como parte suya. Con mucho dolor; pero con valentía y visión la anima “¡Corre, hija, ve y recupera el Paraíso!”. Es en este sentido que entiendo la coherencia del final de la novela. Cada uno de nosotros somos al final de cuentas una minoría separada del Paraíso, separada de Dios, de nosotros mismos y de nuestro prójimo, requerida de redención, y cuyo mensaje esperanzador se refleja en el llamado de Eva para Aklia, llamado que a cada instante Dios nos hace a cada uno para reencontrarnos con Él.

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Estelí, Nicaragua, 1955.
En el año 2007 fue seleccionado por el Centro Nicaragüense de Escritores para publicar “El Recolector de Sueños”. Se trata de una colección de cuentos, que juntos conforman una novela fantástica.