Günter Grass y la pronunciación de la nada: 50 años de El tambor de hojalata
1 agosto, 2010
Oskar Matzerath, personaje de El tambor de hojalata es el niño adulto que desciende del mundo de la Segunda Guerra Mundial, un hombre –escribe el poeta y crítico nicaragüense Moisés Elías Fuentes– que es humano porque lucha con y contra sus pasiones, e inhumano porque se vuelve instrumento de dichas pasiones.
I
Publicada originalmente en 1959, El tambor de hojalata (Die Blech Trommel. Traducción de Miguel Sáenz. Alfaguara-Santillana Ediciones Generales. México, 2009. 673 pp.) ha cumplido cincuenta años de vida activa, razón por la cual su autor, Günter Grass (Danzig, 1927), se reunió con sus traductores durante varios días en la ciudad de Danzig, para que acometieran la empresa de actualizar las traducciones de la novela que lo inscribiera de una vez y para siempre en la historia de la literatura mundial.
Con base en la traducción que realizara Carlos Gerhard Ottënwalder para la Editorial Joaquín Mortiz, el traductor y crítico Miguel Sáenz acometió la empresa propuesta por Grass, y el resultado inmediato es la inventiva, pulcra y equilibrada nueva traducción de El tambor de hojalata que, como bien indica Sáenz en la nota intitulada Un homenaje, inserta al final del volumen, «…no pretende en absoluto mejorar la de Carlos Gerhard. Sólo quisiera coexistir con ella, al menos medio siglo más».
La traducción de Gerhard –quien tradujo también El gato y el ratón y Años de perro, que conforman junto a El tambor de hojalata la trilogía de Danzig- ha sido referente ineludible en el mundo de habla hispánica para acercarse a la obra del Premio Nobel 1999, toda vez que planteó un diálogo con el autor alemán, un lenguaje en que ambos –autor y lectores- podíamos y podemos comunicarnos. Además, el propio Gerhard fue un personaje en que confluyeron lo novelesco, lo académico, lo aventurado de manera singular, es decir, un hombre con oído de especial fineza para la literatura.
Desde su orilla, Sáenz plantea también un diálogo, nutrido del lenguaje que creó Gerhard, pero beneficiado por aportaciones del traductor que emergen y nos sorprenden cuando el escritor, en la lengua original, entra en un proceso de introspección, de intimación con su idioma interior, el lenguaje de sus mundos particulares.
Es en estos momentos cuando la traducción deja de ser el acto imitativo que en apariencia es, y sobreviene en acción recreadora de la obra traducida, ya que el traductor entra a su vez en intimación con su idioma interior, el lenguaje de su cultura con sus tradiciones, instituciones y contradicciones. Carlos Gerhard anduvo con buena ventura ese camino. Miguel Sáenz empieza a andarlo. Serán los lectores que se alleguen a su versión los que terminarán de darle dicha ventura.
II
La novela moderna, la que nace con la primera edición del Quijote, pronuncia a su sociedad, su época, su circunstancia, con la voz de la nada. Macrocosmos y microcosmos sociales que se han quedado en el vacío, y que sin embargo tienen una voz que se escucha, que pronuncia palabras con mucho que decir.
Reflexiona Milan Kundera en su libro de ensayos sobre la historia de la novela, El telón, que la novela moderna se halla en permanente crisis debido a su punto de vista excéntrico, que no se deslumbra por los basamentos sólidos de la sociedad a la que pertenece, y en cambio rotula las debilidades sociales, el barro que sustenta a la solidez.
Pero también algo más. La novela moderna, siguiendo a Kundera, se ocupa de buscar una tríada tan deseable como elusiva: la identidad, el amor y la verdad. Basada en la ficción, el fingimiento, la novela quiere hacernos creer que ha alcanzado la tríada, y que nos la muestra viva, concepto y cosa a la vez.
He ahí la crisis de la novela, la que de manera alternativa la aleja y la encadena a la modernidad: ambas aspiran a encontrar la identidad, el amor y la verdad a través de la mentira. Sin embargo, he ahí su fuerza, su continuidad ética y estética: las mentiras en la ficción, el fingimiento, empujan a la verdad, aun a costa de sí mismas.
En oposición, la modernidad, la edad moderna, conduce a la mentira a través de la verdad. Mientras que la novela traza una mentira que no pretende ser más que sí misma, la modernidad traza una verdad que se pervierte en mentira en la medida que se pretende absoluta, inamovible e inconmovible.
Ninguna era histórica intentó establecerse como doble y complemento de sus antecesoras, y como la única voz crítica de su propia esencia, como lo ha intentado la era moderna y ahora contemporánea. Por ello Oskar Matzerath, antes que nada, es nuestro contemporáneo, distinto a todos y de todos pastiche, negación y afirmación de su propio ser, es decir, de nuestro propio ser.
III
El tambor de hojalata es la vasta novela colectiva de Günter Grass que narra los protagonismos y los antagonismos de un individuo, Oskar Matzerath. Como en Effi Briest de Theodor Fontane, Berlin Alexanderplatz de Alfred Döblin, la narrativa de Heinrich Böll o, posteriormente, en el nuevo cine alemánde las décadas de 1960 y 1970 –influido por los escritores de la generación de Grass-, la colectividad alemana, sus diversos rostros, son representados por un rostro único, imperturbable en apariencia, que sin embargo sufre una serie de transmutaciones que derivan en una forma extraña en que la colectividad alemana, de manera alternativa, se acepta y se rechaza.
Oskar Matzerath es un personaje moderno porque es un personaje dual. Como la modernidad, está conforme e inconforme consigo mismo, se avergüenza y se enorgullece de sus orígenes, exhibe sus deformidades y purulencias como hermosuras y refinamientos y sus virtudes y afectos los esconde como llagas y vulgaridades. Es débil, indeciso y cobarde, y de ahí saca la fuerza, la convicción y el arrojo para perseguir, humillar y torturar a los otros, acusarlos de ser lo que él es, odiarlos porque en esos rostros no puede sino ver un espejo donde se confunden lo atroz y lo bello. Oskar Matzerath es un personaje moderno porque viaja por el mundo atrapado en sí mismo.
Günter Grass intentaba, al escribir El tambor de hojalata, trazar un retrato a lápiz de su propia persona –no por nada el narrador es también un dibujante de líneas y curvas indóciles y aun sediciosas que la crítica especializada ha leído con suma atención-; sin embargo, el resultado fue un mural al temple, intenso e impaciente en sus oscuridades, elusivo y cegador en sus claridades.
Pronto y con una lucidez arrebatadora que todavía hoy deslumbra, Grass comprendió que la locura de la ideología nazi y su derivación en una guerra catastrófica y condenada de antemano al fracaso no eran tal, sino la exacerbación de otra ideología, la capitalista, capaz de moverse entre la democracia y la dictadura, el totalitarismo y el parlamentarismo, la laicidad y la religiosidad con la misma soltura. Es decir, un sistema plenamente moderno, retrato y caricatura de su ser.
La locura del nazismo es la cordura del capitalismo y sus ambiciones, por lo que su voz seduce y fastidia como lo hace Oskar Matzerath al tocar su tambor de hojalata. Estructurada en tres libros que a su vez se dividen en numerosos episodios, la novela abjura en silencio del discurso racional del idioma alemán previo al nazismo, lo deconstruye a través del uso intercalado de la primera y la tercera persona narrativa, de la confusión de los tiempos verbales y la contraposición de anécdotas, y al fin lo deviene en otra cosa, que seduce y fastidia por su afán barroco de pronunciar la nada.
Esa voz nueva que se extrae de la narrativa de Grass es la voz de la nueva Alemania, sobreviviente del nazismo pero no del capitalismo. Oskar Matzerath es el niño adulto que desciende del mundo anterior, del mundo de la Segunda Guerra Mundial, un hombre que es humano en la medida en que lucha con y contra sus pasiones, emociones e ideas, pero que es inhumano en la medida en que se convierte en instrumento de dichas pasiones, emociones e ideas. Una sociedad que quiere pronunciarse con un idioma nuevo, pero que sólo tiene las palabras de siempre, las del pasado y la historia, para pronunciar su nueva existencia, su nueva historia.
Conviven, perviven y también sobreviven otras voces, otros rostros, otras miradas alrededor de Oskar Matzerath; sin embargo, el espanto y la sugestión que ejerce el personaje se consigna precisamente porque voces, rostros, miradas, giran en torno suyo, están sujetos a sus designios, o a su falta de designios. Para comprender a Oskar Matzerath, pues, debemos sumergirnos en nosotros mismos, debemos buscarlo y encontrarlo en nosotros. Acaso también, vivirlo y morirlo.
Sólo una sociedad que es introspectiva, es competente para conocerse y emerger de sus propios errores y horrores. Muchos años le ha costado a la nación alemana realizar y llevar a puerto tal labor, y únicamente ella sabrá si ha alcanzado los muelles. La narrativa de Böll, el nuevo cine alemán, el neoexpresionismo abstracto y El tambor de hojalata, entre otras, han sido brújulas que la cultura alemana le ha dado a su nación para emprender viaje tan oscuro, pero al tiempo tan iluminador. Brújulas que ha compartido y comparte con nosotros, los otros, que también somos ellos.
Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.