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Historia del cine en 25 carteles – Cartel No.10. Ladrones de bicicletas: el cine sale a la calle

1 junio, 2012

Franklin Caldera, en su historia del cine en 25 carteles, nos regala esta vez Ladrones de bicicletas, de Vittorio de Sica. Demostrando que el arte del cartel refleja la magia y encanto del cine, acompaña cada cartel con una crónica de la película en menos de 500 palabras y nos brinda una rápida mirada a la historia del cine. El uso en la revista de estos carteles es exclusivamente cultural y educativo y en ningún momento se espera obtener beneficios comerciales.


El invento de la fotografía produjo un rechazo del realismo en las artes (cubismo, abstraccionismo). El expresionismo alemán propuso para que el cine fuera arte, la reconstrucción de la realidad enteramente en estudios.  

Pero la validez de las teorías depende de lo que los artistas hagan con ellas. Después de la segunda guerra mundial surgió el neorrealismo italiano, fundamentado en planteamientos opuestos, con dramas sobre personas de clase trabajadora empobrecidas por la guerra, rodados en escenarios auténticos, con actores preferentemente no profesionales.

El movimiento, de orientación socialista/humanista cristiana, irrumpe con Roma, ciudad abierta (1945) de Roberto Rossellini (argumento de Sergio Amidei y Alberto Consiglio), con Anna Magnani y Aldo Fabrizi, como un sacerdote fusilado por los nazis.

El neorrealismo alcanzó su perfección con Ladrones de bicicletas (1948) de Vittorio De Sica (novela: Luigi  Bartolini; guión: Cesare Zavattini y Suso Cecchi D’Amico) sobre las frustraciones de un pegador de afiches (Lamberto Maggiorani) que busca, con su pequeño hijo (Enzo Staiola), la bicicleta que le fue robada mientras pegaba un cartel de Rita Hayworth.

Dentro de la corriente chaplinesca, el filme prioriza el drama humano, sin alardes de virtuosismos formales. La cámara de Carlo Montuori (cada plano es una obra de arte) aprovecha los detalles del entorno físico, como elementos dramáticos: la lluvia súbita, los tranvías atiborrados de gente, las filas de desempleados, las calles sin automóviles.

Destacan dentro del neorrealismo: La terra trema (48) de Luchino Visconti, rodada en una aldea de pescadores siciliana (novela I Malavoglia, del escritor verista Giovanni Verga); Limpiabotas (46) de De Sica y Stromboli (49) de Rossellini (con su mujer, Ingrid Bergman).

Arroz amargo (49) de Giuseppe de Santis, filmada en los arrozales del Piamonte, incorporó al neorrealismo la sensualidad del cine de las maggioratte, con la presencia de Silvana Mangano, esposa del productor Dino de Laurentiis.

El neorrealista concluye con Dos mujeres (1960) de De Sica (guión de Zavattini, sobre novela La ciociara de Moravia), con Sophia Loren (premiada en Cannes y con el Oscar de Hollywood).

El neorrealismo dio paso al llamado neorrealismo rosa (Domenica d’Agosto de Luciano Emmer; 1950) y a las comedias a la italiana: Divorzio all’italiana (61) de Pietro Germi (con Marcelo Mastroianni) y La escapada (1962; Il sorpasso) de Dino Risi (con Vittorio Gassman). 

Encontramos antecedentes del neorrealismo en Italia (Assunta Spina, dirigida y protagonizada por Francisca Bertini y Gustavo Serena; 1915), Argentina (Nobleza gaucha, 1915), España (la aldea maldita de Florián Rey; 1929), Japón (He nacido… pero de Ozu; 1932), la URSS (El camino de la vida de Nikolai Ekk; 1931), EE.UU. (Los muchachos salvajes de la carretera de Wellman; 1933) y Francia (Toni de Jean Renoir; 1935).  

Antecedente directo fue Ossesione (1943) de Visconti, versión no autorizada de El cartero siempre llama dos veces (James M. Cain), centrada más en los estados de ánimo de los personajes (característica del cine de autor europeo) que en los giros del argumento, como la versión estadounidense de la misma novela dirigida por Tay Garnett (1946), con John Garfield y Lana Turner.

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Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.