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Historia del cine en 25 carteles – Cartel No.17. Ocho y medio, el cine como obsesión

1 agosto, 2013

Franklin Caldera, en su historia del cine en 25 carteles, nos regala esta vez Ocho y medio de Federico Fellinil. Demostrando que el arte del cartel refleja la magia y encanto del cine, acompaña cada cartel con una crónica de la película en menos de 500 palabras y nos brinda una rápida mirada a la historia del cine. El uso en la revista de estos carteles es exclusivamente cultural y educativo y en ningún momento se espera obtener beneficios comerciales.


El auge del cine italiano (1950-1970) coincidió con el llamado milagro económico, durante el gobierno democristiano de Alcide de Gasperi, estimulado por el ingreso de Italia al Plan Marshall y las Comunidades Europeas.

Fueron los años de popularidad internacional de las maggiorate: Silvana Mangano, Sophia Loren (casadas respectivamente con los productores Dino de Laurentiis y Carlo Ponti), Gina Lollobrigida y Silvana Pampanini; los mostri sacri de la comedia all’italiana (Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi, Alberto Sordi, Nino Manfredi); el resurgimiento del peplum (Hércules, 1958) y los spaghetti westerns de Sergio Leone (con Clint Eastwood).

En 1960, el éxito de Rocco y sus hermanos de Luchino Visconti (con Alain Delon) y La dolce vita de Federico Fellini (con Marcello Mastroianni) consolidó el cine de autor europeo. Las poderosas cadenas distribuidoras estadounidenses adquirieron los derechos de distribución de gran parte de este cine, permitiéndole competir con Hollywood en los mercados internacionales.

En 1963, Fellini (1920 – 1993) realizó la quintaesencia del cine de expresión personal: Ocho y medio, auto-psicoanálisis sobre la crisis creativa de un realizador (Mastroianni) en una sociedad que se debatía entre cristianismo y marxismo, progreso material y decadencia espiritual, individualismo y compromiso social.

El filme se desarrolla en varios niveles de conciencia: el presente, la imaginación (el harem), los recuerdos (la Saraghina), los sueños (secuencia inicial), la idealización (secuencia con Claudia Cardinale) y la reflexión («No tengo nada que decir pero de todos modos quiero decirlo»).

Anthony Quinn, el Zampanó de La strada (1954) de Fellini (con Giulietta Masina, esposa del director, como la tragicómica Gelsomina), hizo una lúcida descripción del «autor» cinematográfico refiriéndose al maestro: «Cuando se trabaja bajo sus órdenes, uno está dentro del cerebro de ese hombre».  

Fundamentales en el cine de Fellini (barroco, surrealista, expresionista, con un delicioso sentido del espectáculo) fueron las partituras de Nino Rota y los estudios de Cinecittà (fundados en 1937), donde también se filmaron superproducciones internacionales: Helena de Troya (1956) de Robert Wise (con Rossana Podestà), Ben-Hur (1959) de William Wyler (con Charlton Heston) y Cleopatra (1963) de Joseph L. Mankiewicz (con Elizabeth Taylor y Richard Burton).

Grandes filmes de la época son El leopardo (1963), con Burt Lancaster (según Lampedusa), y Muerte en Venecia (1971), con Dirk Bogarde (según Thomas Mann), de Visconti; L’avventura (1960) de Michelangelo Antonioni (con Monica Vitti), sobre alienación e incomunicabilità; y las películas con Loren/Mastroianni: Ayer, hoy y mañana (1963) de De Sica; Una jornada particular (1977) de Ettore Scola.  

El Evangelio Según San Mateo (1964) de Pasolini (lectura marxista del texto bíblico), La batalla de Argel (1966) de Gillo Pontecorvo e Investigación de un ciudadano libre de toda sospecha (1970) de Elio Petri (con Gian Maria Volonté), siguieron una línea políticamente más comprometida.  

La crisis político-institucional de los «años del plomo» (década de 1970), marcados por el terrorismo y la violencia interna (opposti estremismi), afectó el cine italiano.

El período de auge concluye con un canto de amor al séptimo arte (producción de Franco Cristaldi): Nuovo Cinema Paradiso (1988) de Giuseppe Tornatore (con Philippe Noiret).

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Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.