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Historia del cine en 25 carteles – Cartel No.18. Persona de Ingmar Bergman: dos actrices…una isla…un directo

1 octubre, 2013

Franklin Caldera, en su historia del cine en 25 carteles, nos regala esta vez Persona de Ingmar Bergman. Demostrando que el arte del cartel refleja la magia y encanto del cine, acompaña cada cartel con una crónica de la película en 500 palabras y nos brinda una rápida mirada a la historia del cine. El uso en la revista de estos carteles es exclusivamente cultural y educativo y en ningún momento se espera obtener beneficios comerciales.


En la época del cine silente, Suecia logró una posición de liderazgo en Europa, estimulada por su neutralidad en la Primera Guerra mundial y la fundación de la Svensk Filmindustri. De ese período destacan La carreta fantasma (1921), dirigida y protagonizada por Víctor Sjöström, y La leyenda de Gösta Berling (1924), película épico-romántico de Mauritz Stiller (con Lars Hanson y Greta Garbo, futura estrella de la Metro-Goldwyn-Mayer), ambas sobre novelas de Selma Lagerlöf.

Durante el auge del cine de autor europeo (1945-1988), Ingmar Bergman (1918-2007), hijo de un pastor luterano, se convirtió en el principal  representante del cine sueco a escala mundial.

Temas frecuentes en su obra son el sentido de la vida y la muerte (El séptimo sello, 1956; con Max Von Sydow); el amor de Dios (Detrás de un vidrio oscuro, 1961); el aparente silencio de Dios (Luz de invierno, 1963; con Gunnar Björnstrand); y  la incomunicación (El silencio, 1963; con Ingrid Thulin).

Con el antecedente de Fresas salvajes (1957), recuento de una vida al final del camino (inolvidable actuación de V. Sjöström), Persona (1966) representó un giro en el cine de Bergman hacia situaciones más concretas, sin abandonar los elementos simbólico-metafísicos.

Narra la relación de una actriz (Liv Ullmann) emocionalmente paralizada y su enfermera particular (Bibi Andersson). Ante el silencio de la paciente, la enfermera se autoanaliza hablando constantemente, lo que motiva a la actriz a reflexionar sobre su situación y volver a la realidad.

La inclusión de imágenes de gran significación política (el monje budista que se inmoló en una calle traficada de Saigón; un niño judío conducido a Auschwitz), plantea interrogantes acerca del grado de responsabilidad de todos los seres humanos frente a horrores que les son aparentemente ajenos.

Si bien las dos mujeres están individualizadas como personajes (la actriz abandonó a su hijo; la enfermera se castiga por haberse sometido a un aborto), a medida que avanza la narración, adquieren proyecciones más amplias, y la fusión de ambas sugiere la unidad del ser humano ante el entorno social, el cosmos y la dimensión espiritual.

Muchos maximalistas (partidarios del reduccionismo panfletario) acusaron a Bergman de psicologismo, confundiendo la tendencia a atribuir factores sicológicas a fenómenos sociales, con la complejidad sicológica, elemento esencial del drama. Esto es particularmente válido para el cine, por su capacidad para expresar a la persona humana en todas sus dimensiones, incluyendo gestos, miradas.

Bergman, maestro del cine de múltiples lecturas, lo fue también de los primeros planos, asistido frecuentemente por el director de fotografía, Sven Nykvist.

La fascinante Fanny y Alexander (1982), basada en recuerdos de su niñez, marcó el regreso del director a Suecia (y a su amada isla de Faro, donde rodó Persona) después de una ausencia por problemas fiscales.

Liv Ullmann fue su actriz privilegiada en filmes como La hora del lobo (1968), La pasión de Ana (1969; ambas con Von Sydow), Gritos y susurros (1972, con Harriet Andersson e Ingrid Thulin), Sonata otoñal (1978; con Ingrid Bergman); y directora de Infidelidades (2000), sobre guión de su mentor.

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Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.