cine-fcaldera-lapasiondejuana-afiche

Historia del cine en 25 carteles. Cuarto Cartel: La pasión de Juana de Arco, de Carl Theodor Dreyer

1 junio, 2011

Un cartel más de la serie de crónicas de cine partiendo de la colección de carteles cinematográficos de Franklin Caldera. En su navegar por la web, Franklin ha encontrado bellísimos carteles que llenaron las paredes de los cines, varios fueron ejecutados a mano por pintores y artesanos; y más de un director cinematográfico comenzó su carrera en la mesa de dibujo. Acompaña cada cartel con una rigurosa crónica de la película, esta vez La pasión de Juana de Arco de Carl Theodor Dreyer, bridándonos una rápida mirada a la historia del cine. El uso en la revista de estos carteles es exclusivamente cultural y educativo y en ningún momento se espera obtener beneficios comerciales.


En la década de 1920 surgió en Francia un movimiento de cine experimental-surrealista formado por Luis Delluc (Fievre), Germaine Dulac (La souriante Madame Beudet), Jean Cocteau (La sangre de un poeta) y el español Luis Buñuel (Un perro andaluz), entre otros.

La pasión de Juana de Arco (1928), rodada en Francia bajo la dirección del danés Carl Theodor Dreyer (1889-1968), incorpora (como Napoleón de Abel Gance)  elementos del cine de vanguardia en la narración lineal del proceso de Juana de Arco presentado a través de los estados de ánimo de los personajes (y fragmentos del juicio).

Dreyer mezcla primeros planos de extraordinaria elocuencia visual con desplazamientos de cámara y tomas en picado. La composición visual es al mismo tiempo clásica y experimental. El lento discurrir de la acción produce un efecto hipnótico (propio del mejor cine silente) que intensifica la atmósfera de espiritualidad.

Por la fina gama de sentimientos expresados con ejemplar sobriedad, la actuación de Renée María Falconetti (nacida en Córcega; fallecida en Argentina en 1946) en el rol protagónico es la mejor de la historia del cine; seguida por la de Chaplin en La quimera del oro (1925) y la de Giulietta Masina en La strada (1954).

Dreyer continuó desarrollando un cine de gran austeridad expresiva, desprovisto de elementos comerciales (Vampyr). Día de ira (1943), sobre la caza de brujas en Dinamarca, y Gertrud (1964), son sus filmes más asimilables por el gran público.

La profundidad sicológica, la belleza visual, el minimalismo argumental, la preocupación por los aspectos metafísicos de la existencia humana y una concentración especial en los detalles, marcaron el camino a cineastas como el francés Robert Bresson (Un condenado a muerte se escapa), el sueco Ingmar Bergman (El séptimo sello) y el soviético Andrei Tarkovskij (Andrei RublevEl sacrificio).

Esta corriente produjo también algunos de los filmes más aburridos de la historia del cine, como Ordet (1955) de Dreyer, o Stalker (1979) de Tarkovskij.

Entre las muchas actrices que han interpretado a Juana de Arco en el cine destaca Florence Carrez en el filme de Bresson, El proceso de Juana de Arco (1959), con una Juana más desafiante ante sus captores, que la mística criatura de la Falconetti, incapaz de comprender la crueldad de sus enemigos y la traición de sus aliados.

La versión hollywoodense de Juana de Arco (1949), dirigida por Victor Fleming, con Ingrid Bergman, contiene una memorable caracterización del actor puertorriqueño José Ferrer como Carlos VII.  Jean Seberg fue Santa Juana (1957), en la cine-versión de la obra de Shaw dirigida por Otto Preminger.

De Dreyer es esta definición de la experiencia del espectador: «Estoy en una sala de cine, las pesadas cortinas se separan, las luces se apagan y la historia cobra vida sobre la pantalla plateada. Quizá me hará llorar. Quizá me hará sonreír. Quizá lloraré con una sonrisa en los labios. Quizá reiré con lágrimas en los ojos. Pero seré transportado más allá del tiempo y el espacio, fuera de mi vida cotidiana hasta que se rompa el hechizo».

Comparte en:

Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.