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» Homenaje a Claribel: Persona y palabra: una clara y profunda alegría

1 octubre, 2010

Acerca de la poesía de Claribel y su paso por Washington DC., a finales de la década del 40.


Porque no puedo sentirlo de otro modo, aunque su poética inspire y merezca las páginas especializadas de un libro extenso de crítica literaria, éste será un ensayo personal, una crónica, un testimonio y una celebración.   

Sucede que leer, escuchar, conocer a Claribel Alegría, es lo mismo que leer, escuchar, conocer su poesía. La asombrosa transparencia de ambas se unen en su rostro, la alegría sufrida que transmite claramente; de allí la propiedad del anagrama de su nombre -claridad/belleza/alegría- que le acuñara con perspicacia José Vasconcelos, combinando las emociones que inspira su presencia. Una simbiosis absoluta y precisa. Ya lo había señalado José Coronel Urtecho: «La sencillez de su persona es pues la de su poesía y por lo mismo está con su poesía en la poesía de todas las cosas.como pasada a través de su ser. Nunca se sabe dónde termina ella, ni dónde empieza su imaginación a mover sus palabras escritas o dichas con esa sencillez, mejor decir, con esa deznudez». Daisy Zamora, Gioconda Belli, todos los que tenemos el privilegio de conocerla personalmente nos hacemos eco de ello. Lo afirmo por experiencia propia recordando, entre otros momentos, el último recital que compartimos en León, Nicaragua durante el Simposio Internacional Rubén Darío hace unos años, que me provocó dedicarle el poema «La desnudez del asombro», homónimo del libro que se publicó el año pasado en España. Recuerdo sus palabras, caminando de regreso, luego del recital, pensando que esta gran poeta serenamente revolucionaria que encarna el lirismo, es acaso la mejor exponente de la frase de Juan Gelman de que el/la «poeta se habla por lo que escribe». La profunda desnudez de la vida sentida y expresada con pasión, porque -como Claribel misma confiesa- «debe haber una conexión entre la mano y el corazón», sobreviviendo siempre la alegría:

No puede conmigo
la tristeza
la arrastro hacia la vida
y se evapora.

Compartimos recitales en Nicaragua, hablamos cuando se preparaba su homenaje en Canadá, pero conjuro otro hecho que me emociona y nos une más allá de la apariencia con Claribel Alegría: su estadía en esta zona metropolitana de Washington, DC. en los años 40, para seguir sus estudios en Filosofía y Letras, acabando su Licenciatura en la Universidad de George Washington, algo que destacamos, como parte de la historia y contexto poético, en la recientemente aparecida antología Al pie de la Casa Blanca. Poetas Hispanos de Washington DC. que he coeditado y ha publicado la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Aquí, además de sus estudios y graduación en la universidad mencionada en el año 1948, mientras Claribel trabajaba como traductora y secretaria en la Unión Panamericana (luego OEA), tuvo la oportunidad de disfrutar un tiempo de amistad y admiración con otro gran poeta que residía durante ese tiempo en la zona, como profesor en la Universidad de Maryland, el nobel de literatura Juan Ramón Jiménez, una de las grandes voces del modernismo en nuestras letras. En esa época y lugar, otro evento marcará para siempre sus días: el encuentro y casamiento en 1947 con el diplomático estadounidense Darwin («Bud») Flakoll, su compañero de vida, de viajes, diásporas y escritura, con quien mantuvo una relación extraordinaria y que luego de su muerte en 1996, le hace versificar «No estoy sola/ni lo estaré jamás/me acompaña tu ausencia» y le canta en el mismo poemario Saudade (1999):

Estás vivo en mi pecho
y sólo yo te siento.
Eres el alquimista
que transforma
en poesía
nuestro llanto.

A partir de sus versos del poemario Anillo del Silencio, (1948) «Son altas las columnas de mi sueño,/van hacia el canto con los pies descalzos,/del fondo de mi misma se levantan/y suben por el viento en espirales», yo creo que la estadía en la capital estadounidense la inicia en esa tendencia que la ha encuadrado como integrante de la «Generación comprometida», escritura visceral de rebeldía y compromiso, de lucha no violenta contra la injusticia social, política, estatal, de tiranías y gobiernos corruptos, con la esperanza a flor de piel por una liberación del pueblo, de la patria, de la humanidad, característica estética de la poesía escrita en español en los Estados Unidos, a través de los siglos. Siempre he sostenido que en la poesía hispano/latino americana no existe una preocupación por distinguir política de poesía o de catalogarla de poesía social, porque para nosotros la palabra es política y social, incluso, cuando se trata de poemas amorosos. Y en el caso de Claribel, en compañía de poetas como Cesar Vallejo, Pablo Neruda, Octavio Paz, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Emilio Pacheco y otros compatriotas y/o contemporáneos, toda escritura es parte de la lucha social del pueblo, su voz de recuerdo, denuncia y esperanza.

Efectivamente en Claribel Alegría, desde el comienzo, se palpa que la sensiblidad erótica también es política y social; una síntesis artística que enriquece y supera l’art pour l’art. Su estética sutilmente nos involucra en un discurso sensual sobre muchas cosas con un fondo testimonial y de profundo compromiso. Así nos atrae la eficacia ética, placentera y dialéctica de su acto lírico en el contexto dariano del poder de la sinceridad. Esto además de conllevar los desvalores del exilio o la diáspora, como el desarraigo, la nostalgia, el dualismo del aquí/allá, ahora/entonces y el continuo regreso a las raíces desde la hibridez original de los territorios queridos y sufridos: “Tengo Patria y Matria; mi Patria es El Salvador y mi Matria, Nicaragua.”:

El pasado me cubre
me descubre
es en mi cuerpo un manto
pletórico de signos
de señales.
En cada gesto mío
en cada giro
otro gesto anterior que me confirma
y me lanza al futuro.
(Saudade 1999).

En enero de 1950, en Washington DC la nombran socia honoraria del Ateneo Americano y luego empieza su diáspora. Pero no se va del todo porque su poesía de testimonio renace luego en una antología Against Forgetting de la distinguida poeta y profesora local, Carolyn Forche, su amiga, como asimismo en la traducción al inglés que realiza de su poemario Flores del volcán (Flowers from the Volcano, University of Pittsburgh Press 1983). En este poemario, como en todas sus obras, Claribel, utiliza toda su habilidad poética, los referentes mitológicos, históricos, topográficos, el poder y capricho del idioma y las imágenes para referirse dramáticamente a los intereses imperialistas y fuerzas de conquista que han dominado, saqueado, los países latinoamericanos y, especialmente, centroamericanos, a lo largo de los siglos. El poema «Flores del Volcán» derrama en una insinuante cascada de polisemias esta temática:

Catorce volcanes
se levantan en mi país de mito
que día a día invento
catorce volcanes de follaje y piedra
donde nubes extrañas se detienen
y a veces el chillido
de un pájaro extraviado.
¿Quién dijo que era verde mi país?
es más rojo
es más gris
es más violento:
el Izalco que ruge
exigiendo más vidas
los eternos chacmol
que recogen la sangre
…..
No nos quedó ni un reino
uno a uno cayeron
a lo largo de América
el acero sonaba
en los palacios
en las calles
en los bosques
y saqueban el templo
los centauros
y se alejaba el oro
y se sigue alejando
 ….

Sin distraernos de esta voz iluminada con palabras exactas para expresar la experiencia humana -como dice Gioconda Belli- en «la esencia desigual de la vida que lo mismo nos colma de dones que los arrebata» en sus más profundas dimensiones históricas y proyecciones de futuro, me provoca traer a colación otra coincidencia a propósito de este poemario Flores del volcán: el epígrafe de Becquer que elegí para el poema «Cómo organizar el amor», publicado en Nicaragua: «…nunca hasta ahora contemplé en el mundo junto al volcán la flor».

Y así dejo estas palabras hilvanadas con sentimientos de afecto, admiración a esta gran poeta, que en el 2005, me dedicara en Granada su antología Una vida de poemas (Managua, Editorial Hispamer: 2003), «con un gran abrazo» y cuya presencia  transformante, a través de su mirada, de su palabra, de su valiente calidez, a la vez sencilla y profunda, a lo largo de los años, me ha felizmente bendecido más allá de lo explicable, con la «majestad secreta de su persona» de la que habla José Coronel Urtrecho. A este poemario (persona y palabra) pertenecen todos los versos citados y se ha convertido en una de mis musas, como la selección hecha por Francisco Ruiz Udiel y Ulises Juárez Polanco en  la antología poética de Claribel, titulada Arts Poética  (2007).

Que los días sigan trayéndole el mismo regalo al que Claribel alude en su poema «Carta al tiempo», donde magistralmente toca todos los tiempos poéticos (memoria, experiencia y deseo), pero eso sí, que sea  con la generosidad de una salud física y espiritual vibrante que nos permita gozar su persona/poesía, ya patrimonio/matrimonio de la humanidad, eterna.

Washington, DC, 3 de septiembre de 2010.

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Argentina 1945, reside en EE.UU. desde 1967. Poeta nacido en Argentina y de nacionalidad norteamericana.

Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, del PEN y numerosas instituciones literarias.

Con premios, reconocimientos, once poemarios publicados hasta la fecha contienen su poesía que abarca casi medio siglo de creación: Poemas de amor y vida (1987), Hombre del aire (1992), Oda ensimismada (1992), Poemas desterrados (1995), Los habitantes del poeta (1997), Por si amanece: cantos de Guerra (1997), El testigo se desnuda (2002), Laberintos de Humo (2005), Los tres esposos de la noche (2005), La desnudez del asombro (2009) y la antología bilingüe inglés-español Difficult Beauty. Selected Poems 1987-2006 (2009).

Co-editor de la antología Al pie de la Casa Blanca. Poetas hispanos de Washington DC (2010).