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» Homenaje a Francisco: El último viaje de Francisco Ruiz Udiel. Señales para iluminar el sendero

1 febrero, 2011

Antes de emprender el viaje,
tome el único trozo
de pan sobrante
de la cesta de mimbre
duro pan de olvido
que arroje en migajas
para iluminar el sendero. 

F.R.U.

Me froto los ojos y la excesiva luz de su presencia ya no me impide detectar las señales del viaje que planeó con la pasión y precisión acostumbradas. Hay migas de pan –angustia y desolación– esparcidas por toda su poesía. Estaban a la vista sobre el camino hacia la hendidura oscura, como para que en el último momento, ahí donde incluso la libertad aterra, le hubiéramos gritado y nuestras manos sirvieran de bomba de oxígeno sobre su pecho o le hubiéramos golpeado la parte más baja de su soledad, y el mismo nos respondería entonces:  “hubieras hecho tanto/ yo sé / pero de que hubiera servido / mañana el mar se quedara /ciego para siempre”.

Finalmente realizo que ante todo Francisco Ruiz Udiel se había desprendido de la vida con una anticipación pasmosa. La había ido repartiendo en grandes trozos a  los amigos, en la poesía, en el trabajo. Había esparcido su esencia juvenil y fresca, en los países del mundo donde nos representaba con una dignidad extrema. Hay correos, notas, pronunciamientos por diversos rincones de la esfera global que lo confirman.

Desprendido de sí, portátil como un pájaro. Su universo material cabía en una sola caja, libros aparte. Eso sí, rico en virtudes que opacaron sus defectos, practicante del difícil arte de escuchar y consultar con humildad. Experto en arrullar almas enfermas con su guitarra. Expedito en contestar correos sin demora, tanto, que su ausencia duele ahora,  a lo largo y ancho del orbe, y los ojos de los poetas que son las banderas de su alma están a media asta como luna naciente.

Misteriosamente practicó la ubicuidad. Estaba en todas partes. Cada quien tiene un Francisco Ruiz Udiel, a la medida de sus risas, de sus debates, de sus San Juanes de la Cruz, sus Vallejos, de sus Mitos y Delitos, de sus Hilos Azules. Uno para el día del canto, otro para el día de la tormenta. Otro para el silencio y otro para escuchar a los seres alados del cosmos. Un sólo Fran verdadero, proponedor, hacedor empedernido. Se había desprendido tanto de sí, que se hacía tristeza y noche como el mismo lo dice en estos versos:

hay noches dolorosas como estas/en que uno es la propia tristeza / tristezas en que uno es la propia noche /tristezas y noches en que nada es propio/ni siquiera uno,/pero uno torpemente / no lo sabe

Sin duda alguna la vida cultural de este país lo extrañará de sol a sol, de luna a luna, de enero a enero. En cuanto a mí, al despuntar el día abriré el coreo y un hueco palpitante y fosforescente anunciara el vacío, no encontraré invitaciones literarias, diseñadas con su exquisito gusto, o una solicitud de libros para su omnímodo interés, no tendré en mi pantalla algún texto esperando la gula de mis ojos, una prosa esperando un comentario. No lo veré en el CNE ni en el INCH y el Festival lucirá como cuando se funde un bombillo en la sala de estar. Que falta hará toparse con su mirada honesta. Desafiante y secretamente infantil, y más secretamente desválida y más secretamente dulce y aún más secretamente en guerra con el cadáver de su infancia. Varias capas tenían esos ojos que ahora están cerrados con la premeditada intención de pasar a ser morada de todo el universo, como escribió la Orozco.

Alguien Sin Decirme Nada del Mundo Me Separa

¿Cuáles cataclismos interiores sacudieron a este luchador nato? Hay pruebas fehacientes de que batalló contra el tedio de sentirse un emigrante o extranjero en su propia casa. En sus versos deja la constancia del esfuerzo de haber cargado con el peso de la infancia de Andrés, como cuerpo quemado. Afortunadamente la recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total. Victoria total, nos dijo Gandhi. Aunque el resultado en este caso nos parezca doloroso e incomprensible. Personalmente me aferro a la misericordia divina.

Si Hubiera Más Vida Allá en La muerte

El 31 de diciembre Francisco Ruiz Udiel afina los detalles finales de su viaje. Las señales empiezan a revelarse evidentes en su misterio. Cinco mil mirlos caen del cielo en Arkansas, en la noche de Año Nuevo. Luego llueven más pájaros muertos en otras regiones y por último descubren una enorme cantidad de peces flotando panza arriba en las aguas de los ríos de EE.UU. Súbitamente, esto se convierte en un fenómeno mundial, anunciaron las noticias internacionales del día.  Mientras tanto yo escribía un poema indescifrable, Al Otro Lado del Mes y le enviaba un correo a Francisco con el último, más apretado y afectuoso abrazo del año y de su vida.

AL OTRO LADO DEL MES

El sonido de triquitraques en diciembre
me hace llorar

como si los muertos
trataran de decirme algo que no entiendo

Diciembre es una capa desazonada
cubriéndome el azar

Allá todo es mejor
al otro lado del mes

Que ganas de sumergirse en Leteo y olvidar

evadir la barca en Aqueronte
saltar directo al paraíso.

Dame silencio
soledad
blancura
y tinta

yo te pondré un mes nuevo
con brisas y colores sedentarios

bajo el árbol de la paz.

El primer día del año 2011 el teléfono sonó al amanecer: murió Francisco Ruiz. Fue un despertar oscuro, devastador.  Dichoso el árbol… Un par de días después, durante los funerales, escuché alucinada el prólogo-linterna de Sergio Ramirez y el poema que escribí, la despedida anunciada de Francisco, y las palabras que el mismo Sergio dejaba ir, empezaron a unirse en una sola verdad perturbadora: «el único sentido que tienen las palabras, es dejarlas ir para buscar luego como atraparlas en el largo viaje sin consuelo que es la poesía.» 

Quiero morir en un poema y nunca levantarme

Me conmueve ahora ver la imagen de la portada de su último libro Memorias del Agua, aparece él con los ojos  cerrados, aparentemente sumergido en una montaña de tierra, salvo su frente  y su mano con el agua derramada. Simbólica, mágica la postal, lo que anida en su frente le sobrevivirá  y el agua derramada la seguirá ofreciendo a los amigos, a los sedientos. Francisco Ruiz quiso morir en un poema, dejo ir sus palabras y se fue con ellas, para vivir en ellas  y ellas con nosotros.

A La Poesía Le Corresponde Imaginar el Mar

A la poesía le corresponde ahora imaginarlo vivo, porque su vida, su obra y su amistad fueron hermosas y grandes como el mar.

Enero 2011.

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Poeta nicaragüense.