» Homenaje a Francisco: Nosotros seguiremos la aventura
1 febrero, 2011
Hace ya casi diez años que Francisco Ruiz Udiel me dio la bienvenida a la aventura, fue en la famosa y ya algo lejana Colinita, cuando, junto a Eunice Shade me extendió su mano y me dijo: “bienvenido a Literatosis”, la revista y grupo literario que él dirigía por aquellos años y a la que me uní por aquel entonces. Fue el responsable de publicar por primera vez un poema mío en mis primeros pasos de escritor y en sus primeros pasos como el incansable promotor cultural en que se convirtió.
Desde entonces, un sinnúmero de veces nuestros caminos se cruzaron de forma cotidiana, planeada o no planeada, pero todas las veces estar con él, tenerlo al otro lado de la mesa, era excepcional. No podría calcular cuántas risas florecieron entre nosotros, cuántas noches se llenaron y se tapizaron con nombres que admirábamos o de sus poemas que recitaba de memoria ante mi asombro, porque yo nunca pude aprenderme ni siquiera “A Margarita Debayle”.
En las noches con música Francisco siempre era una sonrisa que bailaba sin parar, lleno de bromas, verlo llegar era siempre el nacimiento de muchas sonrisas. Pero sobre todas las cosas, Francisco era irremediablemente un poeta, nació infectado de ese mal, la poesía lo rodeaba, lo arrullaba y lo apabullaba, y él se pasó la vida intentando descifrarla, intentando develar su misterio aunque fuera un poco, como un curioso irreparable que asoma un ojo abierto para observar un jardín secreto, y estoy seguro que vio grandes cosas. Como me dijo hace unos días la poeta hondureña Mayra Oyuela, Francisco fue un enigma mágico.
Fue mi amigo, mi colega y compañero de aventuras literarias. Agradezco en él su empeño sin tregua en la difusión, promoción y sobre todo la creación de nuestra pasión sin cura: la literatura. Su trabajo debe continuar, él ya dejó el camino hecho. La poesía joven de nuestro país queda huérfana de su más notable embajador. Su vida fue su mejor poema.
Estoy seguro de que Francisco nos quedó debiendo muchas cosas, desde un café para la próxima semana, hasta verlo recitando poemas en la presentación de su próximo libro Memorias del agua… Yo sólo le quedé debiendo un CD que me pedía insistentemente… Aún así estoy seguro que nos dejó más cosas de las que nos debe.
Siempre admiré su sinceridad para señalar errores en mis textos cuando los había, y admiré aún más su agradecimiento sincero cuando yo señalaba errores en los suyos. En una de esas sesiones de corrección estábamos cuando hace algunos meses me envió un cuento suyo para que le diera mi opinión; el cuento se llamaba: “Un poeta se disuelve en la lluvia”… El primero de enero, mientras despertábamos a la noticia de la muerte de Francisco, extrañamente una lluvia caía sobre la ciudad, como no recuerdo que pasara antes un primero de enero; no pude evitar pensar en el título de su cuento.
Descanse, pues, poeta en la lluvia, nosotros seguiremos la aventura. Se disuelve tu cuerpo. Nos queda tu voz.
Managua, Nicaragua, 1987.
Es autor de Eclipse (2007), El sótano del ángel (2010), Un rojo aullido en el bosque (2015), Lennon bajo el sol (2017), Aunque nada perdure (2020) y El país de las calles sin nombre (2021). Ha sido incluido en diversas antologías y se le han otorgado residencias literarias en Francia y México. En 2015 fue el ganador del III Premio Centroamericano Carátula de cuento. En 2016 la FIL Guadajara lo nombró uno de los autores latinoamericanos más destacados nacido en la década de los ochentas. En 2021 la revista británica Granta lo incluyó en su lista de la década como uno de los mejores nuevos escritores en castellano.