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Mariano Fiallos Gil y la conquista de la autonomía universitaria

25 septiembre, 2020

Carlos Tunnermann Bernheim

El 27 de marzo de 1947, la ya más que centenaria Universidad de León fue elevada al rango de Universidad Nacional, pero como dependencia del Ministerio de Educación, al que le correspondía nombrar a sus autoridades y profesores. En 1951 se transformó en la única universidad del país, pues las Universidades Central de Managua y la de Granada fueron clausuradas por Anastasio Somoza García, en los años 1946 y 1951, respectivamente, ante la beligerancia política de los estudiantes en la lucha contra las pretensiones reeleccionistas de Somoza y los desmanes de su dictadura.


Izq. Dr. Carlos Tunnermann – extrema derecha: Dr. Mariano Fiallos Gil

El 27 de marzo de 1947, la ya más que centenaria Universidad de León fue elevada al rango de Universidad Nacional, pero como dependencia del Ministerio de Educación, al que le correspondía nombrar a sus autoridades y profesores. En 1951 se transformó en la única universidad del país, pues las Universidades Central de Managua y la de Granada fueron clausuradas por Anastasio Somoza García, en los años 1946 y 1951, respectivamente, ante la beligerancia política de los estudiantes en la lucha contra las pretensiones reeleccionistas de Somoza y los desmanes de su dictadura.

Clausuradas ambas universidades, no quedó en el país sino la antigua Universidad de León. Pero ésta ya no era lo que había sido en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, cuando sus luces se proyectaron no sólo a Nicaragua, sino también a los países vecinos.

La esterilizante tutela del Poder Ejecutivo sobre la Universidad, a partir de la reforma liberal propiciada por el Presidente José Santos Zelaya, fue sumamente perniciosa para el desenvolvimiento del Alma Mater, no sólo desde el punto de vista académico sino, principalmente, en cuanto a su carácter de fragua donde debían forjarse las nuevas generaciones.  El Ministerio de Educación era la entidad encargada de tomar todas las decisiones y de hacer los nombramientos de rector, decanos y profesores. En estos nombramientos, generalmente, el criterio político partidarista se impuso al académico.

Fue hasta en la década de los años cincuenta del siglo pasado que un sector consciente de la juventud nicaragüense, convencido de que la falta de autonomía había conducido a la situación de postración en que se encontraba la Universidad, enarboló el reclamo por la autonomía. Un grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho fundó, hacia 1952, el “Círculo de Estudios Jurídicos y Sociales» (CEJIS), que se propuso abogar por la autonomía. Entre los fundadores de dicho Círculo figuraron dos estudiantes que más tarde se desempeñarían como rectores de la Universidad, ya siendo ésta una institución autónoma: los entonces bachilleres Carlos Tünnermann Bernheim y Mariano Fiallos Oyanguren.

El empeño del CEJIS lo hizo también suyo el Centro Universitario (CUUN), organismo oficial representativo de todos los estudiantes.  El año de 1953, el CEJIS redactó un anteproyecto de ley para otorgar autonomía a la Universidad y emprendió una intensa campaña de divulgación de sus objetivos. Los estudiantes del CEJIS lograron la colaboración de un distinguido catedrático para la revisión del proyecto: el doctor Mariano Fiallos Gil. Los redactores del proyecto fueron los bachilleres Carlos Tünnermann Bernheim, Ernesto Cruz, Mariano Fiallos Oyanguren, Leonel Argüello y Orlando Barreto Argüello. Las autoridades universitarias de entonces se pronunciaron en contra del reclamo estudiantil, pero éste encontró un amplio respaldo en la opinión pública, transformándose en reclamo nacional.

En octubre de 1955, los estudiantes gestionaron que un diputado de la oposición, el Dr. Eduardo Conrado Vado, presentara ante el Congreso de la República el proyecto de ley tendiente a otorgar autonomía a la Universidad Nacional.  La presentación del proyecto fue acompañada de una manifestación estudiantil, que llegó hasta las barras del propio Congreso, así como de editoriales y comentarios de prensa favorables al proyecto en casi todos los medios de comunicación.  El proyecto fue rechazado gracias a la aplastante mayoría de diputados somocistas, capitaneados por el hijo mayor del dictador, que entonces presidía la Cámara de Diputados, Ing. Luis A. Somoza Debayle.

 II

21 de septiembre de 1956 , muere Anastasio Somoza García

El 21 de Septiembre de 1956, Anastasio Somoza García cayó abatido por los disparos de Rigoberto López Pérez.  Trasladado por los médicos norteamericanos enviados por el propio Presidente de Estados Unidos, General Douglas Einsenhower, al Hospital Gorgas de la Zona del Canal de Panamá, en un intento por salvarle la vida, falleció el 29 de ese mismo mes.  El Congreso Nacional procedió a elegir como Presidente a Luis A. Somoza Debayle, para que terminara el período presidencial de su padre.  El otro hijo del dictador, Anastasio II, asumió la Jefatura de la Guardia Nacional.  El 1o. de mayo de 1957, Luis Somoza Debayle fue “electo” Presidente en comicios ad hoc, para el período 1957-1963.

Luis Somoza Debayle trató de dar a su mandato el carácter de un período de transición hacia la democracia. Entre las medidas que consideró convenientes, para alimentar esa imagen de cambio, se hallaba la reorganización de la Universidad, cuya situación no podía ignorar.  A tal efecto, decidió proponer la rectoría de la institución, a un prestigioso intelectual y universitario, el Dr. Mariano Fiallos Gil, para ese entonces catedrático de Criminología y Filosofía del Derecho. El Dr. Fiallos era un conocido opositor al régimen somocista, quien aceptó el nombramiento a condición de que se le permitiera seleccionar libremente a sus colaboradores, se le garantizara independencia en el manejo de la Universidad, en su política académica, en la distribución del presupuesto y que, además, se le asegurara el pronto otorgamiento de la autonomía universitaria.  Luis Somoza, para asombro incluso del propio Fiallos Gil, aceptó las condiciones, en un esfuerzo por dar la impresión de un cambio de rumbo.

El rector Fiallos Gil designó, tras vencer la resistencia de varios personajes influyentes del gobierno, como Secretario General de la Universidad a uno de los fundadores del CEJIS, el entonces recién graduado abogado, Carlos Tünnermann Bernheim, quien entre 1953 y 1956 había presidido el Comité estudiantil encargado de promover la campaña por la autonomía. El escritor Sergio Ramírez, de la Generación de la Autonomía, narra así esta primera dificultad que el rector Fiallos tuvo que superar: “Y muy pronto tuvo que poner a prueba la efectividad de esas ideas, y si iba a ser posible cumplirlas. Dentro de su pedido de independencia para manejar el cargo, estaba por supuesto el de escoger a sus colaboradores; el principal era, dentro de la estructura, el Secretario General. Así mencionó a los funcionarios de gobierno un nombre: el de Carlos Tünnermann, con quien había tenido nexos en las primeras luchas por la autonomía. Obtuvo entonces una negativa rotunda: Tünnermann había defendido, pocos meses antes en el Consejo de Guerra que se siguió a los considerados responsables en la muerte de Somoza García, a su compañero de estudios, el bachiller Tomás Borge; esto era suficiente para que no fuera considerado viable, y al viejo estilo, comenzaron a trabajar las intrigas. Pero todo fue inútil. O se nombraba a Tünnermann, o allí estaba, aún intacta, la rectoría devuelta. No había más escogencia.  Entonces y muy a regañadientes, el nombramiento fue aceptado, bajo miles de prevenciones. Al llegar a tomar posesión al Ministerio de Educación, el nuevo Secretario fue objeto de recomendaciones de parte del viceministro, sobre responsabilidad, prudencia, etc.  Seguramente en su actitud vigilante estos mismos funcionarios de que he hablado, descubrieron tempranamente que se habían puesto a jugar con fuego, pero ya no había tiempo de echarse atrás”.

Es interesante reproducir aquí algunas de las importantes declaraciones que el nuevo rector dio a los medios escritos, inmediatamente después de tomar posesión de la rectoría el 6 de junio de 1957, y que claramente anticipaban el rumbo que se proponía dar a la antañona Universidad, fiel a su compromiso vital con la libertad.  Al diario La Noticia de Managua, en declaraciones publicadas el 7 de junio de 1957, el rector le manifestó: “He aceptado el delicado y honroso cargo de rector, a base de una completa independencia política, pues si hay una institución que debe guardar con el mayor celo posible su apoliticidad, esa es la Universidad. Por eso no permitiré que ninguna eventualidad despoje de su apoliticidad a nuestro máximo centro docente”, y agregó: “Con el nuevo reglamento estoy seguro que se darán los primeros pasos efectivos hacia la Autonomía Universitaria, máxima aspiración de nuestro universitariado, mediante una auténtica reforma universitaria”.

Al centro: Dr. Mariano Fiallos Gil

Al diario El Centroamericano, de la ciudad de León, dijo lo siguiente: “La Universidad tiene que basarse en su raíz popular. Los valores positivos de la cultura, descansan en la Libertad. Para que cumpla su misión debe ser autónoma. Ser universitario es tener un privilegio y hay que corresponder a esa calidad”… “Nuestra Universidad tiene que  formar al estudiante como a un ser digno y libre.  Nada puede hacerse sin la libertad de pensamiento y de acción, y la conducta moral debe fundamentarse en una ética racionalista y no impositiva de manera que cada uno sea responsable de sus actos y pueda conducir a los demás dentro de los valores positivos necesarios en un país libre y democrático. Así, nuestras élites tienen que salir del pueblo, para que el pueblo pueda gozar de su dirección”… “Ya nuestras hermanas universidades centroamericanas son autónomas, y desde el momento que lo fueron, comenzaron a crecer con toda fuerza y a irradiar su cultura por todo el país. Algunos le tienen miedo a la libertad, pero ella es la única forma de poder desarrollarnos”…  “Debemos surgir del sitio en que nos hallamos y preparar a los que tienen que encargarse de levantar a nuestro pueblo y colocarlo en el lugar que se merece entre sus hermanos de la América Hispana”.

Interesante para la historia de la conquista de la autonomía universitaria, que estamos esbozando, fue la reunión que convocó el nuevo rector, a los pocos días de haber tomado posesión de su cargo, para cambiar impresiones con otros miembros de la Junta Universitaria y con distinguidos catedráticos de la Universidad, en relación con la elaboración de un nuevo Reglamento para el Alma Mater, que contemplara la posibilidad de otorgar autonomía a la máxima Casa de Estudios del país.  Asistieron a esa reunión, además del Rector, el nuevo Secretario General Doctor, Carlos Tünnermann Bernheim y los catedráticos siguientes: Doctores Carlos Berríos Delgadillo, Eloy Guerrero Santiago, José H. Montalván, Edgardo Buitrago, Salvador Mayorga Orozco, Enrique Sacasa Sequeira, Gustavo Sequeira Madriz, Ernesto López R., Ernesto Ruiz Zapata y Héctor Vigil Mena.  En dicha reunión, después de discutir los puntos cardinales de la ley que se trataba de elaborar, se acordó comisionar a los doctores Mariano Fiallos Gil y Carlos Tünnermann Bernheim, para que prepararan un anteproyecto de Ley Orgánica de la Universidad que reemplazara el anacrónico reglamento en vigor, sobre la base de conceder plena autonomía administrativa, económica y docente a la institución. El Anteproyecto, una vez redactado, sería sometido a la consideración del estudiantado y del cuerpo de profesores para, con los dictámenes y observaciones que se formularan, presentar finalmente al Ejecutivo un proyecto de ley que representara el sentir de todos los sectores universitarios. A la comisión redactora se sumó el Dr. Mariano Fiallos Oyanguren, catedrático de Derecho Constitucional.

En septiembre de 1957, ya estaba listo el anteproyecto de Ley Orgánica de la Universidad Nacional, el cual, impreso en mimeógrafo, fue profusamente distribuido entre el estudiantado y el cuerpo de profesores con el propósito de conocer la opinión del universitariado sobre el mismo. Al poco tiempo estudiantes y profesores remitieron sus dictámenes a la Secretaría General, donde fueron cuidadosamente estudiados, siendo varios de ellos tan atinados que condujeron a la modificación de ciertos artículos del proyecto. Una vez discutido en la Junta Universitaria, fue remitido al Presidente de la República, por conducto del Ministerio de Educación Pública.

El 18 de enero de 1958, el proyecto fue entregado, personalmente, al presidente Luis Somoza Debayle por el rector Fiallos Gil, quien se hizo acompañar de todos los miembros de la Junta Universitaria.  El 25 de marzo de ese mismo año, Luis Somoza rubricó el Decreto Ejecutivo No.38, por el cual se otorgó autonomía docente, administrativa y económica a la Universidad Nacional. Somoza prefirió aprobar la autonomía mediante un Decreto Ejecutivo que, dictado en receso del Congreso Nacional, tenía fuerza de ley, según los preceptos constitucionales entonces vigentes.  “No quiero mandar el proyecto de ley al Congreso, le explicó el presidente al rector, porque esa gente no entiende de estas cosas y pueden introducirle cambios que desnaturalicen el proyecto que usted, rector Fiallos, me ha entregado, y que refleja lo que ustedes consideran que debe ser la Universidad”. Cabe dejar constancia, por la verdad histórica, que Luis Somoza no le hizo ningún cambio al proyecto que le presentaron las autoridades universitarias. El Decreto fue publicado en La Gaceta, el diario oficial, el 27 de marzo de 1958.

La autonomía universitaria no fue una concesión graciosa de parte del Presidente Luis Somoza.  Varios factores se conjugaron para hacerla posible.  En primer lugar, es preciso tener presente la evolución socioeconómica alcanzada por  el país a la fecha de su promulgación.  Nicaragua, a partir de la década de los años cincuenta, había entrado en una etapa de modernización de su economía y del Estado, aunque tal modernización no había hecho sino reforzar su condición de país agroexportador y dependiente. El auge de la industria algodonera había estimulado el crecimiento económico y se advertía una incipiente industrialización.  Inserto dentro de un modelo capitalista dependiente, el avance experimentado demandaba una gama más amplia y variada de recursos humanos de nivel superior que la Universidad Nacional, tal como se encontraba en esa época, no era capaz de formar.  En consecuencia, Luis Somoza percibió que si quería dar una imagen de cambio tenía que preocuparse por la Universidad.  De ahí su decisión de proponer la rectoría al Dr. Mariano Fiallos Gil y de luego rubricar, el Decreto de la Autonomía. Coincidió así el interés político de Luis Somoza con las exigencias de la formación socioeconómica que, para ese entonces, caracterizaba a Nicaragua, tal y como a fines del siglo XIX la introducción, por el presidente Zelaya, del esquema universitario napoleónico en sustitución del esquema colonial, había coincidido con la adopción de un proyecto nacional sobre la base del incremento del cultivo del café y la formación de una incipiente burguesía de clase media, que condujo también a cambios en la estructura socioeconómica del país y tuvo repercusiones en su sistema educativo.

Pese a todas las limitaciones existentes, la Universidad, en el ejercicio de su autonomía, se aprestó a ejercer su nueva condición de institución libre, a sabiendas de los peligros que acechaban a su precaria autonomía.  Al inicio del año lectivo 1958-59, el rector Mariano Fiallos Gil dirigió a los jóvenes universitarios su famosa Carta del Rector a los Estudiantes, en la cual analizaba lo que para la Universidad significaba su recién estrenada libertad: “La autonomía”, escribió entonces el rector Fiallos, “es goce y padecimiento. Goce, porque el espíritu humano halla complacencia en su libertad, y padecimiento porque ese disfrute implica responsabilidad y trabajo, y tal vez haya en todo esto más padecimiento que goce, porque la tarea que tenemos enfrente es tanto más grande cuando más ausentes estamos de la historia de la República y porque muy poco se ha hecho por la cultura del pueblo… Recuperar el tiempo perdido es un trabajo enorme.  Por lo tanto, hay que emprenderlo ahora mismo”.  Y así fue.  La actividad desplegada por el rector, pese a su precaria salud, fue extraordinaria.

Imposible sería resumir aquí todos los importantes adelantos que la UNAN alcanzó desde que empezó a actuar como institución autónoma. Basta comparar lo que la Universidad había sido antes de 1958, con lo que llegó a ser en la década de los años sesenta y setenta, para comprobar que la autonomía fue el factor clave de semejante transformación.  Mas, reconociendo lo decisivo que fue la autonomía para el singular desarrollo de la Universidad en esas décadas, estamos profundamente convencidos de que su fruto más importante no reside en estos progresos sino en el cambio cualitativo que trajo consigo para nuestra vida universitaria el ejercicio de la libertad.

La autonomía desempolvó y revitalizó los viejos claustros, sacó la Universidad del arrinconamiento provinciano donde el gobierno intencionalmente la había situado  y le permitió colocarse, como correspondía, en medio de la vida nacional, preocupada por su acontecer.  Gracias a la autonomía y al magisterio del rector Fiallos Gil, la Universidad adquirió conciencia de su elevada misión y responsabilidad en el seno de la sociedad nicaragüense y se aprestó a cumplirla.

Acompañamos al rector Fiallos en sus iniciativas inaugurales, en aquellos venturosos años iniciales de la vida autónoma, cuando todo estaba por hacer pero todo nos parecía posible, cuando tuvimos el privilegio de ver surgir de las manos de Fiallos Gil una nueva Universidad; cuando nos reuníamos por las tardes en las oficinas del Rector con Edgardo Buitrago, Mariano hijo, Eloy Guerrero, Raúl Elvir y otros e iban emergiendo los más variados proyectos, que pronto pasaban del mundo de los sueños a la realidad: un Teatro Universitario, un Coro de Estudiantes, un Seminario sobre el pensamiento de los partidos políticos, y hasta un Museo de Arte Popular. Y con los escuálidos recursos, que a regañadientes proporcionaba un Poder Ejecutivo, que le fue casi siempre hostil, escrupulosamente administrados, el Rector Fiallos fue transformando el perfil de la Universidad y proyectándola como nunca en el ámbito nacional: fundó las Facultades de Economía y Humanidades; las Escuelas de Periodismo, Ciencias de la Educación y Arquitectura; los primeros Cursos de Verano y de Extensión para los trabajadores de León, Managua y otras ciudades; la Sección de Ciencias de la Educación en Jinotepe; el Instituto y la Normal Nocturna de León; la modernización de los planes de estudio de las Facultades de Derecho y Medicina; la departamentalización de la docencia; la contratación de los primeros profesores de tiempo completo; el envío de los primeros becarios al exterior, y el inicio de la Reforma Académica con la creación de la Escuela de Ciencias y Letras de León y la introducción de los Estudios Generales: el llamado “Año Básico”; la revitalización de la revista “Cuadernos Universitarios”, que comenzó a aparecer regularmente y se transformó en la mejor revista cultural del país; la “Gaceta Universitaria”, que informaba mensualmente del acontecer universitario; el movimiento literario VENTANA, surgido del seno de los estudiantes y fundado por Fernando Gordillo y Sergio Ramírez, que recibió el apoyo entusiasta del Rector; en fin, en medio de grandes limitaciones, iba día a día forjándose la Nueva Universidad, gracias al pleno disfrute de su autonomía y a la conducción del rector Fiallos Gil y sus colaboradores.

 

Mariano Fiallos Gil es, sin duda, el forjador de la Universidad moderna en Nicaragua. Fue también un pensador de la educación superior. Sabía muy bien el Rector Fiallos que el Decreto Ejecutivo, que trajo la autonomía a los claustros universitarios, no era suficiente y, desde el mismo día en que tal decreto fue promulgado, comenzó a abogar por la constitucionalización del principio de la autonomía y por la asignación de un porcentaje del Presupuesto Nacional para el sostenimiento de la Universidad.

Así, el rector advertía: “Hay que recordar que nuestra autonomía se sustenta en un Decreto del Poder Ejecutivo, emitido por delegación del Congreso, lo cual no es suficiente para garantizar el privilegio de desatarnos de una tradición de siglo y medio que nos mantenía sujetos a los humores de la política militante. Con esto quiero decir que para consolidar nuestra situación es necesario elevarla a categoría de principio constitucional señalando, además, un porcentaje del Presupuesto Nacional para nutrir el nuestro y cumplir así, cabalmente, el compromiso que nos liga con el Estado, que cada día necesita de más personal capacitado en la creciente complicación de sus servicios y con el pueblo nicaragüense”.

III

Humanismo beligerante

El pensamiento universitario de Mariano Fiallos Gil arranca de su preocupación por el hombre y lo humano.  Humanista del siglo XX y en el siglo XX, sostuvo que la simpatía por nuestros semejantes y el interés por su mejoramiento constituyen las bases prácticas del verdadero humanismo.  “El humanismo erudito, hecho en laboratorios y bibliotecas, sin el calor cordial por las cosas del prójimo, no es humanismo, sino cosa fría y sin alma, o conocimiento académico simplemente”.  No es ese el humanismo que Mariano Fiallos profesaba.  Él quería un humanismo “en medio de la plaza”, o sea una actitud, una manera de pensar y de vivir, que abarque a todo el género humano, fuera de todo aristocraticismo y de un posible encierro en una torre de  marfil.  Es así como llega a elaborar su concepto del humanismo beligerante, combatiente: “que ha de enfrentarse al criterio de la ciencia deshumanizada, del Estado inhumano, de la Democracia antihumana, o de cualquier tipo de valor, entidad o filosofía que quiera situarse más arriba del hombre y no bajo su servicio”.

Ante la crisis del mundo actual, Mariano Fiallos abogaba por un nuevo humanismo:  “Nunca, afirmó, tal vez se haya pasado por una época tan tremenda como ésta, en donde, con toda urgencia, se requiere un poco de “humanidad” para salvarse a sí mismo de la ciencia o de la democracia; para apuntalar ese enorme edificio que se nos está viniendo encima desde sus cimientos”.  “Para salvar al hombre hay que rescatar su libertad, afirmaba, devolverle la alegría y fortalecer aquellos valores morales inapreciables que le sirven para mantenerse erguido”…  “Para ello se necesita un nuevo Renacimiento, para restaurar el ideal del hombre como persona y no como número con huellas digitales”…  “Esto es, una nueva valoración del hombre que le dé aplomo y orgullo de ser él mismo lo que es”.

Su concepto de Universidad

Acorde con las raíces humanísticas de su pensamiento, su concepto de Universidad es también humanístico, porque en la Universidad, afirma, “lo esencial es el ser humano en sí y no la ciencia, la sociedad y el Estado”…“La Universidad es humanidad, es universalidad por cuanto es una institución que por su propio carácter tiende a la unidad del hombre”…   “La Universidad es, por definición, universal, y en ella caben todas las tendencias y modos de ser.  Es por eso humanista por excelencia, y si combinamos el concepto que da su vocablo con el de libertad, tendremos una suma preciosa, ya que la libertad que busca la Universidad es la del espíritu”…  Estas ideas se plasmaron en el lema universitario: A la libertad por la Universidad, que le era tan caro y que fue el distintivo de su gestión rectoral.

A los que recibieron con suspicacia el nuevo lema, el Rector Fiallos les hizo ver su profundo sentido filosófico: la libertad del espíritu es la que produce la lucha contra la ignorancia.  “El hombre libre es el que interpreta el mundo por sí mismo, por su propia razón, sin encargar a otro, por miedo o pereza, de este placentero y angustioso oficio”.  Deduce, entonces, que el principio de la educación universitaria debe ser la libertad.  “¿De qué otra manera podríamos comenzar, sino intentando la liberación de la mente, precursora de toda otra liberación?”

Siendo la libertad “el único clima propicio para lograr la formación de una juventud, capaz de enfrentarse a las dificultades de la ciencia y de la sociedad en que vivimos, de resolver sus problemas y de sentirse incorporada y responsable al destino del pueblo nicaragüense”, es natural que uno de los empeños más notables del Rector Fiallos se dirigiera a conquistar tal condición para la Universidad -pues no otra cosa significa la Autonomía universitaria- que, gracias a sus gestiones, alcanzó la Universidad.

Autonomía y responsabilidad

Consciente de lo que significa para la Universidad esta nueva forma de manejarse, el Rector Fiallos se apresuró a señalar que “al conseguir la autonomía, que es realizar y determinar nuestra vida por nuestra propia libertad, nos echamos un peso encima.  Ya no podremos culpar a los gobiernos de nuestra ineficiencia ni pretextar que su intervención impide colocarnos en la órbita que merecemos”…  “Nuestro deber ahora es no entretenernos y seguir adelante en afanes de altura”…  “La autonomía no es sólo el hecho de la propia administración en sus distintos aspectos; sino -y muy principalmente- el de la administración libre y voluntaria de los valores del espíritu.  Sin consignas ni dogmas”.

Universidad y Sociedad

La vinculación de la Universidad con la realidad y la problemática nicaragüense, fue otra de las grandes preocupaciones del Rector Fiallos.  En su opinión, la Universidad se había quedado al margen, sin desempeñar el papel que le correspondía.  “La Universidad, afirmaba en 1958, ha permanecido hasta ahora en sus claustros mientras la vida marchaba sin su concurso por las plazas públicas, sin poder impulsar el desarrollo de las ciencias, las letras y las artes, desterrar la ignorancia, revestir al ser iberoamericano de su categoría humana y darle orgullo, dignidad y consistencia”… La Universidad había sido arrinconada, puesta fuera del escenario nacional, y fue entonces necesario volverla a poner en el lugar que le correspondía, como institución rectora del país.

Pero, por otro lado, el Rector Fiallos apunta, acertadamente, que la sociedad nicaragüense, en general, había sido también indiferente con la universidad.  “A casi siglo y medio de su fundación, nuestra Universidad se ha venido desenvolviendo muy lentamente, ya que las vicisitudes de la vida política no han dado tiempo para atenderla, dándole la importancia que le corresponde”… Convencido de la misión que la Universidad pudo haber desempeñado, de habérsele otorgado la importancia que merecía, exclama: “¡En qué maravillosas condiciones estaríamos ahora si aquéllos que movieron la historia de Nicaragua, se hubieran formado en el conocimiento de la moral y la ciencia, que es oficio de la Universidad”…

Por eso, la autonomía significó para él la base para lanzarse de lleno a la recuperación del tiempo perdido, del tiempo lastimosamente desperdiciado por “la indiferencia de los gobiernos y la animadversión de los políticos y clases superiores de la sociedad”…

Tal situación debía cambiar necesariamente.  Y a la Universidad le correspondió dar el primer paso ampliando la anchura de sus puertas para que por ellas entrara  el pueblo, llevando hasta él su enseñanza y dejándose penetrar por sus problemas; “porque ya no es posible, nos decía el Rector Fiallos, quedarse, como antes, entre los infolios.  Ahora la historia pasa por debajo de nuestros balcones y reclama nuestra presencia.  Tenemos que interpretar, además, el vago anhelo de nuestro pueblo y cristalizarlo…  La Universidad tiene que salir al encuentro de los sucesos y no puede ser tan sólo una “corporación” de estudiantes y profesores, sino que ha de estar yendo y viniendo del pueblo”… Este concepto de Fiallos Gil se adelantó varias décadas a lo que hoy día se considera de la naturaleza misma de la extensión universitaria: un camino de doble vía donde la Universidad entrega su quehacer a la sociedad y, a la vez, se enriquece con la experiencia que le aporta la sociedad.  Es decir, el Rector Fiallos, enunció lo que ahora se denomina como “comunicación social” y no como simple extensión universitaria.

Y en esa comunicación con el pueblo, la Universidad debe ser escuela y ejemplo de libertad responsable. La Universidad no debe ir al pueblo para participar en las contiendas políticas partidaristas, sino para educar, construir y superar.

Universidad y política

Las relaciones entre la Universidad y la política fue otro de los aspectos más estudiados por el Magnífico Rector.  Su pensamiento, al respecto, fue siempre muy claro.  En repetidas ocasiones afirmó su propósito de espantar de la Universidad toda clase de politiquerías, tanto de arriba como de abajo, puesto que no es esa la razón de ser de la Universidad.  A quienes propugnaban por el activismo político dentro de los recintos universitarios el Rector los detuvo valientemente diciéndoles:  “¡No queremos aquí barricadas ni estatuas de políticos!”.   A quienes incitaban a los  estudiantes a lanzarse a la lucha callejera el Rector advirtió: Señores, “¡ni servilismo, ni cerrilismo!”…  El propósito fundamental era “sustituir los humores de la política militante por la ciencia y el estudio”.

Completando su pensamiento, el Rector Fiallos agregaba:  “Esta reserva no implica dar la espalda a los problemas políticos de altura; todo lo contrario, los obliga más para cuando les toque su hora.  Porque esto de ser universitarios y de ser  hombres, es cosa seria”…  La Universidad puede y debe discutir los problemas políticos; pero desde un punto de vista académico:  “Hay que hablar, discutir y discutir sobre todas las ideas, sobre todas las doctrinas y sobre todas las ideologías, porque la Universidad es libertad de pensamiento y tal libertad es la única garantía del desarrollo de la cultura y de las cosas del espíritu”…

Libertad de Cátedras

La libertad de cátedra e investigación hace referencia al método propio de la enseñanza universitaria.  En el pensamiento del Rector Fiallos está claro que la docencia universitaria no puede basarse en métodos metafísicos ni tampoco en las exageraciones del método pragmático.  “Debe fundarse en un orden moral racionalista antes que el autoritario o impositivo, porque se ha comprobado que éste de nada sirve en la orientación de la conducta”.  Definitivamente opuesto al método escolástico, atribuye a éste la poca participación de Hispanoamérica en el desenvolvimiento de la ciencia.  Para “dejar de ser mentalmente subdesarrollados”, el Maestro aconseja seguir el método científico:  “Es necesario acicatear a la juventud y a sus maestros para que abracen los métodos de la investigación científica, para lo cual todo hay que comprobarlo, volverlo a comprobar, dudarlo y no creerlo definitivo…  El trabajo universitario debe ser metódico y real…  Nada de escolasticismo,  que eso nos ha costado demasiado caro…  Nada de pereza mental ni del sentarse a descansar hispánico, es necesario vivir inquietos, acosados por la búsqueda de la verdad, que es misión de la Universidad…  El día en que la Universidad diga: Esto es definitivo, entonces estará liquidada.  Significaría la paralización del conocimiento, la congelación del río heraclitiano… En materia científica no hay cosa juzgada”.

Para el extraordinario Rector, la investigación científica debía ser el gran desafío de la juventud.  Por eso se esforzó por encauzar la natural rebeldía de la juventud hacia tan elevado objetivo:  “La rebeldía juvenil no debe ser la simple violencia contra las cosas que ocurren en la calle; sino rebeldía contra la rutina científica, los absurdos convencionalismos, la injusticia, la pereza intelectual.   Es, pues, acción y pasión por los grandes valores del espíritu.  Rebelarse contra el colonialismo extranjero, he aquí campos donde ese impulso juvenil tiene grandes posibilidades”…

El estudiante fue siempre motivo de la preocupación del gran educador que fue el Rector Fiallos.  Afirmaba que el estudiante es el principal objetivo y la razón de ser de la Universidad.  El estudiante está así siempre en el primer plano de sus meditaciones.  Como hombre superior, supo entender la natural agitación de la juventud y trató de explicársela a quienes se alarmaban por ella, considerándola contraria al progreso de la Universidad.  El Rector Fiallos, con un gran sentido de comprensión por la juventud, llegó a decir que, por el contrario, la agitación estudiantil, cuando es puramente universitaria, cuando es inspirada por el deseo de mejorar la enseñanza y superar las arcaicas estructuras, “debe más bien regocijarnos, ya que significa vitalidad, vibración de un organismo que existe y que quiere navegar a velas desplegadas”.

Llegó así a su concepto de la Universidad como una “pequeña gran república de estudiantes y profesores en permanente estado de alerta para servicio y defensa del Hombre, para servicio de la democracia y nunca del despotismo, de ninguna clase de despotismo, ni material ni espiritual”.

Reforma universitaria

No se limitó el Rector Fiallos a orientar la vida autónoma de la Universidad.  Sabía  él que la autonomía se había conquistado para transformar la Universidad; y hacia la reforma de la vieja casa encaminó sus pasos.  Tal reforma se traduciría en la creación de una base científica y humanística, común a todas las profesiones y actividades universitarias, mediante la introducción de los Estudios Generales.  El contenido de la reforma lo concretó en las siguientes palabras:  “Equilibrio de la enseñanza de las ciencias sociales y humanísticas con las ciencias naturales y las matemáticas; cambio de métodos y actitudes en el sentido de promover el estudio personal con profesores dedicados exclusivamente a enseñar, tanto teórica como prácticamente, con laboratorios, bibliotecas, clases-seminarios, etc.; integración de la enseñanza, dispersa por el aislamiento docente de las Facultades, cuya tendencia defectuosa ha sido el profesionalismo como solo instrumento para ganarse la vida y no como función social; formación de hábitos académicos de estudio e investigación en  los campos del conocimiento científico y humanístico, etc.  Instalación de departamentos de materias básicas comunes en el ramo profesional, servidos por personal  de alto nivel académico de dedicación exclusiva, jornada completa y convenientemente preparados en el exterior”.

Séame permitido, para concluir, evocar aquí algunos recuerdos de mi relación personal con el Rector Fiallos Gil, y que nos descubren su profunda dimensión humana y sus cualidades de Maestro y guía de la juventud.  ¡Cómo olvidar, por ejemplo, sus clases de Criminología y de Filosofía del Derecho, que eran como un oasis refrescante, en medio de un desierto desolador, pues nos brindaban el contacto con un intelectual de altos vuelos, liberal, pero abierto a las inquietudes sociales y que nos permitió entablar con él un diálogo estimulante e inspirador! ¡Cómo olvidar la noche aquella en que siendo alumno del segundo año de la Facultad de Derecho, me correspondió hacer su presentación en un ciclo de conferencias promovido por el CEJIS! ¡Cómo olvidar el día en que me propuso acompañarle en su gestión rectoral, para lo cual debí poner punto final a mi tesis de grado, a fin de asumir la Secretaría General el día siguiente de mi graduación, a los 24 años de edad! ¡Cómo no evocar la tarde aquella en que, en medio del tañido de las campanas de la Merced, un aprendiz de tipógrafo del Hospicio San Juan de Dios le trajo el primer ejemplar de su primer libro León de Nicaragua, campanario de Rubén, que el Rector examinaba y revisaba con una sonrisa de satisfacción, como si fuese un juguete nuevo, hasta que le oí decir ¡Carajo!, se me olvidó ponerle el índice!  Y la tarde en que después de un día normal de trabajo, cuando ya se iba para su casa, me dijo de pasada y sin darle mucha importancia: Te cuento, Carlos, que hoy estoy cumpliendo 50 años.  Un mediodía de un mes de mayo sofocante de 1959, al finalizar una reunión privada de los Rectores de las Universidades Centroamericanas, me dijo en voz baja y con una palmada en el hombro: Carlos, te vas para Costa Rica, te acabamos de elegir primer Secretario General del CSUCA, y lo lamento porque me quedo sin Secretario General, pero para Nicaragua es un honor y para vos un nuevo desafío.  En fin, escenas de pequeños sucesos humanos, que se daban en medio de las agitaciones propias de la vida universitaria de aquella época dorada, y mientras el Rector construía, ladrillo a ladrillo, la Casa de la autopía universitaria, que varias generaciones habíamos soñado realizar.

Consciente el magnífico Rector de las limitaciones que a todo hombre impone el tiempo, en una oportunidad dijo: Tal vez la generación, a la cual pertenezco, pueda hacer muy poca cosa, pero queda el signo y la intención.  El signo y la intención.  He aquí su más valioso legado:  El signo, es el de la libertad, producto de la autonomía; esa libertad que debe ser inseparable de la Universidad, porque no se puede enseñar ni cultivar las ciencias, las letras y las artes sin libertad en todos los órdenes;  la intención, que es la voluntad, el propósito de luchar por el engrandecimiento de la Universidad, de manera que llegue a ser, como soñaba el Rector Fiallos, el orgullo de los nicaragüenses y la más alta expresión de nuestra cultura: Para nosotros los nicaragüenses, desprovistos de otros recursos, el orgullo no ha de cifrarse en la fuerza militar, política o económica; sino en las fuerzas mentales, del carácter, la hombría y la dignidad, que no pueden lograrse sino por la cultura y las que por sí solas pueden colocarnos en sitio de honor delante de los demás.

En estos momentos que contemplamos una degradación del ejercicio del “oficio universitario”, recojamos el signo y la intención de su precioso legado y propongámonos ser siempre fieles a la esencia de la hermosa divisa que nos heredó: A la libertad por la Universidad.

Managua, julio de 2019

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Managua, Nicaragua, 1933.
Educador, jurista, escritor, académico y diplomático nicaragüense. Autor de más de una decena de obras entorno a la educación superior, Rubén Darío y los valores de la cultura nicaragüense. Ha sido Ministro de Educación, Embajador en Washington y la OEA, presidente de la Unión de Universidades de América Latina y consejero especial del director general de la UNESCO. Universidades de Nicaragua, República Dominicana, México y Colombia lo han distinguido con el doctorado honoris causa. Entre sus obras se encuentran: Rubén Darío, puente hacia el siglo XXI (Centro Nicaragüense de Escritores, Managua 2003); Rubén Darío y la Generación del 98 (Anamá, Managua 2004); La Universidad del futuro (Hispamer, Managua 2011); Galería de Próceres, Escritores y Educadores (Hispamer, Managua 2012) y Memorias de un Ciudadano (Hispamer, Managua 2016).