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Salomón de la Selva en México y Centroamerica

9 septiembre, 2020

Mariano Fiallos Gil

– Después de la guerra y de escribir El Soldado Desconocido, Salomón de la Selva se fue a vivir a México (en donde editó ese su segundo libro). Era el año 1919 cuando entró por Mazatlán. Allí estaban ya algunos de sus hermanos. Y él eligió a México como su segunda patria.


Salomón de la Selva

Después de la guerra y de escribir El Soldado Desconocido, Salomón de la Selva se fue a vivir a México (en donde editó ese su segundo libro). Era el año 1919 cuando entró por Mazatlán. Allí estaban ya algunos de sus hermanos. Y él eligió a México como su segunda patria. Sus escrúpulos patrióticos lo apartaban de los Estados Unidos. Pudo haberse instalado en Inglaterra, también, como se lo aconsejaba Pedro Henríquez Ureña en un juicio muy elogioso sobre Tropical Town, ya que Inglaterra se hallaba mucho más cerca de los gustos latinos que Norteamérica.

Esta decisión la explica el Poeta, a los mexicanos, en 1954: “Y hace más de treinta años que, con el ánimo que esas amistades que he mencionado por nombre, y las circunstancias que evoco, formaron en mí un ánimo superior a cuanto los Estados Unidos y la Gran Bretaña podían ofrecerme de nombre en la literatura, y de bienestar económico, vine a vuestro país, alta y peligrosa aventura, pero nobilísima, seguro de que en México debía iniciarse el necesario movimiento de la unificación hispanoamericana”.

Entre sus hermanos se hallaban el escultor Roberto, la poetisa María (de seudónimo literario “Aura Rostand”), el abogado Rogerio de gran figuración política y otros varones y mujeres. Durante esa época se dedicó al periodismo y a la cátedra. Escribía también; pero su característico pudor literario le impedía solicitar publicidad elogiosa de suerte que, según afirmaba un crítico, parecía que él mismo se empeñara en que sus obras no se vendieran o conocieran. Fuera de que sus libros no tienen edición, el número de las primeras siempre fue escaso.

En México mantuvo amistades con las más destacadas figuras de intelectuales y artistas de aquel período: Vasconcelos, de quien se enemistó posteriormente, Castro Leal, Julián Carrillo; y viajando conoció y trabó “amistad y urbanidad” con personas como el mencionado Pedro Henríquez Ureña (dominicano educado en México, dice el Poeta, para quien todo individuo era una mina de diamantes intelectuales que él se esforzaba por arrancar de la egoísta roca desidiosa), con el cubano Mariano Brull, con Don Justo Facio de Costa Rica, con Soto Hall de Guatemala, Blanco Fombona de Venezuela, Capdevilla de la Argentina y, en fin, con la mayor parte de los intelectuales de habla castellana y con muchos de la inglesa. Entre sus amistades figuraban también políticos y obreros y personajes del mundo de la cultura ya famosos, como el poeta Enrique González Martínez, el filósofo Antonio Caso, el humanista Alfonso Reyes.

De esta manera Salomón llevaba y traía la corriente renovadora literaria del post-modernismo en Hispanoamérica, muy calladamente, sirviendo de punto de contacto para el puente que había de tenderse hacia el naciente vanguardismo.

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Daba a conocer, además, la rica fuente norteamericana que surgía floreciente entre el ruido de la potente industria, del agresivo y poderosos imperialismo, y del “dolor, dolor, dolor”, de los millones de circuncisos que Rubén escuchaba en el ocaso de su vida. Y traía también, del mundo antiguo, de la gloriosa Grecia heroica y de la metódica Roma los preparativos de posteriores evocaciones.

Esta primera aventura mexicana le trajo desilusión también y, al recordarlo, muestra resentimiento. Más no contra México y su pueblo, sino contra cierto grupo de intelectuales de quienes luego se separó.

Por aquel tiempo comenzó a atraerle el movimiento obrero mexicano. Creyó que los trabajadores manuales debían realizar la gran obra de la unificación  hispanoamericana. Pero ocurrió lo que siempre pasa con los poetas metidos a políticos en los que tanto pierde la política como la poesía. Su sensibilidad no se adaptaba a las circunstancias, los disimulos y los sordos contrastes. Y así fue
cómo se separó del movimiento obrero, al cual veía inclinarse hacia el comunismo.

Durante los malos tiempos de su primera etapa mexicana (eran los tiempos que siguieron al del Presidente Plutarco Elías Calles) se mantuvo con dos míseros  empleos: celador de segunda clase en la tétrica cárcel de Belén (mal empleo para un Poeta) en donde llegó a servir en turnos de veinticuatro horas, y en donde, por supuesto, se llenó de horror para toda la vida y de ascos que al recordarlos le
descomponían el ánimo. El otro empleo era el de Secretario del Ayuntamiento de Coyoacán cuyo cargo principal consistía en extender licencias gratis para entierros de pobres en el cementerio municipal y dirimir querellas por robos de gallinas y otros delitos similares los días de mercado. Poetizando este empleo, Salomón se compara con el Dante, cuyo oficio fue el mismo en su destierro de Varona.

En su misión de aglutinamiento patriótico y obrero, viaja por Haití, por las otras Antillas, por Centroamérica en donde vivió su vocación de periodista y de maestro de escuela ─”doble cruz, dice, que me valió, sin embargo, para sostenerme cuando bayonetas yanki me echaron de Nicaragua siempre en pobreza pero con alto prestigio moral que empleaba para honrar a México al igual que a mi propio país”.

En 1932 se halla en San José, Costa Rica, trabajando en periodismo. Publica trabajos diversos en el Repertorio Americano del Sr. García Monge, ya con su propio nombre o con seudónimo, usando el de Juan del Camino y otros.

Hay, en las colecciones del reputado semanario, trabajos sobre política internacional, crítica literaria, cuentos, poemas, polémicas, traducciones, métodos para el estudio de los escritores de la antigüedad (especialmente sobre Horacio) y, sobre todo, informaciones y comentarios sobre la gloriosa guerra del Gral. Sandino en las montañas de Nicaragua contra la marinería yanki.

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Por ese tiempo tuvo un duelo a muerte con pistola y a veinte pasos de distancia con don León Cortés, quien después fue Presidente de la República de Costa Rica. El motivo del duelo era que el Poeta defendía en los periódicos a unos profesores que don León quería quitar de sus puestos para ─según el político─ economizarle dineros al erario público. En el curso de la discusión periodística se agriaron las cosas hasta el punto de que el Poeta llego a decir que un León Cortés debía ser, forzosamente, un león de circo.

Cuando se efectuó el duelo, Salomón llevaba escrito su testamento en el bolsillo. En este documento explicaba los motivos del lance y declaraba que no tiraría contra don León sino al aire, por ser esas sus convicciones. Don León tiró primero errando el tiro. El Poeta entonces, con toda calma, levantó lentamente la pistola y disparó hacia el cielo.

En 1933 se hallaba en Panamá. Allí conoció a una joven artista alemana, Betty Schroeder con quien tuvo un hijo. El Poeta ya estaba casado en Nicaragua, desde en 1925, con Carmela Castrillo, de quien nunca se divorció. De este matrimonio había procreado dos hijos. El varón es ingeniero ahora y vive en México. La mujer, siendo muy niña, murió trágicamente en el terremoto que destruyó Managua en 1931.

En Panamá fundó un Liceo que fue el origen de la actual Universidad. Trabajó en el periódico bilingüe Panamá América escribiendo artículos sobre variados temas, especialmente políticos. Allí alaba, por ejemplo, la actitud de México cuando presentó su proyecto de no intervención en la Conferencia de Montevideo y ataca rudamente a los Estados Unidos por su intervención en Cuba y el apoyo dado al déspota Machado.

El asesinato del gran patriota nicaragüense Augusto César Sandino la noche del 21 de febrero de 1934 le sorprende en Panamá. Él ya se había relacionado con los amigos del guerrillero, especialmente con el poeta hondureño Froilán Turcios. En El Digesto Latinoamericano, semanario bilingüe que editaba en Panamá con el periodista norteamericano Carleton Beals, se descargó violentamente contra la intervención yanki y la Guardia Nacional de Nicaragua, heredera de los marinos, tanto en sus métodos como en su organización.

“Sandino─ decía de la Selva─ destruyó en gran parte el complejo latinoamericano de inferioridad física y quienquiera que haya estudiado las relaciones interamericanas, sabe que es preciso destruir los complejos de inferioridad así como los de superioridad antes de que pueda haber un verdadero sentimiento de solidaridad continental entre los pueblos de este hemisferio”.

Era la época en que el poeta nicaragüense se ocupaba con gran fervor de las relaciones de los Estados Unidos con nuestra América Latina combatiendo la diplomacia del dólar, la intervención directa, los monopolios, los empréstitos, Wall Street y todo cuanto tendiera a mantener la injusticia social en estos pueblos.

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No se atrevía, por ningún punto, a atacar a la Iglesia Católica que siempre estuvo al lado de los grandes terratenientes y aristócratas herederos del sistema colonial. Sobre este punto, sin embargo, tenía ideas claras. No en vano estaba presenciando la revolución mexicana. He aquí un par de párrafos sobre el asunto: “…debemos advertir que ningún daño mayor se hace a la religión que cuando se la deroga y se pone al servicio de intereses políticos y económicos bastardos, de lo que tenemos amarga experiencia en todos nuestros países”.

Para él era muy peligroso vincular los perennes intereses de la religión con los deleznables intereses de las clases privilegiadas, y al clero con los terratenientes, con lo que tanto el clero como la religión salían perdidoso, maculados.

“Mi idea, dice, enteramente de liberal juarista, es lo que firmemente creo que ha llegado a prevalecer en nuestro clero: que no es con el dinero, con la avaricia, pero ni con el poder con lo que la religión debe vincularse, sino con el interés de los desheredados, con el interés de la Patria, con las piedades y
libertades humanas para el cual servicio, como lo quiere el Padre Santo, no debe reconocer ni tolerar la Iglesia limitación alguna”.

Por otra parte, él tenía muchas ilusiones en el movimiento obrero hispanoamericano, pero, desde luego, alejado del comunismo.

“La Confederación Regional Obrera Mexicana bajo la dirección de don Luis Morones era por entonces el mejor baluarte que defendía a México; había que hacerle defensora de Hispanoamérica, también para lo que la hallé comprensiva y entusiasta. Era urgente pues, fortalecerla con el apoyo que le dieran, dentro de la Confederación Obrera Panamericana, los trabajadores organizados de nuestros otros pueblos”.

Fue soldado, conspirador, periodista, seductor de mujeres, seminarista frustrado, patriota, americanista, antiyankista, amante de lo pagano y devoto católico, político y erudito, viajero y sedentario, en fin, una rica vida.

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Un miembro de su familia a quien este apuntador solicitó datos de su vida dijo, en los informes:
“Ahora recuerdo que una vez, cuando yo estaba muy preocupada pensando en mi porvenir, en mis ambiciones, él (Salomón) me adivinó el pensamiento y me dijo dándome una palmada en el hombro: No se preocupe mi hijo, lo importante es vivir”. Mi informante agregó de comentario: “Escriba Ud. lo que quiera sobre él y goce y sienta lo que escriba que él es fuente de vida y alegría”.

Especial de Salomon de la Selva 12/junio/2007 Escaneo LA PRENSA

De esta misma manera se expresaban quienes le conocieron, entre ellos, algunos de sus críticos; por cierto que muy pocas personas se han ocupado de su obra. Ya mencionamos a Henríquez Ureña quien afirmaba que lo interesante de Salomón era su “personalidad”, y lo mismo su otro crítico Trías Auna. La gran poetisa salvadoreña Claudia Lars, hace de él una semblanza, recién venido de la guerra. Lo mismo el hondureño Rafael Heliodoro Valle y muchos otros que con él trataron o convivieron.

“Era por entonces─ decía Claudia─ un muchacho delgado y vibrante con blanco rostro pálido que se iluminaba con la sonrisa de sus labios burlones o con el fulgor centellante de sus azules ojos de tritón” “Personalmente, agrega, puedo decir que le debo gran parte de lo que soy como escritora: el conocimiento de los clásicos castellanos e ingleses, el dominio de las formas poéticas en mi propia lengua expresiva, la devoción a ciertos poetas inspirados y ejemplares que me han conducido y alentado entre los peligros y confusiones del oficio. Lo que Salomón me regaló con tan abierto goce es tesoro espiritual que el tiempo no puede destruir nunca”.

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En sus años mozos, Rafael Heliodoro Valle escribió de él: “Fue en Nueva York en 1918. El poeta acostumbraba a dormir de día para poder noctambular. Suaves los modales, adormecidos los ojos en una morosa esperanza─ y con dos grandes turquesas en el fondo─ los labios de azteca o de caribe, para repetir la frase de uno de sus admiradores, la tez pálida de vigilias mentales (el poeta tenía 25 años de edad) que nunca llegan al “surmenage” porque es un scholar que sabe bien su higiene; y sobre el modesto barro en que han confluido el indio y el inglés, una cabellera que nos habla de románticos quehaceres y de inquietudes y avatares…”

De la Selva, continúa Rafael Heliodoro Valle, está preparado, como pocos, para hablar en América con autoridad plena, sobre nuestros problemas y orientar a la juventud; su cultura varia, su actividad de trabajador honrado, su insaciable curiosidad en medio de una vida medio misteriosa y con tiempo para todo, y sobre tanta excelencia un orgullo de príncipe azteca o de lord inglés y una inocencia muy rara ahora, le dan ejecutorias para ser corifeo de la nueva América. Frost, el viejo Markham, Amy Lowell y sobre todo la St. Vicent Millay son sus amigos entre los poetas de este país; y como escribe en inglés ─tan magistralmente como en español─ ¿qué poeta en nuestro idioma es capaz como él de darnos la diaria sorpresa de su aurora? En el New York Evening Post leemos con frecuencia sus comentarios sobre libros que hablan de la América Latina; y últimamente trazó varias páginas (sobre Miranda y el Padre Hidalgo las mejores) en el boletín de la Unión Pan-Americana. Acaba de regresar a Nueva York, a su aldea estentórea, donde él oye grandes voces y se contenta con un humilde cuarto de estudiante donde es visitado por el crepúsculo y por los pajarillos trabajadores”.

León, Nicaragua, 1963

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