Iconografía de Rubén Darío: Rachilde, Gisèle d’Estoc y un duelo de mujeres

6 febrero, 2022

En abril de 1906, Rubén Darío, como todos los años desde 1900, fue a visitar los salones de primavera de París, con el objeto de informar a sus lectores en Buenos Aires sobre la evolución del arte moderno. En el Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, un cuadro de Gabriel Biessy (1854-1935) le llamó la atención. Biessy, retratista y paisajista, se había distinguido con una serie de visiones del París nocturno, seguidas, cuando viajó a Sudamérica en 1884, por otras del Buenos Aires nocturno. A este pintor, además de los paisajes de noche, le fascinó la vida de los marginados, y así lo refleja Darío con su descripción del cuadro Primavera en los suburbios:

“«Printemps», de Biessy, es una escena «bien parisiense», como el Bubu de Montparnasse. Dos apachas, el busto desnudo como las famosas y elegantes duelistas de Emile Bayard, se baten á cuchillo, por el apache, que, tranquilo, contempla, fumando, la carnicería.”1

En La Gironde, un diario de Bordeaux, un crítico de arte profesional, que abrevia su nombre con la letra M., presentó el cuadro de otra manera:

“El señor Gabriel Biessy expone bajo el título Primavera en los suburbios una escena de la mala vida, que tiene su sabor. Dos mujeres jóvenes, desnudas hasta la cintura, se diputan, cuchillo en mano, el corazón (¡!) de un simpático vagabundo quien asiste a esa tragedia sentimental como espectador imparcial, con el cigarrillo en la comisura de los labios. Es en una noche azulada que se entabla esta batalla cuyo premio es Alfonso.”2

Vemos que ambas descripciones se complementan y permiten una reconstrucción mental de la tela, de la cual lamentablemente no parece existir ninguna reproducción y que no hemos podido localizar en ningún museo. Sin embargo, la nota de Darío se caracteriza por tres rasgos especiales. 1° Donde M. habla de “mujeres jóvenes” y de un “simpático vagabundo”, Darío habla de “dos apachas” y un “apache”: introduce un matiz de rechazo moral, y a la vez dramatiza la escena y la traslada a un submundo de criminales. La palabra “carnicería” contribuye a esa dramatización. 2° Darío relaciona el cuadro con la novela de Charles-Louis Philippe, Bubu de Montparnasse, publicada en 1901, con la cual el mundo de la baja prostitución se había conquistado el derecho de ciudadanía en la literatura francesa. 3° Con la fórmula “el busto desnudo como las famosas y elegantes duelistas de Emile Bayard” Darío hace referencia a un antecedente, un cuadro en el cual, veinte años antes, no fueron apachas con cuchillos las que se enfrentaron, sino damas del (alto) mundo armadas de espadas. Esa referencia es la que nos interesa en el presente artículo.

Un asunto de honor, primera versión (Émile Antoine Bayard)
La reconciliación, primera versión (Émile Antoine Bayard)

Émile Antoine Bayard (1837-1891) se recuerda hoy sobre todo como ilustrador de libros, y se compara a veces con Gavarni. Darío se refiere a su tela Une affaire d’honneur. Expuesta en el Salón de 1884, publicada en la revista L’Illustration el 3 de mayo de aquel año, ganó una asombrosa notoriedad tanto en Francia como en otros países, incluyendo América. El cuadro representa un duelo a espada entre dos mujeres medio desnudas, con la presencia de otras tres mujeres testigos y una cuarta que parece observadora. En una secuela pintada poco tiempo después, las mujeres, una de ellas levemente herida en la muñeca, se reconcilian: el honor, según parece, estaba a salvo. Los dos cuadros, Un asunto de honor y La reconciliación, suelen hoy considerarse como partes de una sola obra, una especie de díptico con el título Un duelo de mujeres. El éxito de los cuadros motivó a Bayard a producir pronto una segunda versión de ambos, mejor que la primera, en la opinión de algunos conocedores3. Pintores anónimos produjeron otras versiones, por lo general edulcoradas, y el tema se retomó en las revistas de los cafés-concierto, en novelas, en las primeras películas mudas e incluso en las decoraciones de las cajas de puros. Igual como el Werther de Goethe había provocado toda una serie de suicidios románticos entre los jóvenes de su época, el cuadro de Bayard encontró imitadoras y fue el origen de toda una serie de duelos femeninos4. Astié de Valsayre (1846-1915), la fundadora de la Liga por la Liberación de las Mujeres, abogó por la “mujer viril”, pidió para ella el derecho al duelo, propuso que a las muchachas en los pensionados se les enseñara la esgrima y argumentó que “la esgrima era excelente para el desarrollo del pecho”5. Una de las alumnas de su círculo de esgrima fue Marie-Paule Courbe, más conocida bajo el seudónimo de Gisèle d’Estoc (1845-1894), escultora, escritora, militante feminista, admiradora de Juana de Arco, lesbiana declarada y también amante de Guy de Maupassant6. El Duelo de mujeres al que se refiere Darío era no solamente muy conocido sino emblemático para una etapa en la evolución del feminismo en Francia, una etapa llena de confusiones y violencias que culminaron en la noche del sábado 18 al domingo 19 de enero de 1890, en el bulevar des Batignolles, cuando Gisèle d’Estoc, disfrazada como colegial según su costumbre, agredió a Elisabeth Dayre (1860-1933) y le propinó una brutal paliza con su fusta, antes de ser llevado a la policía del 17° distrito por el futuro marido de Dayre, Gustave Kahn. Gisèle y Elisabeth habían sido amantes antes de que esta última concediera sus favores a los poetas Ephraïm Mikhaël, Saint-Pol Roux, Rodolphe Darzens, Jean Moréas y otros, ganándose el apodo de “la pequeña antología” y provocando dos duelos históricos entre Darzens y Moréas7. En cuanto al poeta y “raro” de Darío, Laurent Tailhade, Gisèle d’Estoc logró mandarlo a la cárcel por un supuesto delito de difamación, aunque los rumores de que ella, por venganza, había colocado la bomba que explotó en el restaurante Foyot el 4 de abril de 1894 hiriendo gravemente a Tailhade no tuvieran fundamento8.

Un asunto de honor, segunda versión (Émile Antoine Bayard)
La reconciliación, segunda versión (Émile Antoine Bayard)

Volviendo a los cuadros que nos ocupan en este artículo, la mayoría de los requisitos de un duelo de honor están reunidos en ellos: dos contrincantes enfrentándose en un lugar recóndito, dentro de un bosque, ya que los duelos estaban oficialmente prohibidos. Presencia de cuatro testigos, una de las cuales parece tener el papel de jueza o de presidente. Las mujeres parecen damas de la alta sociedad, por la elegancia de los vestidos que se han quitado solo a mitad; en la primera versión, una de ellas conserva durante la lucha su suntuoso sombrero. Interrupción del combate después del primer rasguño. La presidenta, con una señal de sus guantes, llama a un coche que espera en cierta distancia para que recoja a la dama herida y la lleve a un lugar cómodo y seguro. La presencia de un médico varón hubiera roto el equilibrio delicado del cuadro; sin embargo, una de las testigos aplica una compresa a la muñeca herida. El cochero, sí, debe ser hombre (las primeras mujeres cocheras aparecieron en las calles de París en 1907), pero el coche se mantiene a una distancia bastante grande y solo se ve como una sombra. El éxito del cuadro se debe sin duda a que rompía dos tabúes: 1° Como los duelos de honor estaban reservados a los hombres, las mujeres no se toleraban ni siquiera como observadoras, mucho menos como contrincantes. 2° Ni siquiera los hombres solían combatir con el torso desnudo, y mucho menos las mujeres. 

Pero parece que el gran éxito del cuadro tuvo también otro motivo: se rumoreaba que la tela aludía a un evento real. La dama vestida de negro, a la izquierda del cuadro, se parece mucho la escritora Rachilde, la única mujer entre los “raros” de Darío. Con su actitud tranquila, mirando a las contrincantes de arriba abajo, con una mirada casi burlesca, se puede pensar que las duelistas se están peleando por ella, o sea que se disputan sus favores. De estas dos, la que en la primera versión tiene cabello castaño, vestido azul y sombrero azul emplumado, o sea la que se encuentra frente al espectador y sale victoriosa después de herir a la otra, se ha identificado como Gisèle d’Estoc. Picq afirma que la cara, con su característica nariz aguileña, se parece al retrato de Gisèle pintado por Henri Louyot9.

Una mujer combativa: Gisèle d’Estoc
(cuadro de Henri Louyot)

En los retratos fotográficos que tomó Maupassant con su cámara, Gisèle se cubre la cara con el brazo, en un gesto inspirado por el cuadro Friné ante los juecesde Gérôme, de manera que la comparación de los rasgos se hace casi imposible.

Una mujer sensual: Gisèle d’Estoc
  (fotos de Guy de Maupassant)

La otra dama que en la primera versión se ve de espalda, rubia, las caderas cubiertas con un vestido rojo, su sombrero rojo y la parte superior del vestido puestos en el suelo, juntos con un abanico y una fusta, o sea la que sale herida y derrotada en el duelo, es, según el biógrafo de Maupassant, Pierre Borel, la jinete y trapecista de circo Emma Rouër10. Borel afirma que Gisèle d’Estoc se había enamorado de Emma y el duelo resultó de los vaivenes de su relación amorosa; Gisèle salió ganadora, ya que en el cuarto asalto logró herir a Emma en el pecho. Sin embargo, Gilles Picq, después de un análisis minucioso, llega a la conclusión de que Borel era un mitómano, que Emma Rouër nunca existió y que el duelo es ficticio…11 Otra erudita, norteamericana, Melanie Hawthorne, apoyándose en Borel, da a entender que Gisèle d’Estoc y Rachilde tuvieron una breve relación amorosa en 1884, año en que Bayard pintó y expuso su cuadro y en que Rachilde se hizo famosa con la publicación de Monsieur Vénus. Gisèle tenía en ese momento 39 años y Rachilde 24; según parece fue esta última la que terminó abruptamente la relación, dejando a la otra herida y resentida12. Es probable que el cuadro de Bayard se refiere a este pequeño drama sentimental y lo refleja de alguna manera, difícil de precisar hoy.

Lo cierto es que con Un duelo de mujeres de Bayard, entramos en un mundo de cuestionamiento de las identidades sexuales, de travestismo, de intrigas y rivalidades entre lesbianas y gitones13, entre hombres y mujeres más o menos bisexuales, que surgió en Francia en los años 1880 y acompañó los importantes pasos que se dieron en la emancipación de la mujer, un poco como la “terreur” acompañó la obra liberadora de la Revolución francesa. En este mundo Rachilde ocupó un rol prominente. Como decíamos, en el mismo año del cuadro de Bayard, Rachilde publicó la novela Monsieur Vénus, donde describió una inversión de los roles de sexo y celebró vicios que ella misma no practicaba. La novela provocó no solamente ataques furiosos desde un punto de vista masculino tradicional, sino también la aparición de una red formada de mujeres mistificadas o indignadas por la leyenda que Rachilde se estaba construyendo14. Tres años después, en 1887, apareció La Vierge-Réclame, de Gisèle d’Estoc, para mostrarla “en su desnudez delgaducha y enfermiza de muchacha trastornada“15, y denunciar Monsieur Vénus, “creación monstruosa de una mujer-hombre que ama a un hombre-mujer … Un caso inverosímil de histerismo, inventado por una histérica”16. El libro de d’Estoc, una de tres novelas en clave escritas por mujeres dedicadas a atacar a Rachilde17, podía también leerse como producto de un despecho amoroso18. Hoy sabemos que Rachilde, con todos sus méritos, se burlaba de hombres y mujeres que, inspirados por su leyenda y sus novelas, se ilusionaron y a veces se suicidaron por ella, como aquel pobre Tiburce Le Hénaff (1848-1885), que ocupa un capítulo en La Vierge-Réclame y cuya trágica historia reconstruye Le Picq19. En febrero de 1895 apareció la crónica de Darío sobre Rachilde, donde el poeta, embelesado, se gana su lugar en “ese pedestal vivo que la levanta en una apoteosis sabiamente oscurecida por humos de incienso, nubes llenas de misterio”20. En 1896 este artículo pasó a formar parte de Los Raros. Darío envió ejemplares de Los Raros a París, para que su amigo Alberto Gerchunoff los entregara a los personajes retratados en el libro que todavía vivían en la capital francesa. Rachilde, agradecida después de recibir el suyo, y además casada con Alfred Vallette desde 1889, invitó a Darío a reunirse con ella cuando llegara a París. El poeta, halagado, publicó la carta de la escritora21, pero, como se sabe, nunca quiso aceptar la invitación ni acercarse a Rachilde, lo cual explica en su autobiografía, poniendo como pretexto su timidez. ¿Conoció Darío a Gisèle d’Estoc? No es probable, porque ella y su compañero Léo Pillard d’Arkaï se trasladaron a Niza en 1890, en busca de un clima favorable para los casos pulmonares. Gisèle murió en Niza en 1894, así que ya no estaba en París cuando Darío llegó a la capital francesa. Pero, tanto en su primera visita en 1893, como después de establecerse definitivamente en París en 1900, Darío debe haber escuchado muchos relatos y muchos rumores. Leyó sin duda la novela de d’Estoc y el famoso artículo de Edmond Pelletier que ya anticipa las ideas y los argumentos de La Vierge-Réclame22. Reconociendo “más de un engaño en mi manera de percibir”23, mejor informado y conociendo un poco más la realidad de sus ídolos y entre ellos de Rachilde, Darío no quiso involucrarse en los pleitos internos de un mundo “queer” donde, con la espada o sin ella, cualquiera, hombre o mujer, podía salir herido.


Notas

[1] RD, “Los salones de 1906. I. Société Nationale des Beaux Arts”, La Nación, 30 de mayo de 1906, p. 5. Biessy exponía dos cuadros en este salón. La nota en el catálogo de la Société Nationale des Beaux Arts dice: “BIESSY (G.), S. 4, boulevard Emile-Augier (XVIe). 102. – Le cheval qui meurt (banlieue). 103. – Printemps (banlieue)”.

[2] M., “Le Salon de la Nationale”, La Gironde (Bordeaux), 7 de mayo de 1906, p. 3. El signo de exclamación está en el texto.

[3] « A Paris : L’Affaire Bayard », https://artifexinopere.com/blog/interpr/themes/femme-fantasme/escrimeuse/1-lescrimeuse-premieres-passes/, página consultada el 14. 04. 2021.

[4] “Série de duels féminins”, Le Petit Parisien, 27 de diciembre de 1885, p. 3.

[5] Gilles Picq, Reflets d’une Maupassante, Éditions des Commérages, 2015, p. 181, https://de.scribd.com/doc/269843423/Reflets-d-une-Maupassante, página consultada el 11. 04. 2021.

[6] Picq, op. cit., p. 34.

[7] “La vengeance d’un bas-bleu”, Le Matin, 22 de enero de 1890, p. 3; “Échos”, L’Écho de Paris, 23 de enero de 1890, p. 1; “Échos”, L’Écho de Paris, 25 de enero de 1890, p. 1 ; Picq, op. cit., pp. 210-213.

[8] Melanie C. Hawthorne, Finding the Woman Who Didn’t Exist. The Curious Life of Gisèle d’Estoc, Lincoln: University of Nebraska Press, 2013, pp. 62-76; Picq, op. cit., pp. 207-208, 218-220.

[9] Picq, op. cit, p. 59.

[10] Pierre Borel, Maupassant et l’androgyne, Paris: les Editions du Livre moderne, 1944, p. 53.

[11] Picq, op. cit, pp. 55-75.

[12] Hawthorne, op. cit., pp. 60-61.

[13] “Se cambian comunicaciones / entre lesbianas y gitones” (Darío, poema “Agencia”).

[14] Michael Finn, “Rachilde : Une décadente dans un réseau de bas-bleus”, dans Margot Irvine (dir.), Les réseaux des femmes de lettres au XIXe siècle, @nalyses, printemps-été 2008, pp. 25-40, aquí p. 27.

[15] G. d’Estoc, La Vierge réclame, París: Librairie Richelieu, s.f. [1887], p. II.

[16] G. d’Estoc, op. cit., p. 21.

[17] Las otras fueron La buveuse de sang de Louise Mie d’Aghonne y Une decadente de Georges de Peyrebrune (Finn, op. cit., pp. 29-30).

[18] Finn, op. cit., p. 31.

[19] Picq, op. cit., pp. 124-127.

[20] G. d’Estoc, op. cit., p. I.

[21] Rubén Darío, “Una carta de Rachilde”, La Nación, 14 de enero de 1897, p. 3.

[22] “Sedienta de réclame, esa mujer es Venus entera pegada a la publicidad”, dice Edmond Lepelletier, parafraseando a Racine (“Chronique des Livres”, L’Écho de Paris, 24 de enero de 1887, p. 1).

[23] Rubén Darío, Los Raros, ed. crítica de Günther Schmigalle, Berlín: Tranvía, 2015, p. 51; Rubén Darío, Los Raros, ed. de Ricardo de la Fuente Ballesteros y Juan Pascual Gay, Madrid: Cátedra, 2020, p. 173.

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Filólogo alemán, doctor en filología moderna por la Universidad de Frankfurt am Main (1980). Autor de estudios sobre André Malraux, Ernest Hemingway, W. B. Yeats, la literatura de la guerra civil española y la literatura nicaragüense. Publicó ediciones críticas de varias obras de Rubén Darío y artículos sobre la vida de Darío en París y su relación con la literatura francesa. Fue profesor de la Escuela de Bibliotecología y de la Escuela de Arte y Letras, UCA, Managua, en los años 1988-1994.