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Jorge Boccanera: Palma Real. Ediciones Continente (Visor Libros) Buenos Aires, 2009

1 abril, 2010

«La poesía se come cruda».

Es la receta que Colin, «un cocinero francés», da casi al final de este libro, ganador en 2008 del VIII Premio Casa de América de Poesía Americana, en España.

Pero el poemario no va de cocina. Ni mucho menos. Jorge Boccanera (Bahía Blanca, Argentina, 1952) construye su discurso a partir de elementos propios de la naturaleza. Encuentra, a como ha declarado alguna vez, un espacio en donde desarrollar sus obsesiones de siempre: amor, muerte, exilio…

Este lugar poético es la selva. Pero no cualquier selva, sino una que está «hecha a lápiz», con palabras. Una selva que «se imagina a sí misma».

Hay acá una presencia animal constante, un protagonismo innegable de la naturaleza encarnada en ese ecosistema verbal inventado o re-creado por Boccanera. «Lo que no es selva es pobre mundo», dice el poeta, «es ruina».

Y aunque la frase del chef pueda sugerir que ante nosotros tenemos un tratamiento coloquial y simple del lenguaje, no debemos estarnos tan confiados. Puede encontrarse a ratos una concentración verbal admirable: las palabras dicen más, mucho más que en sus estados cotidianos. Por supuesto, se trata de poesía. Y a esto se debe que puedan encontrarse poemas tan cortos y con un sentido tan completo y profundo como este: «Con su mano amputada, / el misterio / me lleva de la mano».

En general, de hecho, cada uno de los 66 poemas de este libro, que su autor comenzó a escribir a mediados de los noventa en Costa Rica, donde vivió entre 1989 y 1997, no pasan de las dos páginas. Y la mayoría ni siquiera va más allá de la mitad de una.

Hay en Palma Real al menos tres niveles de significación entrelazados, que remiten a tópicos codependientes: el planeta como espacio vital amenazado; el ser humano como depredador y presa al mismo tiempo de sí mismo; y la poesía como puente comunicacional y espacio regenerativo. Las palabras acá poseen sangre y savia enfrentadas, en vías de comprenderse.

El poeta, cuyo oficio es «ser la rama de aquello que no se posa nunca», ha hecho nido en la imaginación, «como quien se procura un refugio en un árbol cualquiera». Así, la poesía es un ecosistema de donde brotan con vida las palabras.

Por eso recomienda «aprender a leer las hojas (…) su libertad (…) su vocación de ala, de canoa, de sexo de hembra».

Y, aceptando que «por separado uno es ninguno», tomamos la propuesta del poeta como un reto colectivo. De nosotros dependerá lo demás.

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Managua, Nicaragua, 1987.
Es licenciado en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Es autor del libro Antropología del poema (Leteo, 2012). Su trabajo aparece en las antologías Flores de la trinchera: Muestra de la nueva narrativa nicaragüense (Soma, 2012), Apresurada cicatriz: Instantáneas de poesía centroamericana (Literal, 2013), De ahí nomás: Poesía actual de Centroamérica y del Caribe (Vox/Germinal, 2013), Voces de América Latina [Fictio] III (Mediaisla, 2017) y 4M3R1C4 2.0: Novísima poesía latinoamericana (Liliputienses, 2017). En la actualidad estudia la maestría en Enseñanza y Aprendizaje en ADA University, Azerbayán.