Jose Adiak Montoya entre la novela realista y la de imaginación

5 agosto, 2024

            La voz más interesante de la nueva novela nicaragüense es la de José Adiák Montoya (Managua 1987), quien hasta la fecha ha publicado El sótano del ángel (Océano 2014), El rojo aullido en el bosque (Anamá 2015), Lennon bajo el sol (Tusquets 2017), Aunque nada perdure (Seix Barral 2020), El país de las calles sin nombre (Seix Barral 2021), y Los actores perversos (Seix Barral 2023). A lo largo de diez años de constante trabajo Montoya ha demostrado tener una gran imaginación, la capacidad para desempeñarse tanto en la novela realista como en la de imaginación y fantasía; así como habilidad para entretejer diferentes líneas narrativas y jugar con los tiempos de la narración. En definitiva, estamos frente a un novelista hecho y derecho, el más destacado de su generación, y quien promete llevar la antorcha de la narrativa nicaragüense en el siglo XXI.

            Los actores perversos es una novela que incursiona en la literatura de horror, la literatura gótica y la historia ficticia de monstruos y asesinatos. Está inspirada en la obra de Víctor Hugo, L´homme qui rit (1863) ya que Gwynplaine es retomado como persona por Montoya, el primer capítulo nos muestra a un Víctor Hugo en el exilio en Inglaterra, y el penúltimo capítulo nos remite al regreso de Víctor Hugo a Francia, su muerte y sus exequias. En el entresijo de esta novela relativamente larga, encontramos las historias de tres personajes monstruosos y deformados que van a ser los protagonistas de la novela: Gottwald, Levert y León. La historia transcurre en su mayor parte en un mercado que ha crecido hasta comerse parte de la ciudad, un mercado caótico, sucio y descomunal, que al lector nicaragüense le recuerda inmediatamente el Mercado Oriental; pero puede ser también Tepito en la ciudad de México. No hay suficientes elementos para situar la historia en ningún país en particular, aunque se menciona varias veces una dictadura dirigida por el comandante, o en algunos casos el general, lo cual nos puede también remitir a la Nicaragua bajo la dictadura del comandante Daniel Ortega. Otro personaje importante en la novela es maese Reyes, un ciego tallador de máscaras que será la única persona capaz de darles cariño y trato humano a estos tres monstruos espantosos. Otro personaje importante en la novela es Eda, una joven de extracción humilde que desarrolla una gran afición por el cine y sueña con ser cineasta y que acude a las proyecciones en el cine Angélica. Es en este cine donde los tres monstruos la verán por primera vez y asumen que es su musa, su diosa, o su amante. Ante la reacción de horror de Eda los monstruos la secuestran y la torturan. Hay otros personajes igualmente torturados todos e hiperbólicos en la novela.

            Esta es sin duda una novela ambiciosa por parte de Montoya, que trae a colación una serie de pretextos importantes, se nutre de una tradición muy larga y compleja como es la literatura gótica de horror, y demuestra que se puede hacer literatura en América Latina partiendo de tradiciones muy distantes y remotas. La versión cinematográfica de L´homme qui rit de 1928 ocupará un lugar importante en la trama y en el imaginario de Eda, y las versiones cinematográficas de el Guasón de Batman entran y salen de la novela en diferentes momentos. Para los lectores que gustan de este género esta puede ser una novela muy atractiva. En mi caso tuve que hacer un esfuerzo para terminar de leerla.

            Otra novela muy interesante de Montoya es El país de las calles sin nombre, donde el autor crea un personaje femenino, joven, llamada Alice Miller, que regresa a Nicaragua después de haber crecido en la diáspora a causa de la revolución sandinista. En esta novela el volcán y la laguna tienen una significación muy importante de acuerdo con el lema de Nicaragua, a la que se le llama “país de lagos y volcanes”. La novela acurre en un pueblo ficticio llamado Los Almendros, y Alice se hospeda en un hotel llamado Las Brumas. El volcán aparece como una marca, un espacio en el horizonte de Alicia, pero no pasa de ser un adorno en el panorama. En esta novela el volcán es como la niebla del pueblo y como otros elementos que aparecen frente a la mirada. Los dos símbolos más importantes aquí van a ser el pozo y la laguna. El pozo en el que cae Alicia, al principio de la novela, es el mismo pozo en el que tiraron el cuerpo de su abuela muerta, una tragedia que ha marcado la vida de Alicia y que nunca se ha logrado esclarecer. Tanto el pozo como la laguna son espacios profundos en la tierra que contienen agua. Pozo y laguna son signos semejantes dentro del sistema semiótico de esta novela. Hacia el final de la novela nos enteramos de su verdadero nombre nicaragüense, Alicia Flores García, y que ha regresado a Nicaragua para recuperar su pasado perdido. Su madre había emigrado primero a México y después a Estados Unidos, cuando ella era una niña en los años ochenta mientras se libraba la guerra civil en Nicaragua. Esta es por tanto una novela de recuperación de la identidad perdida por la migración y el destierro.

            Al final de la novela Alicia sale de una Nicaragua convulsa por las protestas de abril del 2018 y desde el avión se dice lo siguiente: “Abajo, sin poder verlo, y sin saber aún si volverá a verlo, deja un país en llamas. Pero Alicia tiene una laguna”. De esta forma vemos cómo la laguna se ha convertido en un signo de esperanza, en un signo de redención; sumergirse en la laguna fue para Alicia limpiar toda la historia sangrienta de su familia en Nicaragua, el asesinato de su abuela, la muerte de su padre, y finalmente darse cuenta de que fue su padre el que mató a la abuela, porque las había mandado, a ella y a su madre, a México. Esta tragedia familiar encuentra su redención, su justificación, su limpieza, en el sumergirse en la laguna. Alicia se va desesperada de Nicaragua de regreso a los Estados Unidos, a unirse con su esposo Max, pero deja parte de su vida y de su cuerpo en la laguna.

            En Aunque nada perdure, otra novela de Montoya, el autor revive la experiencia de la mejor escultora que ha dado Nicaragua, Edith Gron, y al mismo tiempo recrea los episodios más importantes de Nicaragua en el siglo XX: los terremotos de 1931 y 1972, la dictadura de los Somoza, y la revolución popular sandinista hasta la pérdida del poder en 1990. Edith Gron (Copenhagen 1917-Managua 1990) fue una escultora cuya familia emigró a Nicaragua a finales de los años veinte, y autora de esculturas como los bustos de Rubén Darío, Andrés Castro, el cacique Diriangén, Emiliano Chamorro y muchas de las esculturas más importantes de Nicaragua. En esta novela Montoya cuenta su vida a través de varios momentos emblemáticos: las escenas de 1989 cuando ella regresa de Costa Rica de tratarse un cáncer de boca, las escenas de 1956 cuando ella esculpe la escultura de Andrés Castro para desplegarla en la Hacienda San Jacinto, y las escenas de 1931 justo después del terremoto. Desde esos tres momentos épicos, Montoya cuenta a través de un narrador heterodiegético, con focalización omnisciente, las peripecias de la familia Gron, y especialmente la de Edith. Esta es a mi juicio la mejor novela publicada en el año 2020, y hace de Montoya es una de las figuras más promisorias de la nueva novela nicaragüense.

            Aunque nada perdure reclama desde la primera página ser una obra de ficción basada en personas reales, y que algunos de los hechos y situaciones son imaginación del autor, sin embargo está firmemente anclada en la realidad. Entre los textos preliminares encontramos el acta firmada el 19 de mayo de 1923 por medio de la cual el Gobierno de Nicaragua se compromete a aceptar la migración de cien familias danesas. Una de esas familias va a ser la de Vilhelm Gron y Sofie Rasmussen, los padres de Edith, y su hermano menor Niels. La novela está muy bien escrita, aunque en algunos momentos decae un poco la elegancia de la prosa. Montoya nos cuenta con mucha fidelidad histórica el desarrollo artístico y personal de Edith Gron, desde su primera escultura premiada “Amo muerto”, donde representa a un perro aullando por la muerte de su amo en el terremoto de 1931. La mayor parte de la acción se centra en la ejecución de la escultura de Andrés Castro, para la cual le está sirviendo de modelo el boxeador Silvio “Bill” Turcios, antiguo novio de ella. Montoya utiliza esta escena y la conversación que se da entre ellos, para introducir analepsis internas y recrear otros momentos de la vida de la escultora, especialmente su estadía en México y en Nueva York. Como dice en los créditos finales, el novelista se ha beneficiado de la información proveída por la familia Gron y por otros intelectuales que le han facilitado mucha información para la novela. Llama la atención que Montoya no menciona la única biografía de la escultora, Edith Gron, biografía de una escultora, escrita por José Martin Vivó Llobat y publicada en 2010 por el Instituto Nicaragüense de Cultura.

            En Lennon bajo el sol Montoya demuestra de nuevo su enorme capacidad de imaginación y su interés en mundos posibles. En esta novela Montoya recrea el mundo de los Beatles, la famosa banda de rock inglés, situando la acción en la Nicaragua de los años sesenta, setenta y ochenta. Es decir, traslada la vida del famoso cantante de Liverpool, John Lennon y sus tres compañeros, al mundo provinciano de Managua. Podemos imaginar que esta trama implica una dificultad enorme: cómo adaptar el universo súper famoso y archiconocido de John Lennon a la limitada realidad artística y musical de Nicaragua. Lennon bajo el sol se refiere al final trágico que tiene en la novela el músico, donde un fanático lo asesina, lo traslada luego a una playa conocida como Pochomil, y lo deja abandonado en la costa. Este “Lennon bajo el sol” literalmente muerto bajo el sol, es también metafóricamente la historia de “Los escarabajos”, los Beatles tropicales, una banda surgida en Nicaragua a finales de los sesenta y que se convierte en mundialmente famosa gracias a canciones como “Imagina”, “Revolución”, “Toma mi mano” y muchos de los otros temas famosos de los Beatles. Mientras la banda musical se va convirtiendo en una sensación mundial, vemos la dictadura de los Somoza, asistimos al asesinato del primer Somoza, fundador de la dinastía; y alcanzamos a ver en la ficción el asesinato del segundo Anastasio Somoza en Paraguay, pasando por el terremoto de 1972 en Managua, el triunfo de la revolución sandinista en 1979, y muchos eventos importantes de la historia de Nicaragua.

            Esta es una novela muy ingeniosa en su trama y su temática, pero muy difícil de realizar en forma creíble y verosímil. Como lector uno nunca termina de convencerse o de integrarse en el mundo narrado, porque la ficción no ofrece los parámetros necesarios para hacerlo. Trasladar la vida de John Lennon y los Beatles a un espacio como Nicaragua, requiere un acto de suspensión de incredulidad muy grande y requiere una enorme entrega por parte de los lectores. Hay que reconocer el magnífico trabajo que hizo Montoya ajustando los hechos históricos de los Beatles a la historia de Nicaragua, pero me parece que la novela no logra convencernos de su propuesta. Hay dificultades lingüísticas a todo lo largo de ella para adaptar los nombres en inglés originales al español. Vemos que el autor ha decidido no españolizar el nombre de John Lennon, pero a los otros tres integrantes de la banda los llama por nombres en español: Ricardo, Paulo y Jorge. Más importante aún, el desarrollo e influencia de los Beatles en el rock and roll y en el mundo, surgieron de una tradición musical anglófona que combina elementos del blues, el rhythm and blues, el country norteamericano, con expresiones como las de Little Richard, Elvis Presley y Chuck Berry; con la tradición musical inglesa de los años cincuenta. Al sacar a la banda de esas tradiciones musicales e insertarla en Nicaragua, nos quedamos con un grupo que no tiene una tradición musical que lo respalde, que canta en otra lengua y forzosamente se nutre de otras tradiciones. Ahí me parece que radica la dificultad de la novela. Sin embargo, hay que admirar la forma en que José Adiák Montoya recrea la fama y la popularidad que alcanzaron los Beatles, incluyendo su famoso concierto de despedida en el techo de las oficinas Apple Music, trasladándolo a un concierto en el techo del Hotel Intercontinental de Managua. Por otro lado, la vida del asesino de John Lennon se ve aquí representada por la figura de un joven nicaragüense con problemas mentales, que Somoza entrena y adoctrina para que asesine a Lennon. La novela plantea una relación de admiración y de rechazo entre Anastasio Somoza y John Lennon, ya que en la fiesta del Club Obrero donde fue asesinado el primer Somoza, los Beatles estaban supuestos a iniciar la velada antes de la orquesta de la Guardia Nacional, de forma que Anastasio Somoza hijo siempre asocia la imagen de John Lennon con el asesinato de su padre. Como podemos ver la novela es un esfuerzo valioso y meritorio de novelar la historia de Nicaragua en un contexto globalizado.

            Con este breve recorrido por la obra de Montoya espero haber demostrado que estamos ante un novelista que ha incurrido con éxito en diferentes subgéneros de la novela y quien sin duda tiene mucho más que brindar a los lectores de la novela nicaragüense.

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Es escritor, catedrático y crítico nicaragüense. Ha publicado 18 libros de poesía, cuento, y ensayos. En 1995 ganó el Premio Nacional Rubén Darío. Ha recibido becas de investigación de la Mellon Foundation y Taft Research Center. Ganó el Reieveschel Award en 2015. Ha publicado más de 100 artículos en revistas académicas y ha dictado más de 130 conferencias en congresos y universidades. Actualmente es catedrático de literatura hispanoamericana en la Universidad de Cincinnati.