José Emilio Pacheco, de la madurez y el balbuceo en Los Elementos de la Noche

1 agosto, 2009

El poeta Iván Cruz examina con detalle la poesía de José Emilio Pacheco, su visión de la realidad, su lenguaje y la belleza que provoca este poemario dotado de una “seductora riqueza verbal”.


Al revisar los primeros libros de algunos de los poetas mexicanos contemporáneos a José Emilio Pacheco, es evidente que en su mayoría suelen ser testimoniales de lo individual, diarios de lo íntimo, poemas exclusivos. Por ejemplo Homero Aridjis (1940) en 1963 escribe:

Mi mujer en primavera

lleva el rostro dorado entre los hombres
 
la intimidad de su lluvia
es tan alta en la luz como en la sombra.

[Mi Mujer en primavera.]

En contraste, José Emilio Pacheco, ese mismo año, publica su primer poemario Los Elementos de la Noche (1963), ya pasado el tránsito de lo particular a lo general, ya pasado el trámite autobiográfico. Este poemario abarca temas más amplios y generales, evita los temas personales, y nace ya con una postura ante la poesía y con una actitud ante el mundo que no cambiará.

Este poemario escrito entre los diecinueve y los veintitrés años del poeta (1958-1962) comprende tres secciones: I. Primera Condición; II. De Algún Tiempo a esta Parte; III. Crecimiento del Día. Las tres partes mínimamente anecdóticas, con una naturaleza corrosiva del tiempo, una melancolía y una tensión incesantes. José Emilio Pacheco elude con prestancia, ese primer estadio del primer libro del poeta joven: El balbuceo.

Verde o azul, fruto del muro, crece;
divide cielo y tierra.
con los años
se va haciendo más rígida, más verde,
costumbre de la piedra, cuerpo ávido
de entrelazadas puntas que se tocan,
[…]
son el viento
que a través del otoño
toca el mundo,
las oscuras
raíces de la muerte
y el linaje
de sombra que se alzó en la enredadera.
[La Enredadera.]

Los detalles anecdóticos en este poema son desechados, el control del ritmo es evidente, la enredadera se define como símbolo, representa el crecimiento cronológico natural y el término de éste con la muerte. Aquí aparece un tema vital no sólo para todo el poemario, sino para toda la obra posterior del poeta: el paso del tiempo. Es este poema, de los siete que conforman la primera parte del poemario, destaca no sólo en lo formal, sino en la ausencia evidente de voces que lo influyan; aunque claro que hay influencias, como dijo Efraín Huerta en su poemínimo Poetitos: “El que/ esté libre/ de influencias/ que tire la primera metáfora.” Pacheco tiene muchas, pero en este poema logra resumir esas muchas a tal grado que ya no son reconocibles, y logra un poema auténtico, un poema donde por primera vez su voz, su identidad se vislumbra.

“El equilibrio en Los Elementos de la Noche se basa en una seductora riqueza verbal y una sensibilidad innata, que se desarrollan en el ámbito de la imaginación”

Dentro de los poemas en que las influencias podrían ser tangibles, se encuentran el que abre el poemario: Árbol Entre Dos Muros, y los siguientes: Jardín de Arena, El Sol Oscuro todos ellos tienen en cierta medida ecos de Octavio paz, el intelecto navegando en los comederos de la emoción, y, a veces, suprimiéndola.

Enciende el vuelo llamas transparentes.

Domina el aire un sol ágil y oscuro.
La noche es oquedad, desierto muro
o río que se disuelve en sus afluentes.
            [El Sol Oscuro]

Piedra de Sol aparece como una sombra sobre este poema, tenemos verso endecasílabo, y el mismo sentido del tiempo, así como la palabra: oquedad, el espacio vacío en el centro de las cosas, que la conciencia confronta, misma visión de esta palabra en la poética de Paz:

No hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
 que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia…

Es la primera parte de Los Elementos de la noche un esclarecimiento paulatino de la voz del poeta, poco a poco se desmarca de las influencias evidentes, hasta llegar a ser nítida hasta el último poema: “La Enredadera”, donde la voz del autor se muestra por primera vez y en adelante.

A partir de este poema, la madurez del poeta sorprende, no hay balbuceos, ninguna retórica. Hay en Los Elementos de la Noche una segura concreción tanto en la actitud como en la elección de los temas —la naturaleza, y su descomposición— la capacidad de hablar del poeta es precisa, simple al profundizar en las cosas. Son ensayadas formas métricas clásicas y modernas, así observamos la aparición de poemas en prosa, el verso medido, y el verso libre; una de sus técnicas más características es la alegoría, que en el ejemplo de “La Enredadera” es muy tangible al plantear la ambivalencia de la vida y la muerte.

El equilibrio en Los Elementos de la Noche se basa en una seductora riqueza verbal y una sensibilidad innata, que se desarrollan en el ámbito de la imaginación. Desde ese ámbito el poemario inicia en el mundo, y el mundo se presenta en la primera parte del poemario (I. Primera Condición) una sucesión de fenómenos naturales, que a medida que avanzan los versos y los poemas se vuelve oscuridad, derrumbe.

En el alba navega el gran mar solo.
Alza su sed de nube vuelta espuma
y en la arena
duerme como las barcas.

De repente amanece,
gloria que se propaga, cotidiano
nacimiento del mundo.

[Mar que amanece.]

“De algún tiempo a esta parte”, segunda sección del poemario muestra a un poeta definido en cuanto a su voz, y los poemas proyectan, al contrario de la visión sublime del mundo a través de sus fenómenos naturales, escrita en la primera parte, una visión intensa de la catástrofe, emitida en dimensiones cósmicas, naturales, e históricas. El primer poema de esta sección deja en claro todo esto:

Bajo el mínimo imperio que el verano ha roído

se deshacen los días.
En el último valle
la destrucción se sacia
en ciudades vencidas que la ceniza afrenta.
[…]
Las palabras se rompen contra el aire.
Nada se restituye ni devuelve
el verdor a la tierra calcinada.

[Los Elementos de la Noche.]

Este poema usa imágenes descriptivas con imágenes visionarias, donde lo descrito no corresponde con la realidad, pero sí, con una descomposición del mundo bajo perspectiva del autor. “Éxodo”, último poema de esta parte, es demoledor:

En lo alto del día eres el que regresa

a borrar de la arena la oquedad de su paso;
el perpetuo exiliado que en el desierto mira
arder hondas ciudades cuando el sol retrocede;
el que abre la mano
y recibe la noche.Pero Pacheco ya nos ha advertido que los elementos de esta noche son destructivos:

En el lento cadáver de las horas

la noche va dejando transitorios venenos.

Los Elementos de la Noche empieza con un enfoque del mundo deslumbrante, atractivo, para después ir llevando a este mundo a un proceso de destrucción no provocado a capricho del autor, sino a capricho de los mismos elementos naturales o especialmente a causa del hombre, elemento destructivo, el poeta sólo es un testigo de los hechos.

“Crecimiento del día”,última parte del poemario tiene sólo dos poemas “Inscripciones” y “Crecimiento del día”. Esta parte del poemario es el desenlace de la descomposición del mundo, es esta parte en donde cobra testimonio la degradación.

Muro que sin descanso pule el tiempo,
altar de piedra y polvo ya deshecho,
puerta cerrada de un jardín que nunca
ha existido o yace entre ruinas,
reino del musgo, losa que se yergue
contra el paso de nadie y bajo el tiempo.

En Los Elementos de la Noche, Pacheco ilustra la perversión trágica e inútil del mundo, y de la belleza natural. Los elementos naturales de la existencia están corrompidos, están tácitamente perdidos. Pacheco no recupera, no salva, no revive estos elementos, no da esperanza alguna, no cambia su actitud ante el desastre. En este primer poemario de Pacheco, todos los elementos están fluyendo y cambiando constantemente, evolucionan.  

Los Elementos de la Noche es un fruto maduro, los medios expresivos son firmes, reflexivos, el poema es reflexivo y esa cualidad reflexiva, que llega a emparentar en su íntima percepción de la soledad y la mortalidad con “El Cántaro Roto” de Octavio Paz, en un momento puede parecer impersonal o producto de un esfuerzo demasiado deliberado. Es decir, a simple vista puede parecer un poeta que no muestra emociones, que es más bien calculador.

En 1966, en el prólogo de Poesía en Movimiento, Octavio Paz, escribe: “Pacheco contempla, recibe, reflexiona.[…] Se contiene en una claridad quieta.” Esto en relación con su primer poemario, es un reconocimiento de la lucidez, la reticencia y la exactitud de la forma. Pero más adelante aconseja que Pacheco rompa sus límites.

Cierto es que Pacheco es un poeta de contención, de dosificación, jamás lo veremos arrebatado por su entusiasmo, queriendo decirlo, nombrarlo todo, ni perdiéndose en recapitulaciones y exclamaciones. Sin embargo Pacheco, aún antes del consejo de Octavio Paz, ya daba pruebas de desmesura en su obra. No haberlo hecho le hubiera costado acceder al intelecto puro, empalagado que grandes costos le habían ocasionado a poetas como Alfonso Reyes. Estas pruebas de calidez las da ya en la última parte de Los Elementos de la Noche.

¿Qué va a quedar de mí cuando me hiera
esa daga final? Acaso mía
será la noche fúnebre y vacía.
No volverá a su luz la primavera.
[Presencia.]

La poesía de Pacheco es del mayor realismo posible, no es abstracción ni evasión, es realidad, sus poemas son una forma de despertar, de nacer de nuevo, de nacer fuera de la rutina, del hábito, despertar fuera de los automatismos cotidianos hacia la escala de lo real. A esto Elena Poniatowska escribe: “José Emilio ha estado al tanto de todo; lleva la vida nacional impresa en su camisa y las preocupaciones en los bolsillos (…) José Emilio ve la vida como José Emilio porque lo sabe todo; lo prevé todo. Todo se le puede preguntar. Posiblemente junto con Carlos Monsiváis sea el hombre más informado de México y en México estar informado es ser naturalmente pesimista.”

José Emilio Pacheco tiene en sus poemas una apertura de la visión de la realidad, de la visión del mundo, tiene un conocimiento del que parece viejo a sus veinticuatro años. En su temprana madurez Pacheco nos dice que lo visible es sólo una muestra de lo real pero no es la realidad. Pacheco entendió muy pronto que la poesía es el lenguaje de todas las transgresiones, porqué es un lenguaje fundacional.

MANIFIESTO

Todos somos poetas de transición:
la poesía jamás se queda inmóvil.

La poesía de Pacheco no admite discursos ni teoremas para explicarse, sino otra vez, una tradición que se fusiona con elementos y formas lingüísticas nuevas. Como poeta José Emilio Pacheco ha marcado una época dentro de la poesía latinoamericana, es el poeta más destacado de su generación y piedra de toque dentro de los poetas Hispanoamericanos actuales. Los Elementos de la Noche, lo ubicó como un poeta de gran serenidad, admirable destreza formal, conocimiento del lenguaje, que le permitió un dominio propio, una madurez que emanaba por el temperamento de los procedimientos expresivos. A 46 años de su primera publicación, y 70 de su autor, Los Elementos de la Noche, sigue siendo un poemario actual, que sigue hablando por la tribu.

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Ciudad de México, México, 1980.
Poeta, ensayista y traductor. Terminó la carrera de Lengua y Literaturas Modernas Inglesas en la UNAM. Actualmente se desempeña como secretario de redacción de la revista de literatura Viento en vela. Es autor de Tiempo de Guernica (Editorial Praxis, 2005); poemas suyos aparecen en el libro colectivo Espacio en disidencia (Praxis, 2005); y en antologías como: Los mejores poemas mexicanos. Ediciones 2005 y 2006; Anuario de poesía mexicana 2005 y 2006; y La luz que va dando nombre [1965-1985]. Veinte años de la poesía última en México. En 2008 obtuvo el primer lugar en el 1er. Certamen Internacional de Poesía Bernardo Ruiz.