Juan Carlos Onetti y la elocuencia vedada

1 junio, 2009

“La elocuencia, atributo muy hispánico, me ha sido vedada” afirmó Onetti en su discurso de aceptación del Premio Cervantes en 1980. La generación a la que perteneció Onetti, la del 45 o “Generación crítica”, fue la de Mario Benedetti, Idea Vilariño, Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal, entre otros.


Santa María es una ciudad literaria, inmóvil e inquieta a un tiempo, que se localiza en varias de las mejores páginas de Juan Carlos Onetti, pero que también puede advertirse en las calles y plazas y residenciales de Buenos Aires y Montevideo, las dos caras de una moneda que ha sido esencial en la historia de la América Hispánica, el Río de la Plata. En Santa María fluye el ansiado cosmopolitismo bonaerense aparejado al conservadurismo democrático montevideano.

Santa María es, así, una ciudad mítica que nace de la conjunción de dos ciudades reales, porque Buenos Aires y Montevideo son ciudades palpables, hechas de ambiciones que las fundan y sueños que las refundan, de conceptos y cosas, de carne y aire y sangre y alma. Ciudades que deben vivirse para comprenderse. Ideas vivas.

Juan Carlos Onetti nació en Montevideo, Uruguay, el primero de julio de 1909, y murió el 30 de mayo de 1994 en Madrid, España. 1909 y 1994, dos fechas casi opuestas aunque pertenecientes a un mismo siglo, pero unidas, comunicadas gracias a la cohesión de una existencia literaria que siempre se mantuvo en comunicación y comunión con sus otras existencias: la emocional, la anímica, la intelectual, la social.

Es esta cohesión de existencias la que permitió la “fundación” de Santa María en el relato “La casa en la arena”, hacia 1949. Al año siguiente, Onetti publicó La vida breve, intensa novela en la que surge plena, toda calles y situaciones, la ciudad de Santa María. Onetti había conseguido no el revés o la negación de Buenos Aires y Montevideo, sino el doble y complemento mítico de ambas.

“La elocuencia, atributo muy hispánico, me ha sido vedada” afirmó Onetti en su discurso de aceptación del Premio Cervantes en 1980. La generación a la que perteneció Onetti, la del 45 o “Generación crítica”, fue la de Mario Benedetti, Idea Vilariño, Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal, entre otros.

Generación riquísima en su diversidad y en lo prolífico de su producción que, sin embargo, no fue elocuente. Fue crítica, puntillosa, irónica, espiritual, agresiva. La generación uruguaya del 45 no cultivó el discurso de la seducción –aunque sus palabras nos siguen seduciendo-, sino el discurso de la convicción y la revelación.

Convicción en la necesidad humana de compañía y solidaridad, y revelación de nuestra soledad. “No me abrazarás nunca como esa noche, nunca./ No volveré a tocarte. No te veré morir.” Así escribió Idea Vilariño en uno de sus dúctiles e introspectivos poemas. Con no menor introspección y ductilidad, Onetti escribía en “El infierno tan temido”: “Y llegó a pensar que, siempre, el amante que ha logrado respirar en la obstinación sin consuelo de la cama el olor sombrío de la muerte, está condenado a perseguir –para él y para ella- la destrucción, la paz definitiva de la nada.”

La elocuencia vedada. La narrativa de Onetti –pienso sobre todo en sus cuentos- no se corresponde con la verborrea barroca de Alejo Carpentier, el cosmopolitismo estilizado de Arturo Uslar Pietri o el delirio racionalista de Leopoldo Marechal. El discurso de Onetti participa del barroco, el cosmopolitismo y el racionalismo, pero en su caso se trata de un discurso depauperado, desposeído, que empuja a la fascinación por el abismo, a la manera nietzschiana: “Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.”

La presencia de una culpa que no se evidencia ante la sociedad, sino sólo ante el individuo, quien debe “acomodarse” a vivir con sus crímenes y pecados, es constante en la narrativa de Onetti, y sin embargo no llega a constituir un leit motiv: “Pero vino el recuerdo de aquella cosa espantosa negra que había sucedido unas horas antes, en seguida de la presencia de su cara limpia en el espejo y el rostro malicioso del recuerdo amenazaba tocar su corazón, asustar su cuerpo flojo sobre el banco.”

En el estilizadísimo cuento corto “Mascarada” Onetti nos vela el crimen, el pecado de María Esperanza, pecado o crimen que ironizan o parecieran burlarse del nombre mismo de la protagonista. A cambio de este encubrimiento, el narrador uruguayo revela los sentimientos contradictorios, violencia y pasividad, autocomplacencia y desprecio de sí misma, que despierta en María Esperanza “el rostro malicioso del recuerdo”.

La elocuencia se veda porque únicamente quedan las emociones íntimas, los gozos o los horrores interiores, el extraño placer, no exento de dolor, con que comprendemos nuestro exilio en la multitud. El mundo narrativo de Onetti, desapegado y baldío, no es inhumano, como algunos piensan.

Si en su mundo narrativo el mexicano Juan Rulfo cantó la épica de las almas en pena, de las sombras sin dueño, el desamparo de la nada, en su mundo Onetti cantaba la épica de la angustia y el sosiego cotidianos, de la vida interior realizándose e irrealizándose en el impersonal e inaprensible mundo exterior.

En las últimas líneas de “Un sueño realizado”, el protagonista afirma: “Lo comprendí todo claramente como si fuera una de esas cosas que se aprenden para siempre desde niño y no sirven después las palabras para expresar.” Las emociones de verdad íntimas, las soledades del espíritu, se comprenden claramente y son inexpresables, y sólo unos cuantos autores han tenido el arrojo de pronunciarlas con los silencios de la literatura. Existió y existe en Uruguay, “lejano suburbio de la lengua española”, una generación de escritores, la del 45, que tuvo el arrojo de enunciarlas. Verbigracia, Juan Carlos Onetti.

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.