Kozer, paradoja de Lindes

1 octubre, 2014

El narrador y crítico literario José Prats Sariol se asoma a la poesía de José Kozer –entre Josés te veas- a través del libro Lindes, Antología poética, a propósito de que Kozer recibiera el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2013. Prats Sariol nos acerca a este poeta galardonado, quien en sus poemas “recrea mediante elementos cotidianos una reflexión ontológica” usando un lenguaje “goloso de dicharachos, refranes y todo cuánto huela a léxicos marginales, incluyendo los cultismos más recónditos”, formando de esa manera poemas que llevan el sello ya inconfundible del poeta Kozer.


Irónico e icónico título: Lindes. Porque entraña una paradoja, bien barroco artificio. Y es que si un escritor contemporáneo de habla hispana carece de límites, es José Kozer, salvo que la etimología remite filosóficamente a los confines, a los bordes inexorables de la existencia.

Pero no hay cerca expresiva que este bocón no se haya saltado. Y de ahí el juego dialéctico, la alusión, que no deja de referirse –implícitamente— a su condición de exiliado, brincador a los veinte años de otro boundary, en 1960, un año antes de que su familia abandonara Cuba. Para repetir un éxodo que sus padres habían iniciado, ella desde la República Checa y él desde Polonia. Ambos judíos que jamás pensaron que volverían a obligarlos a perder los bártulos, ahora caribeños, empezar desde otro redondo cero o linde.

Porque lo primero que sorprende en la antología que acaba de publicarse en Chile es el título del premonitorio proyecto de Lom Ediciones, anterior a cuando Kozer recibiera el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2013. Seleccionada y prologada por Pablo de Cuba Soria, Lindes además se refiere a las cuatro zonas en que divide el volumen, aunque no recibe el merecido –minuciosa labor- crédito en portadilla, bajo la inferencia de que cuando se trata de un autor vivo, por lo general el antólogo dialoga con las sugerencias.

Los cuatro linderos que Pablo de Cuba coloca, con sencillos números romanos, son: Cuba, Lenguaje, Oriente y Senectud. Se infiere, desde luego, que se trata de una división temática por predominio, sin excluir poemas que por su carácter podrían cambiarse de sitio. Los pertenecientes al segundo grupo parecen los que mejor saltan la valla temática, al centrarse o manifestar “la gramática Kozer en toda su complejidad” –según afirma en el sugerente prólogo el joven poeta cubano, cuya tesis de doctorado –a publicarse pronto— estudia entre otros a su coterráneo.

La pregunta que derivo es muy discutible: ¿Tiene sentido esa o cualquier otra división? Sí, pero por comodidad exegética o tal vez porque la abundancia abruma. Una polémica impresión que alimento ante Kozer es que en puridad cada texto diario –si el 25 de mayo de 2007 confesó haber escrito 6,786, hoy se acerca a los 10,000— debe leerse como un trozo de una broma colosal.

Una broma a sí mismo. Y a los géneros donde el autor navega en una metáfora –capacidad verdaderamente vigorosa para las asociaciones— que a veces lo hace poeta, otras narrador, algunas ensayista, siempre biógrafo, autobiógrafo: cronista de su vida. Si una noción pudiera acercarse a las subversiones literarias de este cubano, es la antigua de memorialista –autor de memorias-, recreada hace unas décadas –hasta ponerse de moda, sobre todo en Francia— como autoficción, según Gerard Genette.

En este sentido, si consideramos cada línea o renglón suyo, sintácticamente ordenada, como prosa –a párrafo francés, diría Rimbaud- y no como verso, tendríamos un simpático resultado: no estamos ante un autor prolífico. Ni de lejos se acerca a novelistas como Honorato de Balzac o Benito Pérez Galdós; y en el pasado siglo a Thomas Mann o William Faulkner… También muchos ensayistas y biógrafos exceden abrumadoramente lo que ha escrito Kozer, como es fácil enumerar sin recurrir a Google.
Para los que –muchos menos en 2014, donde casi no hay autores inéditos— no nos dejamos impresionar por el número o la extensión de las publicaciones que almacena un escritor, porque de lo contrario tendríamos que excluir la tan breve obra de san Juan de la Cruz –que se lee en un rato, pero en un rato eterno— o a Juan Rulfo, cuyo trabajo apenas está constituido por una novela corta y un puñado de cuentos… Para los que buscamos en un escritor la intensidad que logra transmitir y su desvío –clinamen— del canon o tradición; la audacia verbal de los poemas –según la etimología del término: hacer, crear- de José Kozer, representa una de las mejores síntesis dialéctica en español de los cauces poéticos del romanticismo, desde el modernismo hasta el coloquialismo y los evidentes finales de los ismos como escuelas cerradas. Esa mezcla sin prejuicios ni Lindes es para mí su mejor hecho artístico, como puede disfrutarse en esta relevante antología o suma de fragmentos.

Una ilustración –para no exceder la reseña- muestra la transgresión, que asume no con naturalidad sino desde su naturaleza, desde lo que es José Kozer para las letras hispanas. Escojo un poema de los que hasta Lindes permanecía inédito, que aparece en el acápite IV –Senectud-, titulado Vislumbres, donde comienza con un coloquial plural de participación: “Volvamos”, que con una pizca de argucia nos hace cómplices. Invito a incursionar en esta memoria donde se ve poco y mucho, en otra de sus recurrentes paradojas, para afilar el pensamiento crítico y creador. Allí la artesanía verbal arma una atmósfera anímica a través del cuento de cómo alguien (él) vive una tarde antes de la cena, bajo actos aparencialmente nimios –quizás la forma predilecta que tiene Kozer para engatusarnos, contrastar con tanto escritor trivial–, que se desenvuelven no sólo sin preámbulo sino sin nada que los justifique.

Es decir –muy al modo creacionista que Vicente Huidobro toma del futurismo— como un objeto erigido por el hombre, cuya existencia no necesita argumentación alguna, porque un poema –sobrenaturaleza artística- es tan real como un aeroplano o un paracaídas; sin teorías sobre “reflejo de la realidad” y otros hierbazales de la estética documental –la obra artística como documento histórico-, hoy multiculturalista.

Vislumbres vale por el modo en que re-crea mediante elementos cotidianos una reflexión ontológica, donde la vejez y la muerte y las incógnitas merodean alrededor de “acicalarse” como mandato diario, necesidad de no llamar la atención, sobre todo de la lástima ajena ante el viejo deprimido que ni se arregla para sentarse a la mesa o salir de paseo. Allí aparece una mixtura conceptista donde las referencias y alusiones son típicas de su modo de escribir. Juntos están desde el recuerdo del último poema que Lezama escribiera –El pabellón del vacío— hasta la frase popular de que a alguien le llegó su cuarto de hora. Juntos el cambio del plural inicial a las confesiones del yo, de la ceremonia del té a que “aún huele a chapapote”, de sutras al ajetreo, del burlesco “Oh cuán bonita” a Caronte, sin mencionar su acogedora barca… Goloso de dicharachos, refranes y todo cuánto huela a léxicos marginales, incluyendo los cultismos más recónditos, el poema articula una espontaneidad muy característica, casi inconfundible.

El ensamblaje de esos elementos, “aparencialmente” contradictorios, alude, claro está, a la vida y sobre todo a la muerte, de una forma tan pagana como uno de los heterónimos de Fernando Pessoa. Es curioso que los estudiosos del poema-Kozer –saga autoficcional- no hayan resaltado la presencia de los concretistas brasileños en su obra, así como la de ese gigante de las escrituras en el pasado siglo: Fernando Pessoa, en particular la de su heterónimo Alberto Caeiro.

Y no sólo porque su tesis de doctorado fuera sobre literatura brasileña y lusitana, lo que evidencia un hondo conocimiento, sino porque muchos de los artificios que atribuimos a la vanguardia en inglés, pueden haberse potenciado gracias a sus lecturas en portugués. La interrelación –como se observa en Vislumbres— parece cercana, forma una tessera o señal de reconocimiento. Porque para Harold Bloom en Poetry and Represion. Revisionism from Blake to Stevens, con ella el nuevo poeta fuerte modula con su imaginación al poeta o poema precursor.

Versos porque la segmentación así lo ha querido, aunque desde una melodía y un ritmo tan difíciles como el mejor endecasílabo, estos Lindes quizás expliquen su nombre porque sólo somos capaces de Vislumbres, de entrecortar, limitar y limitarnos. Y ahí tal vez se halle el principal imán que nos atrae hacia lo que Kozer logra con las palabras, hoy con el pre y post texto de esta atractiva antología; dicho con una de sus preguntas de eterno extranjero: “¿Y qué va a ser de la Patria de mi materia?”

(José Kozer, Lindes Antología poética, selección y prólogo de Pablo de Cuba Soria, Lom Ediciones, Santiago de Chile, 2014.)

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La Habana, 1946.
Hizo estudios de Literatura en la Universidad de la Habana. Crítico literario, narrador, ensayista y profesor universitario, posee una compacta obra en la que sobresalen las novelas:Erótica, Mariel (1997, 1999),Guanago Gay (2001); Las penas de la joven Lila (2004); y Cuentos… además de los textos críticos: Estudios sobre poesía cubana (1988); Criticar al crítico(1983); Pellicer río de voces; No leas poesía...; y Fabelo (1994).

Junto con un grupo de críticos literarios preparó en 1988, la edición cumbre de Paradiso, la novela de Lezama Lima para la UNESCO.
Ha sido compilado en el libroTópicos y trópicos pellicereanos. Estudios sobre la vida y obra de Carlos Pellicer, ed. Hora y veinte, 2005, con el ensayo Pellicer, Lezama, el amor filial.

A su cargo estuvieron la preparación (compilación, prologo, notas…) de La Habana(1992)y de La materia artizada(1996).
Ha ofrecido conferencias en universidades y centros culturales en diversas partes del mundo. Fue huésped becado, de la Casa del Escritor de Puebla, México, durante dos años, en donde coadyuvó en la preparación de escritores noveles, creó la revistaInstantes, bajo los auspicios de la Universidad de las Américas y colaboró en varias publicaciones literarias locales. En 2011 publicó el libro de ensayos Lezama Lima o el azar concurrente, Ed. Confluencias de España.