La causa de los hombres honorables: Pocho Alvarez

1 octubre, 2010

El nacimiento del cine ecuatoriano, no escapa de los lugares comunes de la gran mayoría de las cinematografías del continente entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, cuando llegan empresarios europeos a difundir el invento de los hermanos Lumiere.


Lo que yo sé hacer y he hecho toda mi vida
es involucrarme en las honduras del ser humano
para encontrarme con otros seres humanos.

Pocho Alvarez

En 1901, en la carpa del circo mexicano Quiroz, en la avenida Olmedo de la ciudad de Guayaquil, se proyectan algunas vistas de La pasión y muerte de Nuestro Señor JesucristoLos funerales de la reina Victoria y La última exposición de París en 1900. En 1906 el empresario italiano Carlo Valenti, que ya había introducido el cine en varios países centroamericanos llega a Ecuador y filma y exhibe en Guayaquil, los primeros registros cinematográficos del país: Amago de incendioEjercicio del Cuerpo de BomberosProcesión del Corpus en Guayaquil. En Quito muestra  Vistas del Conservatorio Nacional de Música y Las Festividades del 10 de agosto.

Pero de aquella primera etapa de surgimiento del cine ecuatoriano sin duda la más importante de subrayar será la obra de Augusto San Miguel (1905-1937), que con solo diecinueve años, en nueve meses, estrenará tres películas de ficción  y tres documentales: El tesoro de Atahualpa, (1924) primera producción argumental, en la que San Miguel cubrió todos los aspectos de una realización cinematográfica para la cual fundó la productora Ecuador Films Co.; fue co-director, junto al chileno Roberto Saa Silva; guionista, fotógrafo, operador e inclusive actor. A tres meses de su primera película estrena el 24 de noviembre de 1924  Se Necesita una Guagua, que se convertiría en la primera película cómica rodada en Ecuador. Después llegaría Un abismo y dos almas, estrenada el 25 de febrero de 1925 y la que sería su última película. Junto a cada film de ficción realizó un documental: Actualidades QuiteñasPanoramas del Ecuador y Desastre de la vía férrea.

Desde entonces el cine ecuatoriano no pasará de algunas ficciones y fundamentalmente cortos institucionales, quizá  porque en el complejo entramado del cine latinoamericano, siempre sometido a los variables  políticas y económicas de cada uno de sus países, el cine ecuatoriano fue durante muchos años uno de los que más ha sufrido las consecuencias de políticas económicas al servicio de los intereses de una burguesía expoliadora, siempre asociada a intereses trasnacionales, lo que ha impedido el desarrollo natural del país. Es a partir de esta última década que la cinematografía ecuatoriana ha comenzado a tomar cierto vuelo, gracias a directores como Sebastián Cordero y Camilo Luzuriaga, que han llegado para acompañar el vuelo solitario que durante años sostuvo, contra todos los males, Pocho Álvarez.  

Sin duda el más importante documentalista de su país, César Álvarez Wandemberg, mejor conocido como Pocho Álvarez, ha realizado más de cincuenta films, documentales en su abrumadora mayoría.

Álvarez nace en la ciudad de Riobamba en 1953. Sin duda, su compromiso político ha determinado una directriz en su obra cinematográfica; no es casual que su formación como cineasta la haya obtenido en la Unión Soviética, donde estudiaría durante la segunda mitad de los años setenta, lo cual le dará el suficiente impulso para convertirse en el cineasta ecuatoriano más conocido fuera de su país. En plena adolescencia, se vinculó al grupo Kino, integrado por Gustavo Corral y Ramiro Bustamante, con quienes empezó a experimentar en el campo cinematográfico.

Como parte de una generación netamente politizada, Pocho Álvarez recibiría durante su tránsito por la facultad de sociología, en un momento de particular brillo, su iniciación en las luchas y debates políticos, los que finalmente lo terminaría marcando profundamente en su devenir como documentalista, haciendo que su compromiso social no se desmarcara nunca a la hora de definir su discurso cinematográfico.

En su estrategia estética y narrativa utiliza elementos como la música, la danza y la poesía, para apuntalar en sus film casi obsesivamente la misma idea: la iniquidad social. Desde su opera prima el cortometraje documental De qué se ríe (1977) premiado en el Primer Concurso Nacional de Cortometrajes de Cine y Televisión es organizado por los canales 8 de Quito y 2 de Guayaquil.

Más allá de su notable actividad internacional ha vuelto al Ecuador para profundizar su obra, ansioso de registrar la memoria de las culturas, lenguas, y musicalidades que su país contiene.

Nosotros, una historia ( 1984), recoge los testimonios de los sobrevivientes de las matanzas que se produjeron en Guayaquil a raíz de la famosa Huelga General del 15 de Noviembre de 1922, que fue el bautismo de sangre de la clase obrera ecuatoriana en plena lucha por conseguir su organización. La represión aniquiló la rebelión popular, dejando casi cien muertos, los que fueron lanzados al río Guaya, y más de 200 heridos. Los sobrevivientes y dirigentes de aquel movimiento narran los recuerdos de esas jornadas.

Luar Trocas (1987) narra el encuentro de Oswaldo Guayasamín con el legendario Raúl Castro. En el film confluyen estas dos grandes personalidades latinoamericanas en el momento en que el maestro Guayasamín hace un retrato de Castro. Dos relatos que se alinean en el lienzo, con el pincel del gran artista y la voz de un histriónico Luar Trocas, como filmaban en los tiempos de la Sierra Maestra.

Forajidos, el legado de Abril  (2005) Entre el 13 y el 20 de abril del año 2005, el pueblo quiteño protagoniza un hecho social único y sorprendente: “la rebelión de los Forajidos” donde  niños, jóvenes, mujeres y hombres, ponen fin a la farsa del sistema corrupto de una “democracia” formal. La caída del presidente Lucio Gutiérrez y su camarilla, hará de esos días una fecha histórica no solo para el Ecuador sino para el resto de los países latinoamericanos que buscan romper con los tiempos de la política corrupta de los partidos tradicionales. Pocho Álvarez, sensible a estas manifestaciones populares, ha puesto su cámara al servicio de la historia para que el espíritu de aquellos días quede para siempre en la memoria del pueblo que los generó.

De su experiencia en Camboya rescatamos dos trabajos: The green deal in Cambodia (2005), sobre la depredación a la que estan sometidos los extensos bosques y las comunidades del pueblo Khmer, que durante siglos sobrevivieron gracias a esa selva, y que está en extinción a partir de un acuerdo multinacional que, sin miramientos y con mucha codicia, se aplica en muchos países del tercer mundo. When the floods recedes  (2005), cuenta cómo campesinos y pescadores de Camboya viven íntimamente ligados a los ríos y a su ciclo de reproducción. Cada año, después de los grandes desbordes, cuando las aguas vuelven a su cauce, estos hombres celebran el milenario festival Pahok, el tiempo del Trey Riel. Álvarez recoge la fiesta popular, no como investigación antropológica, sino como una comunión entre el hombre y la naturaleza.  

Ecuador Niñez y Adolescencia, una geografía humana quebrada en sus derechos (2006). Con el relato de niños y adolescentes, este documental refleja la situación de los derechos vulnerados de la niñez y adolescencia.

En El maíz nuestro de cada día (2007) se resalta la problemática que genera el monocultivo en la provincia de Loja, donde la producción intensiva del maíz ha desvastado otros tipos de siembra y de producción ganadera.

Toxicotexacotoxico (2007) Tras la explotación irracional de la compañía petrolera Texaco, que a lo largo de treinta años transformó para siempre ríos, esteros y bosques de la  Amazonía norte del Ecuador, trastocando la vida de comunidades indígenas radicadas allí desde el principio de los tiempos. El documental recoge la voz de estas comunidades indígenas y muestra las consecuencias dramáticas de la intervención de la empresa petrolera en el ecosistema.

Ale y Dumas. Uno es dos Y dos son uno (2008). Un dúo de cantores populares “decimeros”, Dumas Mora y Alexandra Cusme Salazar, enraizados en las manifestaciones más genuinas de los trovadores legua,  recuperan la tradición de la copla conocida en el Ecuador como “Décimas” y recorren con ellas el litoral montubio, en los márgenes del río Guayas,  en la provincia de Manabí, uno de los lugares más ignorados del país.

Todos los años, en el mes de  marzo, el Río Cantor, río Grande o Portoviejo, lleva hacia el mar gran parte de la producción agrícola de la región de manabita, lo que ha generado una cultura particular expresada principalmente con poesía y canciones. Pocho Álvarez rescata el festival que se organiza para recuperar aquella cultura, en El Río trae gente (2008).

En A cielo abierto, derechos minados (2009), Con una serie de testimonios de los  protagonistas, Álvarez registra la lucha de las comunidades de Imbabura, Zamora Chinchipe, entre otras, enfrentadas al domino de las grandes empresas mineras que operan en la región comprometiendo severamente el eco sistema y la salud de sus habitantes.

Esta rápida mirada al extenso corpus cinematográfico de Pocho Álvarez, es solo a manera de dejar en claro el compromiso político y social del realizador ecuatoriano, que siguiendo los designios de Glauber Rocha: “Una cámara en la mano, una idea en la cabeza”, no ha rodado ni un pie de película sin que su mirada se posara al lado de los despojados del mundo. No importa el lugar: Mainhen, Alemania, Matanzas, Cuba, Phnom Penhn en Camboya o Caru Aru en el nordeste brasileño, o el drama a retratar, siempre ha sido la búsqueda de la esperanza lo que lo ha comprometido con los ofendidos y humillados, desde los pescadores camboyanos hasta los campesinos del sertón brasileño; desde los niños de las calles de Quito a los mineros peruanos, Álvarez se exige y le exige a su espectador un compromiso inviolable y perpetuo por la causa de los pobres, que es finalmente la única causa de los hombres honorables.

Comparte en:

Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.