La condición humana y otros asuntos menores

18 mayo, 2023
    • Mención especial del XI Premio Centroamericano de Cuento Carátula 2023

Es un lunes por la mañana, el informe del clima pronosticó que nadie verá el sol a lo largo de la semana, la densa capa de smog apenas deja pasar unos tenues rayos de luz pero no son suficientes para iluminar la ciudad así que el alumbrado público debe funcionar incluso durante el día. Los servicios médicos sugieren llevar consigo el doble del oxígeno auxiliar recomendado porque podría ser necesario. La única ventaja de los días nublados es que hace menos calor y a los trabajadores se les permite irse a casa más temprano. Milena repasa mentalmente la lista de pendientes que debe resolver en su oficina esa mañana mientras estaciona su auto fuera del edificio de traumatología del Hospital Central, su compañera de trabajo llegó desde temprano para un trasplante y le pidió pasar por ella después de la cirugía. La fila de pacientes alcanza varios metros hasta darle la vuelta a la calle, muchos van con muletas o en silla de ruedas, casi todos con mascarillas, algunos llevan respiradores para soportar la mala calidad del aire y la larga espera, todo ese sacrificio valdrá la pena cuando crucen aquella puerta llevando consigo un nuevo brazo o una nueva pierna.

Desde hace un par de años comenzó el boom de las prótesis robóticas entre la gente con poco dinero, surgían nuevas marcas cada mes con precios cada vez más bajos, había opciones de repuestos económicos y era más fácil darle mantenimiento a una prótesis que a un músculo real. Los cuerpos con prótesis eran considerados de bajo riesgo para los vendedores de pólizas y el seguro médico no regateaba en las cirugías. Solo los ricos podían pagarse cuerpos orgánicos, era la nueva tendencia de la belleza entre las clases altas. Hace cincuenta años era todo lo contrario, fueron ellos los que comenzaron a reemplazar partes de sus cuerpos con extensiones robóticas, se hablaba de eso como el futuro de la humanidad pero una vez que el mercado se apropió de los modelos e hizo versiones baratas para las clases populares a los ricos les dejó de interesar las modificaciones, ya no era una forma de diferenciarse de los demás, así que evocaron los cuerpos orgánicos de sus antepasados como el nuevo estándar de bienestar. 

Pasan los minutos y Milena observa impaciente en dirección al edificio de traumatología, deben darse prisa, en un par de horas verán a su jefe que las ha llamado a la oficina con motivo de urgencia. Por aquella puerta salen los pacientes casi como nuevos, es un “casi” porque a veces la máquina falla en atinar con el color de piel de cada usuario, los desaciertos facilitan saber cuándo alguien lleva una prótesis o no, pero esos son asuntos menores, todo el mundo se ve muy contento después de salir del edificio. A diferencia de la mayoría, Milena no tiene ninguna prótesis robótica, no porque sea rica sino porque inexplicablemente es muy saludable, se ha enfermado dos o tres veces en su vida y no ha necesitado hacer gran uso de su seguro médico. En esa época en que la gente nace con enfermedades degenerativas Milena es una especie de rareza y lo sabe. Pero ella prefiere no llamar la atención sobre ese tema, ya hace tiempo algunas partes de su cuerpo no andan bien, después de los cuarenta es normal que los órganos y articulaciones comiencen a fallar, pero prefiere no decir nada, tiene la terca obsesión de querer ser intervenida lo menos posible, de su abuela dicen que murió sin necesidad de ningún trasplante y quiere poder decir lo mismo de sí misma. 

Pero lo que más preocupa a Milena no es su cuerpo sino su mente, sufre de fuertes episodios depresivos, aprendió sobre esa enfermedad en la escuela, enfermedad que se decía estaba casi erradicada gracias a los avances de la medicina. Siempre tuvo miedo de comentarlo con alguien porque no quería recibir tratamiento, una parte de ella disfrutaba sus episodios de tristeza, sentía que la conectaban con sus antepasados de alguna manera. A veces la inundaba un sentimiento de melancolía, leyó el significado en un diccionario antiguo y sintió que esa palabra describía perfectamente muchas de sus emociones. Estar triste está penado por la ley y si alguien te denuncia, la policía allana tu casa, te someten a exámenes médicos y de comprobar que es verdad recibís una multa, después de dos infracciones podés terminar hasta tres años en la cárcel y si reincidís, te meten en el psiquiátrico contra tu voluntad para que te curen de una vez con medicinas o con una cirugía irreversible que lleva varios años implementándose. Quienes han pasado por el quirófano dicen que su calidad de vida ha mejorado exponencialmente, que ahora pueden sacar lo mejor de sí mismos en medio de una realidad tan difícil pero Milena escuchaba esos testimonios y la inundaba el terror, no quería terminar así, siendo feliz todo el tiempo, le gustaba estar triste pero solo a ratos, con los años fue aprendiendo a disimular su tristeza para hacerla pasar por timidez, cubrirse de un aura misteriosa y reflexiva. 

El afán de Milena por conservar un cuerpo orgánico y el miedo que tiene de perder algún miembro encarnaba en sí mismo una situación irónica, porque ella no trabaja como escultora ni como pianista, Milena es policía y solo un milagro puede explicar que después de tantos años de servicio aún no sufriera una pérdida considerable.  Una vez hace años se fracturó la muñeca, pero optó por usar un yeso y pagar una costosa rehabilitación antes que cambiar su mano por una prótesis.

Esa mañana Milena lee las noticias del día sentada dentro su carro mientras espera. Los titulares son más o menos los mismos de siempre: guerras en Europa del Este, tráfico de órganos en Medio Oriente, nuevos y costosos resorts en La Luna acompañados de acaloradas discusiones legales en las Naciones Unidas sobre qué espacio del satélite le corresponde a cada país en función de su tamaño y población. Según la nota, a Nicaragua deben darle un terreno del tamaño de una casa con cuatro habitaciones y jardín, así que el gobierno ya había comenzado gestiones para instalar su embajada en La Luna que a la vez sería centro de retiro para los altos funcionarios. Estaba a punto de caer dormida cuando llegó Noa a tocar su ventana. Fue por ella al hospital para asegurarse que todo estaba bien con su nueva prótesis, los médicos le recomendaron usar su nuevo brazo lo menos posible por un par de días y que se mantuviera atenta ante cualquier respuesta de su cuerpo intentando rechazar el implante. Pero esa no era la primera cirugía de Noa, ya había perdido un pulmón, el hígado, la rodilla izquierda, además su hombro y su pie derecho. Todo lo cambió por partes robóticas, tuvo la oportunidad de salvarlos pero a ella no le interesaba invertir tiempo y esfuerzo en conservar partes reemplazables y de difícil mantenimiento.

A Milena le parece un sinsentido deshacerse de partes orgánicas sin ningún pudor, sin siquiera esforzarse por conservarlas, pero Noa sabe que su vida será más sencilla mientras más miembros y órganos consiga reemplazar, ya está volviéndose vieja, las prótesis la blindan ante los dolores y el paso del tiempo, además su nuevo brazo hace que ella necesite menos agua y comida para funcionar. Cuando Noa le explicaba sus razones, Milena permanecía en silencio pensando en que su compañera estaba en lo correcto, finalmente su apego a su cuerpo orgánico era solo un gasto de recursos innecesario pero para ella era como una especie de reafirmación de su humanidad aunque no sabía qué significaba eso exactamente, solo se lo decía a sí misma, muchas veces durante la semana “soy humana”, como si fuera de los pocos ejemplares de una especie en extinción. Noa no tenía tiempo para esas disertaciones filosóficas porque, como muchos, nació con un cuerpo defectuoso, débil, no era nada fuera de lo común, era más bien la norma en ese mundo donde los ricos lo acaparaban todo: la comida real, la belleza sin cirugías, el agua potable, los cuerpos sanos y sin prótesis.

Milena observa el nuevo brazo de su compañera, no se correspondía exactamente con su tono de piel pero se asemeja bastante, había visto resultados mucho peores, aunque se da cuenta que la nueva mano es un poco diferente, las uñas de la derecha no tienen la misma forma que las de la izquierda, pero todo eso es imperceptible, ella lo notó porque siempre ha sido observadora pero viéndola de lejos nadie podría enterarse que se trataba de una prótesis. Noa siente la mirada de su compañera y le dice que sabe que no es el mejor modelo, vio unos muy buenos en internet pero esos no los cubre el seguro, además las extremidades eran lo más solicitado en los últimos años así que no podía exigir demasiado. Mueve los dedos, todo funciona bien por ahora, pero debe estar alerta ante alguna reacción extraña de su cuerpo. 

Milena conduce hasta la oficina, siempre evita el piloto automático porque le gusta manejar, es de las pocas cosas que le enseñó su padre que ella atesora con cariño antes que él decidiera marcharse a La Luna. El hombre se fue a buscar suerte y terminó convirtiéndose en uno de los responsables de construir los enormes hoteles de lujo que aparecen en las revistas. Enviaba dinero de vez en cuando pero no siempre, luego perdieron el contacto, se hizo de otra familia, regresó a La Tierra pero a vivir en otro país, le habían dicho que a Sudáfrica pero no estaba segura. Su papá era ingeniero y un devoto hombre del trabajo manual, conocía como funcionaba cada circuito, cada nuevo objeto tecnológico que salía al mercado, pero aun así, seguía prefiriendo conducir por sí mismo, usar el martillo y la sierra para construir cosas, llevar consigo un celular que sirviera únicamente para hacer llamadas, evitar todo tipo de perfil en internet y tomar cursos de primeros auxilios. 

Cuando apenas era una adolescente su padre la inscribió en clases de Krav Magá contra su voluntad, eran impartidas por un exmilitar israelí que había terminado en Nicaragua por alguna razón que todos desconocían, fundó su academia para jóvenes cerca del Mercado Oriental y todas las tardes recibía a un grupo de muchachitos que se preparaban para recibir puñetazos y aprender a usar armas. A Milena aquel entorno la llenaba de terror y angustia, después de las primeras semanas de entrenamiento fue con su padre y le pidió con lágrimas en los ojos no volver más a ese lugar, pero a él no lo conmovía el llanto. Todas las tardes después de la escuela pasaba por ella, atravesaba Managua hasta llegar al sector de la academia donde por las noches se vendían armas ilegales, se hacían tratos con coyotes y se traficaban órganos en condiciones insalubres. Milena no entendía la obsesión de su papá por estar siempre preparado para lo peor, de alguna forma él esperaba con ansias el fin del mundo, hablaba todos los días sobre ello. El hombre construyó un búnker en el patio de su casa, y cada mes lo equipaba con algo nuevo: una máscara anti-gas resistente a las armas químicas, trajes anti-radiación, mantas térmicas, chalecos antibalas, navajas de todos los tamaños, linternas y latas de comida que renovaba cada seis meses. 

Una vez al mes y sin previo aviso, Milena y su mamá debían levantarse a mitad de la noche a causa de los simulacros organizados por su padre, ellas recogían sus mochilas de seguridad que a su vez tenían que estar listas al pie de la cama para después correr en dirección al búnker, ahí el padre les tomaría la lección y les preguntaría cómo proceder ante una invasión alienígena, una bomba atómica, un golpe de estado o un intento de secuestro. Después de eso comenzaba el entrenamiento con las armas hasta que finalmente regresaban a la cama, aunque ella jamás lograba conciliar el sueño. Milena creció y nunca sucedió nada para lo que su padre la había preparado pero él seguían insistiendo en hacer los simulacros cada mes, ella preguntó por qué y él muy serio le dijo que la guerra estaba del otro lado del mundo pero que algún día, cuando menos lo esperara, el horror tocaría a su puerta como tocó la puerta de sus bisabuelos, la de sus abuelos y la de él. 

Harto del poco reconocimiento que tenía su trabajo y de los míseros salarios de su país, el papá de Milena decidió abandonar todo e irse a La Luna gracias a los contactos de sus amigos que trabajaban allá, le fue tan bien que no regresó y se olvidó de todo lo que había dejado atrás. Milena sintió alivio cuando ese hombre se marchó, con su partida se acabaron los simulacros, los entrenamientos, el inventario del equipo de seguridad y las compras enormes de comida cada vez que las latas caducaban. Sintió que era su momento de ser libre pero ya era muy tarde, estaba a punto de terminar la escuela y debía escoger una profesión. Su mente ya estaba preparada para el fin del mundo sin que ella se lo hubiese propuesto, fueron todos esos años de entrenamiento que seguían despertándola por la noche ante el más leve ruido los que la hicieron diestra en el uso de las navajas y que la habían salvado un par de veces de ser secuestrada fuera de la escuela, supo entonces que su destino era inevitable, hizo exámenes para la policía que aprobó con calificaciones sobresalientes, sin dudarlo la enviaron a la sección de operaciones especiales y así comenzó un trabajo, que no le apasionaba, pero el que sí se sentía capaz.

Después de conducir un par de minutos en una ciudad casi a oscuras pese a que no era ni medio día, ambas llegan a las oficinas donde está su jefe esperándolas, él es un hombre mayor que había estado en misiones especiales en todo el mundo hasta que lo asignaron a ese departamento donde se aburre demasiado, hace tiempo que no ocurre nada interesante, la mayoría de casos tienen que ver con robo y tráficos de armas, la ciudad lleva décadas sumida en un caos del crimen común, es difícil salir a la calle sin sentir miedo de ser asaltado o secuestrado. Los casos gordos no pasan por su escritorio porque, como siempre sucede, los grupos criminales se entienden directamente con el gobierno. Ellos solo colocan pequeñas vendas en un sistema que está podrido de raíz. El jefe prefiere no angustiarse por eso, en unos años podrá jubilarse y mudarse a algún pequeño poblado donde aún exista algo de alimento real y no las papillas deshidratadas que deben comer la mayoría del tiempo, donde el sistema de oxígeno para el hogar no sea tan costoso y donde aún pueda verse alguna parte del cielo durante el día. Sin hablar demasiado el jefe les asigna un nuevo caso relativamente sencillo, una señora de los Barrios Altos reportó al clon de su hijo como desaparecido y su deber es traerlo de regreso. Aún existe una disputa legal sobre si un clon puede considerarse familiar de alguien o no, pero como eso aún no está resuelto, se consideran propiedad privada así que deben investigar el caso como si se tratara del robo de un auto de lujo. 

Noa toma la carpeta y la cierra de golpe después de ojear unos segundos los documentos, le dice a su jefe que ya está harta de tener que resolver casos de clones desaparecidos, este es el cuarto caso en tres meses y todos con el mismo perfil, se trata de clones que se van de sus casas a principios de los veinte porque tienen problemas de identidad y están hartos de ser tratados como copias de personas muertas. Deberían cerrar ese maldito laboratorio de una vez, dice Noa, tenemos asuntos más importantes que hacer que buscarles las cosas perdidas a las señoras de los Barrios Altos. 

Por muchos años Noa y su familia ahorraron dinero con el objetivo de clonar a su hermana pequeña que murió de un cáncer que se propagó muy rápido, cuando eso pasó sus padres intentaron llenar ese vacío con cosas que les recordara a su hija fallecida, incluso compraron hologramas con su imagen para encontrarse con ella en algunas partes de la casa pero nada era suficiente, querían tenerla de regreso. Entonces intentaron clonarla, aún conservaban mechones de pelo y sus dientes de leche pero el procedimiento era demasiado costoso y después de varios años desistieron de la idea. El abandono del sueño coincidió con que los noticieros mostraron todo un movimiento de adolescentes clonados que escapaban de sus casas, los muchachos contaban las historias de terror que vivieron en sus hogares porque sus padres o dueños querían que se comportaran exactamente igual que sus hijos muertos, algunos habían intentado encerrarlos o hasta matarlos porque los consideraban material defectuoso. Incluso existe un documental de eso ¿vos no lo has visto?, le dice Noa a su jefe mientras agita la carpeta con su nuevo brazo, ese documental habla sobre una ciudad donde se fueron a vivir muchos clones para intentar crear su propia comunidad, pero los exterminaron casi a todos, fue horrible.

El jefe sabe que Noa tiene razón, pero no puede desobedecer las órdenes de sus superiores, persona con problemas de identidad o no, la ley los considera propiedad de quienes han pagado millones para crearlos en laboratorio e incubarlos en probetas. Que esa gente necesite ir a un psiquiatra antes de clonar a su familiar pues no cabe duda, pero como ellos no pueden intervenir deben hacer lo que les han ordenado. En este nuevo caso el muchacho se llama David Montoya, tiene 21 años y está en cuarto semestre de la universidad. La última vez que lo vieron fue en una isla dentro del lago de Managua donde hace décadas funciona una planta nuclear que abastece de energía a casi todo el país, por alguna extraña razón hacer fiestas ahí está de moda entre los jóvenes con dinero que disfrutan llevar sus propios barcos para navegar entre la basura y los residuos tóxicos del lago. Ya la policía había sido notificada de esa práctica y en varias ocasiones tuvieron que llegar hasta allá para sacar de ahí a muchachos cargados de drogas y cervezas. 

Ambas pactan con su jefe que esa misma tarde irían con la dueña del clon para hacerle más preguntas sobre el muchacho. Frente a esas situaciones Milena no deja de pensar en las cosas que decía su padre sobre la humanidad. Al señor le gustaba sentarse en su sillón a ver el béisbol mientras limpiaba sus armas con una delicadeza que jamás tuvo con ningún ser humano, las armas eran su pasión y el sueño del apocalipsis su sentido de vida. A veces ella lo acompañaba en la tarea, comenzaban con las más modernas con decenas de sensores y funciones que necesitaban muy poco mantenimiento y terminaban con las semiautomáticas que debían aceitarse y limpiarse después de cada uso, esas eran las preferidas de su padre. Él le decía que un día toda esa sofisticada tecnología a la que estaban acostumbrados dejaría de funcionar, estaba seguro que hordas de personas saldrían a la calle enloquecidas, entonces él y su familia debían estar listos para sobrevivir. Milena aún recuerda cuando su padre vio por primera vez la noticia sobre los niños clonados que ya iban a la universidad en Europa, a él le parecía absurdo gastar tiempo y dinero en replicar seres humanos entonces comenzaba a despotricar contra el gobierno, contra las empresas y contra los científicos. ¿Ahora las familias de los dictadores van a revivir a sus muertos? Qué locura, en qué mundo de mierda estamos decía finalmente mientras pulía su escopeta.

Esa misma tarde ambas se estacionan fuera de la casa de la señora que hizo la denuncia, se trata de una mujer que vive sola en una mansión de los Barrio Altos, un exclusivo residencial desde donde puede verse el lago, la empresa de energía y los volcanes. En esa parte de la ciudad hay zonas con árboles que funcionan conectados a una especie de respirador, cada planta cuenta con una red de suministro de oxígeno porque sin ello es imposible que sobrevivan sin deformarse, en cambio, la vegetación de los barrios pobres es pequeña, las hojas de los árboles son de un color opaco, a veces gris, a veces rojizo. Los espacios de aquella casa están herméticamente cerrados para preservar la pureza del oxígeno, quienes trabajan para la señora deben usar mascarillas y guantes todo el tiempo además de acercársele lo menos posible.

La mujer, aunque vieja luce saludable, su piel no se mira seca y partida como la de la mayoría, a menos que use prótesis ultra realistas es poco probable que tenga un cuerpo no orgánico. Las invita a entrar, les pide que se sienten, ordena bebidas para ambas, no quiere que se queden mucho tiempo ensuciando sus sillones así que va al grano. Deben encontrar al clon de su hijo no importa cuánto deba pagar por ello, su marido murió hace años y el clon es lo único vinculado a su familia que sigue con vida, ella procura cuidarse lo suficiente del mundo exterior para que ninguna enfermedad terminal la aniquile. Noa le pregunta si discutieron antes que él desapareciera, ella dice que no, que jamás discuten y que tienen una relación maravillosa. Ambas intercambian miradas rápidamente, ninguna de las dos cree en lo que la señora dice, pero prefieren no preguntar de más. Siguen conversando y después de un rato la mujer confiesa que David está molesto porque ella le exigió implantarle un GPS para vigilar donde estaba en todo momento, ahora se arrepiente de no haberlo hecho cuando él era un niño. Quiso ser respetuosa de su privacidad, hizo su mayor esfuerzo, pero la posibilidad de que el clon de su hijo se enfrentara al mundo exterior la llenaba de angustia, no quería que le pasara lo que a su hijo que murió siendo apenas un adolescente, por eso decidió educar al clon en casa pero cuando llegó el momento de ir a la universidad no pudo detener al muchacho en sus ansias de socializar y salir al mundo exterior.

Milena y Noa preguntan por los amigos de David, la señora les da los nombres, direcciones y contactos de sus padres. Les dice que ya intentó hablar con ellos pero que no le dijeron nada útil, sospecha que no quieren hablar de lo que realmente pasó y espera que ellas puedan obtener información a través de alguno de esos sueros de la verdad que usa la policía. Apenas la mujer dice eso Noa suelta una carcajada y le responde que en la institución ya no se hacen esas cosas y menos para un caso así. Milena se siente incómoda de estar ahí, en ese espacio controlado, sabiendo que la mujer que tiene enfrente es como ella, una persona completa, cuando piensa en esas frases siente vértigo, no logra entender porque eso le provoca una turbación tan grande ¿No es Noa acaso una persona completa también? Su padre diría que no, que quienes entraron al quirófano renunciaron a una parte de su humanidad para volverse máquinas, para convertirse en cosas. Milena creció sintiéndose superior y vulnerable a la vez, poseedora de un privilegio ético que a fin de cuentas no tenía ningún sentido, pero no solo ella se siente de esa manera, hace unos meses el Gobierno Central aprobó una ley en la que los clones y las personas modificadas en un 80% deben reportarse ante las instituciones para ser portadoras de una credencial que los cataloga como Mitad Humanos, cuando eso pasó estallaron protestas en todo el país que la autoridad reprimió con francotiradores letales, después de eso la legislación avanzó sin problemas. 

La señora continúa con su perorata sobre los peligros del mundo exterior y la inevitable depravación que conlleva, harta del soliloquio Noa se levanta del sillón para decir que no tiene más tiempo para conversar con ella, que debe hablar con los amigos de su hijo antes que termine el día. La mujer se asusta, no está acostumbrada a que le hablen con tanta rudeza, pero no se atreve a reclamar. Noa es la primera en atravesar la puerta de salida con Milena siguiéndole los pasos. A Noa siempre le perturba hablar con gente rica, prefiere lidiar con criminales comunes, con ladrones y asesinos antes que con gente de los Barrios Altos porque solo provocan en ella un rechazo inexplicable que no le interesa disimular, solo lo deja fluir. Ya un par de personas se han quejado de su actitud hostil, pero su jefe sabe que ella es un buen elemento en el equipo y que no puede darse el lujo de suspenderla. Un ingenuo deseo de justicia hizo que ella ingresara a los cuerpos especiales de investigación de la policía, aunque no tardó en comprender que muy poco de lo que hiciera contribuiría realmente en algo, pero ya estaba ahí y no le interesaba cambiar de empleo, la paga no era tan mala a diferencia de otros trabajos, además el seguro cubría la gran mayoría de las enfermedades con las que nació.

En quince minutos llegan hasta la casa de unos de los compañeros de universidad del clon, no vive lejos de la mansión de la señora como es de esperarse entre ese tipo de personas. A Noa no le interesa cumplir con los protocolos así que utiliza su llave maestra para entrar. No tienen que buscar demasiado, están todos en la sala, con las gafas de realidad virtual puestas, riendo y hablando en voz alta mientras juegan con un simulador de tiro. Milena apaga la fuente de energía, asustados se quitan los lentes de inmediato y al ver a las dos mujeres frente a ellos comienzan a gritar, se preguntan qué hacen ellas ahí, cómo han podido entrar sin problemas. Ambas responden que son policías y que están ahí para buscar al clon desaparecido, ellos suspiran aliviados. Todos coinciden en que lo vieron por última vez en la isla, incluso regresaron juntos en el barco y después de eso cada uno tomó rumbos diferentes. La realidad es que ellos no eran amigos cercanos de David, lo invitaron a salir un poco por lástima porque se la pasaba muy solo en la universidad, era muy tímido, luego supieron que era un clon y eso creó un halo de misterio sobre él. La mayoría de los clones tenían fama de problemáticos y perturbados por eso muchos de ellos preferían solo socializar con los de su especie. El único amigo cercano que le conocían a David era un tal Rodrigo, al igual que él era un clon de una familia rica, tenían una historia un poco similar, aunque Rodrigo no había estudiado en casa toda su vida como David. Todos creían que eran pareja, aunque nadie estaba seguro. Noa y Milena les hacen más preguntas, pero no pueden sacarles mayor información, finalmente solo lo vieron esa noche.

Salen de la casa a paso apresurado, ya la tarde comienza a caer sobre la ciudad, lo saben por la hora y por el tono ligeramente rojizo del cielo, aunque por la contaminación muy poco se alcanza a ver, el sol es apenas una mancha borrosa y hace mucho tiempo es casi imposible observar la luna por las noches. Sus abuelas decían que de niñas era una costumbre detenerse a contemplar el atardecer, ellas no dudaban en que aquel hábito debía ser verdad, habían visto videos sobre lo hermosas que eran las puestas de sol, pero jamás habían presenciado una. Aunque existen buenas ofertas para comprar simuladores de la vida del pasado y pese a que son increíblemente vívidos, quienes los usan saben que nada es real y eso le resta emoción a la experiencia. Los abuelos también decían que en sus tiempos estaba de moda una película de Arnold Schwarzenegger donde pagabas para que una empresa te instale recuerdos falsos que se sentían como propios. Ya existen compañías que intentan hacer algo parecido, pero no tuvieron buena recepción después de resultados desafortunados como pérdida total de la memoria y cambios radicales de personalidad. 

El sol comienza a ocultarse rápidamente hasta que se instala la oscuridad total, entonces Noa recibe una llamada de su jefe, le dice que tienen otro caso de un clon desaparecido, se trata de un tal Rodrigo, la familia esperó unos días para reportarlo porque el muchacho suele ausentarse sin avisar, aunque siempre regresaba esta vez ya habían pasado más tiempo de lo tolerable, era un comportamiento que tenía desde adolescente y que no pudieron erradicar pese a las amenazas de sus dueños. Noa le dice a su jefe que atenderá todo eso mañana por la mañana sin falta, que su tiempo de trabajo ha terminado y que no planea dedicar esfuerzo extra en buscar las propiedades a los ricos. Su jefe enfurecido le dice que no puede seguir teniendo esa actitud, pero Noa cuelga la llamada. Milena escucha todo pero prefiere no decir nada, tampoco le emocionan ese tipo de casos y ese día quiere irse a la cama temprano, quizás puede ver alguna película antes de dormir, o terminar el rompecabezas de mil piezas que compró hace unos días, ahora que lo piensa cree que no fue una buena idea comprar un Jackson Pollock para armar pero quería algo retador. En fin, cualquier cosa en el silencio de su pequeño apartamento parece mejor que estar ahí afuera recorriendo los barrios de ricos, además en unas horas comenzará a llover según leyó en el pronóstico del clima ese día por la mañana antes de salir al hospital. Milena debate en su cabeza sobre qué hacer esa noche cuando su compañera le dice que deben ir juntas a la isla, ella pone cara de no comprender lo que le está proponiendo, entonces Noa responde que no quiere informarle al jefe que irá pero que está segura que ahí podrán encontrar algo que les ayude a resolver el caso. Milena no cree que eso sea una buena idea, pero recuerda cuáles son sus planes nocturnos y piensa en que no tiene nada mejor que hacer.

Noa enciende el auto y observa el horizonte, desde la cima de los Barrios Altos puede verse una incesante nube de humo que sale de la isla donde está la planta de energía, algunos dicen que hace más de cien años uno de los tantos dictadores utilizó ese lugar para llevar a sus amantes, construyó una cabaña para estar a solas rodeado de un hermoso jardín. Si eso fue real, de todo aquello ya no quedaba nada, solo leyendas. Llegan hasta al borde del lago y estacionan el carro muy cerca de donde decenas de obrero hacen fila para subir al próximo ferry que los llevará a la isla para iniciar su turno de trabajo. Ambas suben al transporte que comparten con un grupo de hombres bajitos y morenos, varios con bigote, todos vestidos con trajes grises y gorras anchas; viajan apretados, sentados uno muy cerca del otro. Afuera solo pueden distinguir las luces de la ciudad y nada más escuchan las espesas aguas ceder ante el paso de un barco que no tiene conductor, todo funciona por piloto automático y aun así suenan cumbias sin parar, seguramente es la música que algún trabajador ha seleccionado para hacerle la jornada más llevadera a sus colegas, los silenciosos obreros nocturnos. 

En un par de minutos están ahí, esperan a que los obreros bajen y luego ellas los siguen, los pequeños hombres marchan en dirección a la planta, pero ellas se dedican a caminar por los alrededores, veinte minutos bastaron para recorrer la isla por completo. En el centro está la planta de energía con un aire lúgubre, sus luces encendidas las 24 horas recuerdan más a la imagen de una cárcel que a la de una empresa, desde las ventanas se pueden ver los grupos de cascos amarillos que se mueven de un lado a otro, son los trabajadores asegurándose que todo funcione. En uno de los extremos de la isla encuentran restos de basura, son latas de cerveza, pipas, colillas de cigarro. No tienen dudas que son los restos de la fiesta de hace dos noches donde también estuvo el clon. Noa se dedica en patear las latas vacías mientras Milena inspecciona el lugar, caminando se percata que muy cerca de ahí y encima de una piedra mediana, una luz roja parpadea, el resplandor proviene de una pequeña caja negra que se usa para grabar hologramas, ella tiene uno igual en su oficina. Toca el botón para ver el contenido guardado, es un video breve de David junto a otro muchacho, dice que si alguien encuentra ese mensaje será porque seguramente lo reportaron como desaparecido, pero no lo está, él y su compañero ya son adultos y han decidido huir, comenzar una nueva vida lejos de sus familias, piden no ser buscados. Milena le grita a Noa que se acerque, le muestra el mensaje, las dos concluyen que el otro muchacho debe ser Rodrigo. 

Eso era todo, la historia de amor de dos clones que se fugan en un mundo donde es imposible desaparecer. No sería difícil encontrarlos, pero se ocuparían de eso hasta mañana, por hoy ya había sido suficiente, además, seguía siendo humillante para dos mujeres con su experiencia dedicarse a buscar las propiedades que los ricos no supieron cuidar. Maldita gente de mierda susurra Noa mientras patea una lata de cerveza que rueda hasta las orillas del lago. Milena guarda el mensaje en su bolsillo, ya no tienen nada más que hacer en ese lugar así que da media vuelta y comienza a caminar hasta que Noa la detiene para pedirle que se quede con ella un poco más. Saca de los bolsillos de su chaqueta dos latas de cerveza y extiende una para que Milena la tome. Las cervezas son muy costosas, siempre están en las áreas exclusivas de las tiendas, resguardadas bajo llave. Alguna vez fueron baratas según dicen pero cuando el agua comenzó a escasear se volvieron cada vez más difíciles de conseguir, era mucho más sencillo comprar cualquier droga sintética, el alcohol o la marihuana estaba reservado para unos pocos.  Noa compró esas dos cervezas porque quiere saber qué sienten los muchachos que llegan a la isla por las noches a organizar sus fiestas, siente curiosidad por averiguar porque deciden ir justo ahí, a ese lugar tan lúgubre donde apenas se escucha el sonido del agua moverse, donde no vive ningún pez ni crece ninguna planta y donde ningún rayo de luz puede penetrar la espesa capa oscura que cubre el lago. Se sientan en silencio, abren sus latas y comienzan a beber, solo pueden escuchar el sonido de la basura que se arrastra pesadamente y los ruidos que cada tanto genera la planta de energía. Después de un rato Noa dice algo. 

– Quería saber por qué les gusta tanto este lugar. 

– ¿Y qué te ha parecido?

– Una mierda.

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Nicaragua,1994. Ganadora del certamen para la publicación de obras literarias del Centro Nicaragüense de Escritores en el año 2011 con la novela Danzaré sobre su tumba, Fátima es la directora y editora de HoraCero. Estudiante de la maestría en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara, investiga temas relacionados a la literatura del conflicto armado en Nicaragua y El Salvador. Fellow del International Writing Program en la Universidad de Iowa 2022.

Foto: Paula Vazquez