La contemplación poética en Octavio Paz
1 abril, 2014
A nadie escapa la genialidad poética de Octavio Paz, Premio Nobel 1990, benditamente latinoamericano y poseedor de un rico y complejo pensamiento transmutado en poemas, ensayos, traducciones y teorizaciones sobre el arte, que aún continúa asombrando. En el centenario de su nacimiento (31 de marzo 2014) el mundo de las letras de habla española se alista a homenajearlo. Caratula no podía quedarse sin rendirle, acaso, un mínimo tributo, de tal manera que el poeta y ensayista nicaragüense Ulises Huete le escribe al poeta mayor mexicano develando en su texto esa escritura de elevada carga intelectual de Paz, inmersa en contemplación, revelación y reflexión, reafirmando categóricamente el dicho de Juan Villoro cuando define la poética paciana como; “versos que son ideas”.
La visión poética de la vida es una perspectiva, una sensibilidad y un entendimiento sutil. Esta mirada reconoce relaciones no convencionales entre las cosas y la conciencia. Por ejemplo, el árbol que capta la mente poética es un objeto tangible, pero también es un signo que al constelarse con otros emite un sentido que florece en el pensamiento y la sensación. Sin embargo, no son las cosas las que están cargadas de poesía, sino la mente que las percibe. Las situaciones, la naturaleza, la presencia de otras personas y todos los objetos pueden ser condiciones para que surja la poesía, pero su causa está en la mente que genera esta visión.
Muchos de los mejores poemas de Octavio Paz son un registro de esta experiencia. Desde este punto de vista, estos poemas son conocimiento y expresión del estado mental poético y sus revelaciones. La poesía entonces trasciende y profundiza más que la mera catarsis, la autobiografía, los juegos verbales o la prédica política. Su poesía, como la de los más agudos poetas, es una conciencia que muestra vivencias sutiles entre la persona y la vida. Estas relaciones son acontecimientos de la mente que el pensamiento ordinario es incapaz de aprehender.
En el caso de Octavio Paz, estas revelaciones no aparecen fuera “del mundanal ruido”, fuera de la ciudad, del trato con los otros, como en el caso del anacoreta, del ermitaño, que busca el retiro para evitar distracciones, sino que emanan en la vida cotidiana, en la ciudad, en el pueblo, en la habitación de la casa, frente a la naturaleza que nos rodea. Pero además no son visiones de otro mundo, ni del futuro, tampoco de un pasado mítico, remoto, sino más bien de un presente en donde gravita el pasado y se vislumbra un futuro posible. Es en el aquí y en el ahora, en la atención al momento cambiante, donde la conciencia mira las presencias, se observa a sí misma y escucha la manifestación de otros significados. Dentro del fluir de las situaciones, Paz escucha la vida y se escucha a sí mismo. En el comienzo del poema El mismo tiempo nos muestra la conciencia de la muerte frente a la agitación ciega de la ciudad y los seres humanos:
No es el viento
no son los pasos sonámbulos del agua
entre las casas petrificadas y los árboles
a lo largo de la noche rojiza
no es el mar subiendo las escaleras
Todo está quieto
reposa el mundo natural
Es la ciudad en torno de su sombra
buscando siempre buscándose
perdida en su propia inmensidad
sin alcanzarse nunca
ni poder salir de sí misma
Cierro los ojos y veo pasar los autos
se encienden y apagan y encienden
se apagan
no sé adónde van
Todos vamos a morir
¿sabemos algo más?
La revelación poética no se agota en la visión de un sentido, sino que va acompañada de un entendimiento. La revelación es atención, sensación y discernimiento, una comprensión en donde se activan diferentes facultades cognitivas. Se detectan los objetos del entorno, se pone atención a los movimientos del pensamiento, a las sensaciones que emergen y se asocian con otras experiencias, tanto vivenciales como intelectuales. El momento adquiere forma mediante la perspectiva personal y cultural. Para entender el momento poético se recurre a la memoria, a la comparación, al análisis, a la búsqueda del significado o los significados que se van cristalizando en la conciencia. En Nocturno de San Ildefonso, desde una noche en su habitación, el poeta realiza una caminata mental por la ciudad y parte de su juventud. A través de esta peregrinación, recuerda algunas ideas que enarbolaba, las revisa críticamente, evoca algunos hechos atroces de la historia, se interroga por el sentido de la historia y aparece la revelación:
La historia es el error.
La verdad es aquello,
más allá de las fechas,
más acá de los nombres,
que la historia desdeña:
el cada día
-latido anónimo de todos,
latido
único de cada uno-,
el irrepetible
cada día idéntico a todos los días.
La verdad
es el fondo del tiempo sin historia.
El peso
del instante que no pesa…
Este tipo de poemas de Paz son una recreación del momento poético, de su observación introspectiva, de su transformación en lenguaje y de la reflexión de la actividad creadora. Todo este proceso que se muestra en algunos de sus textos es la contemplación poética: la ruta mental de la experiencia a la obra. Para el poeta, la maduración, el desenvolvimiento de este estado es la escritura. Y por lo tanto, este proceso de creación es parte esencial de la experiencia. La poesía no culmina cuando cesa la mente que la origina, sino cuando se realiza el texto. La actividad poética es visión, pensamiento, pero también composición y creatividad. Sin traducción de la vivencia en lenguaje, no hay entendimiento pleno. Escribir el poema es la recta final del conocimiento de la experiencia poética.
Escribir es un acto mental, verbal y físico que permite un distanciamiento crítico de lo que se quiere expresar. Al ir componiendo los versos, las estrofas, el poeta contempla como en un lienzo las líneas que va trazando y cuanto se corresponden con su intención creadora. Pero además, la escritura es el puente que se teje entre el poeta y otras personas. La necesidad de entender la experiencia impulsa a escribirla y todo lenguaje tiende a la comunicación. En medio de los demás, la poesía se vive en soledad, pero hecha poema se vuelve fraterna. El poema es una de las formas de trascender hacia los otros. En El mismo tiempo, después de reconocer la inexorabilidad de la muerte, Paz contempla su conciencia, el fluir de la vida y el acto de escribir que también es movimiento:
Hoy estoy vivo y sin nostalgia
la noche fluye
la ciudad fluye
yo escribo sobre la página que fluye
transcurro con las palabras que transcurren
Conmigo no empezó el mundo
no ha de acabar conmigo
Soy
un latido en el río de latidos…
…Yo no escribo para matar al tiempo
ni para revivirlo
escribo para que me viva y reviva…
Si para el poeta la paulatina clarificación de la visión poética va de la experiencia a la escritura, para el lector va de la lectura a la experiencia de la poesía. Ambas actividades, escribir y leer, son una contemplación. No solo se leen los textos, también se lee la mente y la vida, esas pulsaciones que aparecen en todo lo que nos circunda y habita. Para el poeta escribir es componer una partitura, para el lector leer es interpretar esa melodía de significados. En muchos de los poemas maestros de Paz, se presenta este tejido de vínculos entre leer, escribir y contemplar que sublima la poesía.
Sin embargo, este encuentro con la poesía en la vida y la lectura, solo pasa con la contemplación y la intención clara de alcanzar esas visiones que amplían y profundizan el conocimiento de nuestro interior en relación con la vida. La contemplación exige una puesta en marcha de la atención, la imaginación y la reflexión, destrezas mentales que se oponen al velo de la dispersión del pensamiento y la ceguera interior. La poesía exige concentración para entregarnos sus revelaciones. Finalmente, en su poema Kostas, el poeta nos dice:
¿Hay puertas? Hay tierra y en nosotros la tierra se hace
tiempo y el tiempo en nosotros se piensa y se entierra,
pero -señalando a las constelaciones babilonias- pode-
mos contemplar a este mundo y los otros y regocijarnos,
la contemplación abre otras puertas: es una transfigura-
ción y es una reconciliación…
Masaya, Nicaragua, 1978.
Poeta, ensayista y periodista. Ha publicado en las revistas El hilo azul (Nicaragua) e Hispamérica (Estados Unidos), y en las antologías Retrato de poeta con joven errante (2005), Poetas, pequeños Dioses (2006), Cruce de poesía (2006) y en La Nación Generosa: 111 rutas al lado del mar (2015), antología de poesía hispanoamericana, publicada por la revista española La Galla Ciencia. También ha publicado en Babelia, suplemento cultural de El País. Colabora para Carátula, revista cultural centroamericana. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas (UNAN-Managua).