
La foca Martínez
1 junio, 2025
1
Son casi las once de la noche, Gerardo va hasta el negocio más cercano que a esa hora le venderá unas cervezas, y cuando vuelve, para disfrutar de las bebidas y de la noche primaveral, sale al patio con una silla, sin encender la luz, mejor así, más íntimo. Luego de unos minutos escucha un sonido débil, como de agua, mira hacia el lavadero que está en un rincón, pero está muy oscuro para ver algo. Se levanta y sin soltar el vaso vuelve a la casa para encender la luz del patio porque la del lavadero se ha quemado. Va al lavadero tenuemente iluminado y se asusta, porque hay algo dentro del lavatorio, lleno de agua, algo oscuro, inmóvil, deja el vaso en el suelo y se acerca despacio. Es un animal, parece un perro…¡¡¡Es una foca!!!
Por un lado, no sabe qué hacer ante la situación, pero piensa que no es tan tarde, y que algún vecino puede salir al patio y asomarse por encima de la tapia para mirar hacia el suyo, ya que una luz encendida y a esa hora llama la atención, pone todo en evidencia, y tienta a los fisgones, entonces va a apagar la luz y vuelve.
Recupera su vaso y regresa a la silla para medita la situación. Enciende la linterna de su teléfono, apunta hacia la foca y ella parpadea y entrecierra un poco los ojos. Gerardo se enternece y la foca grita o hace el sonido que hace una foca pequeña, quizás recién nacida, así que apaga la linterna para que no vuelva a gritar. Acaba el vaso y se va adentro, con cuidado, en silencio. No sabe si volver al patio, tiene que pensar.
Ya pasó un buen rato y no se ha escuchado más nada. Fantasea con que se haya ido, o que sea un perro, o que haya sido una foca imaginaria, o estar soñando. Por lo pronto se quedará un rato más levantado, luego procurará dormir y al día siguiente verá qué hacer, mientras tanto se sirve otro vaso de cerveza.
Cavilando sobre el asunto acabó la botella, y luego fue a buscar a la foca con una toalla, le daba impresión el contacto directo. Había preparado un fuentón con una frazada dentro, a modo de cama, y mientras el animal se estuvo quieto ahí, se puso a investigar qué comen las focas y se fijó si tenía algo en la heladera y en las alacenas para darle. Apenas encontró una lata de atún que la foca no tardó en devorar, y que por suerte pareció haber satisfecho su hambre. Gerardo procuró levantarse bien temprano para salir en busca de provisiones, antes de que la foca comenzara a quejarse.
Colocó el fuentón a su lado, sobre la cama, y dejó prendido un velador. Parece que tiene mucho sueño, porque se desvanece con intermitencias mientras lo mira a él y a su alrededor. Parece que así se siente protegida, al menos no grita como hace unos segundos cuando quedó sola en el living. Cuando ella se duerma, podrá ir a lavarse los dientes.
Un par de asuntos demoraron la llegada del sueño: si no se comunicaba con las autoridades para notificarlas del hallazgo, y posteriormente detectaban al animal bajo su tenencia ilegal, podía ir preso, o ser castigado con una poderosa multa. Lo que fuese que pasara no sería agradable, a menos que la escondiera en su vivienda bajo máximo secreto. Pensar en eso parece que lo despertó del todo; trató de calmarse pensando que, lo que crea mejor, eso será lo que decida, y del resto se encargará el presente, cuando cada cosa alcance su momento.
2
Quizás la reacción más esperada por alguien que encuentra una foca en su casa sea notificar a las autoridades, pero Gerardo optó por conservarla en su domicilio y en secreto.
Debido a que muy recientemente había terminado un noviazgo de muchos años, abatido por la separación vio en la foca una potencial compañera y un motivo para distraerse si se ocupaba de alguien más.
Para la buena suerte de ambos, la foca comenzó a imitar a un perro vecino, y al poco tiempo, para los habitantes de su manzana, se había convertido en el misterioso perro de mitad de cuadra. Era un verdadero misterio porque nadie lo había visto nunca, sólo lo escuchaban.
Una tarde se cruzó en el supermercado con su vecino de junto, y éste aprovechó para preguntarle de qué raza era y si lo sacaba a pasear. Gerardo dijo que lo hacía muy cada tanto, por la noche, y “un ratito no más porque ya está viejo y se cansa rápido”. Respecto a la raza, improvisó una que sonara acorde a su voz, grave y seca, “no parece de esa raza por el ladrido, dijo su vecino, “es que es un perro viejo”, recalcó Gerardo, “me lo traje cuando falleció mi tío, por eso ya no sale casi, salvo algunas noches, ya que de día no tengo mucho tiempo para pasearlo, porque”con su horario laboral de contra turno, Gerardo y la foca duermen al mismo tiempo, ya que ella por adaptación se ha vuelto noctámbula.
3
La foca se la pasaba encerrada hasta que se hacía de noche, entonces juntos salían al patio, en silencio, y disfrutaban de un rato al aire libre. Cuando Gerardo tenía franco, le gustaba salir de casa y aprovechar el día, aunque desde la llegada de la foca no podía hacerlo sin sentir culpa, porque ella quería salir con él, seguramente querría disfrutar del sol y del agua, y la salud se lo debiera de estar reclamando a esas alturas. Desde que la encontró, nunca la había dejado sola sin necesidad, porque al volver a casa, a veces la encontraba llorando, y apenas lo consolaba el hecho de que siempre estaba dormida cuando él se iba a trabajar.
Sólo iba al patio, y si no aseguraba la puerta de tejido con una traba que agregó después de la aparición de Viku, ella se paraba sobre las aletas traseras, metía una aleta delantera por el hueco de la manija, tiraba con fuerza y pasaba corriendo antes de que la puerta cancel se cerrara del todo. Ya no intenta abrirla, es consciente de la traba; cuando Gerardo va al patio, se apoya sobre el tejido y grita o llora hasta que él vuelve. Gerardo se apena, y se apura para encerrarse otra vez con ella, “no es bueno que salgas, te pueden ver”, le dice mientras la acaricia.
Para el tercer día de franco desde Viku, Gerardo había comprado materiales. Construyó una suerte de pérgola cerrada. Primero la disfrutaron sobre el pasto, ella adentro de una piletita inflable para bebés, junto a él, leyendo y tomando mates. Siempre salía primero Gerardo. Recorría el patio de punta a punta y de lado a lado, pasando revista a los techos vecinos, espiando los patios linderos, y si el panorama estaba despejado, volvía por la foca con rapidez.
Ya en verano, y luego de haber hecho mediciones, se dispuso a armar la pileta de lona tamaño familiar, dentro de la porción de terreno que ocupaba la pérgola, de manera que pudieran meterse a jugar, o simplemente estarse ahí, disfrutando del agua y del cielo, un pedacito de cielo que se recortaba si descorría el techo de la pérgola; así pasaban horas sin ser vistos.
Mientras flotan después de haber almorzado, adormecidos por el calor, un vecino inesperado, que ha subido al techo de su casa a plena siesta, para quitar la vieja antena de televisión, ha trepado la columna de hierro que la sostiene, y ya en el punto máximo que puede alcanzar, con emoción de niño, se detiene a escudriñar el vecindario, hasta donde sus ojos y el resplandor se lo permiten. Después, su mirada sobrevuela terrenos contiguos, se posa en el patio de Gerardo, y ve movimiento en la pileta.
Gerardo está sentado en el agua, junto al que debe de ser el misterioso perro. El vecino permanece con la mirada fija en ellos, es la primera oportunidad que se le ha presentado para conocer a la mascota, el primer vecino de toda la manzana que tiene esa suerte, y desde la distancia a la que observa, sumado al resplandor del sol, y a la convicción de que Gerardo tiene un perro, ve, efectivamente, un perro adentro del agua. Cuando está por dejar de mirar, porque el intenso calor le sugiere dejar de curiosear, y le recuerda que todavía tiene que extraer la antena de televisión, el animal lo descubre y comienza a ladrarle, y quizás para saludarlo o vaya a saber por qué, se para sobre sus patas traseras, y la mitad de su cuerpo sobresale del agua. El vecino ve aletas, y ve también, recién ahora, una cabeza que no parece canina, y se da cuenta de que, el misterioso perro de mitad de cuadra, ¡¡¡es en realidad una foca!!!
Argentina, 1982.
Fotógrafo, escritor, coach literario. Su obra más reciente: La foca Martínez, inédita. Sin libros publicados. Cuenta de Twitter: @Hadonauta https://x.com/Hadonauta