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La herida en el sol. Poesía Contemporánea Centroamericana, Universidad Nacional Autónoma de México, 1ra. Edición. D.F. México, 2007

1 septiembre, 2007

Una antología es una aventura y como toda aventura hay encuentros memorables. De este gran encuentro con “La herida en el sol”, puedo referirme en el caso de Costa Rica a Jorge Debravo (1938-1967), Rodolfo Dada (1952), Alfonso Chase (1942), Oswaldo Sauma (1949), Luis Cháves (1969), y un caso muy particular al poeta y novelista Carlos Cortés (1962). Todos incluidos en este libro, una antología que toma como referencia el tiempo en que surge la poesía contemporánea centroamericana. En el caso de Carlos Cortés, es muy bien conocido por “autorretrato y cruci/ficciones”, obra que obtuvo en el 2004 el Premio Mesoamericano Luis Cardoza y Aragón. Volver a leer su obra hace constar que la poesía en la región goza de muy buena salud y no hay nada que envidiarle, por ejemplo, a la poesía escrita en la “Hispania” ya no tan  fecunda.

La compilación de este volumen estuvo a cargo del poeta nicaragüense Edwin Yllescas, una gran responsabilidad en la cual es imposible quedar bien con todos. El libro compila “las generaciones 50, 60, 70, 80”, es decir, la poesía que se ha desarrollado a partir de estas fechas. En el caso de Costa Rica, y según C. Cortés, la tradición contemporánea inicia con la generación del 60. Y ésta va desde el tono contestatario de Jorge Debravo hasta la destreza en el manejo del verso libre con Luis Cháves, más evidente por su obra “Chan Marshal”.

Hablar de qué es contemporáneo es un asunto delicado. El autor parte de un parámetro, se dice de aquello que “ilumina, establece o retoma el sentido de lo contemporáneo sin entrar en los retorcimientos de la modernidad y la “postmodernidad”. Para no ser tan radical consideremos contemporáneo la época más cercana a nuestro tiempo, es decir a partir de los años 50. Por dicha razón no están incluidos en el capitulo de Nicaragua toda la Vanguardia (Joaquín Pasos, Luis Alberto Cabrales, José Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra), ni tampoco está incluida la Post-vanguardia (Ernesto Cardenal, Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Martínez Rivas y Claribel Alegría).

En el caso de Honduras la visión contemporánea apunta hacia los años sesenta. Autores como Roberto Sosa y José Luis Quesada dan fe de la violencia en su país, de las guerras y de ese silencio doble que es la indiferencia humana. Pero es, a mi juicio, la poesía de Oscar Acosta quien mejor retrata la marginación en honduras y para ello dirige su poesía hacia la proclama social.

En el caso de El Salvador y Guatemala el recopilador anota que también la tradición contemporánea surge en los años sesenta. De El Salvador están incluidos, entre otros, José Roberto Cea, Alfonso Quijadurías (a mi parecer tiene mejores poemas que los seleccionados en este volumen). De hecho su poesía tuvo la suerte de ser leída y recomendada por Roque Dalton en una carta que dirigió a Claribel Alegría el 10 de abril de 1969 donde dice que, Quijadurías le parece muy bueno. Respecto al capítulo de El Salvador me queda la duda del porqué no se incluyó precisamente a Roque Dalton, el más contemporáneo de El Salvador. Lo pregunto porque entre sus obras, que surgen en la época de parámetro de selección del compilador, están: La Ventana en el rostro (1961), El turno del ofendido (1962), Los Testimonios (1964) más otra lista de poemarios. ¿Matamos otra vez a Roque Dalton? No omito otro factor importante: faltó incluir en esta “herida” a Otoniel Guevara (1967) y al poeta Ricardo Lindo (1947).

En el caso de Guatemala son pocos los elegidos. Entre ellos Ana María Rodas con sus “Poemas de la izquierda erótica”, la poeta Aida Toledo, más los poetas Enrique Noriega y Luis Eduardo Rivera. Hubiera sido interesante incluir al poeta Javier Payeras, sobre todo algunos poemas de su obra “Soledad Broder”, una obra conceptual que reúne emociones encontradas de su generación y que abarca las “soledades violentas” en Guatemala.

Como capitulo final del libro, está la poesía nicaragüense. En él se incluye una lista de 23 poetas (la más extensa), y se evidencia el estilo radical de la poesía en Centroamérica. Se inicia la selección con el poeta Octavio Robleto, y con poemas epígonos de la vanguardia. Así queda demostrado en un poema vernáculo llamado Mi novia y cuyos versos provocan inexorablemente cierta gracia: “Mi novia se parece a una vaca, / es mansa y apacible, es dócil y es láctea”. También es notable en la poesía nicaragüense seleccionada, una cierta inclinación a la tragedia, como el caso del lirismo contemplativo de Horacio Peña, temas lúgubres y escatológicos como el caso de Iván Uriarte (Premio Nacional de Poesía Rubén Darío, 1999), y la infaltable herencia del exteriorismo en la poesía de Luis Rocha, Francisco Valle y Julio Valle Castillo. Estos cambios radicales poéticos, sobre toda por la herencia, evidencia la ruptura en la poesía originada con la Vanguardia con los años 30 y el proceso histórico, social y político que de una u otra forma han vivido las diversas generaciones poéticas de Nicaragua.

Esta antología, donde también es notable cierta pluralidad, busca según Edwin Yllescas, “abrir una claraboya al mundo exterior”. Y esta claraboya ha sido abierta por el poeta mexicano Marco Antonio Campos, quien muy solidario, ha dirigido esta colección para la Universidad Nacional Autónoma de México. Ojala la experiencia sea inolvidable y se puedan extender otras formas de promoción a la literatura centroamericana.

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Estelí, Nicaragua 1977 - Managua, 31 de diciembre de 2010.
Realizó estudios de poesía bajo la tutela de su mentora, la poeta nicaragüense Claribel Alegría, discípula del Nobel español Juan Ramón Jiménez.

Ha publicado el poemario “Alguien me ve llorar en un sueño” (Premio Internacional Ernesto Cardenal de Poesía Joven 2005). También publicó “Retrato de poeta con joven errante”, antología poética de su generación con prólogo de Gioconda Belli. Su poesía aparece en las antologías “La poesía del siglo XX en Nicaragua” (Editorial Visor, España 2010); Antología de poesía nicaragüense: Los hijos del minotauro (1950-2008) (Revista TRILCE, 2009) y en la Antología del IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Trilce, Villahermosa, 2008). Poemas suyos aparecen además publicados en las revistas “Karavan” (Suecia, 2006); Revista Oliverio (Argentina, 2005); Revista Maga (Panamá, 2005); Revista “Lichtunten” (Alemania, 2009); Revista Nómada dirigida por Jorge Boccanera (Argentina, 2008); Revista Prometeo (Medellín, Colombia, 2008) y en la memoria poética del Encuentro “El vértigo de los aires”: Poesía Iberoamericana (México, 2009) y las memorias del I, II, III, IV y V Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua).

Asistió como invitado a diversos Encuentros y Festivales poéticos internacionales, entre los que figuran: V Festival “La poesía tiene la palabra”, Casa de América (Madrid, España, 2005); IV Festival Internacional de Poesía de El Salvador (San Salvador, 2005); XXII Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba, 2007); Fiesta Literaria de Porto de Galinhas, Estado de Pernambuco (Brasil, 2007); XVIII Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2008); IV Encuentro Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer (Villahermosa, México, 2008); Festival Internacional de Poesía de Costa Rica (San José, Costa Rica, 2009); Encuentro Iberoamericano de poetas en el Centro Histórico 2009: El vértigo de los Aires (México, 2009); VII Festival Internacional de Poesía de Granada (España, 2010).

Su poesía ha sido elogiada por célebres poetas y escritores como Jorge Boccanera, Waldo Leyva, Sergio Ramírez y Ernesto Cardenal. Según el crítico peruano Julio Ortega, Ruiz Udiel se cierne como uno de los herederos de la poética latinoamericana y según el crítico francés Norbert-Bertrand Barbe, "de todos los nuevos poetas de Nicaragua, Udiel es sin duda uno de los que tiene mayor voz propia".

En 2004, junto al escritor nicaragüense Ulises Juárez Polanco, fundó Leteo Ediciones, proyecto sin fines de lucro que promueve la literatura joven de su país. Entre las publicaciones como co-editor se encuentran: Memoria poética: Poetas, pequeños Dioses (Managua, 2006); Sergio Ramírez: Perdón y olvido, Antología de cuentos (1960-2009), (Managua, 2009); Claribel Alegría: Ars Poética (Managua, 2007); Missael Duarte Somoza: Líricos instantes (Managua, 2007) y Víctor Ruiz: La vigilia perpetua (Managua, 2008).

Antes de su prematura muerte trabajó como editor de Caratula, revista cultural centroamericana dirigida por Sergio Ramírez.

También era periodista colaborador de la sección Variedades de El Nuevo Diario, de Nicaragua, y laboró como relacionista público del Centro Nicaragüense de Escritores.

Era miembro de la Red Nicaragüense de Escritores y Escritoras (RENIES); miembro de la Red Internacional de Editores y Proyectos Alternativos (RIEPA) y miembro del PEN INTERNACIONAL por el capítulo de Nicaragua.