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La historia del cine en 25 carteles. Segundo cartel: El acorazado Potemkin

1 febrero, 2011

Continuamos la serie de crónicas de cine partiendo de la colección de carteles cinematográficos de Franklin Caldera. En su navegar por la web, Franklin ha encontrado bellísimos carteles que llenaban las paredes de los cines, en especial una colección de carteles españoles, que debido a regulaciones proteccionistas, eran ejecutados a mano por pintores y artesanos. Acompaña cada cartel con una rigurosa crónica de la película, creando con la serie, una rápida mirada a la historia del cine. El uso en la revista de estos carteles es exclusivamente cultural y educativo y en ningún momento se espera obtener beneficios comerciales. 


Al poco tiempo de proclamada la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (1922), Lenin declaró que el cine era «la más importante de todas las artes», aludiendo a su poder de difusión.

La etapa heroica de la revolución produjo cineastas de renombre mundial: Sergei Eisenstein (Riga, Letonia, 1898 – Moscú, 1948), V. Pudovkin (La madre) y Dziga Vertov (El hombre de la cámara), llamados los «teóricos soviéticos» por sus muchos ensayos sobre semiótica visual y teoría del cine.

Después de dirigir su primera película, La huelga (1924), el Estado asignó a Eisenstein la dirección de El acorazado Potemkin (1925), reconstrucción (sobre guión de Nina Agadjanova-Shutko) de la sublevación a bordo del acorazado Príncipe Potomkin, como parte de las festividades del XX aniversario de los conatos de revolución de 1905.

La secuencia de la masacre en las escalinatas del puerto de Odessa (fotografía de Eduard Tissé) conservan su impacto dramático por la fuerza de las imágenes: La madre que cae abatida por las balas cargando el cadáver de su hijo o el cochecito que rueda por las escalinatas mientras los soldados zaristas descienden con las bayonetas caladas.

Además de ángulos enfáticos y primeros planos efectistas, el cine de los «teóricos» se caracteriza por el «montaje de atracciones» que consiste en combinar imágenes contrastantes (con planos de corta duración) para producir un impacto emocional que conlleve significado ideológico.

Después de una gira de varios años por Europa, Estados Unidos y México (el material filmado en ese país fue compaginado por Grigori Aleksandrov en 1979, bajo el título de Qué viva México), Eisenstein regresó a la URSS, convertido en figura controversial en su propio país.

Del proyecto en tres partes sobre Iván el Terrible (1944-46), con Nikolai Cherkassov, sólo se filmaron dos. El enfoque crítico del director no coincidió con la intención estatal de hacer un filme de exaltación patriótica (dentro del marco de la guerra contra los nazis) que estableciera un parangón entre «el padrecito» Stalin y «el zar de todas las Rusias».

El resto de su corta vida lo dedicó a la docencia. Entre sus 7 largometrajes destacan Octubre (1927) y Alejandro Nevski (1938).

Pero es El acorazado Potemkin la película que ha ocupado el primer lugar en numerosas encuestas internacionales (como las realizadas por la revista británica Sight and Sound) sobre las mejores películas de todos los tiempos.

Nada en el pasado de Eisenstein (ingeniero, soldado revolucionario, experiencia teatral) explica su dominio del cine. El genio creativo se manifiesta espontáneamente al hacer contacto el artista con su medio, lo que ocurre con la mayoría de los grandes cineastas, desde Griffith hasta Tarantino y más allá.

La irrupción del sonoro generó globalmente un estilo de cine con planos prolongados. Pero la influencia del montaje vertiginoso de los teóricos soviéticos se ha generalizado, con películas como La pandilla salvaje (1969) de Sam Peckinpah (más de 3,600 planos), El club de la pelea (1999) de David Fincher o El caballero de la noche, que marcan la tendencia de ciertos cineastas a retomar la complejidad visual de la era silente, aunque no siempre con la misma profundidad de contenido.

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Poeta, ensayista, traductor y crítico de cine. Es abogado. Desde 1968 publica en La Prensa Literaria poemas, críticas literarias y de cine y traducciones de poesía en lengua inglesa. Fue uno de los asiduos de la cafetería La India, el emblemático sitio de reunión de los poetas y pintores de la Generación del 60 y leyó sus poemas en La tortuga morada, la primera discoteca de la Managua de antes del terremoto.
Desde temprana edad tuvo gran afición por el cine y junto con Ramiro Arguello es uno de los auténticos y últimos cinéfilos y contadores de películas de nuestro tiempo. Ha escrito numerosas críticas y crónicas en revistas nicaragüenses e internacionales y ha participado en seminarios junto a cinéfilos de la talla de Guillermo Cabrera Infante y Manuel Puig.
En 1983 escribió con a Ramiro Arguello, Datos útiles e inútiles sobre cine; en 1996, Luces cámara acción: cien años de historia del cine. Guarda un libro de poesía a la espera de publicación. Es co-editor, con Ligia Guillén, de la revista “Poesía Peregrina”. Reside en la Florida desde 1985, donde goza de los constantes reestrenos de películas noir. Es miembro del equipo de Carátula y colaborador permanente de su sección de \”Cine\”.