La isla centroamericana: ni libros, ni cine, ni teatro. Emergencia cultural

1 octubre, 2014

Para empezar, sin paños calientes, si esta revista se leyese sólo en Centroamérica ya debería estar muerta. Es una evidencia estadística. De acuerdo con cifras del año pasado, sólo un 13% de la población centroamericana se conecta diariamente a internet, y en países como Nicaragua esa cifra baja a un minúsculo 5%.


De ellos, la mayoría lo hace en un cibercafé por motivos lúdicos no relacionados con la cultura. Otro dato: más de la mitad de la población no se ha leído un sólo libro, y entre los que sí lo han hecho (incluyendo las obras relacionadas con sus estudios y profesión) no han llegado a 4 libros por persona en todo el año. Son parte de las revelaciones de la “Encuesta latinoamericana de hábitos y prácticas culturales” publicado recientemente por la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura) y realizado por el Latinobarómetro.

Es extraño que la encuesta haya pasado tan desapercibida,  pero los resultados reflejan sobre todo una situación dramática de emergencia en Centroamérica. Su atraso, con la excepción de Costa Rica, es cada vez más profundo con respecto a Sudamérica. Las enormes diferencias entre el sur y el centro del continente hablan de dos mundos, y los datos que se muestran son coherentes con los bajísimos niveles educativos que en otras encuestas semejantes dejan a Centroamérica en los últimos puestos. Es difícil percibir un desarrollo en el futuro que no se fundamente en un aumento del nivel de acceso y calidad en la Educación y la Cultura.

El estudio analiza los hábitos de consumo de cultura en una gran variedad de dimensiones: lectura de periódicos y libros, televisión, radio, cine, teatro, video, música, la utilización de computadoras, el acceso al correo electrónico, Internet y redes sociales, las visitas a lugares del patrimonio cultural, la celebración de eventos culturales, la asistencia a conciertos y, en general, el acceso a los bienes y servicios culturales y su participación en ellos. También se valoran otros aspectos como la percepción hacia las culturas aborígenes, etc. Hay datos suficientes para analizar desde perspectivas de género, nivel socioeconómico, educativo, edad, etc. Aquí sólo destacaré algunos que me han llamado la atención, pero sería bueno revisar con lupa todo el informe en el link expuesto más abajo.

Usuarios diarios de internet.

El 25% de la población en Sudamérica utiliza Internet diariamente. En Centroamérica la cifra baja al 13% y en Nicaragua aún más: sólo un 5%. Es un mundo muy lejano al de países como Costa Rica o Argentina, donde al menos el 39% de la población utiliza internet a diario.

El informe destaca que más de 3 de cada 4 nicaragüenses y hondureños nunca se conectaron a internet ni usaron email durante el año pasado. En Sudamérica los más rezagados en cuanto a la utilización de internet fueron Bolivia y Paraguay.

Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), las escasas infraestructuras y la insuficiencia de puntos de intercambio de tráfico de Internet a nivel nacional y regional encarece lo servicios, “así como la poca capacidad de los países para alojar contenidos locales”. Según otro informe de la CEPAL sobre banda ancha, el coste medio de 1Mbps en relación con el PIB de cada país hace prácticamente inasequible que la gran parte de la población pueda conectarse. Es lo que ocurre en Bolivia (cuyo coste equivale al 31% de su PIB) y Nicaragua (el 16%), los dos países con la conexión más cara de toda América Latina.

Cultura de cibercafé y oficina. ¿Dónde quedan las bibliotecas y los centros escolares?

Un dato interesante es el que se refiere a los lugares donde la población latinoamericana elige o puede acceder a internet. Mientras que en Costa Rica, el 44% de la población lo hace en su casa, en Nicaragua, sólo es el 7% quien accede desde el domicilio. Por eso, como en el resto de Centroamérica, el lugar para consultar internet es el cibercafé (10% de la población internauta). La oficina es otro de los ámbitos donde la población se suele conectar. Sin embargo, sorprende el bajísimo índice de conexión tanto desde los centros de estudios, incluyendo universidades, como desde las bibliotecas públicas, lo cual habla muy mal de la red y función de estos servicios. Los “ciber” y las oficinas han sustituido a las bibliotecas y los centros escolares.

Facebook, Youtube (y en Venezuela, Twitter)

En Centroamérica, más del 27% de la población usuaria de internet no ha utilizado nunca durante el pasado año las redes sociales. En Sudamérica, esa cifra baja al 5%. En todo el continente Facebook es la red prioritaria, seguida de Youtube. Esta cifra es coherente con el uso principalmente lúdico o socializador de internet en el continente. Desde muy lejos, le siguen otras redes como Twitter. Sólo cabe mencionar que Venezuela, con diferencia, es el país más activo en Twitter (posiblemente debido a que dicha red es una de las que sirve de plataforma y expresión a la agitación política que vive el país.)

Lectura

Los índices de población sudamericana y centroamericana que lee tanto por motivos profesionales como por ocio y otros intereses no son comparativamente tan escandalosos como los anteriores, salvo que se analicen en detalle. Por ejemplo, los tres países con menor número de población lectora son Honduras, Paraguay y en el tercer lugar de cola, Nicaragua. Apenas 4 de cada 10 personas en estos países declaran haber leído al menos un libro durante el año pasado. En Sudamérica en cambio, el promedio se acerca a 6 de cada 10. Si nos fijamos en el promedio de libros leídos las cifras entre el istmo y el resto del continente no varían mucho. Es México el país que destaca con más lectores en el continente con 6 libros leídos por persona, casi el doble de todo el continente.

Asistencia a espectáculos musicales

En Sudamérica, un 35% de la población asistió a algún espectáculo musical durante 2013, mientras que en Centroamérica, sólo fue un promedio del 21% de la población. El porcentaje baja aún más en Nicaragua y Honduras, donde sólo una minoría del 12% de población asistió a algún evento de ese tipo.

Cine y Teatro

En Sudamérica, al menos el 37% de la población fue una vez al cine durante el año pasado. Pero en Centroamérica sólo asistió el 28%, siendo de nuevo Nicaragua y Honduras donde menos gente disfrutó de una película en el cine (entre y el 18 y el 20% de la población). En Costa Rica, sin embargo, el 51% de la población fue al cine, al menos una vez durante el mismo período. Lo del teatro es aún peor. Si en Costa Rica, casi la mitad de la población asistió a una obra de teatro, en Nicaragua sólo asistió el 14% de la población. Honduras, Guatemala y El Salvador presentan cifras muy similares a las de Nicaragua.

Grabaciones de música y vídeo

Mientras que en Sudamérica, casi 7 de cada 10 personas vieron algún tipo de proyecciones grabadas en vídeo, En Centroamérica, lo hicieron poco más de 4 de cada 10. Nicaragua y Honduras siempre al final de la lista, y Costa Rica con cifras similares a los países sudamericanos. En cuanto al conjunto de población que escucha música grabada, los datos arrojan resultados parecidos a los de consumo de vídeo.

Visitas a lugares de patrimonio cultural (incluyendo museos, memoriales, parques temáticos)

En Sudamérica, casi la mitad de la población visitó alguno de estos lugares. En Centroamérica, baja un poco el promedio, pero en Nicaragua y Honduras es donde, de nuevo, el nivel es alarmante: sólo algo más de 2 personas de cada 10 asistieron.

Cultura de élites y la excepción de Costa Rica

Los datos evidencian una vieja verdad conocida: que allí donde el nivel socioeconómico es menor, el acceso a la cultura o a la tecnología es mucho más limitado. Y aquí no sólo consideramos a países más pobres, sino también a sectores más pobres de países más desarrollados.

Lo que puede ser más llamativo es que existen otras respuestas que no tienen una relación tan directa con el factor económico. La mayoría de las personas encuestadas que no habían asistido a conciertos, ni habían visto películas ni habían leído un libro, manifestaron que la razón para no hacerlo había sido falta de tiempo o desinterés. Sencillamente, desinterés. El precio de esos eventos u objetos estaban en la tercera o última escala de justificaciones.  Y ahí está realmente lo preocupante. Se puede aducir que el bajo nivel socioeconómico produce a su vez bajo interés en los bienes y los beneficios de la cultura, y sería interesante comprobar que los datos se relacionan con las tasas reales de alfabetización, el acceso a la enseñanza de calidad y el bajo nivel de compresión lectora, por ejemplo.

La apuesta por la educación y la cultura van de la mano, y habrá que estudiar con cuidado y aprender de países pequeños que partieron de niveles económicos limitados como los que hay en la mayoría de Centroamérica, pero que han alcanzado cotas envidiables. En todo ello, Costa Rica es una excepción, por lo que merece un análisis más detallado, a pesar de que algunas de sus claves están en la cabeza de todos, sobre qué se ha hecho o no se ha hecho en el resto de Centroamérica, y qué decisiones y programas han salido bien en Costa Rica.

Es muy preocupante constatar en encuestas de este tipo cómo Centroamérica se ha ido desgajando del resto del continente (con la mencionada excepción de Costa Rica). A falta de otros datos en el estudio como los de Panamá, República Dominicana o Cuba, hay al menos una lectura clara: Centroamérica necesita dejar de mirarse el ombligo y apostar por el acceso a la educación de calidad y a la cultura. Seguir postergando esta revolución pendiente es más propio de políticas y de economías de siglos de colonias y haciendas. Sin paños calientes, de nuevo, sabemos a quiénes les da miedo un aumento del nivel educativo y cultural de la población. A muchos, les va el negocio en ello.

En el informe se dice que “a veces el acceso a la cultura no es solo un problema de escasa oferta cultural. Es también entender que es el pueblo el que hace la cultura y que es preciso tomar lo que la gente ya hace y potenciarlo”. Es tan cierto como que hay que no sólo dar sino fomentar acceso a otras fuentes de cultura más allá de las fronteras de la propia comunidad y el país. Eso no mata lo autóctono sino que lo enriquece. No hay peor experiencia que los nacionalismos culturales.

Por último, puestos a señalar con el dedo a quienes tiene responsabilidad en solucionar este desastre, quizá vendría bien que con el mismo dedo nos señalásemos a nosotros mismos, los que sí tenemos acceso a la cultura o colaboramos en medios culturales de diverso formato. ¿De verdad escribimos, bailamos, actuamos, pintamos para una élite no económica, una minoría selecta que gusta de la cultura? ¿Eso es lo que queríamos? ¿No sería al menos deseable que quienes crean también tuvieran la responsabilidad social de elevar el nivel cultural de los pueblos donde residen? Soy consciente de que esto último es muy discutible. Lejos del debate sobre el compromiso del artista, lo que me pregunto es si se puede crear enajenado de una injusticia clamorosa que aplasta las paredes del taller del artista. Muchos responderán que sí: que el arte crea otro mundo, no necesariamente ligado al presente más inmediato. Y es cierto. Pero no es la creación la que se discute sino la necesidad de adaptar la convivencia para compartir una riqueza no material.

Durante la última década, las empresas se han apuntado a la mal llamada “responsabilidad social”, que nace del concepto de compartir algo de la riqueza adquirida. En el arte, no sólo se trataría de crear una pieza cultural, sino de compartirla, de hacerla perdurar y degustar por el mayor número posible de población. Habría que revisar si tanto el contenido como el formato de los eventos y otras estrategias de difusión de la cultura están anclados en el pasado o lejos de una realidad y una población cuyos niveles educativos están tan alejados, a pesar de que convivimos con ella. Es un doble esfuerzo, y una doble velocidad, pero necesaria para llegar al menos a los niveles de Costa Rica.

Se puede hacer una lectura más optimista, sobre todo, si se compara con el pasado, pero este informe no esconde una desigualdad atroz, tan atroz como la que hay entre el Centro y el Sur de América, como la que hay entre un barrio y otro de Tegucigalpa o de Managua. ¿No es suficiente para emprender una respuesta de emergencia a corto plazo y un plan de construcción educativa y cultural a largo plazo?

Nota: – Ver informe completo

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.