La máscara sobre la silla
1 abril, 2024
Toda la noche batalló con la noche,
Octavio Paz.
ni vivo ni muerto
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La poesía de José Carlos Becerra tiene entre sus mejores momentos un poema que aún hoy podríamos catalogar de hito, ya que logró hermanar el carácter introspectivo de la poesía con la literatura más popular de los jóvenes, el cómic. Hablo de su poema “Batman”, el cual fue publicado en marzo de 1969 en la revista peruana Amaru, y posteriormente compilado por Gabriel Zaid y José Emilio Pacheco en El otoño recorre las islas (1973), libro que reúne la poesía completa del tabasqueño. Largo soliloquio en segunda persona, su tema principal es el héroe de capa caída, su fracaso ante una sociedad ingrata que le ha visto nacer y morir cada noche. El tema era revolucionario y oscuro para aquella época conocida como la edad de plata del cómic (1956-1971), en la que las teorías de Schordinger sobre mundos paralelos, y el suspenso que provocaba la carrera espacial en la imaginación colectiva, servían de marco para la creación de nuevas historias. Al respecto, escribe Matthew K. Manning:
Los cómics protagonizados por el Cruzado de la Capa eran un reflejo de los tiempos. Las historietas de Batman comenzaron sus escarceos con la ciencia ficción en los primeros años; mediada la década, remedaron el tono jocoso de la serie de TV Batman, de enorme éxito; y hacia el final de los años 1960, Batman regresó a sus raíces, más serias, de relato policial. (2015, p. 68).
Lo psicológico, lo introspectivo, y ese preguntarse por su sitio en la sociedad, que, como veremos, es lo que caracteriza al personaje que coloreó Becerra, no serían las constantes en las viñetas de Batman, sino hasta 1989 con la publicación de la novela gráfica Batman: Arkham Asylum. A Serious House on Serious Hearth, de Grant Morrison.
Luego de “Batman” tuvieron que pasar 40 años para que la poesía mexicana se interese de nueva cuenta en la figura del superhéroe. Existen dos ejemplos que son necesarios mencionar: el poema “Spiderman Blues” de Vicente Quirarte y el poemario Testamento de Clark Kent (2015), de Héctor Carreto. Si bien exploran personajes muy distintos entre sí, el Hombre Araña y Superman, ambos han sido cortados del mismo traje heroico que usó Becerra para dibujar a su personaje. Ambos son puestos en crisis: Peter Parker ha envejecido y ahora las responsabilidades de la vida adulta tienen mayor peso que vigilar las calles de Nueva York; Clark Kent reconoce que no es humano, sus lentes, su puesto de Godínez en el Daily Planet solo son un disfraz, con el que a duras penas logra encajar en el mundo. Pareciera ser que cuando la poesía se mezcla con estos personajes, es la oportunidad de hablar de ellos desde su fracaso como seres poderosos o su crisis de identidad ante la sociedad humana. Eso fue lo que descubrió Becerra a finales de los años sesenta.
Para mí, esta es la trama del poema vista de manera general. Me imagino a Bruce Wayne en su oscura alcoba de millonario, no puede más con la ansiedad que lo visita. Lleva horas rodeando una silla donde se halla el disfraz del murciélago, afuera sigue sin aparecer la batiseñal, esa luz que, contra el cielo de Ciudad Gótica, legitima su existencia como superhéroe. No ocurre nada más allá de esta escena, y si algo acontece, los hechos provienen de los largos pensamientos de Batman. En esta versión poética del murciélago, al contrario de sus hermanas, las versiones visuales de la época, él aparece en solitario, su carácter no se conjuga con algún compañero como Robin, tampoco se contrasta con algún antagonista; el Acertijo, el Joker, dos Caras no están aquí para problematizarlo. La lucha es de Batman contra él mismo, la bruma contra la bruma, la atmósfera de una noche de obligado asueto contra la ansiedad de sus propios pensamientos.
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Ahora bien, para ahondar más en el poema y descubrir qué hay en sus callejones, conviene adentrarnos en su imaginería y analizar las partes más significativas. Aquello nos dará la pauta para comprender cómo es el Batman que construye Becerra, y cuál es la crítica social que encarna. Para facilitar esta tarea he dividido el poema en tres partes en las que Batman realiza acciones un tanto distintas. La primera (estrofas 1-8), que corresponde a la presentación del problema, está signada por la idea de divagar en torno a la misma situación. La segunda (estrofas 9-21), que hace las veces de un desarrollo, dibuja a Batman yendo y viniendo por la habitación. La tercera (estrofas 22 y 23), el desenlace, muestra la salida del sol y el fracaso final del superhéroe.
Antes de pasar al análisis es justo revisar la forma del poema. La forma es parte imprescindible de un texto, por ella es que el poema adquiere una identidad física y puede hablar. La forma de “Batman” tiene tres características primordiales: el largo aliento, la repetición de escenas narrativas, diseminadas a lo largo del poema, y el versículo abundante en imágenes visuales. ¿Son estos el medio que halló Becerra para traducir el lenguaje de viñetas, globos y dibujos del cómic a las leyes que rigen la poesía?
La imaginación plástica con la que Becerra construye sus imágenes (junto al largo aliento y la riqueza verbal de su versículo), le vienen de Saint John Perse. Y es que el autor de Oscura palabra, junto con el traductor Jorge Zalamea, fue uno de los mejores lectores que el francés tuvo en Latinoamérica. De este modo, mientras vamos avanzando en la lectura de “Batman”, notamos cómo una buena parte de las imágenes desplegadas, pertenecen al ámbito de lo visual. Imágenes rápidas que, como en una historieta, aparecen y desaparecen tan veloces como podamos pasar la vista:
Y vuelves a asomarte por la ventana.
¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo rayándolo fugazmente con sus pequeñas
luces de navegación?
Y algo dentro de ti que tú crees que es la noche allá afuera,
cruje pisando cascarones rotos, peldaños donde el cuerpo de su andanza deja un hilo
finísimo de baba o soliloquio (Becerra, 2010, p. 176).
Imágenes fugaces que no están hechas para que el lector se adentre en ellas hasta agotarlas, sino que son el combustible que hace arder el poema y nos invita a avanzar sobre sus sílabas.
Igual de importante que lo anterior es el carácter repetitivo que tiene este poema. Los momentos que más se frecuentan son los siguientes: la idea de discurso y variantes (diecisiete veces), la caída de la noche (seis veces), la señal y variantes (diecisiete veces), mirar por la ventana (seis veces), pasear por la habitación y variantes (doce veces), el traje doblado o sus partes (siete veces). La reiteración de cada una de las escenas da la idea de que estamos ante un cómic, donde hay cinco viñetas principales, cinco temas a los que Batman y sus lectores siempre vuelven irremediablemente. Pero la repetición no sólo tiene un carácter visual, también rítmico y trascendente, en el sentido en que Octavio Paz entendía esta conjugación de conceptos:
No todos los mitos son poemas, pero todo poema es mito… El poema tiende a repetir y recrear un instante, un hecho o conjunto de hechos que, de alguna manera, resultan arquetípicos. El tiempo del poema es distinto al tiempo cronométrico… Para el poeta lo que pasó volverá a ser, volverá a encarnar. (2010, pp. 63-64.)
Las repeticiones en el poema nos hablan de un tiempo mítico al que Batman está siempre sujeto. Cuando termine esta noche oscura, cuando acabemos de leer el poema, su tiempo tenderá a repetirse desde la primera sílaba.
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En José Carlos Becerra el concepto de mito está presente desde el primer instante del poema: “Recomenzando siempre el mismo discurso” (2010, p. 173).Lo mítico está cifrado en las dos primeras palabras, desde allí se invoca un círculo de tiempos: esta noche de inacción, esta noche en la que la voz de Bruce Wayne divaga para alejar los demonios del silencio, ya ha sucedido ayer y volverá a ocurrir mañana. Si alguna vez la señal refulgiera en la ventana, el pacto con el tiempo mítico se rompería y Batman dejaría de ser un personaje poético, para regresar a la acción de las historietas. Pero eso nunca ocurrirá, Batman estará “Aguardando siempre la misma señal, / el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle” (2010, p. 173).
Lo único que reflejan los vidrios de la ventana es la muerte roja del sol, muerte que debería ser el preámbulo a la salida del murciélago, su pesado despertar. Tras este despertar, el tabasqueño nos recuerda que el origen de Batman se extiende a lo supersticioso y el miedo que convoca, por eso “las costras sagradas se desprenden / del cuerpo antiquísimo de la resurrección” (Becerra, 2010, p. 173). Para mí estos dos versículos retratan la imagen de un muerto viviente muy singular, el vampiro. Batman, como personaje constantemente nutrido de la tradición literaria comparte características con este monstruo clásico. Las atmósferas siniestras, lo aristocrático, el sentimiento de insatisfacción, lo onírico, la doble identidad y su relación con los murciélagos (Candejas, 2017) ayudan a que Batman reciba una carga fuerte de oscuridad, misma que es utilizada por los escritores para ahondar en su ser.
“Recomenzando siempre el mismo discurso”(Becerra, 2010, p. 173) es, ya vimos, el primer verso del poema. La palabra discurso se refiere a dos cosas: al poema mismo y a la problemática que Bruce Wayne enfrenta: la espera de la batiseñal. La palabra discurso como tal, solo se repite dos veces más en las estrofas 1 y 5, sin embargo, Becerra juega con sus equivalentes y los ensaya en construcciones poéticas de corte surrealistas: “el lenguaje para distraer el silencio” (2010, p. 173), “hablar a través de ese cortocircuito” (2010, p. 173), “argumentos despellejados por el acometimiento que no se produce. / Palabras enchufadas con la corriente eléctrica del vacío, con el cable de alta tensión del delirio” (2010, p. 174), “recomenzando la misma conjetura” (2010, p. 174), “recomenzando, pues, la misma interrupción” (2010, p. 174), entre otras. Estas construcciones tienen en común que describen el problema de la incomunicación humana, son metáforas que nos hablan sobre la inutilidad que sufre Batman esta noche: el superhéroe está preparado para salir a combatir el crimen, pero nadie le llama, no se le necesita.
Para Octavio Paz “El lenguaje, como el universo, es un mundo de llamadas y respuestas; flujo y reflujo, unión y separación” (2010, p. 51). El soliloquio de Batman no tiene un fin determinado, las palabras que contiene están vacías, redundan entorno a la misma queja, no llegarán a convertirse nunca en acción plena. Si la palabra asumida por el ritmo es capaz de “producir lo que el hombre deseaba: el descenso de la lluvia, la abundancia de la caza, la muerte del enemigo” (Paz, 2010, p. 58), en este poema el hablante nunca concretará sus aspiraciones: hacer tiempo, mientras aparece la señal. Distraerá el tiempo, sí, pero no verá la señal. Entonces, el soliloquio de Batman es vano, tal es así que llega al absurdo de estar “buscándole a Dios en las costillas la teoría de la costilla faltante, / y perdiendo siempre la cuenta de esos huesos” (2010, p. 173). La divagación, ya delirante, anula el peso de la voz de Batman. Sus palabras son un decir sin decir. Por eso, su deseo de realización, su fin último, nunca se cumple: “de esa saliva interrumpida, a lo largo de aquello que llamamos el cuerpo de Dios, el deseo de luz encendida”. (2010, p. 173).
En esta primera parte no ocurre nada más allá de la reiteración del discurso de Batman como una serie de divagaciones en torno a lo mismo, y si algo más se presenta, algo que pareciera dar un respiro temático a su perorata, resulta en una alegoría más sobre su inacción:
el Clásico desperfecto en mitad de la carretera,
el Divinal automóvil con las llantas ponchadas
entorpeciendo el tráfico de las lágrimas y de los muertos, que transitan Clásicamente
en sentidos contrarios.
Recomenzando, pues, la misma interrupción (Becerra, 2010, p. 173).
La escena se enfoca en el batimóvil, acaso narra esta pequeña historia: el carro iba por la carretera que conecta ciudad Gótica con Metrópolis cuando, de pronto, las llantas se poncharon y Batman ya no pudo continuar con la misión encomendada, misión que, como veremos más adelante, es uno de los rasgos definitorios para la construcción del superhéroe. Se quedó a mitad del asfalto, sin más actividad que entorpecer el tráfico. Pareciera que el destino del Batman de José Carlos Becerra es la inacción, quedarse en el mismo sitio esperando a que alguien encienda la batiseñal o repare el vehículo, esto es, que las cosas vuelvan a tomar su curso cotidiano. Hacia el final de esta primera parte se escribe:
Así sonríes sin embargo, confiando otra vez en tu discurso,
mirándote pasar en tus estatuas,
flotando nuevamente en tus palabras.
La señal, la señal, la señal. (2010, p. 174).
Han pasado varias horas desde que se ocultó el sol, pero Batman aún sigue confiado en que esta vez, en algún momento de la noche, será requerido para vigilar las calles y las avenidas de esta poblada ciudad. Confianza en el murciélago, no en la noche; confianza en la luz, no en lo que alumbra. Creyente en su discurso, se mira en el reflejo inmóvil del ventanal, mientras se deja llevar por sus propias palabras. Tarde o temprano, cree, ellas terminarán invocando, junto a la luna de siempre, la ansiada señal.
4
Las repeticiones, hemos visto, connotan el tiempo mítico del poema, nos hablan de la circularidad eterna de la noche que sufre Batman. Pero lo mítico también se encuentra en otro lugar, bajo la capa del murciélago. No es para menos, pues los superhéroes, con todo y sus trajes y personalidades extravagantes, remiten a los héroes de las antiguas mitologías occidentales, al mismo tiempo que actualizan el concepto de mito adecuándose a los tiempos modernos:
No son hijos de los dioses sino productos de accidentes científicos y del desarrollo tecnológico: Superman, Spiderman o los X Men. (…) Ellos hacen parte de nuestra cultura gestados a fuerza de repetirse, deben asumir variantes, superpoderes que controlan los desmanes de la ciencia. (…)Los superhéroes conforman el “universo mítico de la cultura de masas”. Con ellos las sociedades mediáticas han representado sueños, miedos, ideales y morales. El superhéroe hace parte de la experiencia ética, estética y moral de Occidente, y personifica lo que la sociedad quiere y teme. (Cardona, 2006, p. 64).
Ha pasado más de medio siglo desde que el Batman de José Carlos Becerra fue creado, pero todavía es capaz de mostrarnos el rostro que tienen nuestros temores. No se trata del miedo a la noche o a morir en manos de un psicópata, sino es algo más patético y común, esto es, el miedo a no ser escuchados, el miedo a ser inútiles para una sociedad donde el trabajo y el lucro lo es todo. En ese tenor, el personaje de Becerra es un héroe roto, fracasado, a medida que las características que deberían enriquecerlo, lo subvierten.
Decía Peter Coogan queel valor de un superhéroe radica en estos cuatro caracteres: la misión, los poderes, el traje y la identidad (2006, pp. 30-33). La misión está vinculada a las leyes del contexto y su realización no busca el beneficio del héroe. Umberto Eco parece hablar de ella en el siguiente fragmento: emplear “sus fabulosas posibilidades de acción para realizar un ideal de absoluta pasividad, renunciandoa todo proyecto que no haya sido homologado previamente por los catadores del buen sentido oficial” (1984, p.14). Los poderes, por su parte, son esa fuerza que lo distingue de las demás personas, y son el sitio perfecto para que el héroe aloje el significado de su identidad, la cual se verá reforzada a partir del pseudónimo y el traje. Este último, “elimina los detalles específicos de la apariencia ordinaria de un personaje, dejando solo una idea simplificada que se representa en los colores y el diseño del traje”1(Coogan, 2006, p. 33). Los cuatro elementos, entonces, son los que vuelven al superhéroe en mito activo, mitología viviente. En esta segunda parte del poema “Batman”, estas características son ensayadas, de tal forma que nos muestran la realidad que enfrenta el superhéroe.
Y entretanto paseas por tu habitación.
Sí, estás aguardando tan solo el aviso,
ese anuncio de amor, de peligro, de cómo quieran llamarle,
ese gran reflector encendido de pronto en la noche. (Becerra, 2010, p. 175)
Los versos anteriores trazan el inicio de la segunda parte del poema. En las viñetas que imaginan ha ocurrido algo diferente, el soliloquio de Bruce Wayne ya no solo abunda en sus propios pensamientos, ahora nos da cuenta del lugar en el que se halla y los pobres movimientos que realiza, caminatas para encoger la ansiedad, recorridos para salvar la única misión.
La misión de Batman ha variado con el paso del tiempo, de atrapar criminales con sus habilidades detectivescas en la llamada edad dorada (1938-1956), pasó a algo más profundo y psicológico en la actualidad: proteger a la gente de Ciudad Gótica, a como de lugar, del mismo destino sufrido por él y sus padres en el Callejón del Crimen. Un trauma de la niñez que esconde ya no un respeto a las leyes gubernamentales, sino un fuerte deber moral.
Ahora bien, dicha misión ha sido reducida al límite en el Batman de Becerra: esperar a que en el cielo nocturno, acaso sin más estrellas que la soledad, se proyecte esa señal que le dará la pauta para salir a las calles. Una misión que nos habla de un doble fracaso: ya por el patetismo que le rodea, totalmente contrario a los usos del superhéroe habitual, ya porque nunca se verá finalizada, pues el esperado reflector no será encendido por mano alguna. Aún así, todavía se nombran remanentes del antiguo objetivo de Batman: “tu presencia salvadora en el sitio del amor / o en el sitio del crimen (2010, p. 175); salvar a esa mujer / que según dices / debe ser salvada”. (2010, p. 175). Sin embargo, estos hechos, inmateriales, no dejan de ser una proyección de las divagaciones de Batman: es lo que quisiera que ocurra para ser convocado.
El traje no corre con mejor suerte: “Y entre tanto miras tu capa / contemplas tu traje y tu destreza cuidadosamente doblados sobre la silla, hechos especialmente para ti” (2010, p. 175). No se lo pondrá esta noche, ni las noches otras que forman parte del tiempo mítico del poema. Hay otro momento en el que esta misma escena se repite: “y allí están doblados tu traje de héroe y tus sentimientos de héroe, / listos para entrar en acción”(2010, p. 176). Algunos cambios entre dichas escenas son reveladores, ¿Qué son esos que están doblados junto al disfraz de murciélago? ¿Qué significan la destreza y los sentimientos heroicos? Aquellos, son indicio de otro de los cuatro caracteres de Coogan, los poderes. Sin embargo, al referirnos a Batman no es correcto hablar de poderes, más bien utiliza habilidades humanas a su favor como la inteligencia, la determinación, la destreza y la tecnología a su alcance. Al decirnos Becerra, entonces, que su destreza y sentimientos de héroe se encuentran doblados, anula aquellas habilidades que hacen de Batman un superhéroe convirtiéndolo en un ser humano común, incapaz de salir de la habitación en donde se encuentra dando vueltas para distraer el tiempo.
El último caracter que Coogan recomienda analizar de un superhéroe es la identidad. Al revisar este poema me surge la siguiente pregunta: ¿Quién es Batman? ¿Quién es Bruce Wayne? En el cómic ambos repiten características de la dualidad entre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Bruce es aquel millonario que ante Ciudad Gótica vive la vida de un playboy, mientras que Batman, el monstruo, es su opuesto. En el cómic están claramente diferenciados, no sólo por los dibujos, sino por su forma de actuar. En cambio, en Becerra no hay una identidad clara: el personaje del que hemos venido hablando no es del todo Batman, porque su traje característico yace doblado en la silla, tampoco es totalmente Bruce, porque ya no está en ese papel, sino que le vemos preparado para la acción nocturna. Su identidad permanece en un limbo, pues se descubre irrealizada.
Al igual que en la primera parte del poema, aquí también aparecen ciertas imágenes que intentan romper con el soliloquio delirante de Batman, la primera de ellas se trata de un Jet, el cual recuerda al lector el Batwing: “¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo?” (Becerra, 2010, p. 177). Para la segunda, se recupera la imagen del carro (el batimóvil): “ir y venir alrededor de un viejo y descompuesto automóvil que estorba el tráfico en la carretera” (2012, p. 177). Pero, de nuevo, estas imágenes solo refuerzan la ausencia de la señal, a medida de que son parte del desvarío de Batman. Ellas mismas no dejan de ser momentos del soliloquio poético, “habladuría alrededor de una silla” (2010, p. 177), que salen de la mente delirante de Batman, se sitúan fuera de la habitación, y a veces se materializan en un fugaz ruido nocturno.
5
La última parte del poema transcurre en la mañana siguiente. Ninguna mano ha encendido el reflector y ahora lo que resplandece son los primeros rayos solares:
¿Y ahora,
qué es lo que sientes que se aleja,
como alguien corriendo descalzo por la playa, entre la niebla que la luz va a ocupar?
¿Y en esa claridad en aumento, acaso puede todavía distinguirse
la señal de un reflector encendido? (Becerra, 2010, p. 177).
Se trata del triunfo del día sobre la noche, la muerte del murciélago por sus propias palabras, ya no hay más heroicidad que reconocer esto. La claridad llega como una marea y va ascendiendo poco a poco, mientras Ciudad Gótica despierta triunfante en sus ruidos cotidianos: primero las grandes barredoras que parecen despejar las calles del denso polvo que dejó la noche anterior, luego los primeros camiones de pasajeros“que aparecen por las calles desiertas” (Becerra, 2010, p. 178). El poema ha finalizado con un sentimiento de vacío, de no haberse logrado nada. Sin embargo, esos pocos sonidos que lentamente van poblando la ciudad, nos traen una esperanza: ¿Será que la noche de este nuevo día venga con buenas nuevas, con palabras eléctricas capaces de encender la ansiada señal? No, pues, la siguiente noche será la misma, idéntica a la anterior, con el mismo aviso llegado desde lo más rojo del atardecer: “Recomenzando siempre el mismo discurso, / el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para distraer el silencio” (Becerra, 2010, p. 173). Es el discurso del Batman de José Carlos Becerra, la luenga letanía de un superhéroe atrapado en el tiempo mítico que invoca su fracaso.
Bibliografía
BECERRA, José Carlos (2010). “Batman”. El otoño recorre las islas. México D.F: Era, pp. 173-178.
CARDONA Zuluaga, P. (2012). “Del héroe mítico, al mediático. Las categorías heroicas: héroe, tiempo y acción”. Revista Universidad EAFIT, 42(144), pp. 51-68.
CANDEJAS, Corzo, Federico (12 de junio de 2017). “Ecos vampíricos del siglo XIX en la construcción de Batman”. Ciudad de México: etcétera. Recuperado de https://www.etcetera.com.mx/archivo/ecos-vampiricos-del-siglo-xix-en-la-construccion-de-batman/
COOGAN, Peter (2006). Superhero: The Secret Origin of a Genre. USA: Monkey Brain Books.
ECO, Umberto (1984). Apocalípticos e integrados. España: Lumen.
K. Manning, Matthew (2015). Batman. La historia visual. Londres, Inglaterra: Dorling Kindersley.
PAZ, Octavio (2012). El arco y la lira. México D.F: Fondo de Cultura Económica.
[1] La traducción es mía. El original reza: “removes the specific details of a character’s ordinary appearance, leaving only a simplified idea that is represented in the colors and design of the costume”.
Mérida, Yucatán, México, 1986.
Maestro en Creación Literaria por la Universidad de Texas en El Paso. Premio Nacional de poesía Rosario Castellanos (2009), Premio Estatal de la Juventud en Artes (2015) y Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2020. Ha sido Becario del PECDA (2009), University Grant (2013- 2016), Fundación para las Letras Mexicanas (2016-2018), y del FONCA Jóvenes creadores en dos ocasiones. Es Autor de los poemarios Muerte de Catulo, La luz que no se cumple, Derrota de mar, Tal vez el crecimiento de un jardín sea la única forma en que los muertos pueden hablarnos, y La tradición del viaje a solas, que es una antología de su obra publicada hasta el 2020. Como antólogo fue coautor del libro Casi una isla: Nueve poetas yucatecos nacidos en la década de los ochenta. Actualmente es editor de poesía en la revista Carátula y docente en el área de creación literaria del Centro Estatal de Bellas Artes.