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La muerte le sienta bien*

22 enero, 2015

Juan Carlos Ampié

Gabriel Serra «nos pone al día con las tendencias del documental contemporáneo. Su misión es construir una experiencia sensorial y estética, más que contar una historia de manera tradicional o reivindicar un problema social».


 

El joven director Gabriel Serra es el primer nicaragüense nominado a un Óscar de la Academia. Es la segunda vez que el país se acerca al premio. En 1983, “Alsino y el Cóndor” fue nominada a Mejor Película Extranjera. De haber ganado, el director chileno Miguel Littin habría tomado la estatuilla.

El cortometraje documental “La Parka” es el trabajo de grado de Serra en el Centro de Capacitación Cinematográfica de México. El protagonista titular es Efraín Jiménez, trabajador de un matadero cercano al Distrito Federal. Sus colegas le han apodado “La Parka” porque es el verdugo de las reses. Efraín mata 500 reses al día, seis días de la semana, y lo ha hecho durante 25 años. Esos casi 4 millones de sacrificios le han dado una perspectiva especial sobre la vida y la muerte. Su voz en off la comparte con nosotros, mientras la cámara de Serra construye belleza con los detalles más mundanos, banales y grotescos de su labor.

Serra nos pone al día con las tendencias del documental contemporáneo. Su misión es construir una experiencia sensorial y estética, más que contar una historia de manera tradicional o reivindicar un problema social. En la introducción de la película, pasamos poco más de un minuto observando imágenes cerradas del paso de las reses por un estrecho pasillo. En implacables acercamientos vemos ojos alarmados, cada hebra de pelo en el lomo, escuchamos los resoplidos, el ruido de los cascos contra el concreto. La edición casi reduce la realidad material a la abstracción.

Efraín aparece tiempo después, enfrascado en su rutina. Lo escuchamos aún más tarde, conversando con un interlocutor jamás retratado. Olvídese de las cabezas parlantes que imperan en el documental tradicional y el reality show. Serra convierte al espectador en un ente omnisciente, que ve y escucha todo. Los particulares de la labor de La Parka se retratan sin editorialización. El tratamiento es franco, pero nunca amarillista.

Eventualmente, la película sigue a Efraín al final de su jornada, de regreso a casa. Juega al fútbol con sus hijos, en imágenes idílicas de pureza pastoral. Luego lo vemos sentado a la mesa con toda la familia, pero parece perdido en otro plano de existencia. Quizás su comunión con la muerte no le permite dejar realmente atrás el matadero. El contraste entre sus dos mundos es dramático.

A pesar de su apariencia espontánea, la película es tan deliberada como un producto de ficción. “La Parka” es un genuino documento sobre la manera de vivir de una persona específica, informada por la visión del cineasta y las convicciones del espectador. Puede funcionar como un tratado sobre el trabajo y su efecto sobre el hombre, una meditación sobre la vida y la muerte, una mirada detrás de la cortina de nuestra cultura carnívora; y el retrato de un hombre y sus circunstancias. El espectador debe tomar un papel activo, construyendo el significado con las piezas que provee el director

Si se esfuerza, incluso puede encontrar humor. Tome nota de la toma que registra las botas de hule de los trabajadores: hay una secuela en potencia con el “Niñosaurio”. Pero la nota recurrente es el drama de la mortalidad. La sangre fluye, a veces como si fuera el color en la paleta de un artista, o como memento mori.

No estoy seguro si la euforia nacionalista bastará para que el público general se despoje de sus prejuicios y logre apreciar la película. Quiero creer que sí. “La Parka” es un hito de cine nacional, no sólo por su nominación al Óscar, sino por también por su indiscutible calidad. Es bueno celebrar, pero no hay que perder de vista las circunstancias de su nacimiento. Serra la produjo en el marco de sus estudios en el extranjero, con el apoyo de una institución mexicana. Nicaragua tiene que ganarse el derecho de sacar pecho con ella. El gobierno y la empresa privada tienen una cuenta pendiente con todos los cineastas del país. El poco apoyo que existe suele estar condicionado por consideraciones políticas y comerciales. La gloria de “La Parka” le pertenece a un nica, a pesar de Nicaragua.

* Tomado de www.confidencial.com.ni

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