La palabra que se deja ir. En memoria de Francisco Ruiz Udiel
1 febrero, 2011
Palabras de Sergio Ramírez, director de Carátula, revista cultural centroamericana, en el funeral de Francisco Ruiz Udiel, nuestro editor, fallecido trágicamente el pasado 31 de diciembre de 2010.
No se suele planear en Nicaragua lo que uno pretende hacer con tanta anticipación metódica. Pero Francisco tenía su lado exacto y previsor en la vida, y nunca dejaba de hacer lo que se proponía. Cualquier cosa que fuera.
De modo que convenimos con mucha anterioridad que la presentación de su libro Memorias del agua, que primero se iba a llamar Hierba de abril, sería el jueves 3 de febrero de este año a las 6.30 de la tarde en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica. Yo escribí el prólogo de ese libro en enero del 2009, es decir, hace dos años. Después voy a leer ese prólogo. Pero antes, quiero insistir en la exactitud con que Francisco organizaba sus compromisos. Éste es el mensaje que le envió a René González, presidente del Instituto, acerca de la presentación de su libro:.
De su exactitud para planear las cosas, doy fe porque trabajamos juntos de manera muy estrecha. Francisco fue una imagen de mi propia juventud. Aventura, pero también responsabilidad. Ruptura, pero también rigor. Los romanos solían marcar con piedra negra los días de infortunio, y con piedra blanca los días venturosos. El día en que encontré a Francisco queda marcado en mi vida con piedra blanca.
Siempre estábamos planeando todo de antemano, con mucha antelación. El equipo de Carátula se reunió la última vez el 23 de diciembre a las 4 de la tarde. Todos fueron puntuales. Francisco, que llegó acompañado de Ulises, siempre juntos, Antonina, y Javier Sancho Mas. Aprovechamos que había venido Javier desde Barcelona, y así nos veíamos todos las caras, ya que como ésta es una revista virtual, todo lo hacemos y lo organizamos desde lejos. Desde cualquier lejanía donde estemos, juntamos todo, y la revista sale puntual. Y cuando digo cualquier lejanía, digo cualquier lejanía. La distancia, por ejemplo, que hay de aquí a una estrella que nunca ha existido. Allí donde la nada es nada. Francisco le responde a Alfonso Cortés:
No metas tu mano
En la hendidura oscura
Cuando cierre mis ojos,
No encontrarás el mundo allí adentro…
Pero tenemos que hacer correcciones a los planes trazados, Francisco. Ningún plan es infalible. Ni aún los tuyos. Vamos a dedicarte, muy a tu pesar, y a pesar del pesar de los pesares, el próximo número de Carátula. Y no va a poder faltar tu foto en la portada de El Hilo Azul.
Si este muchacho tan cumplido al que voy a extrañar para siempre, y que se confesaba conmigo como si yo fuera un cura de aldea, fue capaz de hacer que sus planes salieran como él decidió que salieran, pues yo también pienso ser igual de cumplido, y vamos a presentar La sombra del agua tal como él lo dejó planeado, sin faltar las tres canciones de Moisés Gadea. Están todos cordialmente invitados a esa presentación el día que escogió, a la hora que escogió, en el lugar que escogió. Yo la tengo en mi agenda, y nadie va a borrarla de allí.
Ahora quiero leer el prólogo que escribí para ese libro, porque en esas líneas está lo que pienso de Francisco como poeta, y en esta medianoche en que las releo, vísperas de su funeral, y las inserto en estas hojas, pienso también en que la poesía es un holocausto, y una hecatombe, si alguien la convierte en parte de su vida, y de su muerte:
Un largo viaje sin consuelo. Qué extraño que ese prólogo, escrito tras la lectura y relectura de los poemas de ese libro, hace dos años, trate de un viaje. El viaje a Ítaca, el viaje a Citeres, el viaje a Compostela. Hoy debo agregar dos viajes más. Primero, el viaje por las aguas del río Leteo, que según la mitología griega es uno de los ríos del Hades, el reino de los muertos. ¿Qué anda haciendo un muchacho de treinta y tantos años apenas navegando esas aguas, que son las aguas de un río de viejos?
Por el Leteo corren las aguas del olvido. En El coloquio de los Centauros de nuestro padre Rubén, Medón dice:
¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
Ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
es semejante á Diana, casta y virgen como ella;
En su rostro hay la gracia de la núbil doncella
Y lleva una guirnalda de rosas siderales.
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.
Una copa con agua del olvido, aguas del río Leteo. Una vez pregunté a Ulises Juárez y a Francisco por qué habían puesto Leteo como nombre a la editorial que ambos fundaron, y no recuerdo cuál fue la repuesta que recibí. No importa. Pero Francisco, que tan bien cumplía las tareas que se proponía, y poco se equivocaba, ha caído aquí en un error porque olvido para él, no habrá de ninguna clase.
Y me queda el último viaje al que quería referirme antes de terminar. El viaje que Orfeo hace al reinado del Hades en busca de Eurídice. Orfeo, el primero de los poetas en la historia de la humanidad, es el que canta en la noche sin estrellas, y desciende a las entrañas del misterio y de la muerte en busca de Eurídice, es decir, en busca de la poesía. Porque la poesía es Eurídice.
Como ha descendido a los abismos Francisco, en busca de la palabra que falta. Un poema suyo se llama Equipaje para bajar al infierno. El infierno no es ningún lugar de expiación, sino el reino del Hades, no hay que olvidarlo. No se baja al infierno por causa de la culpa, sino por el canto, como Orfeo:
Tenía tantas ganas de morir
Que se durmió con
Dos monedas en la mano
Y un diccionario griego
Es lo que deja dicho Francisco en uno de sus poemas.
¿En qué mundo vivió? En el mundo de las palabras, y vivió por las palabras, el oficio más peligroso del mundo. Y como siempre estamos regresando, el viaje al Hades es el mismo viaje a Ítaca, y eso lo escribe el mismo Francisco, el que se va y el que regresa, el que parte y el que se queda. Como Ulises, como Orfeo
Me canso de despertar,
La luz me hiere cuando ver no quiero.
El viaje a Ítaca nada me ofrece.
Si hubiera al menos un poco de vino
para embriagar los días que nos quedan
embriagar los días que nos quedan
que nos quedan.
Ahora, empieza el viaje. Empecemos su viaje.
Escritor nicaragüense. Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2017. Fundó la revista Ventana en 1960, y encabezó el movimiento literario del mismo nombre. En 1968 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) y en 1981 la Editorial Nueva Nicaragua. Su bibliografía abarca más de cincuenta títulos. Con Margarita, está linda la mar (1998) ganó el Premio Internacional de Novela Alfaguara, otorgado por un jurado presidido por Carlos Fuentes y el Premio Latinoamericano de Novela José María Arguedas 2000, otorgado por Casa de las Américas. Por su trayectoria literaria ha merecido el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, en 2011, y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español, en 2014. Su novela más reciente es Ya nadie llora por mí, publicada por Alfaguara en 2017. Ha recibido la Beca Guggenheim, la Orden de Comendador de las Letras de Francia, la Orden al Mérito de Alemania, y la Orden Isabel la Católica de España.