La poesía de Gustavo Gac-Artigas en ‘Un poète dans la ville’

1 abril, 2024

Natalia Prunes, de la Universidad de Buenos Aires, nos sumerge en la poesía de Gustavo Gac-Artigas, explorando un mundo lírico entre ciudades y experiencias.


El nuevo poemario de Gustavo Gac-Artigas, titulado Un poète dans la ville / Un poeta en la ciudad, edición bilingüe publicada por L’Harmattan, nos invita a sumergirnos en un viaje lírico rico en emociones y reflexiones. No en vano se incluye dentro de la colección Poètes des cinq continents, actualmente dirigida por Philippe Tancelin en homenaje a su gran amiga y eximia poeta-filósofa Geneviève Clancy. De este modo, la obra de Gac-Artigas se enmarca en una línea de artistas que, posicionados desde el quehacer filosófico, demuestran compromiso con la realidad. Nos sumerge en mundos, ciudades y vidas latentes de contradicciones, pero en donde el sueño y la utopía todavía son posibles porque las cosas más bellas y simples de la vida hacen que valga la pena seguir adelante, luchando en y por nuevos mundos imaginables.

El prefacio hecho por el poeta laureado argentino-estadounidense Luis Alberto Ambroggio adelanta dicho mar de contradicciones que recorrerá toda la obra, a la vez que ordena y describe los poemas antes de leerlos, entroncándolos en una serie de autores e imágenes literarias que nos hacen viajar desde la antigua Roma hasta la actualidad chilena. En las primeras líneas, Ambroggio señala el eco del poemario póstumo de Federico García Lorca. Y, en efecto, el estilo del poeta español resuena de fondo, pero Gac-Artigas no se posiciona como un poeta en Nueva York, en donde él mismo reside hoy, sino como un poeta en la ciudad, lo que nos lleva a formular una pregunta filosófica: ¿se trata de un poeta en la(s) ciudad(es) o de la(s) ciudad(es) que han sido habitadas por el poeta y viven en él?

En francés, gracias a la excelsa traducción de Priscilla Gac-Artigas, ese doble juego se potencia al máximo, al conjugarse y confundirse constantemente las palabras ville (ciudad) y vie (vida). De hecho, el primer poema es una muestra magistral de traducción desde el primer verso: la ville s’anime dans mon esprit /si j’ose traverser la rue… La elección del término s’animer, derivado del sustantivo latino anima, refuerza la idea de que existe un alma individual, la del poeta o de quien se identifique con él, y otra colectiva, la de la ciudad, el universo en donde nos movemos. Ninguna de ellas es inmutable, en cuanto cobran vida, se animan, a medida que se las puede recorrer por caminos que se bifurcan por sendas felices o abriéndose en cajas de Pandora que pueden acarrear males insondables. La ciudad se revela como un libro abierto que hay que aprender a leer y que, a su vez, viene con páginas vírgenes (o en blanco) que hay que aprender a escribir. Así, las ciudades y la vida urbana se transforman en infinitos caminos que hay que aprender a emprender una y otra vez, a medida que cambiamos de lugar de residencia y, por ende, de costumbres cotidianas.

En ese primer poema titulado sencillamente como la ciudad se resume toda la obra, que no es más (ni menos) que un complejo desarrollo de todo lo que se anuncia, teñido por algunos recuerdos de tiempos lejanos. Nuevamente allí comprobamos que la brillante traducción no está pensada como muchas otras ediciones bilingües de poesía para ampliar el público lector, sino que hay una complementariedad absoluta entre el francés y el español. Esto da cuenta del poeta migrante que vive y piensa entre dos o más lenguas, lo que se manifiesta en el gran número de palabras que Barbara Cassin definiría como “intraducibles”: mocito, desaparecido, narodna militzia, canillitas, malecón, etcétera. De este modo, la voz del poeta habita entre dos o más culturas, a la vez que dialoga y se completa con la de su amada. Pareciera que las vidas del autor y poeta se confunden. Al mismo tiempo, la polifonía propia de la ciudad se refleja en las dos voces que se funden, la del poeta y la traductora, en el plurilingüismo de la obra o incluso en las preguntas y respuestas del poema VII entre el artista y la ciudad, que bien podrían ser un diálogo entre ambos amantes. 

Así es como en la primera parte tenemos doce poemas de los cuales el primero y el último llevan título, mientras que los restantes solo están indentificados con números. La ciudad perdida cierra este primer ciclo de círculos concéntricos invitándonos a perdernos en las ciudades de la segunda parte, a la que le corresponden otros doce poemas, pero esta vez todos titulados con el nombre de distintas urbes. Todas ellas tienen una especial relevancia en la vida del poeta, que, como sabemos, fue expulsado de Chile y refugiado político en Francia durante más de una década, habiendo errado por distintos lugares con su Théâtre de la résistance-Chili, antes de instalarse definitivamente en Estados Unidos, previo paso por Puerto Rico durante un año.

Observamos, entonces, que la vida del autor late bajo su poesía, se entromete en las ciudades que describe porque las ha vivido, disfrutado y sufrido de distintas maneras. Lo que no podemos adivinar es la causa del orden de dichas ciudades que protagonizan la segunda sección del poemario. Es lógico pensar en París como cabeza y cabecera del resto, pero en segundo lugar sorprende Praga, adjetivada como la hermosa, seguida por Sofía, Santiago de Chile, La Habana vieja, La Paz, Berlín, Buenos Aires, Bogotá la cartesiana, Hammamet, Róterdam Dr. Zamenhofstraat y, finalmente, Nueva York, la ciudad prestada. Resulta enigmático también por qué algunas de estas urbes vienen descriptas con un vocativo (salvo, quizás, en el caso de Róterdam, en la medida en que el autor  ganó allí el premio Poetry Park por Dr. Zamenhofstraat), mientras que otras no.

Tampoco sabemos a qué se debe la eliminación de las mayúsculas a lo largo de todo el poemario: ¿el triunfo de las minúsculas será el triunfo de los oprimidos ante las hegemonías de la sociedad normalizadora? ¿Será un modo de unir, mezclarse, fusionarse, como la ciudad trans por donde la poesía se pasea libremente, fuera de los cementerios de los salones literarios? ¿Será un modo de los desposeídos de lograr poseer algo mejor (o algo, simplemente), lo que se condice con las imágenes recurrentes del poeta en la ciudad, que puede amar o ser amado pero nunca poseer?

En esta segunda parte, así como París abría una etapa, Nueva York, ciudad actual de residencia de Gac-Artigas, la cierra, aunque siempre circularmente y dejándonos con ganas de más. Pareciera que el universo de Nueva York resumiera todas sus vivencias pasadas y futuras: por saecula saeculorum será para mí una ciudad prestada /mientras salgo en busca de otra ciudad/ que me abra sus brazos /sus calles/ sus alcantarillas. 

Resta decir que Un poeta en la ciudad / Un poète dans la ville cumple sobradamente con el homenaje a Geneviève Clancy propuesto por la colección Poètes des cinq continents. Recordemos tan solo uno de sus versos: Tu disperses la lumière au point de brisure de l’immobile divisée des mondes.

Comparte en:

Doctora en Filosofía por la Université Paris VIII, Magíster-DEA en Sociolingüística histórica por la Universidad de Salamanca y Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires y New York University (NYU-BA), y profesora de francés en la Universidad Católica Argentina. Premiada por la Universidad de Buenos Aires y la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Editora, correctora estilística, traductora e intérprete. Publicaciones destacadas incluyen trabajos sobre lenguaje inclusivo y filosofía occidental. Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y colaboradora activa en diversas asociaciones.