La verdad de las mentiras, de Mario Vargas Llosa. Las mentiras, verosimilitudes literarias
1 abril, 2012
Perspectivas y visiones propias, influencias y magisterios, interactúan de manera subrepticia, a veces, y en otras ocultas, en los veneros de creación de los escritores, posiblemente nadie se salva de ellos, algunos lo admiten, pero en cambio muchos ni siquiera lo atisban ni reconocen. Un caso paradigmático lo representa Mario Vargas Llosa quien declara abiertamente la fuente de sus influjos y hasta los hace libros. Corea Torres nos ofrece uno de esos volúmenes que se constituyen, per se, en íconos del género, La verdad de las mentiras, en un comentario penetrante a partir de una gozosa como agradecida lectura.
Hay muchos escritores que ensayan alrededor del género en el cual incursionan; pocos son, sí, aquellos que realmente generan una corriente de pensamiento. Me viene a la mente Octavio Paz –Premio Nobel 1990-, por ejemplo (El arco y la lira, 1956; Sor Juana Inés de la Cruz, o las trampas de la fe, 1982; La llama doble, 1993), escasos como él para hablar de poesía, sus comentarios lúcidos dan cuenta de una posición dentro de la construcción de la praxis poética, pero también de política, con su crítica visión del tiempo en que vivía (Pequeña crónica de grandes días, 1990; El ogro filantrópico, 1979). El alemán Heinrich Böll –Premio Nobel 1972- (Artículos, críticas y otros escritos, 1967; Más allá de la literatura, ensayos políticos y literarios, 1979); también sirve de ejemplo ya que no se exime de este ejercicio y ha depositado en los lectores esa suerte de escritura en la que hace homenaje a sus maestros, reflexiona sobra la situación post-hitleriana, y por otra parte exhibe sus cimientos literarios. No puedo dejar de lado al Alejo Carpentier torrencial y sustantivo en sus Crónicas, cuyo contenido “contribuyó a despertar y a mantener viva la inquietud intelectual en un país (Cuba) en el que iban agravándose… las condiciones de existencia social y, por ende cultural” (cita de José Antonio Portuondo). Por supuesto hay otros narradores y poetas que han abrevado y creado escritos vinculados al “centauro de los géneros”, a decir de Alfonso Reyes.
Si bien es cierto tantos escritores develan sus aciertos y talentos en textos que escarban acerca de la literatura de sus pares, los profundos, los hacedores de estilos resultan una suma mínima. Aquí la importancia de Mario Vargas Llosa como lector y exégeta de creaciones de otros pocos como él, preocupados por la difusión de esas motivaciones que hacen justamente de ellos los grandes, los poseedores de la palabra y quienes hacen las interpretaciones para trasvasarla al grueso del público, lo cual es encomiable porque con sus comentarios-reseñas-críticas, develan los universos de esas obras, por ende de sus creadores.
La verdad de las mentiras, 1990, es una clara muestra de ese posicionamiento hacia una lectura lúcida y significativa. Vargas Llosa ya tenía claro desde que concibió esos ensayos, el empaque, la calidad de construcción a la que se enfrentaba cuando decide abordarlos, son textos que demuestran la sensibilidad de un narrador para atrapar y encapsular las médulas de las premisas planteadas por los autores. Aquí tal vez no resulte ocioso recordar al Vargas Llosa ensayista: García Márquez, historia de un deicidio, 1971; La tentación de lo imposible, sobre Los Miserables de Víctor Hugo 2004; y ese enorme texto dedicado a uno de sus maestros La orgía perpetua Flaubert y Madame Bovary, 1975.
Los textos pertenecen a una época ensayística del peruano en la que, se percibe, había escanciado con tiempo y placer esos monumentos literarios pertenecientes a los más fuertes narradores, y a los que a él obviamente le habían descubierto argumentos, estilos y temáticas. La verdad de las mentiras recoge 25 ensayos dedicados a autores, que yo creo nadie objeta, y que por su importancia representan una cátedra ensayística, como también un repaso concienzudo del trabajo del reseñador.
Pasando por La muerte en Venecia, del alemán Thomas Mann, Vargas Llosa recorre un periplo durante el cual despliega una veta de observador, profunda; así como la que tiene dispuesta siempre en sus narraciones, y la prueba fehaciente, impuesta por él mismo cuando desmenuza a la Madame Bovary en La orgía perpetua –otro portento expositor de sus ideas literarias-, no nos deja lugar a duda, y a partir de esa mirada se introduce en las historias con agudeza, con un sentido de humor que no se nota hasta cuando nos sonreímos al darnos cuenta de algo obvio cuyo matiz había pasado desapercibido para el lector común; así las cosas, continuamos saboreando su prosa mientras nos estacionamos en Dublineses, de Joyce y en Manhattan transfer, del no menos importante John Dos Passos, entonces vamos cayendo en la idea que Vargas Llosa no sólo arriesgó su lectura sino que fue más allá con su audacia, escogió aquellos artistas de la palabra que realmente han sido innovadores, acaso vehículos para el cambio de la narrativa, y se metió con ellos para hacerles una disección corta pero honda, que interesó los elementos vitales de dichas estructuras, sonsacando para sus lectores, motivaciones, demonios y obsesiones de esos autores, con la intención de que seamos cómplices del placer que provoca dicha obra.
Con este libro Mario es tan solvente en su pesquisa como con su oficio de narrador, deja notar cierta sutil cortesía hacia sus influjos, combinando con pericia: las temáticas impuestas, su pasión lectora y la interpretación de las intenciones, subrepticias o no, interpuestas por los autores seleccionados.
La verdad de las mentiras constituye, a su modo, una suerte de magisterio, de guía para todo aquel que se aventure en esos mundos narrativos, pero con la jiribilla de implantar la potencia de la ficción en las realidades a las que estamos expuestos, así por ejemplo incursiona en la cotidianeidad de La señora Dalloway, de la inglesa Virginia Woolf, y en los pasos, hasta cierta medida frívolos de El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald -la historia del joven pobre en la ciudad rica-, pero también se hace presente en libros paradigmáticos cuya envergadura de pensamiento conduce a reflexiones densas como sentidas, tal el caso de Auto de fé, de Elías Cannetti, El extranjero, de Camus y Herzog, de Saul Bellow.
El catálogo escogido por Mario Vargas Llosa permite, a quien quiera entrarle, un reconocimiento a los autores fuertes de la novela, el descubrimiento de vetas que lectores poco habituados a incursiones de mayor calado puedan hacer, y por supuesto para todos, el ejercicio lúdico de navegar en las historias y construcciones literarias de otros tantos creadores de gran hondura, de la mano de otro igual que ellos.
La importancia de demostrar cómo, una serie de situaciones inventadas, de conductas y hechos de personajes traídos de la ficción, suponen el sustento de una realidad que a veces se nos escapa de la percepción, se genera después de los argumentos usados por Mario, mostrados desde el ensayo primero, cuyo título es igual al del libro: La verdad de las mentiras, apartado por cierto que merece una atenta lectura, porque es aquí donde se devela el ars poética de uno de los narradores con mayor penetración en el imaginario de Latinoamérica, cuyas ideas dan cuenta de un concepto cristalino, apasionado y placentero, de un oficio ejercido con amor al relato de historias. El sustrato de lo planteado por Vargas Llosa pronto emerge, cómo relatar realidades sin dejar de echar mano de la invención –Varia invención diría Juan José Arreola-, o de la ficcionalidad como andamio y fundamento de hechos esquivos, no hay vuelta de hoja, la mentira, el artificio, la fragua de la fantasía, son elementos imprescindibles en este otro universo que sólo la literatura como arte es capaz de recrear.
Chichigalpa, Nicaragua, 1953.
Poeta, escritor, crítico literario. Reside en Puebla, México, donde estudió Ing. Química (BUAP). Mediador de Lectura por la UAM y el Programa Nacional Salas de Lectura. Fue editor y colaborador sección de Crítica, de www.caratula.net. Es Mediador de la Sala de Lectura Germán List Arzubide. Ha publicado: Reconocer la lumbre (Poesía, 2023. Sec. de Cultura, Puebla). Ámbar: Espejo del instante (Poesía, 2020. 3 poetas. Ed. 7 días. Goyenario Azul (Narrativa, 2015, Managua, Nic.). ahora que ha llovido (Poesía, 2009. Centro Nicaragüense de Escritores CNE y Asociación Noruega de Escritores ANE). Miscelánea erótica (Poesía colectiva 2007, BUAP). Fue autor de la columna Libros de la revista MOMENTO en Puebla (1997- 2015).