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La verdad sobre el caso Harry Quebert. Joel Dicker o el autoengaño.

1 diciembre, 2013

Con depurados argumentos literarios Moisés Elías Fuentes, desmenuza brevemente vicios y virtudes de La verdad sobre el caso Harry Quebert, del franco-suizo Jöel Dicker, novela tratada como best seller por sus publirrelacionistas con la pretensión de escapar de ese esquema y presentarla despojada de los lastres generados por el estatus comercial y los lugares comunes. Moisés ha realizado una lectura inquisitiva y crítica ofreciéndonos verdades de a kilo para cuando emprendamos la aventura de leerla.


Para su beneficio, el suizo Joël Dicker ha asimilado con asombrosa facilidad los clichés con que los consorcios editoriales planifican la redacción y promoción de best-sellers, éxitos de temporada cuyos remanentes, muchas veces, terminan abarrotando las mesas de remate en las cadenas de librerías. Para su beneficio, pues ha sabido lidiar y jugar con estos clichés a la hora de escribir su novela La verdad sobre el caso Harry Quebert, pero también para su prejuicio.

Sin duda, el francófono Dicker (Suiza, 1985) conoce muy bien los lugares comunes que campean en las novelas de “temporada”, no importa si están firmadas por el estadounidense Dan Brown, la chilena Isabel Allende, el brasileño Paulo Coelho o la inglesa J.K. Rowling. En La verdad sobre el caso Harry Quebert se reflejan y se parodian dichos lugares comunes de una manera festiva e inteligente, desde el treintañero enamorado de una adolescente hasta el escritor metido a investigador involuntario que hace quedar mal parados a los policías profesionales.

La verdad sobre el caso Harry Quebert gira en torno a la enfermedad del escritor Marcus Goldman, quien después de haber escrito una primera y exitosísima novela, se ve atrapado en la típica ausencia de ideas que suele asaltar a todos los escritores. Para recuperarse, Goldman recurre a su maestro universitario y reconocido autor Harry Quebert. Es en esa visita al viejo mentor que el ex alumno descubre la oculta historia de los amoríos entre Quebert y una quinceañera, Nola Kerrigan, desaparecida sin dejar rastro alguno, hasta que un aciago día su cadáver es descubierto en el jardín de la casa de Quebert. De ahí en adelante, la obsesión de Goldman será revelar para los demás, y para sí mismo, la verdad sobre esta relación amorosa prohibida y mantenida en secreto por más de treinta años.

Narrador ágil, Dicker sabe captar la atención de los lectores desde las primeras páginas: La verdad sobre el caso Harry Quebert es un bien tramado juego de muñecas rusas que parte del testimonio de un escritor joven y su crisis creativa ante el éxito comercial y deriva en un thriller que emerge de una aventura amorosa malograda, detrás de todo lo cual se esconde el trasfondo de envidias soterradas, pasiones reprimidas y rencores enquistados que sustentan las relaciones humanas de la hipócrita y frustrada sociedad de la pequeña ciudad de Aurora, New Hampshire.

Con absoluta seguridad en su oficio, Dicker deja que se desplieguen ante los lectores diversos personajes tipo, a los que el joven novelista aprovisiona de vida propia al develar, con impudicia a veces, otras con sutileza, detalles sobre sus mundos interiores. Incluso, Dicker se da el lujo de deslizar a un atormentado monstruo de buen corazón, hijo putativo de un Frankenstein multimillonario, y a un policía rebasado por el revés de amar a una mujer incapaz de corresponderle.

Insisto, con apenas veintisiete años, Dicker puede preciarse de conocer las convenciones de la literatura comercial mejor que muchos escritores que de suyo la practican. Valiéndose de dicho conocimiento, Dicker desenvuelve sus ideas personales sobre el arte de escribir una novela, a más de que muestra el proceso de la escritura desde la intimidad del escritor, desde su recámara, por decirlo así. Estos son los aspectos que hacen de La verdad sobre el caso Harry Quebert una novela que vale la pena leerse e incluso disfrutarse. Sin embargo, estos también son los aspectos que dejan en relieve, a la vista de cualquier ojo no por fuerza indiscreto, las irresoluciones y las flaquezas que limitan el crecimiento intelectual de la novela.

A partir de las entrevistas que ha concedido a medios electrónicos e impresos en varios países, se puede deducir que el propósito de Joël Dicker al escribir su novela era el de dar un golpe de autoridad narrativa, a más de criticar, con un humor incisivo, la actual obsesión de la mayor parte de las grandes editoriales por publicar literatura de temporada, éxitos de ocasión para un público cuyo objetivo central es entretenerse, sin verse obligado a pensar demasiado en lo leído.

Volumen de más de seiscientas páginas que se leen con auténtica facilidad, La verdad sobre el caso Harry Quebert colma los deseos de prontitud y superficialidad que hacen las delicias tanto de editores financieros como de lectores poco exigentes. Pero, ironías de la literatura, la novela queda atrapada en su propia trama, sin llegar jamás a concretar la ambición del proyecto original.

Sin duda, Dicker es un narrador con envidiable aptitud para desarrollar un discurso narrativo y sostenerlo, pero notoriamente le faltan tablas para crear personajes verosímiles  y situaciones de suspenso sustentables. Si el objetivo era poner en aprietos la narrativa light, entonces debería existir en el libro una narrativa paralela que rompiera la estructura de aquélla, pero esto no ocurre en ningún momento, sino que al contrario: cada vez que el novelista intenta desligarse de la ligereza, se notan discordancias abruptas con el grueso de la narración.

Tampoco los personajes, incluso los que fueron trabajados con mayor cuidado, se salvan de tales discrepancias. En el afán de sorprender con vueltas de tuerca y salidas inesperadas, Dicker no deja a los personajes evolucionar por su cuenta, ser autónomos del escritor que los ha imaginado. O tal vez el problema consista en eso: Dicker imagina a sus personajes, pero no se atreve a verlos vivos, entrando en conflicto consigo mismos y con su entorno.

Retorno a la misma idea expuesta párrafos antes, Joël Dicker tiene elementos para ser un narrador sólido y sostenible, pero debe liberarse de las salidas fáciles y de los proyectos mastodónticos, volver quizá a las cosas pequeñas, intimistas, las que ofrecen mundos concretos y factibles en los que los escritores pueden encontrar su voz y su acento particulares.

La verdad sobre el caso Harry Quebert (La Vérité sur l’Affaire Harry Quebert. Traducción de Juan Carlos Durán Romero. Alfaguara-Santillana Ediciones Generales. México, 2013. 660 pp.)

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Managua, Nicaragua, 1972.
Poeta y ensayista nicaragüense . Licenciado en lengua y literaturas hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam). Ha colaborado en diversas revistas culturales de su país (Cultura de Paz, Decenio, El Pez y la Serpiente), así como de México (Diturna, Alforja de Poesía, Cuadernos Americanos). Publica artículos y ensayos de crítica literaria y de cine en el periódico El Nuevo Diario, de su país, y en la revista virtual Carátula, del escritor nicaragüense Sergio Ramírez. Ha participado en el 4º Encuentro Internacional de Poesía Pacífico-Lázaro Cárdenas (2002), en Michoacán, en el Primer Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), en el 8º Encuentro Internacional de Escritores Zamora (2004), en Michoacán, en el Libro Club de la Fábrica de Artes y Oficios de Oriente (2004), como invitado especial en el Tercer Encuentro Regional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2004), y en el Segundo Encuentro Internacional de Escritores Salvatierra (Guanajuato, 2005). Radica en México, D.F.