Portada, Las Formas de la pesadilla_,

Las formas de la pesadilla, de Nathalie Besse

1 agosto, 2023
  • Carátula ofrece a sus lectores el prólodo de Erick Aguirre Aragón del libro Las formas de la pesadilla. Libro de ensayos sobre novelas de autores nicaragüenses publicadas entre 1998 y 2019.

El más importante paradigma en la historia de la narrativa hispanoamericana, y relativamente el más reciente, es sin duda el llamado Boom latinoamericano surgido a mediados del siglo XX. Se trata de un fenómeno literario, editorial y publicitario que significó la total renovación del lenguaje y el tratamiento narrativo en Hispanoamérica, y constituyó la más elaborada manifestación literaria del pensamiento mítico americano. Aunque es preciso sin embargo subrayar que el celebrado grupo de autores del Boom fue precedido, y en buena medida también influenciado, por una promoción anterior compuesta por autores de diversos países del continente, incluyendo Centroamérica, que desde los años treinta y cuarenta se constituyeron en los primeros renovadores del género en el siglo XX hispanoamericano.

Como se sabe, los más originales y novedosos procedimientos narrativos desarrollados por los autores del Boom, así como por los más importantes e influyentes autores que los precedieron, estuvieron apoyados, de una u otra forma, en la radical renovación de la narrativa europea y norteamericana de principios del siglo y en la utilización de la herencia surrealista y de la literatura fantástica como detonantes estructurales e imaginativos de la rica realidad americana; de forma tal que, en perspectiva, lograron desarrollar un nuevo tipo de lenguaje literario y unas formas narrativas que pese a asentarse en distintas facetas de la realidad produjeron en muchos casos resultados también fantásticos y de cierta manera no-racionales. Los procedimientos narrativos con que tanto los integrantes de este movimiento como sus predecesores renovaron los anteriores esquemas narrativos hispanoamericanos, tendieron a alejarse del realismo tradicional y apostaron por una especie de realismo imaginativo distinto o renovado.

Estando aún en desarrollo, Carlos Fuentes destacó en este fenómeno literario los más claros signos de emergencia de lo que entonces llamó una nueva novela hispanoamericana, caracterizada según el propio Fuentes por una confrontación dialéctica permanente con las formas hasta entonces tradicionales de hacer novela. En pocas palabras, una impugnación constante de la tradición, una pugna por el cambio, no sólo en lo que atañe a la estructura o la forma, sino también en la renovación de los referentes y en el tratamiento narrativo de la realidad. Si pensamos entonces en autores como Miguel Ángel Asturias o Lisandro Chávez Alfaro, no resultará arriesgado atreverse a designar también a muchas novelas de autores centroamericanos publicadas durante tales períodos como nuevas novelas.

Es claro también que en dichos periodos la relación problemática entre la herencia de los narradores del Boom con sus respectivas tradiciones narrativas nacionales, en buena medida determinaron, aunque quizás sólo parcialmente, el derrotero de la narrativa contemporánea en Centroamérica. Lo cierto es que, entre la amalgama de recursos y procedimientos técnico-literarios que enriquecieron al Boom, lo que aquí he llamado lenguaje o tratamiento literario no-racional coexistía ya de alguna forma con otros que a su vez coincidían pero también se oponían al discurso o lenguaje tradicional dominante hasta entonces en la narrativa producida en casi toda Hispanoamérica.

En tanto, el influjo político de la revolución cubana en 1959 y su importante proyección internacional en los años posteriores a su irrupción, así como el incremento de los movimientos guerrilleros en el continente motivaron, al nivel literario, una amplia reacción en contra de lo que aquí he llamado tratamiento no-racional de esta nueva narrativa, especialmente en algunos de sus pares y epígonos centroamericanos y nicaragüenses, entre los que eventualmente prevalecía la convicción de que la literatura debía contribuir a un cambio de mentalidad general contra un orden económico-social y político plagado de injusticias y represión militar, cuyo incremento propició una situación de urgencia política que a su vez potenció y terminó por fortalecer (por su condición épica, por su discurso de denuncia directa) las modalidades sub-genéricas del realismo histórico y testimonial.

Pero ese panorama empezó a transformarse a partir de 1990. Luego de más de una década de guerras civiles y de la posterior pacificación de la región centroamericana, ratificada con la firma de los acuerdos de paz entre los gobiernos y los movimientos político-militares rebeldes, en literatura empezó a prevalecer un discurso narrativo más subjetivo, auto-referencial, enriquecido (como en los primeros tiempos del Post-Boom) con elementos distintos, frecuentemente mágicos o fantásticos pero invariablemente sujetos a cierto realismo, que permitieron a los novelistas de Nicaragua y en general de Centroamérica, encontrar alternativas más eficaces para representar una realidad degradada, aunque ahora con una visión menos romántica y menos militante políticamente; una visión con frecuencia más escéptica, lúdica o cínica, pero siempre comprometida con la realidad, o en última instancia deliberadamente contaminada de ella.

Quizás por eso en las últimas décadas del siglo XX y en las que hasta ahora corren del XXI, especialmente en Nicaragua la novela ha venido adquiriendo una importancia significativa como género literario; pero esto también obedece a otros factores que, en mi opinión, influyen y podrían estar determinando su desarrollo; entre ellos la intervención de nuevos hechos históricos relacionados con el ámbito global y la prevalencia en el país de determinadas características sociales y culturales que irremediablemente se ven reflejadas en las novelas mismas, cuyas características en su mayoría podríamos clasificar, desde una perspectiva sui géneris y salvando ineludibles excepciones, como realistas. De hecho este no es un fenómeno que sorprende, pero en cierto sentido nos hace ver claramente que a estas alturas resultan necesarios, importantes o hasta providenciales los esfuerzos historiográficos y sobre todo críticos que intentan registrarlo, entenderlo y explicarlo.

Hasta hace unos años las más importantes obras de registro, estudio e investigación acerca del desarrollo de la novela en Nicaragua eran: Función y desarrollo de la novela en Nicaragua: 1893-1977, tesis doctoral en University of Maryland (1989), de Amelia Mondragón; Antología de la novela nicaragüense (1989), de Nydia Palacios, y La estructura de la novela nicaragüense (1995), de Nicasio Urbina; a las que se debe agregar la rigurosa atención que Jorge Eduardo Arellano le dedicó al género en las sucesivas ediciones de su Panorama de la Literatura Nicaragüense (1961), revisado, ampliado y titulado en las más recientes ediciones como Literatura nicaragüense (1999), así como el más completo estudio del mismo autor titulado La novela nicaragüense: Siglos XIX y XX (2012). 

También debe agregarse «La novela y el testimonio en Nicaragua: una bibliografía tentativa, desde sus inicios hasta el año 2000», publicado en la revista Istmo en el año 2001 por el alemán Werner Mackenbach y el australiano Edward Waters Hood; el libro Die unbewohnte Utopie. Der nicaraguanische Roman der achtriger un neunziger Jahre (2004), de Mackenbach, cuyo título en castellano se leería como La utopía deshabitada. La novela nicaragüense de los años ochenta y noventa; así como Les romans nicaraguayens: Entre désillusion et éthique 1990-2014 (Las novelas nicaragüenses: Entre la desilusión y la ética), publicado en francés por Nathalie Besse en el año 2018, y finalmente el estudio aún inédito de Luis Alberto Tercero titulado La novela nicaragüense contemporánea: 2000-2008.

A todos ellos se suma ahora este libro titulado Las formas de la pesadilla, que reúne ensayos de la francesa Nathalie Besse, catedrática e investigadora de la Universidad de Estrasburgo, sobre 24 novelas de autores nicaragüenses publicadas entre 1998 y 2019; un compendio que Editorial Pergamino publica en castellano y que sin duda pone necesariamente al día el registro y abordaje crítico de la novela contemporánea en Nicaragua.

De acuerdo con el registro de la mayoría de estos críticos e investigadores, resulta interesante percatarnos de que en las últimas décadas del siglo XX y en la primera del XXI el número de novelas de autores nicaragüenses se haya incrementado significativamente en relación con las décadas anteriores. Por los resultados que dichos estudios arrojan nos percatamos por ejemplo de que, durante la última década del pasado siglo hasta el año 2021 en Nicaragua se publicaron un total de 119 novelas, prácticamente la mitad del número de novelas publicadas durante los dos siglos anteriores. En Las formas de la pesadilla Nathalie Besse aborda con suficiente profundidad y agudeza los aspectos temáticos y literarios más fundamentales de 24 de esas novelas, publicadas en la mayor parte de ese periodo; principalmente las más recientes. Partiendo de los diversos puntos de lo que podríamos llamar su ocupación reflexiva o temática se podría decir que, siguiendo cierta tradición, los actuales escritores de novelas en Nicaragua continúan intentando recrear literariamente la Historia, tanto la contemporánea como la remota; sin embargo, salvo poquísimos casos esto no quiere decir que estén haciendo del arte de novelar una simple ambientación de documentos o de hechos históricos pasados y presentes, ni que estén abusando del recurso histórico-documental como único sustento de verosimilitud en sus relatos.

El enfoque y las formas de representación utilizadas por estos autores, en general parece intentar retratar y develar las vivencias de una sociedad urbana de la periferia mundial, con todo lo que ello implica, y es interesante notar que en ese proceso muchos aspectos de la cultura popular están siempre presentes y ejercen una influencia significativa en las voces narrativas y en el comportamiento de los personajes en cada novela. Afortunadamente, pues, el concepto o el estereotipo que por años ha tenido a Nicaragua como “tierra de poetas” ha evolucionado gracias a estos trabajos de crítica e investigación historiográfica, pero también gracias al desarrollo mismo del género en el país. Este indispensable libro de Nathalie Besse viene no sólo a reiterar y a demostrar, sino a actualizar y reforzar la idea, que actualmente algunos defendemos, de que el género novela en Nicaragua ha salido adelante y ha ido rompiendo esquemas y estableciendo nuevos paradigmas.

Pero no debemos olvidar que los principales factores que han afectado la práctica, el estudio y la difusión de las novelas de autores nicaragüenses desde sus primeros periodos de desarrollo en la segunda mitad del siglo XIX y aun posteriormente hasta la actualidad, fueron o han sido la ausencia de un mercado editorial suficientemente desarrollado, el poco o casi nulo fomento estatal de la lectura y la falta de estímulos para los autores dispuestos a emprender la escritura de novelas, un género arduo y exigente que implica un grado de concentración y dedicación mayor que otros en la literatura. Sin embargo, en los últimos tiempos la evolución de estos problemas no ha obstaculizado de forma muy significativa la producción novelística en Nicaragua; lo evidencian los estudios ya citados y lo sigue demostrando y ahondando en su propia dinámica el conjunto de ensayos agrupados en este libro de Besse; con lo cual quizás tendremos suficiente fundamento para afirmar con optimismo que el auge provocado por el trabajo y las publicaciones de los novelistas nicaragüenses contemporáneos está animando cada vez más a nuevos aspirantes a aventurarse en el género.

De hecho, la segunda mitad de los años ochenta y particularmente los años noventa fueron caracterizados como las décadas de auge, en el estricto contexto literario nicaragüense, de la producción narrativa, especialmente por la extraordinaria publicación de novelas en la década noventa. Sin embargo, resulta notable que en las primeras décadas del presente siglo ese patrón no sólo permanezca, sino que incluso tienda a crecer; lo que podría llevarnos a considerar que el auge de la novelística desde el año noventa hasta nuestros días probablemente ha obedecido, entre otros factores, a los cambios estructurales en nuestra sociedad, es decir que cierto desarrollo de la educación (aun con sus deformaciones, adelantos y retrocesos), los avances mundiales de la ciencia, la revolución tecnológico-mediática y otros variados factores han contribuido de gran manera en este proceso.

Personalmente considero que, en este nuevo contexto, entre nuestros novelistas se está abriendo paso una nueva forma de asumir los dinámicos y cambiantes contextos históricos y socio-culturales del presente. Esto se traduce en una nueva percepción del mundo, en una nueva forma de abordar desde la ficción y con suficiente verosimilitud, en términos literarios, los temas que más recurrentemente están presentes en el imaginario nicaragüense; lo que unido precisamente a esa nueva y amplia perspectiva global, da paso a la creación de mundos novelísticos en donde la transfiguración de las fronteras entre lo mítico y lo real, por ejemplo, alcanza niveles de mayor envergadura; pero se trata también de mundos narrativos no necesariamente despegados ni «escapados» de la realidad y sus más ingentes contextos. 

Estudios, ensayos e investigaciones como la emprendida por Nathalie Besse contradicen el discurso o el estereotipo que hasta hace poco sostenía la presunta ausencia de una real tradición novelística en Nicaragua, y que historiográficamente proclamaba el dominio absoluto de la poesía en nuestro ámbito literario. La producción novelística en los años noventa y subsiguientes contradice la afirmación generalizada de la falta de una auténtica novelística en Nicaragua. A partir de la segunda mitad de la década ochenta y especialmente en los años noventa, la novelística empezó a ocupar un lugar destacado en la literatura de Nicaragua. Pero en este punto hay que tomar en cuenta que desde los años setenta dicha narrativa fue en buena medida dominada por el testimonio, y a partir de finales de la siguiente década vivió un proceso de ampliación y enriquecimiento en cuanto a temas, formas y técnicas, especialmente en el acercamiento del testimonio y los textos auto-referenciales con la novelística. Todo esto se produjo a la par de profundos cambios sociopolíticos, lo que puede llevarnos a suponer que la novela se ha convertido actualmente en el género más apto para proyectar literariamente tales transformaciones, y también el de mayor riqueza en cuanto a posibilidades expresivas.

En Las formas de la pesadilla Besse da cuenta crítica y explícita de la evolución actual de ese proceso, o bien, del corolario o los principios de madurez de ese proceso. Ha dividido el compendio a través de la adopción o aplicación conceptual de dos ejes principales: uno alrededor del tema del poder, en contraposición dialéctica con sus derivas opuestas, expresadas o definidas en el contrapoder, cuya encarnación vendría siendo la ética; el otro, no mucho más abstracto pero abundante de encarnaciones, alrededor de la búsqueda de origen, de la comprensión del ser y sus múltiples sentidos; una búsqueda de comprensión exacerbada por el exilio, el desarraigo, la soledad, la decepción o los sueños, y complicada a su vez con el dudoso auto-encuentro del ser en una también dudosa vuelta a los orígenes. Pero, como también sucede en los complejos retruécanos humanos provocados por la seducción o la coerción del poder, estremecida por el enfrentamiento complejo del individuo ante las diversas y engañosas manifestaciones de esa secular y omnipresente dicotomía derivada del choque frontal o la oblicua confluencia entre el bien y el mal.

Titulada Poder, contrapoder y ética, la primera parte de este libro está subdividida en segmentos que abordan derivas o asuntos satelitales respecto a los más centrales: la revolución, la corrupción, la orfandad, la locura, el sueño o la muerte, así como la ingente disyuntiva marcada por la desorientación y el desencanto de sucesivas generaciones en Nicaragua, y el tema ineludible de la mujer frente a la sociedad y el poder. Comprende ensayos sobre cinco novelas de Sergio Ramírez: Mil y una muertes (2004), El cielo llora por mí (2009), La fugitiva (2011), Sara (2015) y Ya nadie llora por mí (2017); tres novelas de Erick Aguirre: Un sol sobre Managua (1998), Con sangre de hermanos (2002) y El meñique del ogro (2017); tres novelas y una crónica novelada de Arquímedes González: Qué sola estás, Mayté (2007), El fabuloso Blackwell (2010), Dos hombres y una pierna (2012) y Como esperando abril (2019); una novela de Javier González Blandino: El espectador (2013); una de Luis Enrique Duarte: Huérfanos del tiempo destruido (2015); una de William Grigsby Vergara: La mecánica del espíritu (2015) y otra de José Adiak Montoya: Un rojo aullido en el bosque (2015), respectivamente; así como una novela de María Gallo: Entre altares y espejos (2000). La segunda parte, titulada Los orígenes, el ser: la cuestión del sentido, contiene en su primer segmento ensayos sobre tres libros de Francisco Bautista, y sobre las novelas El sueño del ángel (2001), de Gloria Elena Espinoza, y El infinito en la palma de la mano (2010) de Gioconda Belli. El segundo segmento contiene ensayos sobre El sótano del ángel (2010), de José Adiak Montoya, y Génesis del sueño (2013), de Jack Grubstein.

No pocas de estas novelas he podido también abordar o analizar a través de ensayos, artículos y reseñas críticas durante las últimas décadas, y me resulta interesante notar que si bien mis coincidencias de perspectiva con Nathalie redundan en la necesidad evidente entre los narradores nicaragüenses de interrogarnos acerca de las distorsiones históricas de nuestro propio país y la imbricación conflictiva entre Historia, memoria e individuo que las mismas implican; resalta también el hecho de que la trágica ebullición de dramas, violencias, tensiones humanas, injusticias y conflictos históricos que secularmente nos han sacudido, en términos literarios finalmente también redundan en el enriquecimiento y en el cada vez más acelerado desarrollo del género novelístico en Nicaragua. Pero todo ello conlleva también, desde mi perspectiva, el temor contradictorio de que, dada la vertiginosa violencia emanada del poder autocrático del actual régimen, el desarrollo de nuestra novelística se vea afectado a la larga en un sentido negativo. Si bien el acicate de la arbitrariedad y represión del poder ha sido literariamente fructífero en nuestra literatura, su redundancia a fin de cuentas podría estar llevándonos a una repetición de ciclos, lo que implicaría por ejemplo volver al punto hace tiempo superado en donde prevalecía la convicción de que la literatura debía contribuir a un cambio o propiciar una idea de urgencia política; algo que a la postre, en las actuales circunstancias, más bien vendría de nuevo a potenciar o fortalecer el desarrollo de subgéneros alejados de otras formas literarias en detrimento de la ficción.

Con todo, sin embargo, los ensayos de este libro de Besse nos permiten observar que la novelística contemporánea en Nicaragua está mostrando ahora una imagen rica y variada, caracterizándose a grandes rasgos por las tendencias más dominantes dentro de la narrativa hispanoamericana en general. Se destacan por ejemplo obras heterodoxas, mixtas, auto-referenciales pero consecuentes con la noción literaria de ficción, que en muchos casos recurren a temáticas históricas, mágicas o mitológicas, paralelas al auge que de acuerdo con diversos críticos adquirió la nueva novela histórica en América Latina durante los más recientes períodos. Es claro, por supuesto, que en el caso nicaragüense la novela histórica asume un papel especial, dado el hecho de que grandes partes de la Historia del país no están escritas o apenas se han comenzado a escribir con métodos científicos. También hay muchas novelas que recurren a los mitos y a los substratos culturales que han sobrevivido de nuestras tradiciones en la sociedad actual; además que son novelas plausibles de leer desde las perspectivas más recientes; novelas que crean un nuevo urbanismo y especialmente textos novelísticos con fuertes elementos mágicos y mitológicos que parecen diferenciarlos de las tendencias principales en décadas pasadas.

Esta novelística, en fin, se presenta actualmente con una interesante variedad de temas y formas que son también características de la literatura centroamericana e hispanoamericana en general, y son una prueba ineludible de que la subestimación de su desarrollo en Nicaragua ya no tiene cabida. Al menos a mí, todos estos factores tan agudamente tratados y reflejados en este libro de Besse, me llevan a comprender que desde la perspectiva del discurso crítico-literario ya es tiempo de tomar muy en serio la novelística contemporánea de Nicaragua.

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Managua, Nicaragua, 1961.
Poeta, periodista, novelista y ensayista. Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española. Primer lugar, Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2009, convocado por el Instituto Nicaragüense de Cultura. Segundo lugar, Premio Latinoamericano de Ensayo 2006, convocado por la revista Encuentro, de la Universidad Centroamericana en Managua. Ha sido por más de treinta años redactor, periodista y editor en los más importantes periódicos de Nicaragua. Autor de una docena de libros de ensayos, crónicas, novela y poesía, publicados en Nicaragua, España y Costa Rica. Autor de artículos y ensayos publicados en diarios y revistas de Nicaragua, Latinoamérica y España. Ha ejercido por muchos años como docente de Géneros Periodísticos, Prensa Escrita, Crítica Literaria y Escritura Creativa en varias universidades de Nicaragua, principalmente en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y en la Universidad Centroamericana (UCA).