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Las lentes como fusiles

1 diciembre, 2011

El 11 de septiembre de 1973 se ponía a funcionar en Chile una de las más devastadoras maquinarias de muerte de las muchas que se conocerían en el continente latinoamericano. Las fuerzas armadas traicionando al gobierno democrático y a una larga tradición constitucionalista, derrocan al presidente Salvador Allende, cuando se habían cumplido tres años del triunfo electoral de la Unidad Popular, el 4 de septiembre de 1970,  con el lema “una revolución dentro de la ley”.


La Unidad Popular era una alianza de diferentes partidos de izquierda, comunistas, socialistas, radicales, cristianos, y un importante sector de la masonería, organización de gran influencia en Chile y de la que Salvador Allende era miembro.

Allende había logrado el triunfo, en su cuarto intento, con el  36,30 por ciento de los votos, con lo que se convierte en el primer presidente marxista elegido democráticamente en América Latina.

Apenas unos días después de ese triunfo, el 14 de septiembre, el entonces presidente norteamericano Richard Nixon y Henry Kissinger, secretario de estado, se reunían en la Casa Blanca con el Consejo Nacional de Seguridad, para analizar los modos de evitar que la voluntad del pueblo chileno expresada democráticamente en las urnas accediera al poder real.

Aquel plan elaborado en Washington, a partir de las reuniones de septiembre de 1970, estallaría con absoluta precisión la madrugada del 11 de septiembre de 1973 cuando la Infantería de Marina, en maniobras con naves norteamericanas del proyecto UNITAS, ocuparon el puerto de Valparaíso. Al mismo tiempo que un regimiento de infantería se dirigía hacia Santiago desde la vecina ciudad de los Andes y un grupo comando, con el fin de detener al general retirado Carlos Prats, irrumpía en su domicilio. El general Prats, un fervoroso demócrata todavía  con mucho prestigio e influencia en el ejército, que podría complicar en mucho el desarrollo del golpe.

Horas después de estos sucesos, el presidente Allende abandonaba la residencia de la calle Tomás Moro para librar su última batalla en el Palacio de La Moneda.

A las ocho de la mañana, la casa de Gobierno La Moneda estaba rodeada de tanques de donde provinieron los primeros disparos. Por las radios chilenas, se anunciaba que el Gobierno legal había sido derrocado.

Para esa hora, las escasas fuerzas leales al presidente Allende habían sido neutralizadas en los propios cuarteles; El presidente disponía nada más de su escolta y algunos hombres de la policía civil. A través de las pocas emisoras en manos de los leales el presidente leyó su último mensaje, donde anunciaba: “no saldré de La Moneda, no renunciaré a mi cargo y defenderé con mi vida la autoridad que el pueblo me entregó”.

Como respuesta al atrevimiento del presidente una escuadrilla de Aviones Hawker-Hunter de la Fuerza Aérea realizó vuelos rasantes sobre el palacio. La mínima defensa de La Moneda, disparó a los aviones con las únicas dos ametralladoras punto cincuenta que tenía.

A las 11:03 minutos de la mañana, comenzó el bombardeo aéreo. Para entonces, a excepción de algunas barriadas populares que resistían,  todo Chile había caído bajo el poder de los golpistas.

Allende, protegido con un casco y armado con un fusil Kalachnikov, regalo de Fidel Castro durante su visita a Chile en 1971, organizaba una defensa tan imposible como heroica.

Allende murió en combate a las 14:15 horas, las tropas golpistas encontraron su cuerpo en un sofá de su despacho, envuelto en la bandera chilena, junto al fusil con el que defendió hasta el último momento el mandato que el pueblo chileno le había encargado.

El resto de la historia es conocida, miles de muertos, desaparecidos, torturas, campos de concentración y diecisiete años de dictadura, con el solo fin de establecer un sistema económico que profundizó las diferencias sociales y convirtió a Chile en el hazmerreír del continente, defendiendo hasta hoy un sistema financiero que ha fracasado en todos los países del mundo en que se ha intentado establecer.

El pueblo chileno no aceptó mansamente ese designio perverso de la dictadura encabezada por Pinochet y en las calles se expresó con miles de protestas y manifestaciones en todas las ciudades y pueblos del país.

Las fuerzas represivas se cobraron el desafió con más muertos, más torturados, encarcelados y desaparecidos. La censura establecida por la dictadura y la autocensura de los medios periodísticos cómplices del régimen, nada informaban acerca de la resistencia del pueblo chileno y las nuevas víctimas.

La Unión de Reporteros Gráficos, que mantenía una relación obsecuente con la Dirección Nacional de Comunicación Social (Dinacos) que impedía la difusión de fotografías “no oficiales” no dejaba testimonios de las protestas y mucho menos de la encarnizada represión contra el pueblo Chileno.

Frente a este estado de cosas, en 1980 un grupo de reporteros gráficos decide fundar la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI), con el objeto de dar a conocer lo que día  a día en las calles de Santiago registraban sus cámaras, arriesgando sus vidas y sin que su trabajo se conociera más allá de un pequeño círculo de allegados. Sin respaldo institucional e imposibilitados de formar parte de la Unión de Reporteros Gráficos.

Para que el histórico trabajo de estos reporteros no quedara en el olvido y pudiera ser conocido por las generaciones futuras el cineasta chileno Sebastián Moreno realiza el documental La ciudad de los fotógrafos (2006).

Nacido en 1972 en Santiago de Chile, entre 1989 y 1992 Moreno estudia comunicación audiovisual para luego viajar a Cuba donde hace cursos como director de fotografía en cine, en la Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños.

En 1996 inicia estudios de Antropología, hasta 1998, complementando su formación como documentalista. La Ciudad de los Fotógrafos, su primer largometraje, ganó como el mejor documental Festival de Cine de Valparaíso 2007, mejor documental Festival Tricontinental de Milán 2007, y fue nominado a mejor documental en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam en 2006.

El film narra a velocidad de vértigo los recuerdos de aquellos fotógrafos que frente a las cámaras y en el lugar de los hechos, rememoran sus fotografías apoyadas con material de archivos, las propias fotos, y las nostalgias de aquellos años de lucha. Frente a la cámara de Sebastián Moreno pasan: Jorge Ianisewsky, Luis Navarro, José Moreno, Inés Paulino, Paz Errázuriz, Juan Domingo Marinello, Helen Hughes, Ricardo Astorga, Leonora Vicuña, Álvaro Hoppe, Alejandro Hoppe, Claudio Pérez, Kena Lorenzini, Oscar Navarro, Héctor López, Luis Weinstein, Marco Ugarte, Cristián y Marcelo Montecino, Luis Poirot, Paulo Slachevsky y Oscar Wittke.

Los miembros de la AFI, consiguiero n difundir sus trabajos en medios de prensa internacionales, lo que sirvió para que el mundo observara lo que sucedía en Chile. Cada vez con más intensidad los fotógrafos se involucraban más, resistiendo en las calles de Santiago, codo a codo con los manifestantes, contra las fuerzas de la represión pinochetistas. Incluso uno de ellos, Rodrigo Rojas Denegri, no solo registró la lucha de los otros, sino que brindó su vida cuando el 19 de agosto de 1986, fue asesinado por una patrulla militar, mientras registraba los incidentes en plena protesta. En su memoria se celebra el Día Nacional de la Fotografía, ocasión en la que se distingue al mejor fotógrafo joven con el premio que lleva su nombre.

A fines de la década de los ochenta la UFI llegó a reunir a más de 300 asociados, y se autodisolvió después de la asunción de Patricio Aylwin como presidente democrático de la República.

La lucha de los fotógrafos de la UFI quedará como uno de los hechos más importantes en la historia del fotoperiodismo internacional, honrando un oficio al que muchas veces le toca utilizar las lentes como fusiles.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.