Las muertas. Jorge Ibargüengoitia RBA, 2009. 174 páginas.
1 octubre, 2009
“Los periodistas y el público en general hubieran querido encontrar más cadáveres”, comenta indiferente el narrador de Las muertas. Poco a poco, a medida que uno se siente atrapado en esta historia de atribulados asesinatos, uno entiende que el personaje que preside la novela no es la “apasionada” Serafina –como ella misma gusta de definirse- ni su siniestra hermana Arcángela, ambas madames de tres prostíbulos de provincias. Tampoco el sádico capitán Bedoya ni el inocentón Simón Corona, de profesión panadero desertor del ejército. No. El protagonismo absoluto es el de la tediosa voz que, con un cierto prurito profesional, de burócrata inapetente pero cumplidor, nos ilumina el lado más oscuro de los quehaceres y las decisiones de una serie de personajes de diferente pelaje unidos por el cruel azar, y nos relata las aciagas circunstancias que llevaron a la muerte a varias jóvenes prostitutas a manos de sus señoras. Así, como levantando acta e intentando dar modos de orden y lógica a una demente concatenación de trampas del destino, el narrador nos describe la retahíla de sucesos -espeluznantes, absurdos e hilarantes a partes iguales- que conmocionaron a México en los años 60.
Esta pequeña maravilla de Jorge Ibargüengoitia (Guanajuato1928-Madrid, 1983), escrita a trazos cortos, afilados, casi cinematográficos, es la acerada recreación – austera, crítica y mordaz- de un caso real que alimentó las portadas de los periódicos de la época y, con ellas, el morbo de los más feroces consumidores de historias de espanto. En un ambiente tóxico y hambriento de carnaza, los medios más sensacionalistas de entonces –como gustosamente harían ahora- se entregaron a la labor de despedazar y exagerar el caso con fruición. El caso era una pieza de peso, porque la combinación de elementos del suceso era sórdidamente explosiva: crímenes de pobres jovencitas, sexo, un poco de droga y corrupción a mansalva. Nada nuevo: una historia que, en cierto sentido, miniaturiza y es nos avanza el asombroso y desquiciado México de nuestros días.
Entre el costumbrismo y la novela más negra, entre lo cotidiano y lo esperpéntico, la obra de Ibargüengoitia, publicada por vez primera en 1977 y felizmente recuperada ahora por RBA, nos ofrece el retrato de un país flagelado por la ignorancia y una ofuscada violencia, por los más abyectos abusos en las relaciones de poder –iglesia, ejército, estado y hacendados, y donde un policía comienza a sospechar del suceso simplemente por la excesiva generosidad de una mordida– y la presencia suprema de la muerte. La espiral de la historia, al principio anodina y casi simpática, enloquecida y sangrienta después, nos enseña que, creyéndose inocentes, todos son culpables de una sociedad en putrefacta descomposición en la que sólo se salva el que más y mejor saber esconder sus miserias.Con un aire que, de algún modo, evoca las 1280 almas, de Jim Thompson, por el retrato del lado más tenebroso en la cotidianeidad de los personajes, donde nada nunca es lo que parece, el mexicano Ibargüengoitia –que ejerció de periodista, cuentista, autor de teatro y novelista antes de morir en un accidente de aviación en España-, ofrece en su novela luz y taquígrafos sobre la ruindad moral y el cruel azar que la alimenta y la acompaña. Con mano maestra, a través de los diversos testimonios de los implicados en esta tragedia de provincias, el autor desenmascara una a una todas las ocultas vergüenzas de los personajes y te atrapa de tal forma que sólo algunos destellos de punzante humor te dejan respirar un poco hasta sumergirte de nuevo en la dulzona ciénaga de Las muertas.
Periodista y antropóloga, (Barcelona, 1966), tuvo hace años el dudoso honor de pertenecer a dos de las bandas de punk más malas -y, por suerte, absolutamente desconocidas- de la ciudad de Barcelona.
Para viajar, para sobrevivir y, también, por malsana curiosidad, ha ejercido los más diversos oficios, como disc-jockey, tasadora de peces para estudios de Biología Marina en el puerto de Barcelona, vendedora de enciclopedias, coordinadora de servicios de mensajería, camarera, profesora de catalán de Barcelona y de castellano en Boston, o reponedora de alcohol en una licorería, entre otros.
Trabajó durante más de cinco años en la redacción de El País, y lo dejó para coordinar la producción de una película de temática humanitaria llamada Invisibles. Producida por Javier Bardem, y dirigida por Fernando León de Aranoa, Isabel Coixet, Mariano Barroso, Javier Corcuera y Wim Wenders. La película ganó el Goya al mejor documental en 2008.
Con Médicos Sin Fronteras ha estado en Colombia, Palestina, Somalia, Etiopía, Marruecos, Mozambique, Sudán, Kenia, Camboya, Bolivia y Armenia, entre otros lugares.
Ama el blues, el jazz, el r´n´b, el rock´n´roll, el soul por encima de muchas cosas, y a veces trata de averiguar porqué escribiendo sobre ello en la revista musical Ruta 66.