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Leonardo Favio, el coraje en primer plano

1 diciembre, 2012

El último lunes 5 de noviembre la noticia estremeció los medios porteños: moría Leonardo Favio, un verdadero icono de la cultura de los argentinos, y sin duda de muchísimos latinoamericanos, que quizás lo conocieron antes por sus canciones que por su cine.


Inmediatamente, radios, portales de internet y la televisión se apuraron a cubrir el acontecimiento, y allí es donde se nota el paso de hombre por la vida; no fue un ídolo como Gardel, un mito como Evita, tampoco se inundaron las calles de fans desconsolados, pero un aura profundamente amarga se adueñó de millones de argentinos, que más allá de conocerlo y admirarlo, como actor, director y cantante, supieron que había muerto un hombre de una entereza y dignidad a prueba de todo y que supo mostrar sus agallas en las horas difíciles de su patria.

Quizás en el continente latinoamericano, que tanto transitó y amó como a su propia patria, no sepan que Leonardo Favio, a riesgo de su propia vida, el 20 de junio de 1973, cuando un pueblo feliz marchaba a re-encontrarse con su líder, el General Perón, en los bosques que rodean al aeropuerto de Ezeiza, una banda ultraderechista, que luego pasaría a conocerse como la AAA (Alianza Anticomunista Argentina) inició una cacería contra miembros de la juventud peronista, iniciando un tiempo de muerte que se prolongaría hasta finales de 1983, cuando retornó la democracia.

Aquel día, Leonardo Favio, como figura consular de la cultura argentina y un reconocido militante del peronismo, era el encargado de conducir el acto que terminaba con los diecisiete años de exilio del General Perón, pero los violentos lo frustraron todo; por seguridad, el avión que traía al viejo líder tuvo que desviarse a otro aeropuerto y la matanza tomó un ímpetu desconocido en el país hasta ese tiempo. Favio, alertado de lo que sucedía y que en un gran hotel cercano al aeropuerto las bandas fascistas estaban torturando e intentaban fusilar a sus víctimas, no dudó en llegar hasta allí solo y enfrentarse a los verdugos. Con una pistola apuntando a su propio pecho amenazó con quitarse la vida en ese momento si no se detenía la matanza. Favio muerto era una ofrenda demasiado pesada para la futura triple A, y así logró que las bandas fascistas detuvieran la matanza que ya había iniciado. Con ese acto, Favio salvó la vida de varios cientos de jóvenes y siempre cargó en su memoria a los que no llego a salvar a tiempo. 

Los asesinos debieron dar marcha atrás, aunque un par de años después ya con el dictador Videla como presidente, las bandas volvieron a la caza y la rapiña, y no se detendrían nuevamente nunca más. Favio, como miles de argentinos, debió partir al exilio en 1976, rumbo a Colombia.

Génesis de un niño solo

Favio nació como Fuad Jorge Jury, en la provincia andina de Mendoza, el 28 de mayo de 1938. Criado en un barrio pobre solo por su madre Laura Favio, guionista de radioteatros, fue un niño rebelde de carácter fuerte y complejo quizás en respuesta al abandono paterno. Pasó por varios colegios pero siempre encontró la manera de escapar, cometiendo algunos robos que lo llevaron a su reclusión en reformatorios juveniles. La experiencia de su vida en lugares como el hogar «El Alba», el colegio Don Bosco o el Instituto Agote, en Buenos Aires, y la Alcaldía de Menores en Mendoza, la plasmaría en su primer largo metraje, la emblemática Crónica de un niño solo (1964).

Luego intentó ser cura y durante un tiempo estuvo como seminarista y cuando comprendió que era un error intentó unirse a la marina, pero tampoco encajaría tanta rigidez con su rebeldía innata. Con el uniforme de cadete llegó a la ciudad de Buenos Aires y mendigó un tiempo en la estación Retiro.

Gracias a su tía, la actriz Alcira Olivera Garcés, consiguió su primer trabajo como extra en la película  El Ángel de España, (1958) A partir de entonces desarrollaría una intensa carrera actoral con grandes títulos de grandes directores argentinos como: El Jefe (1958) de Fernando Ayala; con quien volvería a filmar en 1963 Paula Cautiva; En la ardiente oscuridad (1959) de Daniel Tinayer; Fin de Fiesta, (1960) de Leopoldo Torre Nilson, con quien filmaría varias películas más: La mano en la Trampa (1961), La terraza (1963) El ojo que espía (1966) y Martín Fierro (1968). En 1964 fue dirigido por René Múgica en El Octavo infierno, cárcel de mujeres.

Sin duda haber tenido contacto con estos grandes directores fue lo que a Favio le dio experiencia suficiente como para lanzarse él mismo a dirigir, iniciándose con dos cortos metrajes, El señor Fernández (1958) y El amigo (1960), un niño lustrabotas en la puerta de un parque de diversiones que sueña con entrar. Luego se lanzó a lo que sería no solo su primer largo, sino la película que lo consagraría como director, la antes mencionada Crónica de un niño solo (1964).

Le seguiría un magistral drama de provincia sobre el enfrentamiento de dos mujeres por un hombre, María Vaner y Elsa Daniel disputan el amor de Federico Luppi, un gallero que por el afán de jugar es capaz de apostarlo todo incluso sabiendo que lo va a perder. 

Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más…”, conocida como “El romance del Aniceto y la Francisca”, aquí ya famoso se remonta a la atmósfera pueblerina que sin duda vivió en sus tiempo de Mendoza.

Cerraría este tríptico de fuerte influencia neorrealista con strong El Dependiente (1968), un asfixiante relato sobre las esperanzas de un joven dependiente de ferretería, que espera la muerte de su patrón, quien prometió heredarle el negocio. La vida pequeña, agobiante de seres insignificantes, como lo somos todos, que solo pueden permitirse soñar por territorios seguros.

Sin duda estos tres films afianzan a Favio como director y le dan un lugar que no perderá jamás entre los más grandes directores del cine argentino, como Mario Soffici, Lucas Demare, Lautaro Murua, Carlos Hugo Christensen o Hugo del Carril. Y lo pone en la vanguardia del cine latinoamericano, junto a nombres de la talla de los brasileños Glauber Rocha y Nelson Pereira dos Santos, el boliviano Jorge Sanjinés, los venezolanos Román Chalbaud y Clemente de la Cerda o los chilenos Miguel Littin y Patricio Kaulen.

Interludio musical

El año en que cierra su trilogía sorprende a todo el mundo con su muy bien guardada pasión por el canto. A partir de ese año se convertirá en un asombroso fenómeno musical, hará una gran cantidad de discos e infinidad de presentaciones y giras internacionales. Para este crítico, un verdadero desperdicio, ya que Favio musicalmente y más allá de sus valores, nunca alcanzaría al Favio realizador, cuya obra en plena ebullición lo hubiera llevado sin duda a ocupar lugares más importantes en la cinematografía mundial.

En 1973 vuelve a filmar su película más épica: la historia de un gaucho perseguido por la justicia, Juan Moreira, basado en la historia de un legendario criollo, ubicada en la pampa bonaerense en el último cuarto del siglo XIX, la que fue novelada por Eduardo Gutiérrez y publicada en folletín entre 1878 y 1880.

En 1975, realiza Nazareno Cruz y el lobo, basada en un radioteatro de Juan Carlos Chiappe de 1951. La típica historia del lobizón jalonada con leyendas guaraníes. Favio en este film no evitó jugar con el realismo mágico, volviendo a indagar en otro género, all igual que en su siguiente producción Soñar, soñar (1976), una comedia donde Favio toma varios riesgos, entra en un territorio absolutamente desconocido de reglas muy propias, definida como la comedia pasatista y hace actuar al campeón mundial de boxeo Carlos Monzón, saliendo de ambos retos muy bien parado.

Este año sería trágico para la historia argentina; aquellas bandas fascistas que Favio pudo detener en el hotel de Ezeiza ahora eran dueñas del país y ya no se detendrían frente a un artista, sino que, desorbitados, le pondrían precio a su cabeza.

Favio partió al exilio en Colombia y también en México, viviendo de sus canciones. La experiencia de las Malvinas sería un profundo dolor para el director de Crónica….

Ya con la democracia instalada nuevamente en Argentina, esperó varios años antes de volver. Recién volverá a filmar en 1993 Gatica, el mono, la vida de uno de los grandes ídolos del boxeo argentino, José María Gatica, para luego avocarse sin duda en lo que sería uno de los más grandes esfuerzos cinematográficos que recuerde el cine argentino: Perón, sinfonía de un sentimiento (2005). El documental le llevó años de investigación en archivos filmográficos para hacer una verdadera biografía del peronismo, su versión comercial es de seis horas, pero sin los cortes que hizo Favio, el film suma hasta dieciséis horas. Sin duda este homérico esfuerzo lo legitima como documentalista y lo pone a la cabeza del género.

Finalmente, como intentando hacer todo lo contrario de Sinfonía…. se encierra en un hangar para rodar la obra estética y plásticamente más perfecta del cine argentino: Aniceto (2007), una versión coreografiada de su Aniceto y la Francisca, obra magistral donde una vez más Favio señala el camino a las jóvenes generaciones de realizadores; pero Favio no fue un maestro del cine, su estilo ecléctico lo señala como un inigualable, un virtuoso verdaderamente único e irrepetible, que en Argentina y el resto del continente todavía no hemos podido mensurar correctamente. Favio ha sido un renacentista, su obra está impregnada de posteridad y sin duda a la hora de la gran historia del cine de todos los tiempo, el nombre de Leonardo Favio surgirá insoslayable.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.