Fronteiras do Pensamento - Leonardo Padura no Fronteiras do Pensamento Porto Alegre 2017
Fronteiras do Pensamento - Leonardo Padura no Fronteiras do Pensamento Porto Alegre 2017 / (CC BY-SA 2.0)

Leonardo Padura: “La Habana es mi patria literaria”

1 abril, 2023

En el año 2022 Leonardo Padura publicó Personas decentes, una novela habanera en la que su personaje estrella, Mario Conde, vuelve a sus andanzas por la ciudad para investigar complejos crímenes que ocurrieron en 2016, pocos días antes de la visita de Barack Obama a la isla. Además, Conde escribe una historia también policíaca que transcurre en 1910 y que tiene como figura central al carismático Alberto Yarini. Estas dos historias subyugantes le dan vida a la novela. Sobre Personas decentes, sobre La Habana y su historia conversamos con Leonardo Padura.    

¿Quién era Alberto Yarini y cómo surge tu interés por escribir sobre él y sobre su época?

-Desde hace unos treinta y cinco años, por lo menos, empecé a escribir sobre el personaje de Alberto Yarini con la esperanza de intentar saber quién era. El año 1987 escribí un largo reportaje periodístico sobre su historia y hazañas, luego intenté un guion de cine que nunca se pudo filmar y ahora he escrito una novela en la que es un personaje central y… todavía no sé bien quién fue Alberto Yarini. El lector encontrará en la novela claves que sirven para definir el personaje, pero su misterio es casi insondable…Yarini fue proxeneta, político, líder, empresario, nacionalista cubano, amigo de sus amigos (y tuvo miles de amigos), y terminó siendo un mito en la memoria cubana. Creo que de todo esto hablo en mi novela… y claro que el interés por escribir sobre él es porque Yarini es quien mejor encarna una época muy turbia de la historia nacional, esos años (1909, 1910) inmediatamente posteriores a la independencia del país (1902), cuando vivimos intervenciones militares norteamericanas, nacimiento de la República, la entrada turbulenta en la modernidad del siglo XX y Yarini se convierte en el Rey del negocio de la prostitución en La Habana y… ¡en un símbolo del honor patrio!

¿En qué consistió el sueño de hacer de Cuba «la Niza de América»?

-Cuba sale muy maltrecha de la Guerra de Independencia (1895-98), que termina con una oportunista intervención del ejército norteamericano que ocupa la isla y se queda en ella. Esos interventores necesitaban que su “protectorado” o neocolonia tuviera condiciones mínimas para su explotación y para ello debían modernizar la infraestructura del país. Así Cuba recibe inversiones que aceleran su estructura económica: comunicaciones, transporte, construcciones. Y La Habana fue especialmente favorecida. Se construye, por ejemplo, El Malecón que es uno de los símbolos de la ciudad, una nueva lonja del comercio, se abren líneas de tranvías eléctricos, se potencia la construcción de ciudades jardines para la burguesía… y corre el dinero. Ese interés estadounidense duró muchos años: La Habana era el sitio de diversión de muchos turistas, con una libertad y un desparpajo que no tenían del mismo modo en Estados Unidos… Y se soñó con la Niza de América en el Caribe, a solo 90 millas de La Florida, con todos los lujos necesarios y las libertades morales posibles.

La Habana, su pasado, sus personajes, parecen ser una fuente inagotable para tu literatura.

-La Habana es mi patria literaria. Yo he dicho que más que cubano, soy un escritor habanero. La ciudad me alimenta artísticamente y siempre encuentro en ella personajes, historias, dramas sobre los que me resulta posible escribir, a veces me resulta necesario escribir… y escribo. Además, las peculiaridades de la vida cubana, del pasado y del presente, suelen ser muy atractivas para quien las conoce, las ha vivido o leído, y tienen una densidad dramática que provoca al escritor. Y, claro, no he sido el único en sentir esa atracción: ahí están autores como Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, o más recientemente Pedro Juan Gutiérrez y Abilio Estévez para darme la razón.

Personas decentes tiene una estructura de dos tramas policíacas paralelas que se entrecruzan y se retroalimentan. ¿De qué depende la estructura que escogés para cada una de tus novelas?

-Depende de las historias que quiero contar, o más bien, de las cualidades de esas historias. En ocasiones mis tramas me llevan a estructuras en las que los tiempos argumentales se complementan, otras veces se suceden, otras se mezclan o, como en Personas decentes, corren en un falso paralelismo, pues la historia del pasado nace en el presente (está “escrita” por un personaje del presente) e ilumina conceptualmente la trama contemporánea. Me explico: intenté en esta novela acercarme al destino histórico cubano de procurar algo que al final no se concreta. Ocurrió en 1910, y sucedió en el 2016, cuando parecía que muchas cosas iban a cambiar y mejorar en el país, y para reflejar mejor esas frustraciones, pues puse a correr en aparente paralelo la historia de dos momentos históricos, separados por un siglo de tiempo, en los que al final nos quedamos con las ilusiones rotas. Ese es el sentido que tiene esa estructura en esta novela.

¿Qué similitudes encontrás entre el período republicano en 1910 y La Habana en la que viven Mario Conde y su tropa de amigos en el año 2016?

-Primero la ilusión de que las cosas pueden mejorar. Luego, el espacio urbano habanero, igual y diferente, porque si en 1910 está creciendo, en 2016 se está derrumbando. También la existencia de pillos y oportunistas políticos. Unas sociedades que se polarizan entre los que tienen algo y los que no tienen nada.

Y la sensualidad: La Habana es sensual y no por su estructura física, sino por su humanidad.

 En el año 2016 llegaron a La Habana el presidente de Los Estados Unidos Barack Obama, The Rolling Stones y las modas de Chanel. ¿Por qué Mario Conde era tan pesimista ante lo que pudieran generar esas visitas?

-Porque Conde es un hombre con un alto sentido histórico y porque… el autor de la novela está viendo la realidad desde la perspectiva de unos años en que se vio cómo todo aquel ambiente festivo, ilusionador, se desvanecía muy pronto. La llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos cortó toda esa relación dinámica que existió durante los años finales del mandato de Obama, no solo con esas visitas y actos, sino con una comunicación y presencia muy activa. Fueron años de cientos de encuentros académicos, culturales, deportivos, religiosos, económicos, que pusieron en movimiento a la sociedad cubana bajo la mirada preocupada del gobierno de la isla, que temió que la situación cambiara demasiado y también contribuyó a no potenciarla. Conde sabe que el frenazo se va a producir, de ahí su escepticismo, su pesimismo, su desencanto que son, por cierto, cualidades permanentes del personaje, como también lo es su decencia.

¿Por qué decís que Personas decentes es quizás la más policial de las tramas que has escrito, después de otras novelas falsamente policiales? 

-La novela tiene dos tramas policiales y varios asesinatos, hay actos violentos, personajes muy oscuros… los elementos de la novela negra. En otras de mis novelas hay más espacio a la reflexión histórica, cultural, o existencial (La transparencia del tiempoHerejes, por ejemplo), con pocos actos de sangre, pero acá me voy a otro ambiente y lo trabajo y reflejo a través de esas tramas mucho más policiales.

Al igual que ocurrió con Virgilio Piñera o con José Lezama Lima, tu personaje Natalia Poblet sufrió el control político que se ejerció contra su pensamiento y su propia vida por no ajustarse a la ideología dominante. ¿Qué pensás de esas injerencias estatales en la cultura, el arte y la creación literaria?

-Pienso que son inadmisibles. Aunque no soy trotskista, admiro de Trotski su postura final respecto a la creación artística: “Toda la libertad para el arte”, afirmó y así aparece en el Manifiesto de 1938. Creo que cuando el poder influye directamente en la creación, decide qué se promueve y qué se censura, se está produciendo una intromisión que afecta directamente la libertad del artista y, al final, pervirtiendo la creación. Y es mucho más lamentable cuando, como ocurrió en Cuba, se juzgaba a los artistas incluso por su vida privada y se decidía si podía ser publicado o exhibido a partir de esos parámetros. Fue una época muy dura, porque además no se sabía cuánto iba a durar, podía ser para siempre, y para Virgilio y Lezama (y Natalia Poblet) lo fue: murieron en la más compacta marginación.

Dice tu personaje José José que los cubanos se han jodido más entre ustedes que peleando con el enemigo. ¿Pensás igual que él?

-A veces sí, pienso como JJ. Lo hago a partir de lecturas de la historia. Desde el siglo XIX la envidia, los rencores, la búsqueda de poder ha desatado conflictos domésticos, personales, muy lamentables. Pasó en la época del poeta Heredia, a principios del siglo XIX, pasó durante la Guerra de Independencia, con el caudillismo y los regionalismos… y siguió pasando y pasa hoy, cuando es evidente que desde diversas esferas de poder o de influencia la única opción es que estés conmigo o… sin migo. Nos dedicamos a atacarnos alegremente, más que a buscar los espacios de confluencia, a alimentar el odio más que la comprensión. Cuba es un país desproporcionado, con una cultura, unos logros deportivos, una proyección política más grande que el territorio de la isla… y también con muchos sentimientos perversos que los poderes políticos y propagandísticos, dentro y fuera, se han encargado de alimentar por tantos años que ya es casi una parte de nuestra identidad. Terrible pero cierto.

10-01-2023

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San José, Costa Rica, 1975. Estudió Psicología, Literatura y Derecho. Es autor de la novela Greytown (2016) y de otros tres libros que se mueven entre la crónica y el ensayo: Telire (2017), Con el lápiz en la mano (2018) y La Boca, el Monte y las novelas (2018).