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LÍNEA DIRECTA: Gabriel García Márquez con los oyentes de Radio Sandino

1 abril, 2012

En julio de 1980, la primera vez que Gabriel García Márquez estuvo en Nicaragua con motivo del primer aniversario de la Revolución, compareció ante los oyentes de Radio Sandino que lo interrogaron sobre su obra, su vida literaria, y muchos temas más. Les ofrecemos la transcripción de ese diálogo, que ahora es ya historia.


Locutor: Oyentes de todo el país, hermanos todos. Entre las alegrías que nos ha deparado la Revolución Popular Sandinista, la alegría de dar la tierra a quien la necesita, de sacar a nuestro pueblo de la oscurana del analfabetismo a la luz del saber, la alegría de la Independencia Nacional y la lucha cotidiana por el progreso social; entre las múltiples satisfacciones que la Revolución ha traído a nuestro pueblo podemos informar de una muy particular: la de tener con nosotros en nuestro país al compañero Gabriel García Márquez, conocido gran escritor colombiano y que tal como se había anunciado, lo tenemos aquí con nosotros en Radio Sandino, la Emisora de la Vanguardia, dispuesto a responder a las preguntas de ustedes. Por eso, emocionadamente, le decimos: ¡Compañero García Márquez: Bienvenido sea a nuestros estudios! ¿Cómo se siente entre nosotros?

Gabriel G. M.: Acá, en este momento, me siento como en la universidad; abandoné los estudios de derecho en tercer año para no seguir presentando exámenes orales ni contestando preguntas y he tenido que llegar a los cincuenticuatro para volver al mismo punto, de manera que estoy dispuesto…

Locutor: Pues bien, yo creo que ya el teléfono… el teléfono ha estado sonando insistentemente desde las ocho de la noche preguntando por usted, compañero García Márquez; pero nosotros explicábamos a nuestros oyentes que usted tenía múltiples compromisos, una jornada verdaderamente intensa de trabajo este día y que por eso no podía llegar hasta nosotros tan puntual como nosotros queríamos. Pero ya teniéndolo aquí ante nuestros micrófonos, nuestros oyentes marcando el 25982 pueden formularle libremente las preguntas que consideren pertinentes. ¡Adelante la primera! Sí, claro, como no comenzamos a las ocho de la noche exactamente, ha habido alguna confusión y tal vez alguno de nuestros oyentes hasta ha pensado que no íbamos a tenerlo con nosotros, compañero García Márquez… pero ya el teléfono está sonando. Nuestra compañera está atendiendo la llamada telefónica y ahí viene la primera pregunta.

Oyente: Aunque usted no escribe versos, en toda su obra, compañero García Márquez, arde como una hoguera una vivificante poesía. ¿Se considera usted, compañero, un narrador de poesía?

Gabriel G. M.: ¿Y quién le dijo que yo no escribo versos? Lo que pasa es que los respeto tanto que no me atrevo a publicarlos. No sólo me considero un escritor de poesía, sino que durante toda mi vida mi propósito ha sido expresarme poéticamente a través de la novela; más aún, mi formación es esencialmente poética, mis primeras lecturas fueron siempre lectura de versos. Hubo una época en que era capaz de recitar de memoria por lo menos lo más importante del Siglo de Oro español, lo más importante de los románticos en lengua castellana; en que podía recitar a Rubén Darlo, letra por letra, desde el primero hasta el último verso de muchos de sus poemas. Si alguien cree que lo que hay en mi obra es poesía, yo consideraría que he cumplido con mi propósito y me sentiría tranquilo.

Oyente: Compañero, soy Fernando Dariega Aguilar, vivo acá en Managua, soy guatemalteco, me encuentro en el exilio y mi pregunta es la siguiente: ¿cuál sería al criterio suyo el papel de los intelectuales en los procesos de liberación de los pueblos, como por ejemplo el de Guatemala?

Gabriel G. M.: Tengo cierta desconfianza por las preguntas teóricas, porque conducen siempre a respuestas teóricas. Yo he dicho alguna vez y lo quiero repetir ahora, que el papel del intelectual, que el papel del artista en los procesos revolucionarios es, fundamentalmente, el de todos los trabajadores, en el sentido de que una labor revolucionaria consiste en que cada quien haga bien su trabajo. Yo considero que uno de los deberes del escritor revolucionario es escribir bien, después hacer un trabajo de solidaridad como el que cree que estoy modestamente haciendo en los procesos revolucionarios de América Latina y en el de Guatemala, en el cual tengo gran confianza y con el cual me encuentro vinculado desde hace más tiempo de lo que usted amigo Fernando, se imagina.

Oyente: Buenas noches. Soy Roberto Porta, estudiante de secundaria del Colegio Centroamérica. La pregunta es ésta: quisiera saber si los personajes de sus obras son reales o imaginarios.

Gabriel G. M.: Roberto, yo no sé qué te dirá tu profesor de literatura en secundaria y no sé si lo que te voy a decir está en contradicción con lo que él te dice; de todas maneras, si mañana encuentras problemas en la escuela con esta respuesta, dile al profesor que me llame y hablemos, a ver si nos ponemos de acuerdo. La realidad es que la crítica me ha dado el prestigio y la fama de ser un escritor fantástico, un escritor de una gran imaginación, y yo me considero el hombre con menos imaginación que hay en este mundo. Para poder escribir no me ha quedado más remedio que observar con los ojos muy abiertos la vida de todos los días, la vida cotidiana para encontrar material con qué escribir. Yo he dicho y lo puedo demostrar, desgraciadamente no en este momento porque técnicamente es muy difícil, que no hay una sola línea en mis libros que no tenga un punto de partida en la realidad. Todo lo que tú, Roberto, y tu profesor de literatura encuentran en mis libros, corresponde absolutamente a un hecho real que he vivido, o que me han contado, y hace parte de mis propias experiencias, o de las personas con quienes he conversado alguna vez en la vida. No así los personajes; los personajes es más difícil que sean tomados literalmente de la realidad.La forma de crear personajes es como hacer una colcha de retazos; es ir tomando pedazos de distintos personajes hasta crear uno nuevo y el pedazo más grande, generalmente, es de uno mismo. Todo personaje de alguna manera es una confesión del propio escritor. Ya sabes Roberto, que si tu profesor no está de acuerdo, le dices que hable conmigo. Yo lo convenzo.

Oyente: Compañero Gabriel García Márquez, un cordial saludo de bienvenida a la patria de Darío y de Sandino. Lo primero que quisiera saber: (¿Cuál es su) filiación política, socialista o de otra índole. Segundo: Credo religioso actualmente. ¿Cree usted en los derechos humanos y por qué de (las) confiscaciones, si hay un artículo que sustenta el derecho de propiedad, colectivo o individual. Cuarto: Los derechos humanos hablan de la libertad individual y colectiva del hombre y el por qué las presiones y los sometimientos indirectos e involuntarios. ¿Qué opina en derechos humanos, si la dignidad del hombre sobre las llamadas masas o turbas no está de acuerdo? Yo no estoy de acuerdo porque, según mi criterio, el hombre piensa, razona y discierne. En este caso parece que la dialéctica del paraíso socialista se viene abajo. El hombre es instrumentalizado al servicio contra los intereses de sus semejantes o su pueblo. ¿Qué opinaría usted referente a esto? Sexto: Con otra pregunta hay (suficiente). Yo no creo en política, porque la política no es para los pueblos sino es para los que viven de ella a costa de los sufrimientos de los pueblos. Mande Pedro, Pablo o Juan el pueblo es siempre el mismo pueblo. ¿Y por qué sus intereses son caros y costosos? La experiencia sustenta lo que yo digo. Otra pregunta: recuerde señor Márquez que (en) este mundo todo tiene jerarquía y camina a las metas de imperializarse y de ser amo y señor de gran respeto. Los Aliados se sumaron para destruir Alemania con la reunión cumbre de Yalta y hoy son enemigas las dos potencias, tanto la Rusia imperialista como los Estados Unidos imperialistas. Muchas gracias y espero una contestación adecuada a las preguntas que le hice y espero también que tenga un buen disfrute en la tierra de Darío y Sandino.

Gabriel G. M.: Muchísimas gracias amigo anónimo, porque usted no se identificó estamos ya en situación de desventaja. Usted sabe quién soy yo y yo no tengo el gusto de saber quién es usted. Encuentro que no hay realmente ninguna pregunta en su larga y complicada disertación. Hay si una afirmación, que me parece que explica todo lo demás: usted dice que no cree en la política y es evidente que no cree en la política porque todo lo demás que ha dicho revela que no sólo no cree en la política, sino que no se ha tomado el trabajo de pensar en ella ni de analizar, por ejemplo, cuál sería la solución para estos pueblos de América Central y del Caribe que en estos momentos se encuentran tan amenazados y que de algún recurso tienen que disponer para oponerse a esas amenazas. Piense un poco en la política, crea un poco en la política y vuélvame a llamar cuando vuelva a venir a la Línea Directa.

Oyente: Gabriel García Márquez, mis respetos para usted, mi nombre es Rafael Beteta y resido aquí, en Bolonia. Aquí va la pregunta: ¿Todo lo que ha escrito usted acerca de la Revolución, lo hace en libertad de expresión?

Gabriel G. M.: Todo lo que yo he escrito lo he escrito con absoluta libertad porque lo escribo solo, en un cuarto y no permito que nadie me toque la máquina de escribir. Ahora, una cosa es que escriba con absoluta libertad y otra que mis libros circulen con absoluta libertad. No en todas partes circulan los libros con absoluta libertad; ojala pudiera ser así. En esta patria sandinista mis libros no sólo circulan libremente, sino que me he llevado la agradable sorpresa de encontrar ediciones piratas hechas sin autorización del autor, pero de todas maneras, con todo el derecho que tienen los nicaragüenses y los sandinistas, que son mis amigos desde hace tantos años, para hacer con mis libros todo lo que quieran, menos adulterarlos, ni cortarlos.

Oyente: Yo quisiera saber qué opinión tiene usted acerca de la censurita que hicieron de su libro Cien años de soledad en la Unión Soviética.

Gabriel G. M.: No fue una censurita, fue una censurota, Cien años de Soledad salió en la Unión Soviética con prácticamente todos los episodios que consideraron eróticos realmente censurados, es decir, cortados sin mi autorización, autorización que de todas maneras yo no hubiera dado. Sumando vinieron a ser unas catorce páginas. Una lástima, porque cuando escribí el libro traté de que se supiera cómo fueron hechos los Buendía; probablemente se pensaba que eran llevados por la cigüeña de París, como nos decían cuando éramos niños. Yo tuve una larga discusión con los editores soviéticos; fue muy difícil encontrar a los responsables porque no se supo exactamente a qué nivel se hicieron los cortes, pero rápidamente se corrigió lo que hubo que corregir y en estos momentos Cien años de soledad se está editando en la Unión Soviética sin ningún corte.

Oyente: Una colaboradora de La Voz de Nicaragua. Mi pregunta es: ¿Por qué si el clímax de la Crónica de una muerte anunciada es en la cuarta parte del libro, termina hasta en una quinta parte?

Gabriel G. M.: Sí, el problema es que Crónica de una muerte anunciada tiene en realidad dos finales. Un final en el penúltimo capítulo, cuando Bayardo San Román regresa con Angela Vicario; ese es el final de la historia que ocurre veintisiete años después del crimen y, en cambio, el final del libro es el crimen mismo. Ese creo que fue el problema más serio que tuve al escribir el libro; durante muchos años estuve pensando en esa novela y lo más difícil era ese problema estructural. ¿Cómo poder contar antes del crimen una cosa que ocurría veintiseis años después del crimen? Para eso tuve que recurrir a la socorrida formula de un narrador que conoce absolutamente todos los elementos de la historia y está en condiciones de contarla en la forma que más le conviene, que en este caso era contar primero el final de un drama que ocurre veinticinco años después. Yo les puedo asegurar que si no estuviera escrito de esta forma el libro habría perdido mucho de su tensión interna y de su interés. Usted también se habrá dado cuenta que desde el primer capítulo se cuenta prácticamente todo el desenlace del libro; se sabe que a Santiago Nassar lo matan, se sabe quiénes lo matan, se sabe por qué lo matan, lo único que no se sabe es cómo lo matan y eso, creo yo, es lo que mantiene la atención del lector. Por eso pensé que ese debía ser el último capítulo.

Oyente: Señor Gabriel García Márquez, mi nombre es Ana Clemencia Gutiérrez. ¿Estaría usted dispuesto a aceptar que Cien años de soledad fuera filmada si una compañía productora en un país socialista se lo solicitara?

Gabriel G. M.: Me lo han solicitado países socialistas y países capitalistas de todas partes. Yo me he opuesto a que Cien años de soledad se lleve al cine porque tengo la pretensión, tal vez poco modesta, de que cada uno de los lectores se imagine a los personajes a su manera, que los relacionen con algún tío, se los imaginen como una abuela o como algún otro pariente. Y en el momento en que la novela se lleve al cine ya no será posible esa proyección. La encarnación de un personaje por un actor es tan concreta que ya uno no podría imaginarse que sea como su abuelita o como su tía, sino que vamos a terminar con que Úrsula es igual a Sophia Loren y el coronel Aureliano Buendía es igual a Anthony Quinn. Precisamente, hablando de Anthony Quinn, una vez él dijo en la televisión en México que estaba dispuesto a darme dos millones de dólares por los derechos de autor; esto fue en la época en que se estaba en guerra contra Somoza y mis amigos sandinistas me mandaron un emisario para decirme que aceptara los dos millones de dólares y los diera para la guerra. Les dije: Estoy tan decidido a que no se haga Cien años de soledad en el cine que ni siquiera para los sandinistas acepto esos dos millones de dólares y no los acepté y espero me perdonen, porque de todas maneras ellos ganaron la guerra.

Oyente: Compañero Gabriel García Márquez, desde la ciudad de Juigalpa, «la vaca echada», como la llama Guillermo Rothschuh, le habla Julio García. La pregunta es: ¿Qué opina sobre la poesía revolucionaria y sobre aquellos que escriben sólo para vender sus escritos y no los relacionan con la vida real de los sectores explotados?

Gabriel G. M.: Opino que la poesía revolucionaria es buena cuando es poesía además de revolucionaria. Cuando es sólo revolucionaria estoy absolutamente seguro, inclusive, que es contraproducente porque no logra convencer a nadie y hasta puede desilusionar a los lectores, no sólo en relación con la poesía, sino también en relación con la revolución. En cuanto a los que escriben sólo por ganar dinero, por supuesto que estoy en desacuerdo, pero les puedo asegurar una cosa: es muy difícil ganar dinero escribiendo, de manera que no hay que preocuparse demasiado por eso.

Oyente: Soy Laura María Sacasa, vivo en la Colonia Centroamérica. ¿Por qué en algunas ocasiones usted ha asegurado que El Coronel no tiene quien le escriba es su obra cumbre y no Cien años de soledad? Me parece que hay cierta similitud entre Puerto Ventura, Premio Casa de las Américas 1975, y Macondo y que existen ciertas influencias suya en ése libro.

Gabriel G. M.: He dicho que El Coronel no tiene quien le escriba es el libro que yo prefiero porque considero que logré llegar en el mucho más lejos, mucho más al punto que yo quería. Considero que es mucho más redondo que Cien años de soledad y la redondez es algo que nos interesa mucho a los escritores. Aunque encuentro que pocos lectores están de acuerdo conmigo, en cuanto a que El Coronel no tiene quien le escriba es mejor que Cien años de soledad, yo sigo creyendo que es un libro más compacto y en literatura, cuanto más compacto se sea es mejor. De todas maneras no está mal que habiendo tantos lectores que prefieren Cien años de soledad, el autor prefiera El Coronel no tiene quien le escriba, ese pobre coronel que aunque no tiene quien le escriba, por lo menos que tenga alguien que lo quiera. En cuanto a la similitud con Macondo, no sé, a mí me resulta muy difícil verme en los libros que se supone que he influido. Se me habla de determinados libros que dicen que tiene influencias mías y cuando los voy a leer no me encuentro por ninguna parte. Hablando concretamente del pueblo de Macondo, es muy probable y es absolutamente normal que los escritores escriban sobre pueblos de América Latina y es muy probable que exista similitud con Macondo, sin que haya influencia mía en ellos, porque Macondo ha pretendido ser una síntesis de los pueblos de América Latina y, concretamente, de los pueblos del Caribe. Me parece perfectamente normal que cualquier pueblo del Caribe se parezca a Macondo y que cualquier pueblo creado por un escritor, por un novelista del Caribe y de América Latina tenga muchas cosas comunes con Macondo.

Oyente: Muy buenas noches compañero Gabriel García Márquez, le habla Mario Peña, de Managua. Quería preguntarle si usted tiene programado una crónica de nuestra Revolución Popular Sandinista, igual como la que hizo usted cuando se efectuó el trascendental asalto al Palacio de la Revolución, el cual desde tiempos memorables de los Senados de los tiempos romanos, nunca jamás se había efectuado un asalto de tal naturaleza. ¿Qué opina usted al respecto? Muchas gracias compañero.

Gabriel G. M.: En realidad no estoy preparando ninguna crónica parecida a la del espectacular y sensacional asalto que se hizo al Palacio Nacional, “la Chanchera», como la llamamos, y supongo que los sandinistas no están tampoco preparando nada parecido. Pero me encanta que usted la recuerde, porque es uno de los trabajos periodísticos que más me han emocionado. Recuerdo que yo estaba enfermo en Bogotá cuando esto ocurrió y de pronto supe que el Comando que había cumplido esta operación había salido en un avión desde Managua y no se sabía si ese avión iba a aterrizar en Panamá o en Caracas. Yo tenía dos boletos de avión, uno para Panamá y otro para Caracas, confiando en que los sandinistas, ya que me hacían trabajar tanto en ese tiempo, por lo menos me dieran la oportunidad de ser uno de los primeros periodistas que contara la historia. Efectivamente, llegaron a Panamá y yo llamé al General Torrijos y le pedí que me pusiera en contacto con el Comando que había hecho esta operación y Torrijos me contestó: «No te preocupes, vente, que yo te lo mantengo incomunicado hasta que llegues».

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Escritor nicaragüense. Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2017. Fundó la revista Ventana en 1960, y encabezó el movimiento literario del mismo nombre. En 1968 fundó la Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA) y en 1981 la Editorial Nueva Nicaragua. Su bibliografía abarca más de cincuenta títulos. Con Margarita, está linda la mar (1998) ganó el Premio Internacional de Novela Alfaguara, otorgado por un jurado presidido por Carlos Fuentes y el Premio Latinoamericano de Novela José María Arguedas 2000, otorgado por Casa de las Américas. Por su trayectoria literaria ha merecido el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, en 2011, y el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español, en 2014. Su novela más reciente es Ya nadie llora por mí, publicada por Alfaguara en 2017. Ha recibido la Beca Guggenheim, la Orden de Comendador de las Letras de Francia, la Orden al Mérito de Alemania, y la Orden Isabel la Católica de España.