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Los amores de Salomón de la Selva. Las cartas de Salomón de la Selva a Edna St. Vincent Millay(*)

1 octubre, 2012

Alguien ha leído alguna vez las cartas de Salomón a Edna? Alguien las ha visto? Alguien sabe donde están estas cartas de que tanto se habla? Aunque muchos libros se publican sobre la vida y los amores y amoríos de Edna St. Vincent Millay, ninguno o casi ninguno de ellos se refieren a sus relaciones con Salomón de la Selva. Por su parte, los escritores nicaragüenses, (ver el número 5 de la revista Cuadernos Universitarios, colección dirigida por el poeta Ernesto Gutiérrez, número dedicado a Salomón, agosto de 1969), no nos dan mucha información sobre Salomón y Edna…

* Traducción de Horacio Peña


Es el libro de Daniel Mark Epstein, “What Lips my Lips have Kissed”. The Loves and Love Poems of Edna St. Vincent Millay (2001), el que nos revela mucha información sobre las relaciones de Salomón con Edna, y el ambiente literario norteamericano en que se desplegaba Salomón. Epstein, poeta, dramaturgo, traductor y ensayista, ganador de varios premios, entre ellos el de Roma, pasó varios meses en la Biblioteca del Congreso, donde se encuentra el inmenso material sobre la vida, poesía y amores de Edna, y donde se encuentran, a juzgar por las palabras de Epstein, las cartas de Salomón.

Las referencias de Epstein a Salomón y Edna son numerosas, y nos brindan detalles de la vida de Salomón en el mundo literario norteamericano. Sobre las cartas, Epstein escribe: “Nadie estibio a la Millay cartas tan apasionadas como las del poeta nicaragüense. Estas cartas rivalizan con las mejores cartas de amor que se hayan escrito nunca, y es una lástima que hayan estado escondidas, sin editarse, sin publicarse, por tantos años. Las cartas son un tesoro literario que pertenecen con toda justicia al pueblo de Nicaragua, al que Salomón represento como Embajador en Francia, antes de su muerte en 1959.”

Del libro de Epstein, (Que labios mis labios han besado), hemos traducido las referencias a Salomón.

El tercer amante pudo haber sido cualquiera de “los muchachos”, como Harrison Dowd, con quien ella coqueteaba, lo que aconsejaba hacer a su hermana, porque un muchacho es más manipulable que un hombre. (No fue el poeta nicaragüense Salomón de la Selva, que en los libros sobre la Millay es identificado erróneamente como su compañero en Nueva York en 1913. Ellos no se conocieron sino hasta 1915.)

Edna tenía 25 años y estaba sedienta de aventuras, con un vago y romántico interés (que permanecía a su alcance), el devoto Salomón de la Selva, que no era realmente su tipo de hombre.

Ninguna de las historias sobre la vida amorosa de Edna, durante los años que estudio en Vassar, y después, seria completa sin mencionar al nicaragüense Salomón de la Selva. El fue el que la llevó a oir cantar a Caruso, en el Metropolitan, el día en que terminaban las vacaciones de primavera de Edna, y ella estaba supuesta a regresar a Vassar.

Salomón nace en León en 1893, y el poeta-niño llega a los Estados Unidos en 1906, cuando tenía 13 años, con la ambiciosa idea de adoptar el ingles como su lengua literaria. Cuando Edna llega a Barnard, en 1913, Salomón, que tenía entonces 20 anos, ensenaba en la Universidad de Columbia, pero no hay ninguna evidencia que Edna tomara alguna de estas clases, o que los dos se encontraran antes del otoño de 1915.

Edna menciona por primera vez al “muchacho español”, que había escrito “Fall and Fairieland,” en la revista “Forum”, en el numero de julio, en una carta del 6 de septiembre de 1915, que ella escribe a Hooley. Edna dice que Salomón le ha escrito, y pregunta a su amante (Hooley), si conocía al joven poeta, “ Es buen mozo?”, le pregunta a Hooley, con la idea de ponerlo celoso, pero como siempre, Hooley se hace el sordo. Si Hooley hubiera leído las cartas que Salomón le escribía a “su muchacha”, como Salomón llamaba a Edna, Hooley se hubiera puesto terriblemente celoso.

Salomón de la Selva, el ardiente poeta latinoamericano, se había enamorado de la autora de unos pocos poemas que había leído en “The Forum”: “Kin to Sorrow”, “The Witch-Wife”, y “Afternoon on a Hill”. Sus rapsódicas cartas a una muchacha que nunca había visto, fueron el principio de ese místico proceso que convirtieron a Edna Millay en una diosa.

La correspondencia llena de adoración, que comenzó en septiembre de 1915, se convirtió en la corriente principal de ese rio de cartas amorosas que más de cincuenta hombres le escribieron a Edna, un rio que creció hasta transformarse en un torrente violento, antes de 1923, cuando el matrimonio de la poetisa con Eugen Boissevain, por fin, calmo las olas.

Nadie escribió a la Millay cartas tan apasionadas como las del poeta nicaragüense. Estas cartas rivalizan con las mejores cartas de amor que se hayan escrito nunca, y es una lástima que hayan estado escondidas, sin editarse, sin publicarse, por tantos años. Las cartas son un tesoro literario que pertenece con toda justicia al pueblo de Nicaragua, al que Salomón represento como embajador en Francia, antes de su muerte en 1959.

Como había hecho con Ferdinad Earle y Arthur Ficke, la Millay empujo a Salomón a escribirle cartas. Las que ella le escribió, no existen (en lo que yo sé), pero las cartas de Salomón presentan las características innegables, de contestaciones a un desvergonzado coqueteo.

Un día, después de haberle escrito una carta, Salomón visitaba a su amigo, el poeta Joyce Kilmer. “Yo estaba todo lleno de ti, y le hable de ti,” confiesa Salomón.

Kilmer le comenta a Edna: “El (Salomón) nunca te ha visto, ha tenido poca correspondencia contigo… pero el me dijo que eres muy bella.” Ahora, que puede ser más hermoso para un poeta, que una mujer que nunca se ha visto?

Tú debes ser hermosa, escribe Salomón, como una obstinada muchacha amada por muchos, que ama a algunos, con una pequeña daga en la mano, llena de sangre de los esclavos. Por eso es que cuando estas cansada despides a tus visitantes. Pero ellos regresan. Yo no regresare. Pero cuando estés cansada, no me dejaras acariciarte, muy dulcemente, y arrullarte?

Te amo, fea o hermosa. Si eres bella, siempre serás para mi algo lejano, algo así como una maravillosa música. Pero si eres fea, tomare tu rostro entre mis manos y te besare apasionadamente, hasta que tu rostro empalidezca y resplandezca como una estrella, y yo sienta que nada de lo que Dios ha creado, es feo, y entonces tú serás bella, como la belleza de ese sueño que llevo en mi corazón.

Ella le pidió una vez que se describiera como era: “Eres gordo o delgado, moreno o rubio,” como si ella estuviera comprando en un mercado de esclavos. “No, contesto, no soy gordo, odio a los poetas gordos…. Tampoco soy desgarbado como Rose Benet, y mi nariz no es como la de Louis Untermeyer. Soy un poeta, pequeño, nada alto, y delgado, y algunas veces, cuando la noche se arrastra sobre el mundo, y no he dormido, soy muy pálido.” Le asegura que no se parece a un moreno suramericano.

Mezcla de español, indio, y de sangre inglesa, el cabello de Salomón era rubio, y sus ojos eran del color de la avellana. Su nariz y sus pómulos son indios. “En pocas palabras, escribe Salomón, estoy lejos de ser guapo. Nunca serviría para ser un modelo de las camisas Arrow.”

Edna le había dicho que ella era de carácter risueño, Salomón protesta: “No me dices la verdad. Me dices que eres risueña. No lo eres. Tú eres triste. Tu corazón esta rebosante de tristeza, y día a día esta tristeza crece en tu corazón, como crece la luna en el cielo.”

Hay algo de verdad en todo esto que se convierte en uno de temas de las cartas amorosas de Salomón: la tristeza de Edna.

Edna le parecía triste a Salomón, como lo era para muchos hombres, porque Edna lo ponía triste, ella era la promesa de un paraíso demasiado maravilloso para ser verdad, ella era la perfecta femme fatale.

Amor, por que tejes esos sueños para destruirme? Por qué dices que debo ensenarte español? (Salomón lo hará) Por que me atraes hacia ti y me atas? Extiendo mis brazos hacia ti en la oscuridad, y mis labios buscan los tuyos en la oscuridad… Te oigo, y tú siempre me llamas, y yo continúo, continúo, continúo, buscando, buscando, Oh, Amor…!

Salomón todavía no había conocido a la Millay, pero el ya la había identificado como una abstracción romántica uniendo la carne y la sangre femenina, con el ideal del amor. Así es como los hombres crean a las diosas. Así es como los hombres orgullosos se convierten en hombres que suplican. “Por que, Amor, yo soy solamente humano. Eres tú, “la que no está hecha para ningún hombre,” escribe Salomón, citando versos de “Witch-Wife.” Al final de esta larga carta, cita a Ruskin, que una vez le dijo a Robert Browning, “Ningún hombre puede tener el poder que tú tienes, y no darse cuenta que lo tiene.”

Salomón de la Selva es un personaje importante en la historia de Edna, porque fue un brillante, elocuente, y en todo aspecto un sensible caballero, que se convirtió entre el mes de septiembre de 1915, hasta enlistarse en el ejercito ingles durante la Primera Guerra Mundial, en un total y a veces, abyecto esclavo de Edna St. Vincent Millay. Salomón trabajo incansablemente para promoverla, cabildeando para que se publicaran sus poemas en español, y organizando una cena especial en su honor en la Asociación Panamericana en el Hotel Félix Portlando , en Nueva York. Él le mostro Manhattan, la llevo al teatro, a los conciertos y a viajes en el transbordador de Staten Island.

En 1916, cuando Salomón deja Nueva York para ensenar en la Universidad de Williams, continua desde ahí su galanteo, bombardeándola con cartas, rogándole que venga a visitarlo antes de la Navidad.

Finalmente ella accedió, viajando a Williamstown, en la primera semana de diciembre. Los poetas fueron a conciertos, dieron largos paseos en las Berkshires, donde un día ella establecería su hogar.

Ya para ese entonces, Salomón se había resignado a una relación que era solamente tangencial, potencialmente sexual. Habían dormidos juntos una vez en Nueva York, y Salomón tristemente admite que la había decepcionado:

Yo deseo de una vez por todas, alejar cualquier miedo que puedas tener sobre como te hice el amor. Te hice el amor una vez y no te importo. No te hare el amor de nuevo. Solo deseo que entre nosotros pueda crecer una inmensa amistad. Trataré de no ser egoísta. Trataré de darte lo mejor que hay en mí.

Salomón, fielmente, le dio lo mejor y le hubiera dado cualquier cosa que ella le hubiera pedido. La inundo con regalos, algunos de ellos extravagantes:

He recibido de Inglaterra un pequeño frasco de Attar of Roses. Hace un año había escrito a Inglaterra que me lo enviaran para dártelo. El precio ha aumentado tanto durante la guerra, que la persona a quien le recomendé que me lo consiguiera, pensó que era mejor esperar hasta que bajara de precio.

Este regalo, entonces el más costoso del mundo, era el regalo con el cual esperaba tentarla para que fuera a Williamstown. No era que ella fuera indiferente a su compañía y a su fascinante conversación, sino que físicamente Salomón no era su tipo, de modo que entre ellos creció una inconfortable presión del deseo sublimado de Salomón. De Salomón salieron esas cartas de amor que tal vez ninguna mujer haya recibido nunca, cartas de adoración, con el fin de convencer a Edna, de que ella era una diosa.

La poetisa inglesa Alice Meynell le pidió una vez a Salomón que describiera a Edna, y él le envió la respuesta a su amada:

Uno la puede considerar como la pluma de una gaviota agitada y arrojada en un prado de otoño. Algo para sonarse o tenerle compasión, y mágica, por añadidura, porque posee el mar para dártelo en la memoria y el viento en el recuerdo. Ella ha reposado en extraños nidos y sabe de los dulces afectos. Oh, Dios es un pájaro, y Edna son sus alas!

Salomón recuerda cuando fue a encontrarla en una estación, caía la nieve y el tren llego:

Estaba pensando lo terrible que será para mí cuando tú te hayas ido, que terrible si nunca vinieras; que terrible cuando haya terminado la guerra, y los que se aman no regresen. Pienso que mi corazón y el corazón del mundo, serán uno solo en ese momento.

Salomón lloraba con estas cartas que le enviaba, y luego se disculpaba por no saber contenerse como hombre. Linda (en español),ahora quiero llorar, pero no lo hare.

Con trazos serpentinos, y haciéndose el tonto con ella, firmaba algunas de sus cartas, como “PIerrot”:

Mis cartas te deben zumbar en los ojos y en los oídos, como moscas en un día caluroso. Por favor, perdóname. Soy egoísta al exigirte que leas estas locuras que te escribo. Ten paciencia, muy pronto estaré cuerdo, y tal vez entonces te haga falta.

Edna amaba las cartas de Salomón, aunque no lo amara. Las cartas son un cuerno de la abundancia en adoración, alabanzas y apasionados comentarios sobre la literatura mundial y el arte. Salomón hablaba español, ingles, italiano y francés, y era una autoridad en el renacimiento italiano. Millay recibía un extraordinario curso por correspondencia sobre los clásicos, pero también las cartas contenían agudas observaciones referentes a los poemas de ella, tan pronto como ella los escribía. Lo más importante es que Edna se iba hacienda a esa imagen ideal que el poeta tenia de su amada.

El la adoraba y ella trataba de hacerse merecedora de esa adoración. La voz de los poemas que Edna escribirá mas tarde, especialmente los poemas de amor, nacieron de esa visión que ella tenía de sí misma, una visión que era divina y humana.

Cuando Edna decidía entregarse totalmente a un amante, lo que solo se dio dos o tres veces, ese hombre contaría una historia diferente de la que contaba Dell, o Salomón de la Selva o Edmund Wilson.

Dell era fuerte, brillante y arrogante, un hombre que lo sabía todo, de modo que ella podía tratarlo de un modo mas despótico, que al tierno Salomón.

En el verano de 1918, Floyd Dell estaba en el apartamento de Edna por mucho tiempo, y también permanecía ahí el intensamente celoso Salomón de la Selva. Salomón lloraba, hacia escenas, algunas veces Salomón se rehusaba ir a un lugar si Dell era también invitado. Galantemente, Dell se retiraba, seguro de que el poeta nicaragüense no representaba un verdadero peligro en sus relaciones con Edna. Pero evidentemente Dell no se daba cuenta que Edna usaba a Salomón para ponerlo celoso.

Scudder Middleton no dejo ninguna huella en la vida de Edna o en la historia, parece muy probable que se embarco para unirse a los aliados en Europa, como lo hicieron Salomon de la Selva y Arthur Ficke.

Jim Lawyer tenía algo que ella necesitaba desesperadamente, algo que no podía obtener de Floyd Dell o Salomón de la Selva, Rollo Peters, Walter Roberts, William Harris y todos los otros porque ella pasaba mucho tiempo en la cama con Lawyer.

En junio de 1920, la familia Millay alquilo una pequeña casa de verano en Truro, cerca del Cabo Cod. Edna invito a Edmund para un fin de semana, en agosto, invitando también a John Bishop, ahí también, para otro fin de semana. Y fue ahí, en una noche calurosa, en el porche, mientras estaban sentados en el columpio, que Wilson formalmente le propuso matrimonio. Wilson, como Salomón de la Selva, años antes, se sintió por momentos como uno de esos insectos.

Llewelyn Powys, conoció a Edna a principios de diciembre en 1912. Edna lo llamaba “Lulú”, como lo llamaban muchos de sus amigos. Increíble, como pueda parecer, por la enfermedad de él y el romance que ella tenía con Edmund Wilson, y otros, Edna se las ingenio para meter a “Lulú” en su dormitorio y tomarlo en sus brazos tantas veces, antes de enero, que inspiro a Powys, una obsesión que lo hizo escribir una gran cantidad de cartas que compiten, en su belleza, con las cartas que Salomón escribió a Edna.

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Managua, Nicaragua, 1936.
Poeta, narrador, teatrista, ensayista, crítico de cine, traductor de inglés y francés. Estudia y realiza viajes a centros culturales en Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Italia. En 1979 se marcha a Austin, Texas, donde concluye su doctorado, residiendo desde entonces como catedrático universitario.

En 2003 fue electo Miembro Correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua.

Actualmente es professor en Huston-Tillotson University, y es reconocido en los circulos intelectuales como uno de los poetas nicaragüenses más importantes de América.

En los veranos en Defense Language Institute, Monterrey, California, imparte clases de español, literatura y cultura en general, y orienta a sacerdotes episcopales que trabajarán con congregaciones hispanas.