Portada El gigante nunca ha esta dormido
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Los criollos

1 abril, 2024

Carátula presenta a los lectores un fragmento de El gigante nunca ha estado dormido: Mis memorias de los conflictos étnicos en el Caribe nicaragüense en los años ochenta de Carlos Castro Jo.


Como este no es un estudio demográfico ni antropológico, no voy a entrar en detalles sobre el origen de la población criolla.

Sin embargo, me interesa hablar de manera breve de su origen y de su cultura porque hay pocos escritos en español sobre ellos.  No se puede intentar resolver conflictos y hacer justicia si esta información no está en español. 

Uso la palabra criollo o criolla porque escribo en español.  Hay gente que usa la palabra creole, que viene del inglés o francés; hay gente que la escribe así: kriol.  En realidad, si uno estudia la etimología de la palabra creole, uno se da cuenta de que el francés la tomó prestada del español y el inglés del francés (o sea, que antes que existiera en francés o inglés ya era una palabra en español, dicho sea de paso, tomada prestada del portugués).  Es cierto que la palabra creole en inglés o francés no es lo mismo que criollo en español, pero no se diferencia en esta parte: los criollos o creoles son los nacidos en América de ancestros de otros continentes, no son los descendientes de los pueblos originarios y no nacieron en otros continentes.  En Elogio de la creolidad, Jean Bernabé, Patrick Chamoiseau y Raphäel Confiant dicen exactamente eso, que los creoles (como se puede notar en sus nombres, ellos escriben en francés) no son ni africanos, ni europeos, ni asiáticos.  Ahora, hay palabras que tienen varios significados y mucho más cuando se está hablando de varios idiomas, y esto pasa con la palabra criollo y creole, pero este no es el espacio para analizarlas. 

En la costa Caribe de Nicaragua se le ha llamado creole o criollo a un grupo que se puede identificar por su historia y su cultura.  Es un grupo que existe en la Costa desde antes que se fundara el Estado-nación que actualmente se llama Nicaragua y, por supuesto, desde antes que el Estado nicaragüense se posesionara de la Costa.

En el Tratado Harrison-Altamirano de 1905, que firmó el gobierno de Nicaragua con el de Gran Bretaña, se reconoció por primera vez a los criollos como un grupo étnico con derechos específicos, entre ellos el derecho a las tierras que les pertenecían y a mantener y desarrollar su cultura.  Seguramente se usó ese nombre por lo similar que era la cultura criolla de Bluefields con la cultura criolla de Jamaica y de otras islas del Caribe de esa época.  En realidad, la cultura criolla de Bluefields había sido influenciada, y lo sigue siendo, por la cultura criolla del Caribe. Es casi seguro que fue Inglaterra la que introdujo este término en ese tratado y la que demandó derechos para la comunidad criolla porque Nicaragua tendía a diferenciar a los indígenas de los otros grupos, y a los que no eran indígenas los consideraba extranjeros.  En particular, a los criollos los consideraba jamaiquinos. 

La cultura criolla es una cultura híbrida, propia del Caribe. Hoy reconocemos a la cultura criolla en la Costa por su comida (por ejemplo, patí, rondón, johnny cake, rice and beans cocinado con leche de coco, pan bon, pan de coco, la tortilla de harina de la Costa); por su música, especialmente el palo de mayo; por el diseño y decoración de sus casas; por su idioma, el inglés criollo.  También la mayoría pertenece a alguna iglesia protestante, especialmente a la Iglesia morava; el protestantismo, entonces, es dominante entre los criollos.   En otras palabras, los criollos se diferencian del resto de los nicaragüenses por su gastronomía, arte, idioma, religión e historia, lo cual no quiere decir que no haya criollos que no hayan sido influenciados por otras culturas de Nicaragua o viceversa.  Las fronteras étnicas no son sólidas.

Los criollos no son un grupo racial, aunque se les considera afrodescendientes.  Los criollos son una mezcla de africanos, indígenas de la Costa, europeos, mestizos del Pacífico y chinos.  Es una comunidad étnica, es decir, un grupo culturalmente diferente a los otros grupos originarios de la Costa.  Los garífunas y muchos que se consideran miskitos o mestizos son afrodescendientes pero no son criollos.

Un evento que vino a jugar un papel importante en la historia de los criollos es la creación de una casa comercial en Providencia en 1629 por parte de los puritanos ingleses, quienes establecieron relaciones comerciales con los miskitos.  En ese mismo siglo, los ingleses crearon el reino de la Mosquitia, y desde el primer rey de los Mosquitos, Old Man I, coronado en 1640, los miskitos le dieron a los ingleses concesiones para explotar los recursos naturales, y tierra para crear asentamientos.  Los ingleses y otros europeos se instalaron en la Costa con sus esclavos.

Aquí se comienzan a juntar y mezclar los grupos que más tarde constituirían la comunidad criolla.  Según Edmundo Gordon en su libro Disparate Diasporas: Identity and Politics in an African Nicaraguan Community, fue a finales del siglo XVIII que una cultura y política criolla se comenzó a forjar. 

Con la firma del Tratado de París o de Versalles en 1783 y la Convención de Londres de 1786, el gobierno inglés le cedió la Costa a España y acordó desmantelar los asentamientos ingleses.  Cuando Inglaterra abandonó la Costa, algunos ingleses se quedaron, y uno de ellos en particular, Robert Hodgson Junior, se quedó con sus esclavos y le ofreció sus servicios a la colonia española, que lo nombró gobernador. Él trasladó sus negocios de Black River en Honduras a Bluefields.

Roberto Hodgson Junior, cuando era gobernador español, trató de someter a la población originaria de la Costa a la Corona española, y los costeños se levantaron en 1790, bajo el mando del almirante Alparis Dilson y su hermano Sulera.  Hodgson huyó a Belice, donde falleció, pero algunos de sus esclavos se quedaron en la Costa. Del núcleo de esclavos de Roberto Hodgson Junior es que nace la comunidad criolla. Después, a través de los siglos, la población criolla se ha incrementado de manera natural, y por la inmigración de chinos, europeos y afrodescendientes de Jamaica y otras partes del Caribe e, incluso, de Estados Unidos.

La guerra de los pueblos originarios contra los españoles, que comenzó con el levantamiento de 1790, terminó cuando aquéllos expulsaron a éstos del territorio en 1800.  A partir de entonces, los pueblos de la Costa vivieron cuarenta años sin ocupación extranjera, pero comerciando, como tradicionalmente lo habían hecho, concha de tortugas, madera y otros productos con el resto del Caribe, especialmente con el Caribe anglófono.  En este periodo comienza a formarse el pueblo criollo que habita ese territorio, es decir, comienzan a tener una historia y cultura común, que es al mismo tiempo diferente a la de otros pueblos, tanto de la Costa como del resto del Caribe.

Cuando el rey miskito George IV, después de ser coronado en Belice a mediados del siglo XIX, decidió establecerse en Bluefields en vez de Cabo Gracias a Dios, que era donde residían hasta entonces los reyes miskitos que lo precedieron, los criollos asumieron un rol importante en su corte.  Era natural, los criollos también eran nativos de la Costa. En realidad, el hecho de que el rey de los miskitos o el jefe de la Reserva los haya reconocido como ciudadanos de su territorio se debería considerar un avance importante para la construcción de un Estado democrático.

Es importante recalcar que la costa Caribe fue parte del imperio inglés y siempre tuvo relaciones estrechas con el mundo anglófono, con Inglaterra, Estados Unidos, y con islas como San Andrés, Jamaica y Gran Caimán. El comercio con el Caribe ha sido una característica de la Costa desde que los miskitos entraron en contacto con las casas comerciales inglesas y con los piratas en el siglo XVII hasta que la revolución sandinista vino a parar ese intercambio.  En los años veinte del siglo XX había vuelos directos entre New Orleans y Bluefields y una comunidad estadounidense estaba establecida en Bluefields y los alrededores.  Hasta tenían su propio periódico. 

Como los criollos hablaban inglés, algunos de ellos trabajaban para esas compañías en puestos técnicos, es decir, en puestos que requerían educación.  Muchos de ellos eran la mano de obra calificada. 

Durante una buena parte del siglo XX, en el periodo prerevolucionario, es decir, antes de 1979, los pastores de las iglesias de la Costa eran estadounidenses, y buena parte de la educación y la salud también estaban en manos de estadounidenses.  El Estado nicaragüense tenía una presencia débil.

Esa cercanía con estadounidenses ejerció una influencia cultural sobre la comunidad o, por lo menos, les desarrolló una admiración por Estados Unidos que los militantes del FSLN no tenían.  Una actitud radicalmente anti-estadounidense por parte del FSLN distanciaba y repelía a una parte de la población, criolla en este caso, porque de ellos estamos hablando, pero no era exclusivamente criolla, también a muchos mestizos y miskitos les provocaba las mismas reacciones.

En las luchas ideológicas de los ochenta, en las que la lucha contra el imperialismo estadounidense tenía un lugar central, el FSLN no tomaba en cuenta ese aspecto cultural.  El análisis del FSLN partía de que las compañías estadounidenses y la dictadura de Somoza habían explotado a los trabajadores y los recursos naturales de la región, y que la gente iba a ser libre e iban a tener un buen nivel de vida cuando las compañías estadounidenses y Somoza ya no explotaran la región.  Pero la realidad era más compleja.

No quiero reducir la situación de la Costa a sólo un conflicto cultural, pero tampoco sólo a un conflicto económico, donde lo que contaba era únicamente la explotación de los recursos de la región.

En lo económico, es cierto que los recursos naturales eran explotados de manera irracional y que no todos los costeños se beneficiaban por igual.  Pero cuando la escasez de casi todos los productos básicos, ya no digamos los importados, golpeó a la gente en los ochenta, la nostalgia por el tiempo en que las compañías extranjeras dominaban la economía de la región no se hizo esperar.  Mientras los sandinistas gritábamos “pan con dignidad”, mucha gente en Bluefields respondía en silencio que lo que querían era “pan con mantequilla.”

Cuando las compañías extranjeras, fundamentalmente estadounidenses, se instalaban en la región, la economía se dinamizaba.  Había empleo, no había escasez y hasta había mercadería importada.

Hay otro aspecto económico de este conflicto y es el siguiente:  Los políticos y funcionarios que controlaban el Estado nicaragüense, y eso ha sido así a través de toda la historia de Nicaragua, creían que la Costa era rica en recursos naturales y que estos recursos le pertenecían al Estado nicaragüense; la mayoría de los costeños creía que esos recursos le pertenecían a la Costa, y que la mayoría de los impuestos cobrados para su uso y explotación debería beneficiar a la Costa.  No se oponían a que una parte de ellos fuera a parar a las arcas del Estado nicaragüense, pero creían que la mayor parte de los impuestos deberían quedarse en la Costa.

Estas diferencias son históricas, se deben a que la Costa ha estado alejada del resto de Nicaragua y tiene una historia diferente. Histórica y culturalmente, ha sido otro país.

Mientras que para los nicaragüenses del Pacífico, la Costa le pertenece a Nicaragua, los costeños hemos vivido al margen de esa historia.  Para poner un ejemplo, antes de los ochenta, muchos costeños nunca habíamos tenido en nuestro círculo cercano, ni nos habíamos relacionado mucho, con alguien del Pacífico.  Yo creo que en la secundaria solamente tuve un profesor del Pacífico, el profesor de ejercicio físico, que irónicamente era un viejo panzón que nos mandaba a correr pero él se quedaba sentado bajo los árboles de caoba del parque Reyes.  El resto, en primaria y secundaria, eran estadounidenses, criollos, españoles y mestizos costeños. 

Los regímenes políticos, desde Zelaya hasta nuestros días, han tratado de “nicaraguanizar” a los costeños, pero en la práctica, por lo menos, hasta antes de los ochenta, la historia oral se mantenía viva.  Había instituciones paralelas (la economía, los maestros, las iglesias, la salud).   A Somoza eso no le preocupaba porque él era pro-Estados Unidos, y estas instituciones estaban bajo el control de estadounidenses.  En las escuelas, un profesor de historia, por ejemplo, nos podía dar la historia oficial y después hablarnos de la Costa desde el punto de vista de los costeños.  Sin embargo, la mayoría de los costeños, incluyendo a los criollos y miskitos, se consideraba, y se considera nicaragüense, sólo que con una historia y una cultura diferente a la del Pacífico.  Lo que anhelan es respeto a su cultura, a sus derechos, unidad en la diversidad.

La libertad para organizarse de manera autónoma hubiera contribuido a avanzar sus demandas propias, étnicas.  Este elemento étnico, como base para la movilización de los criollos, me quedó claro un día cuando Angélica Brown, una profesora del Colegio Moravo y dirigente criolla, me dijo que nosotros los mestizos nos organizábamos pero no dejábamos que los criollos se organizaran.  No me lo dijo de mala manera, fue como una sugerencia para mejorar las relaciones entre los mestizos y los criollos.

Mi respuesta, que era la orientación que nos habían dado, fue que uno se podía organizar en la juventud si era joven, en los sindicatos si era trabajador, en los CDS en los barrios, pero nadie nos había dicho que uno se podía organizar basado en su etnicidad o raza.  La respuesta a mí no me dejó satisfecho y siempre pensé en ese tema.  Ella estaba argumentando a favor de una organización de criolla, el elemento étnico como el aglutinador, una organización para defender y demandar sus derechos como grupo étnico.  Cuando se disolvió el comando de Dexter y luego los “Trouble Shooters”, los criollos se encontraron sin el poder de una organización propia.

Yo recuerdo que a mediados de los años ochenta, el CIDCA (Centro de Investigación y Documentación de la Costa Atlántica) sacó un análisis de que en la revolución había pocos criollos a cargo de las instituciones estatales.  Cuando yo vi ese análisis también me di cuenta de otra cosa: si en una institución el jefe era criollo, la secretaria generalmente era criolla, y si el jefe era mestizo, la secretaria generalmente era mestiza (El jefe generalmente era un hombre).  La crítica de Angélica y del CIDCA tenía validez en el sentido de que las personas se sentían más cómodas con alguien de su propia etnia, como cuando alguien entra a un local y es la única persona diferente.  Si el FSLN era en su mayoría mestizo, los criollos no se iban a sentir confortables en su seno.  El FSLN tenía un sesgo mestizo.

En el primer año de la revolución, William Ramírez sabía que tenía que incorporar a algunos criollos en el gobierno.  Ya Lumberto Campbell estaba incorporado al CDD de Zelaya Sur y era subdirector de INNICA.

William contrató para que trabajara en INNICA a quien había sido su profesor de inglés en la UNAN, Ray Hooker.  Ray fue nombrado director del Colegio Moravo después de la salida de Leroy Miller.  La misión de contactar a Ray nos tocó a Pedro Ortiz y a mí; Pedro Ortiz porque era el que atendía a ANDEN y yo porque atendía a la juventud.  William quería conocer la posición política de Ray, y en una reunión del CDD se decidió que nosotros fuéramos a sondearlo.  Pedro y yo fuimos a su oficina al Colegio Moravo y nos atendió bien.  Nosotros le hablamos de la revolución y le pedimos permiso para hacer trabajo político en el Moravo y nos dijo que sí.  Pedro y yo informamos al CDD de que Ray estuvo anuente a nuestros planes y que parecía que no se oponía a la revolución.  Entonces William decidió llamarlo y le ofreció el trabajo en INNICA y lo hizo responsable de proyectos sociales. 

Ray realmente no tenía voto en las decisiones del gobierno, pero tenía voz, aunque cualquiera que conoce a Ray sabe que es muy prudente al hablar y casi no dice nada, sólo observa.  En INNICA podía expresar su opinión pero no era garantía de que le iban a hacer caso.

También había otros criollos integrados a puestos importantes en el gobierno.  A Dexter Hooker lo contrataron para que trabajara en INNICA en divulgación y prensa. 

A John González lo hicieron miembro del Consejo de Estado.  John era de AES, uno de nuestros compañeros, era un muchacho serio, estudioso, buen orador, pero no representaba a la comunidad criolla de Bluefields.  Él era de Corn Island, no del centro del activismo criollo, que estaba en Bluefields.

Recuerdo que cuando John regresó de Managua, después de ser juramentado como miembro del Consejo de Estado, pasó por la oficina del CDD a saludarnos, y estábamos varios sandinistas hablando con él en la sala de recepción cuando Hugo Sujo Wilson, criollo con ascendencia africana y china, que había sido diputado del somocismo, entró a la sala y, con mucha entereza, le dio la mano a John y lo felicitó.  Creo que nunca antes ningún somocista había entrado en la cueva del lobo.  Vale la pena recordar que Hugo Sujo era un hombre honesto, que no había cometido ningún crimen contra el pueblo, era un profesor de historia muy respetado.  Cuando cayó Somoza, él no era funcionario del gobierno.

Otros criollos en el gobierno eran Lloyd Forbes y Víquez Miller, que estaban en la junta de gobierno.

Pero los criollos no tenían su propia organización étnica, estaban sólo en las estructuras aprobadas por el FSLN, la vanguardia.

Esto me recuerda lo que decía Miss Olga Hanson, una criolla que no tenía pelos en la lengua.  Era mayor que Lumberto y fue nuestra profesora en el Colón.  Ella decía: “La guardia y la vanguardia ser la misma mierda”.  Creo que decía “ser” y no “son”, su idioma nativo era el inglés.  Nos lo decía a nosotros y se lo decía también a Lumberto, se lo decía a los costeños, no se lo decía a William Ramírez, que era su vecino, porque no tenía confianza en él.  Ella falleció en el exilio en Panamá en 2015.

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Bluefields, Nicaragua, 1960.
Es sociólogo de profesión, ha escrito libros de poesía y cuento. En poesía ha publicado: Al margen de lo visible (2001), Insomnios y soliloquios (2009), Tambor de pueblo (2013) y Entre memes y selfis (2018). En cuento: El Pirata Morgan y otros cuentos (2015). Sobre teoría social y política: La democracia en el pensamiento de Sandino, Chamorro y Fonseca (2019) y El gigante nunca ha estado dormido: Mis memorias de los conflictos étnicos en el Caribe nicaragüense en los años ochenta (2022).