Los detectives periodistas
1 octubre, 2009
Los periodistas dedicados a esta menuda tarea no son iluminados, ni estrellas en el firmamento. Jamás han dejado de ser contadores de historias, herederos de los juglares y parientes cercanos de los escritores (…)
Monsieur Hércules Poirot, rechoncho, de bigote, vestido de negro, ha sido desde siempre el detective de mi niñez. Aquel caballero inventado por Agatha Cristhie, con alma de misterio siempre, que en sus andanzas, en un tren llamado Orient Express, investigó un caso y lo fue tejiendo a base de deducción y observación, las dos cualidades que persiguen siempre a los buenos investigadores desde Sherlock Holmes, pasando por Kojak y Columbo, hasta el último que al menos a mí me ha entusiasmado: El inspector Dolores Morales.
Con una prótesis como pierna, Morales sube todos los días las tequiosas escaleras de Plaza del Sol. Aguanta el calor que jode el humor, pero que todavía no alcanza el suyo. Este inspector, que sabe investigar, tiene una compañera excepcional, narra Sergio Ramírez en El Cielo Llora por Mí. Sofía es afanadora y una hábil mujer que va desentrañando, colocando hipótesis en el camino y haciéndonos partícipes a los lectores de sus aventuras. Una experta en indagación, en trabajo encubierto, porque del poder hay que cuidarse, ya sabemos que asesinan y ni regalan ataúdes.
El periodismo de investigación sigue mucho ese sendero. Los periodistas dedicados a esta menuda tarea no son iluminados, ni estrellas en el firmamento. Jamás han dejado de ser contadores de historias, herederos de los juglares y parientes cercanos de los escritores, porque tenemos la vocación de contar, el oficio más viejo que alguien puede imaginar.
En América Latina el periodismo de investigación ha llevado a juicio a presidentes como Arnoldo Alemán en Nicaragua o Miguel Ángel Rodríguez en Costa Rica. Buena parte de estos relatos se cuentan en Watergates Latinos, un libro de reciente publicación bajo el empuje del periodista colombiano Fernado Cárdenas que vino a Nicaragua y se reunió con un grupo de reporteros con el que compartió vivencias del oficio.
Sabemos, por la información recopilada, cómo Roberto Fonseca, el entonces editor de investigaciones de LA PRENSA en la administración Alemán, se coló en Estados Unidos en una fiesta de la familia presidencial a la que no había sido invitado y, estando allí, se dibujó en la mente cómo funciona el poder en Nicaragua, además de recoger pistas que luego le serían bastante útiles.
En Argentina, hubo un fuera de serie. Rodolfo Wash investigó la historia de unos fusilados en su país y un día—me acordé hace unos días cuando releí una crónica de Leila Guerreiro– escribió un libro contando que algunos estaban vivos.
Operación Masacre es toda una leyenda en el oficio. Allí se acabó la versión oficial y, de fondo, se ve a un periodista hurgando sin cansancio, presionado por el poder, hasta labrar un relato que luego contó literariamente. La literatura como instrumento para contar la realidad, para hacer más llevada la vida dura que nos ha tocado.
Truman Capote tenía mucha simpatía por uno de los asesinos de la familia Cutler, pero mató el sentimiento para estructurar una de las historias más cautivantes de ese género: la novela de no ficción. Detalle a detalle a través de las páginas de A Sangre Fría, uno conoce qué había comido el patriarca de los Cutler el día que lo mataron. ¿Cómo accedió a toda esta información el periodista? Probablemente cogió los reportes médicos postmortem y luego entrevistó a vecinos.
Es la tarea del reportero, de los detectives periodistas, otra vez indagando, guiándose con el olfato en esa caverna del mundo real, repleta de intereses en el que Monsieur Poirot logró descubrir la luz al final del túnel, dudando siempre de lo que el destino le servía en la mesa. Otra característica del buen periodismo anunciado desde la literatura con voz sabia.
Octavio Enríquez (1980), editor del diario La Prensa. Es un contador de historias. Está dedicado a escribir crónicas, reportajes e investigaciones. Su carrera inició en el año 2000 con dos amores claros: la literatura y el periodismo, con los cuales debe compartirse por igual. Es ganador del premio Ortega y Gasset de periodismo, y del premio Rey de España. Esta vez escribe sobre un tema muy personal: las cosas de nuestros seres queridos que se nos han ido.