Los hombres duros sí aman

1 febrero, 2013

En este texto titulado «Los hombres duros sí aman», el escritor y músico argentino Javier Chiabrando cruza las vidas de Simenon y Chandler desde un perfil emocional y/o doméstico, trabajo editado como resultado de Medellín Negro 2011, junto a trabajos de otros doce autores y críticos.


DOS LIBROS, DOS VIDAS; SIMENON Y CHANDLER

Dos libros leídos casi al mismo tiempo; o leídos inmediatamente uno detrás del otro; dos libros gordos y fascinantes; una autobiografía y una biografía: “Memorias íntimas”, de George Simenon1 y “La vida de Raymond Chandler”, de Frank MacShane2. Escribir sobre Simenon y Chandler no habla precisamente de mi capacidad para encontrar temas originales; sin embargo, no pretendo hablar tanto de sus trabajos —algo que será inevitable— sino de sus vidas y de sus relaciones personales y familiares, y de cómo, compartiendo el mismo mundo, real y en cierta forma ficcional, pudieron ser tan diferentes pero a la vez tan iguales cuando el tema ya no era la literatura sino el amor; en el caso de Simenon hacia la hija Marie-Jo y en el de Chandler hacia su esposa Cissy, historias apasionadas y sembradas de curiosidades y malentendidos, de versiones difíciles de comprobar, como el lado oscuro de la relación de Simenon con la hija, que tiene una versión oficial contada por él mismo en el libro citado anteriormente, versiones biográficas que la desmienten o que difieren; y una versión de uno de los hijos del escritor, que apoya la del padre. Dicho esto: ¿por qué no comenzar con una anécdota personal?

LA ANÉCDOTA

La anécdota me ubica en 1989 en Europa un mes antes de la muerte de Simenon. Era mi primer viaje intercontinental; un verdadero paisano desembarcaba en el primer mundo. Llegué a Lausanne, Suiza, los primeros días de agosto de 1989. Me esperaba un trabajo que en ese momento era toda una aventura: ser músico ambulante en el verano helvético, que, como se sabe, desborda de suizos alegres y cantarines aunque desafinados. Yo era entonces un razonable lector de Simenon; tan razonable como se puede ser con un escritor al que es imposible abarcarlo en su totalidad por lo voluminoso de su obra, y la dispersión de esa obra, que circula en ediciones de bolsillo, en obras completas, en reediciones permanentes, sin olvidar los títulos inhallables y los que quizá nunca hayan sido traducidos al castellano. Igual, yo me consideraba un lector de Simenon porque había leído un puñado de sus novelas, tanto de la serie Maigret como de las novelas que él llamaba duras. Un mes después de mi llegada, aún poco familiarizado con el francés, tan poco como lo estaba con el estilo de vida suizo de cenar a las cinco de la tarde, acostarse a las nueve y roncar en silencio, alcancé a leer los titulares de los diarios locales que anunciaban su muerte. Yo ni siquiera sabía que estaba vivo. Y por supuesto desconocía que vivía en Lausanne.

Los escritores sentimos fascinación por visitar las tumbas de aquellos que idolatramos o las casas donde vivieron. Supongo que soñamos con que el talento se nos contagie por ósmosis. Enterado de la muerte de Simenon, y de que había vivido en las inmediaciones, lo que había en mi horizonte inmediato era conocer su casa. No era una mala manera de relacionarme con Europa, donde además de reconectarme con mis ancestros, lo haría con uno de los que yo podría llamar ahora un padre literario, aunque en el año ´89 yo aún no tenía obra, ni en librerías ni en la imaginación, y por lo tanto no tenía padres literarios. La casa de Simenon que visité estaba en Epalinges, a veinte minutos del centro de Lausanne. Siempre que no esté nevada, la zona es encantadora, aunque no hay montañas cerca, ni lagos ni bosques. Es más bien una zona rural, de granjas o de casas de fin de semana, la banlieue adecuada a una ciudad pequeña como Lausanne. El bus llegó a Epalinges a la hora prevista, obedeciendo al dictado de ochocientos años de orden. Una vecina, cuya familia viviría allí desde que Guillermo Tell flechaba manzanas, y siempre neutral como corresponde a un suizo de buena cepa, me indicó el camino. Seguí el dedo de la vecina, observado por una vaca que no era lila y con una mancha blanca en el cogote que por un momento confundí con un babero. No había más que una o dos casas por manzana aunque las manzanas no estuvieran delimitadas como tales. Cantaba un pájaro y otros esperaban sus turnos. La casa de Simenon estaba al final del camino. Era enorme, blanca y con aire de hospital. Parecía deshabitada, algo que yo relacioné con la edad avanzada de Simenon y con que la casa ya no fuera más que un refugio y no un lugar sobre el que sus habitantes intervienen. Lo único que rompía la geometría lógica y blanca de hospital era una pileta de natación techada.

Tiempo después leí en un diario suizo —donde había una foto de Simenon revolviendo un archivo que cubría la totalidad de una pared y le llegaba casi a la barbilla—, que uno de sus hábitos era buscar historias en viejos recortes de diarios que él clasificaba a medida que aparecían. Luego se encerraba en una habitación de la casa, siempre una diferente, donde creaba un clima adecuado para la historia que escribía en cuatro o cinco días, máximo una semana. Durante mucho tiempo, esa casa de Epalinges representó para mí un sinnúmero de habitaciones donde Simenon recreaba su mundo en novelas. No estaba tan equivocado. En otras cosas sí, pero no en eso. Simenon había escrito en esa casa no menos de veintiocho novelas3. No estaba mal, considerando que había vivido ahí apenas nueve años. Porque en realidad la casa de Epalinges estaba deshabitada. Simenon había vivido allí entre los años 1963 y 1972, y la había abandonado cuando sus hijos se habían independizado y la casa le había parecido tan desmesurada y blanca y cuadrada como a mí. Viviría aún en dos casas diferentes y en un hotel, siempre con la fiel Teresa Sburelin, su última compañera. Las últimas viviendas de los Simenon habían sido un departamento en la Av. De Cour de Lausanne, a muy pocas cuadras de donde estaba viviendo yo entonces, y la petit maison rose de la l’avenue des Figuiers. Yo nada supe de todo esto hasta que leí sus memorias. Y durante más de veinte años creí que la casa de Epalinges había sido la última del escritor. He mostrado innumerables veces las fotos de ese día, tanto como contado las anécdotas que conocería de boca de mi amigo Louis.

La vida siguió su curso; así sucede, aún en Suiza. Es más, en Suiza la vida sigue su curso y es bien cronometrada. Un año después, un amigo suizo a quien llamaré Louis me invitó a una cena en casa de amigos. Fuimos en su coche, a la velocidad permitida y por el carril derecho. La cena era en Epalinges, en una casa vecina a la de Simenon. Para mi sorpresa, Louis me contó que él había frecuentado esa casa casi a diario porque era compañero de escuela de uno de los hijos de Simenon, seguramente Johnny. Y había otra sorpresa mayor. Marie-Jo, la hija adorada de Simenon, había sido algo así como su primera novia o su primera mujer o como prefieran entenderlo. Cuando en la conversación surgió el tema del suicidio de Marie-Jo, que fue lo que motivó a Simenon a escribir las memorias íntimas que a su vez motivan este texto, Louis me contó una anécdota que yo repetí numerosas veces hasta que la lectura de las memorias me puso ante una realidad distinta, que a su vez se confronta con otras realidades planteadas por biógrafos y estudiosos de Simenon, realidades que no aceptan los fanáticos de sus libros y desmiente uno de los herederos del escritor. Según Louis, los hijos de Simenon se habrían visto ante la incómoda situación de tener pedir audiencia al padre para poder verlo. Yo lo creí posible, porque era perfectamente compatible con la leyenda del hombre de los quinientos libros y las diez mil amantes, de los numerosos viajes y mudanzas y de una activa vida pública y bohemia, un hombre al que lógicamente le quedaba poco tiempo para el resto, incluido su familia. Y como dentro de uno duerme un psicólogo vocacional —sobre todo si se es argentino—, siempre atento a descubrir verdades a la ligera, relacionar la dramática muerte de Marie-Jo con lo que yo supuse maltrato o desatención del padre, era casi una obviedad. Me equivocaba. O al menos me equivocaba según la versión que da el mismo Simenon en sus memorias. Las otras versiones —de las que citaremos algunas— dicen que no me equivocaba, y que lo que me había contado Louis y que yo llamé desatención era apenas —nunca mejor dicho si de escritores se habla— la punta de un iceberg que podría hacer naufragar varios Titanic simultáneamente, incluido ese Titanic que era Simenon.

MARIE-JO

Marie-Jo Simenon se suicidó el 19 de mayo de 1978 en su departamento de Champs–Élysées de París. Tenía 25 años, escribía poemas, tocaba la guitarra y componía canciones. Era bellísima. El padre, motivado por el dolor, se sentó a escribir el más voluminoso de sus libros, sus memorias íntimas, que comienzan así: “Sábado, 16 de febrero de 1980: Hija mía, sé que has muerto (…) Esta vez, he decidido no dejarme influenciar por nadie, tanto más cuanto que la mayor parte del libro será, no mío, sino tuyo; tus cartas (…) tus poemas, tus canciones, tus grabaciones. Yo intervendré lo más discretamente que pueda, y no para juzgar, sino para comprender, para que comprendan.”Dirá Carlos Noguera, en palabras que podría hacer mías: “El libro de memorias, hermoso y terrible a un tiempo, será el último que escriba. Unos años antes, a raíz de la muerte de su madre, había decidido retirarse como novelista; pero ahora, a los 77, anciano, “lúcido y herido”, agobiado por el dolor y dado a la ternura, siente que debe retomar los ritos de su artesanía para conjurar los demonios y practicar un balance final de vida. Una tragedia lo obliga: Marie-Jo, de 25 años, la única niña de los cuatro hijos que tuvo, acaba de suicidarse disparándose una bala calibre 22 en el pecho”4. Simenon, el hombre de las mil caras, de los mil personajes, de las mil aventuras, de las mil mujeres, el hombre que escribió y reescribió su vida como si no soportara no volverse un mito, la vuelve a contar desde el principio para intentar exorcizar el dolor. Pero, ¿quién es Simenon?

SIMENON, LA BIOGRAFÍA

Georges Joseph Christian Simenon nació en Lieja (Liege), Bélgica, el 13 de febrero de 1903. Fue inscripto como nacido el 12 por esas cosas de la superstición que también afecta a los belgas de corazoncito medieval. En los diccionarios se lo identifica como “escritor belga de lengua francesa”. Lo más visible en él es su fecundidad creativa que no se puede definir de otra forma que extraordinaria. Hay quienes aseguran que sus novelas llegan a quinientas. En ocasiones he leído mil. Los más cautos, aquellos que se refieren a su obra catalogada, hablan de más de ciento noventa novelas publicadas con su nombre, y una treintena escritas bajo más de veinticinco seudónimos. En otros casos su producción ser resume de la siguiente forma: doscientas novelas, ciento cincuenta y cinco nouvelles y veinticinco textos autobiográficos5. Sus novelas suceden en más de mil ochocientos lugares, y por esas páginas transitan más de nueve mil personajes. A eso hay que sumarle un millar de cuentos, de reportajes, de notas en diarios y varios libros de memorias, el último de más de mil páginas. Desde hace un par de décadas se asegura que vendió quinientos millones de libros, número que hoy se podría elevar a seiscientos sin temor a caer en el error grosero. Y mientras escribo esto, sus libros se siguen vendiendo, reeditando, y transformando en películas. Como si su obra no fuera ya extraordinaria en número y calidad, se dice que tuvo diez mil amantes. En 1977 le confesó a su amigo Fellini: “creo que en mi vida yo he sido más Casanova que usted. He hecho el cálculo, desde los trece años y medio he tenido más de diez mil mujeres”. Denyse, su segunda esposa, asegura que ese número es exagerado, que las amantes de Simenon no superan las mil doscientas. Por supuesto, Simenon ha escrito también sobre eso en sus libros de memorias o confesiones personales: “Je me souviens”, “Pedigree”, y las “Mémoires intimes”. Su obra literaria fue adaptada al cine y a la televisión en un número casi tan impresionante como su misma obra. Tuvo cuatro hijos. George Simenon murió en Lausanne el 4 de setiembre de 1989.

LOS INICIOS

Simenon se forma como escritor trabajando de periodista en la Gaceta de Lieja. Entre 1919 y 1922, es decir desde los dieciséis a los diecinueve años, escribe entre ochocientas y novecientas columnas humorísticas usando el seudónimo Monsieur Le Coq. Su obra literaria comienza una vez que se muda a París, ya casado con su primera esposa, la artista plástica belga Régine Renchon a la que él llamaba Tigy. Luego de algunos trabajos ocasionales Simenon descubre que puede ganarse la vida razonablemente bien escribiendo cuentos para revistas literarias. El problema era que esas revistas pagaban poco, y por eso se hacía necesario escribir mucho y rápido. Esa revelación es el comienzo de un camino de producción de literatura en serie que dudaría más de cincuenta años. En sus inicios era capaz de escribir ocho cuentos en un día. Ya mudado a un piso burgués de la Place de Vosges, Simenon se introduce en la vida nocturna de París y se relaciona con los artistas más importantes de la época, entre ellos Josephine Baker (su amante durante años), Jean Renoir, André Derain, Pablo Picasso. Sus primeras novelas son de 1928, varias series de trece novelas cortas para Gallimard (“Los trece misterios”, “Los trece culpables”, etc.), que aparecían en el semanario Detective, dirigido por Jef y George Kessel. Su producción novelística nunca fue menor a las cuatro novelas por año. En el año 1929 llegaría al insólito número de cuarenta y un novelas, si es que aceptamos lo que dice Vila-Matas en su libro Bartleby & Co. Simenon, el hombre que todo lo medía por cientos o por miles, poseedor de una fiebre creadora que todo artista admiraría o quizá envidiaría, el hombre a quién fascinaba el hombre, aseguraba que le hubiera gustado practicar todos los oficios del mundo.

EL ESPEJO, IGUAL E INVERSO

Raymond Chandler había nacido quince años antes que Simenon, pero mientras Simenon comenzaba a producir libros de manera fabril, Chandler aún no había editado una sola página de su obra de ficción policial o de género negro, que comenzaría con el primero y muy conocido de sus cuentos “Los chantajistas no matan6”, de 1933. En el año 1928, que es cuando comienza la obra novelística de Simenon, Chandler apenas había escrito veintisiete poemas románticos7 que él prefería olvidar, y el relato “The Rose Leaf Romance”. Entre 1911 y 1912, publicó doce artículos y críticas en el diario inglés The Academy. En 1928, el Chandler que nos interesa era un absoluto desconocido. Su cuento “Los chantajistas no matan” se editó en 1933 en la revista Black Mask. Leído, releído, vampirizado luego por el autor, y adorado por sus admiradores, es nada menos que el primer cuento de un gran escritor, y el que preanuncia el personaje de Philipe Marlowe. No es poco. Para Simenon hubiera sido prácticamente nada, porque ese mismo año de 1933 escribe La “Maison du canal”, “L’ecluse n° 1” (el Maigret número dieciocho), viaja por Bélgica, Alemania (se habría encontrado con Hitler en un ascensor), Polonia, los países bálticos, Austria, Checoslovaquia, Hungría, Rumania, navega por el Mar Negro, visita Rusia, Ucrania, Georgia y Turquía. Como si buscara compensar el contacto con Hitler, entrevista a Trotsky para Paris-Soir. No satisfecho del todo, de regreso a Francia escribe “Gens d’en face”, novela inspirada en su viaje reciente; le “Haut Mal”, “l’Homme de Londres”, “Le Locataire et les Suicidés” y cierra el año firmando su primer contrato con Gaston Gallimard8.

Dos hombres para ser enfrentados, como analogías totalmente inversas, si eso es posible. Europa y Estados Unidos, mucho y poco, desborde y contención, Simenon y Chandler. Simenon, un hombre conducido por un mandato único e inconmovible, que se sienta a escribir todos los días de su vida a las seis de la mañana, a veces rodeado de cuerpos desnudos y borrachos en la sala de su casa de la Place de Vosges, y no se detiene antes de haber escrito ochenta páginas, bajo ese impulso creativo que no menguaría prácticamente nunca, y que en ciertas ocasiones aumentaría. Chandler, un hombre que comenzó a escribir seriamente después de tener más de cuarenta, que lo hizo siempre con dudas que lo acompañaron hasta el final de su vida, que editó su primer cuento cuando ya tenía cuarenta y cinco años, y la primera de sus siete novela, “El sueño eterno” (1939), cuando tenía cincuenta y un años.

PULP FICCION

Chandler comenzó a escribir para Black Mask luego de ser despedido de una empresa petrolera. Había llegado a una de las cúspides del escalafón capitalista y de allí había caído al vacío. Los biógrafos coinciden en que abusaba del alcohol y que algunos días ni se presentaba a trabajar. A eso habría que sumarle su tendencia a seducir secretarias, seducción que en algunos casos se transformaba en acoso. Sin trabajo, ya casado, adulto sin oficio, intenta retomar, bajo la influencia de las lecturas de Hemingway, el camino de la escritura que había abandonado en Inglaterra.

La revista Black Mask era por entonces una de las tantas pulp magazines, revistas de ficción hechas con papel barato, donde alrededor de trescientos escritores de Nueva York y un millar repartidos en todo el país se ganaban la vida. La mayoría no trascendería, pero en Black Mask escribía Dashiell Hammett, que influido a su vez por Hemingway, se volvería luego influencia directa de Chandler. Fue Hammett, con la ayuda y los consejos del director de Black Mask, el “Cap” Shaw, quien mostraría el camino que se abría luego de abandonar los cuentos de enigma con detectives a la manera inglesa. Ese camino llevaría a lo que hoy conocemos como género negro, serie negra o hard boiled. Ya lo dijo Chandler: “Hammett sacó el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó al callejón”. Chandler comenzó a escribir el cuento “Los chantajistas no matan” en 1932 con la intención de enviarlo a Black Mask y ganar algo de dinero. Se creía capaz de hacerlo bien, y tenía razón. Finalizar ese cuento le demandaría cinco meses de trabajo. En ese mismo tiempo Simenon escribe varias novelas, colabora en la adaptación cinematográfica de uno de sus libros para Jean Renoir y visita África. El cuento de Chandler es aprobado y editado en 1933. Chandler cobró por ese trabajo 180 dólares. Nacía el Chandler que seguiríamos leyendo y releyendo hasta hoy. Pero, ¿quién es Chandler?

CHANDLER, LA BIOGRAFÍA

Raymond Thornton Chandler nació en Chicago el 22 de julio de 1888 y murió el 26 de marzo de 1959 en La JollaCalifornia. Tras el abandono de su padre, su madre lo llevó a vivir a Inglaterra. Entre 1900 y 1905 estudió en el Dulwich College de Londres donde recibió una educación clásica que incluía latín y griego. Viajó por Francia y Alemania y se nacionalizó británico en 1907. De regreso en los Estados Unidos se casó con Cissy Pascal (nacida el 29 de octubre de 1870 como Pearl Hurlburt; Pascal es el apellido de su segundo marido), una hermosa mujer que había modelado de joven (Chandler tenía fotos de ella joven y desnuda), pianista, dos veces divorciada y que posiblemente le habría ocultado que le llevaba dieciocho años9. La pareja no tuvo hijos. Chandler llegó a decir que ella era la única amiga verdadera que tuvo. Hasta que se sentó a escribir la obra que aún leemos, Chandler fue bancario, periodista y ejecutivo de una empresa de petróleos. Participó en la primera guerra mundial. Era, aunque él no hablara de eso, un héroe de guerra. A partir de 1939 escribió siete novelas con el personaje de Philip Marlowe, y dejó una inconclusa. Entre 1944 y 1951 fue guionista de Hollywood. Quedan también de su autoría una serie de veinticuatro cuentos, algunos reeditados con otros títulos, escritos en su etapa anterior a su producción novelística. Esos cuentos serían “vampirizados” por él —según sus propias palabras— en sus novelas, lo que siempre lo impulsó a no reeditarlos. El resto son los ensayos “El simple arte de matar (1944), “Escritores en Hollywood” (1945), “Noche de los Oscars en Hollywood (1948), y “El diez por ciento de tu vida”, (1952); y la colaboración en los guiones cinematográficos “Double indemnity”, de Billy Wilder, “And now tomorrow”, de Irving Pichel, “The unseen”, de Lewis Allen, “The blue Dahlia”, de George Marshall, y “Strangers on a train” de Alfred Hitchcock.

LA DUDA Y LA CONFIANZA

El psicólogo vocacional debería hacer una nueva aparición, ahora para decir que lo que parecía apuntalar a Simenon era una tremenda confianza en lo que hacía y en el camino que se había planteado —o que no se había planteado pero que se iba construyendo en la pura praxis—, para hacerse un lugar en el mundo de la literatura. Esa confianza hizo que evitara las dudas que aquejan la primera etapa creativa de todo artista, y logró transformar la escritura en un oficio —que a Simenon le era tan natural como para otros hacer pan—, y en un trabajo con el que primero se ganaría la vida y casi inmediatamente accedería a la fortuna económica. En cambio —y obedeciendo siempre a ese psicólogo sin título— al leer la biografía de Chandler nos encontramos antes un hombre que lo que buscó toda su vida creativa era que su obra fuera considerada literatura seria, a la par de escritores que admiraba, como Hemingway y Flaubert. Ese era un reparo que nunca tuvo Simenon. Quizá nunca se sentó a pensar en eso de tan ocupado que estaba por hacer que eso sucediera.

La obra de Chandler es, a juicio de muchos de nosotros, una columna capital del género negro, y en cierto aspecto fundacional, y una obra que se lee con placer, y hasta con devoción. Sus siete novelas —preferentemente leídas en orden de edición para comprobar la evolución del personaje, que se da tanto en edad como en cinismo—, es uno de los más certeros retratos de la época, y permiten entender aspectos de la vida norteamericana —la violencia como herramienta, la consolidación del capitalismo y de una clase dominante—, tan difundidos luego por el cine y cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días (“Los americanos, pese a tener la civilización más compleja que el mundo viera jamás, aún prefieren pensar en sí mismos como un pueblo sencillo (…) les gusta pensar que el dibujante de una historieta cómica es mejor artista que Leonardo, sólo porque dibuja historietas cómicas destinadas al pueblo llano”). Estados Unidos se estaba autoconstruyendo como patrón del mundo, erigía los cimientos de una cultura exportable y redefinía el concepto de imperialismo; y Chandler es el que lo cuenta.  

UNO Y OTRO

La obra de Simenon, en cambio, plantea el inconveniente de toda obra voluminosa, es decir la imposibilidad de la homogeneidad, ya que sería imposible que más de trecientos libros fueran igualmente interesantes. La serie Maigret, formada por setenta y ocho novelas y veintiocho cuentos (escritos entre 1929 y 1972) interpretadas por Jules Maigret, comisario de la policía judicial francesa, es una demostración del oficio que el autor había adquirido —como no podía ser de otra manera—, que sumado al ímpetu y a la confianza de la que ya hablamos, nos pone frente a una colección de simpáticas novelas que se leen en un par de horas, ideal para llevar de viaje, tanto para el bolso de la dama como para el bolsillo del caballero. La escritura de la mayoría de esas novelas le consumía no más de una semana —en ocasiones cuatro días: “Mínimo de palabras, máximo de intensidad”—, y a veces eran el resultado de una etapa de tensión, como el camionero que descansa los fines de semana ocupándose de la carpintería de la casa. Pero para entender la verdadera dimensión de Simenon escritor hay que sumergirse en una buena docena de sus “novelas duras”, lo que llevó a Pierre Assouline a decir que Simenon no escribía novelas policiales sino sociales: “Los fantasmas del sombrerero”, “Betty”, “Le voyageur de la Touissaint”, “El alcalde de Furnes”, “El asesino”, “La veuve Couderc”, “El hombre que miraba pasar los trenes”, entre otras.

Simenon se casó dos veces (con la belga Régine Renchon, Tigy, y con la canadiense Denyse Ouimet), y tuvo una larga convivencia con Teresa Sburelin, de origen italiano, que entró a su casa como empleada doméstica de Denyse y terminó por volverse su compañera. Sus hijos son: Marc Jean Chrétien, hijo de Tigy, nacido en 1939; y Jean Denis Chrétien, llamado Johnny, nacido en 1949; Marie Georges, llamada Marie-Jo, nacida en 1953 y Pierre Nicolas Chrétien, nacido en 1959, los tres hijos de Denyse Ouimet. Se mudó docenas de veces. Vivió en Bélgica y en varios lugares de Francia, de Estados Unidos, previo paso por Canadá, y tuvo al menos cuatro residencias en Suiza (Echandens, Epalinges, el departamento de la Av. De Cour y su casa rosa de la avenida Figuiers de Lausanne, donde el mismo Simenon regó las cenizas de Mari-Jo). En total, sus biógrafos suman treinta y tres residencias, sin contar los hoteles donde se hospedaba durante largas temporadas, sobre todo en su vejez, como el Beau Rivage de Lausanne donde pasaría sus últimos días. Entre los años 1929 y 1931 vivió junto a su familia en L’Ostrogoth, un barco que se hizo construir. Entre novelas y romances, viajó a los lugares más recónditos del mundo. Y en cada uno de esos lugares recogía guías telefónicas que lo ayudaban a encontrar nombres para sus personajes.

Chandler nació en Estados Unidos y allí murió. Vivió en su juventud en Inglaterra, al  punto en que se sentía un poco inglés y su formación chocaba a menudo con la tosquedad del norteamericano medio. La primera guerra mundial encuentra a Chandler viviendo en los Estados Unidos. Se alista en 1917, cuando los Estados Unidos le declara la guerra a Alemania y a sus aliados. Según Chandler, habría hecho un intento en el ejército americano pero habría sido rechazado por su vista deficiente. Frank MacShane sugiere que en realidad Chandler esperó hasta poder alistarse en el ejército canadiense porque se sentía británico de personalidad y educación. En 1917, junto a un amigo, se traslada a Victoria, la Columbia Británica de Canadá, y se alista en el ejército canadiense. Es destinado al Cincuenta Regimiento conocido como los Gordon Highlanders e integra el Séptimo Batallón de la Fuerza Expedicionaria Canadiense. Es enviado a Francia en marzo de 1918.

De Simenon poco podemos decir porque en ese entonces tenía quince años, y a pesar de su precocidad en todo, poco hay para decir de su vida durante la primera guerra mundial, excepto dos cosas: comenzó su prolífica vida sexual, según dicen a los doce, “con una muchachona de quince años”, en ocasiones identificada como Renée, una chica judía que durante un paseo bucólico lo habría desvirgado intempestivamente (“prácticamente me circuncidó”, dijo Simenon); y apenas finalizó la guerra comenzó a escribir para La Gaceta.

BLANCO, NEGRO, GRISES

Ya en territorio europeo, Chandler, y pese a la posición de reserva de su batallón, interviene en batallas terribles. Rápidamente es ascendido a sargento. En junio de 1918 pierde a todos sus hombres bajo un ataque de granadas alemanas. Él es el único sobreviviente. De lo sucedido hablaría poco o nada. Apenas diría: “el valor es algo extraño; nunca se puede estar seguro de él”. Firmado el armisticio, vuelve a instalarse en Los Ángeles y ahora lleva a su madre a vivir con él. En Los Ángeles conocerá a Cissy. Ya no volverán a separarse. Se casan en 1924, luego de la muerte de la madre irlandesa y católica de Chandler. Debido a su sólida formación, Chandler se hace un lugar en el mundo de los negocios. Hacia 1932 es nombrado vicepresidente de una compañía petrolífera. Pierde el puesto un año más tarde e intenta suicidarse. El psicólogo vocacional diría: por un lado un hombre que coquetea con la muerte y por el otro un hombre al que no le alcanza el día para vivir. A veces las verdades más importantes son más bien sencillas. Pasa el tiempo, también en los Estados Unidos, donde el tiempo se mide en invasiones e intervenciones imperialistas. Entre guerras, Chandler inicia su carrera novelística con la aparición de “El sueño eterno”, de 1939, escrito a partir de dos cuentos, “Killer in the rain”, de 1935, y “The curtain” de 1936. “El sueño eterno” es editado en Estados Unidos por Alfred A. Knopf, y en Inglaterra por Hamish Hamilton. Las ganancias de ese libro en su edición de tapa dura representan para Chandler apenas dos mil dólares. Ese año, del otro lado del Atlántico nace Marc, el primer hijo de Simenon. Ese año también comienza la segunda guerra mundial. Chandler fracasa en su intento de ser reclutado debido a su salud delicada.

La participación de Simenon en la guerra es activa aunque no en el frente. En mayo de 1940, después de la invasión alemana a Bélgica, se presenta en la embajada de su país en París y es nombrado Alto Comisariado para refugiados belgas de La Rochelle, un puerto de la fachada atlántica de Francia, donde vivía. Durante los siguientes tres meses, su trabajo contribuye a dar refugio a dieciocho mil hombres que huyen de la guerra, la mayoría compatriotas suyos pero también italianos y franceses. Nace aquí una de las aristas más oscuras de su vida (junto al presunto incesto con Marie-Jo), que los biógrafos estudiarían sin llegar a acordar y que sus lectores ignorarían categóricamente. ¿Negó Simenon refugio a los belgas judíos? ¿Era antisemita? Pierre Assouline, director de la revista Lire y uno de los estudiosos más importantes del escritor, quién seguramente ha ahondado más en su probable antisemitismo, declara al diario italiano La República en una entrevista del 22 de enero de 2003: “Se ha dado demasiado resonancia a su antisemitismo juvenil. En la Bélgica católica y conservadora de los primeros dos decenios del siglo (XX), el antisemitismo era muy difuso. Simenon ha escrito sus primeros artículos en un diario reaccionario, después, sin embargo se alejó de aquel ambiente (…) Pesaron mucho las películas hechas de sus novelas financiadas por una productora alemana, la Continental. Y además su hermano10 era un militante activo de la extrema derecha belga. La Resistencia le había echado el ojo, y Simenon no era un hombre valiente. Si luego de la liberación se hubiera quedado en Francia, todo se hubiera aclarado, pero él prefirió irse a los Estados Unidos, lo que no habla en su favor”11. Los artículos antisemitas a los que se refiere Assouline eran 17 artículos escritos para la Gaceta de Lieja bajo el título “El peligro judío”. Los primero aparecieron sin firma. A partir del octavo, llevaban la firma de Simenon. En ese momento, Simenon tenía… 16 años, más o menos la edad en la que el papa Benedicto XVI participó en las juventudes hitlerianas12. Otro de los estudiosos de la obra de Simenon, el belga Michel Carly13, dice que Simenon “no hacía más que repetir los viejos clichés del antijudaísmo católico de la sociedad de su época”, y que Assouline “se focaliza demasiado en ese tema porque es judío”. En su descargo Simenon siempre dijo que escribía siguiendo órdenes de los directivos del diario. Sus lectores ignoran y niegan la acusación de antisemitismo con determinación. No les importa. Y menos les importa que algunos críticos o periodistas vean antisemitismo en Simenon porque un personaje suyo hace mención a la nariz semítica de otro.

El resto de la guerra, la familia Simenon la pasaría en una región conocida como el Bocage o la Alta Vendée, bastante lejos de la guerra y los peligros. Simenon sigue escribiendo, a pesar de todo. El matrimonio con Tigy llega a su fin. Seguirán viajando y viviendo juntos o cercanos el resto de sus vidas (ella recibirá una pensión, a cambio no deberá vivir a más de seis millas de Simenon para que Marc pueda ver al padre). Si algo pinta a Simenon y su relación con las mujeres es esta anécdota. Tigy descubrió a Simenon en la cama con Boule, la criada normanda que vivía con ellos desde hacía veinte años y que seguiría junto a él, su “guapo señorito”, durante 65, en una relación que Boule definió como “de animales”. Tigy lo amenaza: o se va Boule o me voy yo. Simenon, para evitar que la responsabilidad recaiga en Boule, decide confesarle a Tigy la verdad: no solo la engañó con Boule, sino que lo hizo casi todos los días de su vida, en ocasiones con sus amigas.

Al finalizar la guerra, Simenon habría sido amenazado por la resistencia francesa. Un locutor de la BBC diría: “Señor Simenon, tenemos su ficha”. Curiosamente, los nazis lo habían sospechado judío porque Simenon les sonaba a Simón y Simón a hebreo. En el ´45 se instala en los Estados Unidos por una década, junto a Tigy, Boule y Marc. Allí conocería a su segunda esposa, Denyse, llamada también D.

Volviendo a nuestros dos escritores, es interesante ver cómo además de ser diferentes, lo son los dos personajes más importantes que crearon: Maigret y Marlowe. Maigret es un hombre casado, Marlowe, un solterón (aunque se casa en “Playback, la última novela). Maigret es un hombre casero, disfruta de su vida doméstica y de la cocina de su esposa. Marlowe es un solitario, que come al paso para seguir adelante. Maigret es un hombre que se toma vacaciones, que vuelve a su pueblo de la infancia, que sueña con cosas de un hombre común. Marlowe vive alrededor de su trabajo y de su oficina. Su casa es un lugar donde dormir. Es un mujeriego, o un seductor. Maigret en cambio es un hombre pudoroso y recatado. No todas son diferencias: ambos son honestos y creen en cierta forma de justicia, la que ellos pueden aportar en un mundo corrupto. De Maigret, Simenon diría: “Su vida privada es muy tranquila (…) Le horrorizan los cambios y vive desde hace veinte años en el mismo piso, en un barrio ni rico ni pobre, de modestos trabajadores. Maigret es bastante grueso, plácido, fuma en pipa con cortas y golosas bocanadas, le gusta comer bien, y también beber (…)  Le gusta deambular por las calles y sentarse en la terraza de algún café. Un caso criminal nunca es para él un caso más o menos científico, un problema abstracto. Es tan sólo un caso humano”. De hombres como Marlowe, Chandler diría: “El detective de esa clase de relatos (…) debe ser el mejor hombre de este mundo. (…) No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada venganza. Es un hombre solitario, y su orgullo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir, con tosco ingenio, con un agudo sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por la falsedad y con desprecio por el egoísmo”.

Sus autores son igualmente opuestos. Simenon era un bohemio, un bon vivant, amigo de artistas de todo el mundo, Chandler era solitario y callado y sufrió etapas de alcoholismo autodestructivo. Uno perteneció al país vencedor —incluso Inglaterra, su patria adoptiva, es del bando de los vencedores—, y el otro de los perdedores —y Francia, su patria adoptiva, también—. Chandler fue un gran lector que provenía de su formación clásica y de la tradición norteamericana. Simenon obedecía a la tradición centroeuropea (Balzac, Conrad, Stevenson, Tolstoi, Gogol; no en vano ha sido comparado con Balzac sobre el que dio conferencias luego reunidas en el libro “Portrait-souvenir de Balzac”). Ambos analizaron la tradición literaria y la escritura, Simenon en sus libros de memorias, Chandler en sus cartas y ensayos; y ambos dejaron una gran correspondencia epistolar. En algún momento compartieron editores, por ejemplo Hamish Hamilton. ¿Se conocieron, conocía uno la obra del otro? No hay indicios de esto, pero al compartir editor es evidente que uno sabía de la existencia del otro. Ambos presidieron el Mistery Writers of America, Simenon en 1952 y Chandler en 1959, año de su muerte. Hablando de editores y agentes, a Chandler le costaba mantener una relación no conflictiva con uno a la vez, mientras que Simenon llegó a trabajar con alrededor de cuarenta simultáneamente. Ambos consideran a sus novelas como novelas que exceden la literatura policial. Simenon decía: “no hay mucha imaginación en mis novelas, es la vida que he vivido y aquella de los vecinos míos”. Chandler dijo: “¿Deseo ganar el premio Nobel? (…) Qué diablos, conceden el Nobel a demasiadas medianías para que yo me excite a causa de él”.

LOS HOMBRES DUROS SÍ AMAN

De lo opuesto a lo semejante. La vida sentimental de Chandler se resume en un único nombre: Cissy. Cissy murió el domingo 12 de diciembre de 1954. Tenía 84 años. Arrastraba una enfermedad que los médicos definieron como fibrosis pulmonar. Chandler escribiría en una carta: “Decir adiós a tu amada en la mente no es lo mismo que cerrarle los ojos y saber que no volverán a abrirse. Pero me alegro que muriera. Imaginar a este pájaro altivo y temerario enjaulado en un horrible sanatorio por el resto de sus días era un pensamiento tan insoportable que apenas podía resistirlo (…) Durante treinta años, diez meses y cuatro días fue la luz de mi vida, toda mi ambición. Todo cuanto hice fue solo el fuego para que se calentara las manos. No hay nada más que decir”. No asistió al entierro porque estaba demasiado borracho. En otra carta escribiría “Mañana será o hubiera sido nuestro trigésimo primer aniversario de boda. Llenaré la casa de rosas rojas e invitaré a un amigo a beber champaña, que es lo que hacíamos siempre. Un gesto inútil y probablemente necio porque mi amor perdido está perdido para siempre (…) nosotros, los tipos duros, somos incurablemente sentimentales”.  Dos días antes de la celebración de la boda llamaría al capitán de la policía de La Jolla para decirle que si no se apuraba encontraría un cadáver en el suelo. La tarde del 22 de febrero de 1955 llamó a un amigo y reiteró la amenaza. En la casa se escucharon dos disparos. Un policía lo encontró oculto detrás de la cortina de la ducha. Una de las balas estaba alojada en el techo. Chandler diría: “Me sería totalmente imposible decirle si realmente quería llevarlo a cabo o si mi subconsciente protagonizaba una representación dramática barata. El primer disparo salió sin que me lo propusiera. Nunca había usado el arma y el gatillo era tan suave que apenas lo toqué para poner la mano en posición correcta, se disparó, y la bala rebotó en las baldosas de la ducha y agujereó el techo. Del mismo modo podría haber rebotado contra mi estómago.” El policía le pidió el arma y Chandler se la entregó riéndose y algo avergonzado. Aún ebrio, fue internado en el hospital del condado. Era el momento más doloroso de su vida, luego de la lucha entablada para terminar su libro más ambicioso, “El largo adiós”, mientras Cissy se estaba muriendo “por milímetros”. Sin embargo la situación profesional de Chandler era la mejor de toda su carrera. “El largo adiós” había sido publicado en Inglaterra con una tirada inicial de veinticinco mil ejemplares, y había obtenido buenas críticas.

En 1953 nace Mari-Jo. Los Simenon vivían el Lakeville, Connecticut (en esa casa vivirían cinco años y George escribiría veintiséis novelas). El año anterior había regresado a Europa a recoger los halagos y frutos de años de esfuerzo. Había sido nombrado miembro de la Academia Real de la Lengua y Literatura Francesa. Ese año no logró escribir más que cuatro novelas. De regreso a los Estados Unidos es elegido presidente de los Mystery Writers of America, por primera vez un extranjero. La noticia se la dan Rex Stout y “los dos primos que firman Ellery Queen”. En el 54 escribirá cinco novelas. En el ´55 será nombrado Caballero de la Legión de Honor en el Consulado de Francia en Nueva York. Es por esta época que se da la particular situación de que vive junto a Tigy y su hijo Marc; a Denyse, actual esposa, y sus dos hijos pequeños, Johnny y Mari-Jo, a su amante Boule, y a una doncella de Denyse que se vuelve ocasionalmente su amante estimulado por su esposa.

Momento de hablar de Denyse Ouimet, la madre de sus tres hijos menores, la D de las memorias. La conoció en New York en 1945 y se casó con ella en 1950. Denyse será secretaria, compañera, amante, esposa, agente literario y gerente de la empresa Simenon, una verdadera máquina de producir y de vender (ejemplo: “La neige était sale” de 1948 vende sólo en Estados Unidos dos millones de ejemplares), un negocio que al regresar a Europa alcanza la estatura de un gigantesco emporio de ediciones, traducciones, cine, radio y televisión.

En tanto, y con enorme esfuerzo, Chandler escribe la última de sus novelas, “Playback”, que se editó en 1958 y vendió nueve mil ejemplares en Estados Unidos. Las críticas no fueron buenas y los lectores se sintieron desconcertados por el casamiento de Marlowe  (“Pensé que ya era hora de dar a Marlowe algo valioso, un poco de amor. Y es que hay mucho de él en mí: su soledad.)”. A pesar de eso, Chandler ya tenía un lugar de prestigio en el mundo de la literatura.

Simenon, mientras tanto, sigue cosechando elogios, no sólo de los lectores, sino también de escritores como Henry Miller, Hammett, Faulkner, Hemingway, Gide y Le Carré. Y su nombre sonaría repetidas veces como aspirante al premio Nobel que nunca ganaría a pesar de que le pediría a sus editores que se esforzaran para que se lo dieran. Durante años, Denyse fue, como dijimos, la cabeza del negocio Simenon. En algún momento entre el 45 y sus internaciones en una clínica de Prangins a partir de 1962 —con síntomas de neurosis y alcoholismo—, se volvió el problema, incluso el enemigo. Simenon cuenta que en ocasiones ella interrumpía su trabajo para pedirle que le hiciera el amor, práctica que a veces llevaban a cabo delante de la secretaria.

La pareja se separa en el ´64. El lugar de ella en la vida de Simenon es ocupado por Teresa. En el ´78, el mismo año de la muerte de Marie-Jo, Denyse escribió un libro llamado “Un oiseau pour le chat” (Un pájaro para el gato), con ayuda de negros literarios, donde habla de las relaciones familiares en un ambiente de droga, promiscuidad, maltrato, psicosis y la posibilidad del incesto entre Simenon y Marie-Jo. (El psicólogo vocacional hace su última aparición para destacar lo curioso que resulta que Simenon se haya definido como un Casanova, que fue un hombre que tuvo relaciones con una de sus hijas). Por otro lado, Simenon bate el mismo parche en sus memorias, y culpa a D de incesto con la hija en ocasión de unas vacaciones juntas cuando Marie-Jo tenía 11 años. Luego de ese viaje, Marie-Jo entraría en una espiral de huidas, internaciones, angustia. A eso hay que sumarle su debut sexual (aparentemente violentada en París por un amigo del hermano), y un amor obsesivo hacia su padre (“Te quiero tanto, papaíto, tanto que jamás podré expresarlo por completo Eres un padre maravilloso, ¿lo sabes? Un padre como el que miles de chicas deben de soñar. Y yo te tengo, tengo esa suerte, y es como ñinita tuya que te abrazo muy, muy fuerte, para decirte hasta pronto”, escrito por Marie-Jo a los 20 años). Al fin llega el suicidio. Simenon comenzaría a escribir su libro de memorias apenas enterado de su muerte. El manuscrito tendrá 1985 páginas. Se editará en 1981 y venderá cien mil ejemplares (sólo de la edición en francés) en dos meses. En su segunda edición de noviembre de ese año, el libro tendrá treinta y un líneas suprimidas, veinticinco relacionadas con Marie-Jo, debido a un juicio en un tribunal de París por una demanda de D.

Los biógrafos han dicho lo suyo, a veces basados en los libros de memorias, otras en investigaciones, serias o no, imposible de dilucidar para mí. Yo más bien pertenezco a la categoría de los admiradores. Prefiero, a esta altura, dejar la palabra a Johnny Simenon, hijo de George y hermano de Mari-Jo, que si bien reconoce que su padre no era un hombre fácil y que siempre estaba encerrado trabajando, también dice: “Mi padre amaba a Mari-Jo con todo el amor que un hombre puede reservar por su única hija mujer. Quien se anima a sospechar una relación incestuosa es un imbécil14”.

TRISTE, SOLITARIO, FINAL

Chandler muere el 26 de marzo de 1959, a las 3,50 de la tarde en el Convalescent Hospital de La Jolla de una pulmonía. Tenía 70 años, y había sobrevivido cinco años a su amada Cissy. De esos años quedan una novela inconclusa, columnas periodísticas para el San Diego Tribune, y relaciones ocasionales con mujeres que le hicieron sospechar que podía volver a ser feliz. A muchas de esas mujeres las nombraba herederas para luego quitarles este honor pocos meses después y trasladárselo a otra. Lo hereda su amiga y agente literaria Helga Grenne. Al morir, la fortuna de Ray era de 60.000 dólares. Esos años había viajado repetidas veces a Inglaterra donde se sentía más a gusto que en los Estados Unidos. Allí se relacionó con otros escritores, entre ellos Ian Fleming, el autor de James Bond, que contribuyó con sus contactos para que Chandler le hiciera un reportaje al mafioso Lucky Luciano, la última estrella viva de la América en su variante capitalista alcaponiana. El reportaje iba a ser editado por el Sunday Times. Luciano vivía en Nápoles, repatriado por los Estados Unidos. A pesar de que Luciano se negó a la entrevista, Chandler y él se encontraron en un hotel y mantuvieron una charla amistosa. Chandler lo encontró un solitario como él. Dijo: “Luco es mi amigo (…) Nada puede devolverle su vida o su libertad (…) Por alguna razón confió en mí. Yo no lo he traicionado”. Cuatro días después de su muerte, Ray fue enterrado en el cementerio Mount Hope de San Diego. Estuvieron presentes diecisiete personas, entre ellos representantes de la Mystery Writes of America que Chandler presidía, un coleccionista de novelas policiales y amigos de La Jolla. Nadie atinó a enterrarlo junto a Cissy. Por muchas páginas que yo pueda escribir sobre la relación entra Ray y Cissy, nada podrá estar a la altura de estas palabras: “Todo cuanto hice fue solo el fuego para que se calentara las manos”.

Sus últimos días, Simenon los vive en el hotel Beau Rivage. Se mueve en una silla de ruedas. En el año ´84 le habían extirpado un tumor en el cerebro luego de una operación de siete horas y media; en Simenon, todo es sobredimensionado. Sigue fumando en pipa pero apenas habla. A las 3,30 de la madrugada del lunes 4 de setiembre, toma la mano de Teresa y le dice: “Al fin, voy a dormir”. Sus hijos se enteran de su muerte por los diarios, como él había dispuesto. Tenía 86 años. Dos días después es incinerado en Montoie. La noche siguiente, Teresa dispersa sus cenizas en la hierba del jardín de la maison rose, debajo de un gran cedro, junto a los restos de Marie-Jo.


Notas

1 Simenon, George. 1989. Memorias íntimas. Barcelona: Ediciones B. Tomos 1 y 2, en traducción de Basilio Losada.

2 MacShane, Frank. 1977. La vida de Raymond Chandler. Barcelona: Bruguera. Traducción de Pilar Giralt.

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6 En otras traducciones: “Los chantajistas no disparan”.

7 Entre 1908 y 1912.

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10 Christian Simenon era miembro de una organización pro-nazi belga; dirigió la Formación B y participó en la ejecución de veintisiete resistentes de un balazo en la nuca. Luego de la guerra se alistó en Legión Extranjera. Moriría en una emboscada en Indochina.

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Músico y escritor editado en Argentina, México, España, Cuba, Venezuela y Ecuador. Fue dos veces finalista de La Sonrisa Vertical (1999 y 2002).
Su obra más difundida es Todavía no cumplí cincuenta y ya estoy muerto.

Es autor de Querer Escribir, Poder Escribir, libro que analiza el proceso de escritura, editado en cuatro países. Dicta talleres literarios en ciudades de Argentina y en ferias nacionales e internacional (La Habana 06, 07, Venezuela —FILVEN— 07).

Es director del Festival Azabache de Mar del Plata. En 2011 fue finalista del premio Emecé. Escribe para Rosario 12, suplemento del diario Página 12. En la actualidad se encuentra grabando música de su autoría.