Lula y el voto de fe

1 febrero, 2007

Pasado un año de elecciones que se han producido en toda la geografía latinoamericana, el escenario que se presenta es tan incierto como interesante. Las embajadas de Estados Unidos en el continente han estado más inquietas que de costumbre ante la nueva avalancha de gobiernos de izquierda bajo el paraguas petrolero de Hugo Chávez. Las fisuras de los partidos neoliberales y conservadores coinciden a grandes rasgos en reconocer que el crecimiento económico de uno sectores no se ha traducido en mejoras sociales y el hastío de la falta de un empuje en la mejora de las condiciones de vida han dado como resultado, la vuelta hacia la fe en las promesas populistas. La población parece optar por dar segundas oportunidades a los gobiernos de izquierda para ver materializados sus derechos básicos de Salud, Educación, Vivienda y Empleo. Mientras en Cuba, Fidel parece estar muriéndose, en Nicaragua, Daniel Ortega vuelve al poder tras dieciséis años de una revolución perdida y con muchas sospechas a sus espaldas, Hugo Chávez se reafirma en su liderazgo, y Evo Morales se debate frente a lo que nadie quisiera ver como una guerra civil encubierta. Pero Lula Da Silva, el más moderado quizá de todos los mencionados, en quien estuvo uno de las primeras esperanzas del cambio en el continente por parte de los movimientos progresistas, ha perdido vigor, y sin embargo este año inaugura un segundo mandato, un voto que se debe, según Mariela González Rosso por encima de todo a la fe, más que a los hechos.


Lula Da Silva, de 61 años, ha sido reelecto como presidente de Brasil, la quinta democracia más populosa del mundo, después de ir a la segunda vuelta ante Geraldo Alckmin. Un Lula exultante de felicidad afirmó que su país «está viviendo un momento mágico de consolidación del proceso democrático» tras los comicios y entre sus primeras medidas están las de tender una mano a la oposición para dialogar juntos, el rigor fiscal y mantener una clara prioridad por los pobres. Además, hizo una particular petición: quiere unidad en torno a la nueva administración.

El 1 de enero del año que en breve comienza, dará la bienvenida a una nueva etapa de Lula con la chance de otros cuatro años al frente del gobierno de Brasil. Una nueva oportunidad para corregir errores de su anterior gobierno, tales como la corrupción, hecho éste que casi le arrebata el triunfo de las manos al llevarlo a una segunda vuelta (esto debe interpretarse claramente como un sinónimo de descontento de la sociedad brasilera). Y con ganas de hacer buena letra y mejorar, el residente brasilero se apuró a señalar que «los pobres tendrán preferencia en nuestro mandato; las regiones más empobrecidas tendrán mayor atención en nuestra gestión porque queremos un Brasil más equitativo».

El sueño de un Mercosur latinoamericano

También propuso la construcción de un Mercosur que represente a todos los países latinoamericanos. «Yo tengo un sueño de que el Mercosur represente a todos los países latinoamericanos, sería una maravilla», subrayó.

En su primer pronunciamento público, Lula tendió la mano a sus adversarios. «Tenemos que juntarnos todos para hacer un Brasil más fuerte», dijo. «Quiero conversar con todos. No habrá partido que no llame para decirle que ahora el problema (de gobernar) es de todos nosotros», aseguró Lula, y afirmó que «el pueblo sintió al votar que las cosas van a mejorar».

Política fiscal «dura»

Recordó además que su política fiscal se mantendrá «dura», porque «no se puede gastar más de lo que se gana, si no (uno) se va a endeudar de una forma que no podrá pagar». Insistió con que no pude cargarse el peso de la deuda en las espaldas del pueblo. Lula quiere que Brasil deje de ser» un país emergente» para colocarse entre los Estados desarrollados del mundo. Una meta muy ambiciosa, pero no imposible si se trabaja correctamente, puesto que estamos frente a un Lula que parece haber aprendido de los errores del pasado.

«La solución está en el crecimiento de la economía y en la continuación de la distribución de la riqueza», subrayó. Lula cree «que la inclusión social de millones y millones de brasileros, por los aciertos y por los errores del gobierno, permitió que se pudiera llegar a un proceso electoral más maduro, con la conciencia de las dificultades que Brasil necesita vencer para dar un salto de calidad», afirmó un presidente positivo y con ganas de trabajar.

Oportunidad de corregir lo que estaba mal

La reelección de Lula es una buena noticia, particularmente si éste decide no sólo concentrarse en los problemas internos de Brasil, sino jugar un papel más importante en la región y convertirse en verdadero líder de una justicia social sin el populismo demagógico de otros gobernantes.

La segunda vuelta de los comicios manifestó claramente la división social del país. Un Brasil dividido por ricos y pobres, en donde los más desfavorecidos ganaron ampliamente la pulseada renovando así sus votos de fe para Lula en su segunda oportunidad. Ésto obligará al presidente a articular una política que brinde soluciones a las demandas de los dos Brasil, tarea nada fácil en un país que es la primera potencia económica de Sudamérica y uno de los tres países más desiguales del planeta según la ONU.

Grandes índices de pobreza

Brasil deberá trabajar durante si quiere que sus 59 millones de pobres, de ellos, 26 millones en la pobreza extrema, salgan de esa situación. La desigualdad sigue siendo extremadamente elevada y he aquí uno de los principales retos de Lula Da Silva, lograr recursos para que toda esta gente pueda salir adelante y mejorar su estátus social.

La mitad de la mano de obra del país trabaja en negro con sueldos paupérrimos. El trabajo esclavo e infantil (hay 4,78 millones de trabajadores de entre 5 y 17 años), la falta de una reforma agraria (Brasil cuenta con el movimiento SIN TIERRA, uno de los más grandes) y la violencia (inseguridad en las cárceles y grupos organizados violentos que ocasionan revueltas) son problemas urgentes para Lula y debe comenzar a trabajar en ello cuanto antes, puesto que no se ha logrado mucho en su anterior mandato.

Este cuadro se refleja en el drama diario de ciudades y barriadas aterrorizadas por bandas de traficantes de drogas y de armas, y por la corrupción policial. Brasil tiene uno de índices más altos de muertes violentas del mundo, con 50.000 homicidios por año, según un informe de la ONG.

Balance de sus primeros cuatro años

En los primeros cuatro años en cuanto a lo económico, Lula logró cumplir con el ajuste fiscal establecido y mantuvo una rígida política monetaria basada en el régimen de metas de inflación, ambos problemas heredados del gobierno anterior, lo que se tradujo en mejora de las cuentas externas, pero también en altos intereses y bajo crecimiento.

Sin embargo, algunos miembros de su gabinete han dado señales de que, con la reelección conseguida, Lula puede adoptar una política monetaria menos conservadora para estimular la economía, que el año pasado creció apenas un 2,3 por ciento. Por esta razón, una de sus principales metas debe ser la de acrecentar ese crecimiento económico. Para ello, deberá establecer la confianza entre los empresarios e inversores extranjeros, para poder aumentar así la creación de empleos y poner en marcha un Brasil mejor.

Su historia

Inazio Lula Da Silva, tornero mecánico de oficio, nació en el seno de una familia pobre y fue analfabeto hasta los 10 años. Con el tiempo y a lo largo de su militancia en la política, logró transformarse en el más respetado líder sindical del país al organizar masivas movilizaciones populares que obligaron a la dictadura militar a retirarse del poder. Hoy, además, ostenta en su haber de una presidencia en Brasil y se prepara para la segunda.

Amigo de Fidel Castro y de Hugo Chávez, juntos conforman una nueva etapa para una Latinoamérica que está girando a la izquierda, que se abre paso sin pedir permiso, que lucha, que protesta y que quiere formar parte de los grupos más desarrollados.Por todo esto, quizás, Lula conozca mejor que nadie los desafíos que lo aguardan, tanto en el plano interno como externo; y en esta nueva oportunidad, pueda probar, que un obrero metalúrgico, sobreviviente de la más brutal selección social de las especies políticas, puede encaminar el rumbo de su país y cumplir la voluntad de cambio popular que lo llevó al poder una vez más.

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